Arqueología con perspectiva de género

Una visión transversal de la historia de la profesión y de las sociedades prehistóricas

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A lo largo de la historia las mujeres han recorrido un largo camino para conseguir el reconocimiento social que hoy tienen, aunque todavía continúan encontrando barreras que dificultan su crecimiento profesional. A pesar de que la presencia de las mujeres en los estudios universitarios ha aumentado hasta equipararse al número de hombres, el porcentaje varía entre los diferentes campos de estudio, por lo que todavía queda un largo camino por recorrer para alcanzar la igualdad de género.

La mujer en la arqueología: una criba en pirámide

La arqueología es una de las profesiones que hasta hace poco era considerada una profesión de hombres pero que ha sufrido una transformación, y hoy cuenta con una mayor presencia de mujeres que de hombres entre los profesionales. «Hace mucho tiempo ya que la mayor parte de las matrículas en la universidad son mujeres, porque su interés por estudiar arqueología es alto, o al menos igual al de los hombres». Quien habla es Begoña Soler, doctora en Estudios sobre la Prehistoria por la Universitat de València y conservadora en el Museo de Prehistoria de Valencia.

Esta incorporación masiva de las mujeres a los estudios arqueológicos tiene lugar desde los años ochenta del siglo pasado, pero eso no quiere decir que estén en igualdad de condiciones a la hora de acceder sobre todo a los cargos de responsabilidad. «Es lo que se conoce como “criba en pirámide”: la base es mayoritariamente femenina pero conforme va subiendo, el número de mujeres desciende de forma importante», explica Soler. En los estudios de postgrado la presencia femenina es muy inferior a la existente en los estudios de grado, y residual cuando hablamos de la incorporación de las mujeres a las cátedras universitarias.

Esto se debe, según Begoña Soler, a que «las mujeres tienen que saltar muchos más obstáculos que los hombres para llegar al mismo sitio», un hecho que ratifica Margarita Díaz, investigadora en la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados, y profesora del Departamento de Historia y Arqueología de la Universidad de Barcelona: «Llega un momento en que hay que moverse mucho geográficamente y eso es incompatible con tener una vida familiar estable», explica Díaz, «además, son todavía las mujeres las que llevan consigo la carga familiar y las que tienen que elegir entre la vida profesional y la personal».

Desde el mes de junio, Margarita Díaz es una de las investigadoras que abandera el proyecto «ArqueólogAs», una iniciativa que pretende recuperar las historias de las mujeres que se dedicaron a la arqueología en el pasado y que han sido silenciadas en la historia, y así sacarlas a la luz y darles la importancia que merecen. «Lo que pretendemos es recuperar a aquellas mujeres que se dedicaron a la arqueología de forma profesional, pero también las que lo tomaron como una afición», asegura.

A la hora de buscar documentación, se encontraron con que algunas de ellas sí publicaron artículos o son nombradas en otros archivos, pero muchas otras no publicaron nunca nada. «Lo más curioso es que muchas de ellas no lo hacían para así dar prioridad al hombre; se consideraban a sí mismas inferiores», señala Díaz, quien continúa: «No podemos pensar que todas las pioneras han sido revolucionarias, porque lo normal entonces era tener una mentalidad acorde a los tiempos. Por eso tenemos que hacer una historia crítica de por qué estas mujeres nunca publicaron».

Esta carencia de archivos documentales dificulta la tarea de investigación, pero cuentan también con el testimonio de muchas arqueólogas que se dedicaron a la profesión a lo largo del siglo pasado, y aunque con la historia oral no sea posible alcanzar el siglo XIX, sí pueden acercarse «incluso hasta 1930», asegura.

La nueva prehistoria

Recientemente, los medios de comunicación se han hecho eco de la idea de que las mujeres de la prehistoria llevasen a cabo tareas que hasta ahora se asociaban a los hombres, como la caza o la batalla. Margarita Díaz insiste en que esto no es algo nuevo. «Desde hace treinta años estos descubrimientos están saliendo a la luz con artículos sobre las mujeres guerreras de Asia o las vikingas comerciantes. Pero la cuestión es si se les hace caso o no».

Begoña Soler, por su parte, mantiene que la forma en que hemos interpretado el pasado tiene mucho que ver con cómo vemos las sociedades del presente, desde un punto de vista androcéntrico. «Cuando se consideró que la caza era la actividad más importante en la prehistoria, se supuso que quienes la realizaban eran los hombres. Hasta ahora no había ninguna evidencia científica para esto y cuando se encontraba un esqueleto con armas se asumía que era un hombre», asegura. «Ahora, a través de análisis de ADN que antes no se hacían, hemos podido comprobar que algunos de esos cuerpos pertenecían a mujeres».

Reconstrucción artística de la caza de vicuñas en Wilamaya. Imagen: Matthew Verdolivo (Universidad de California Davis).

Entonces, si la arqueología lleva tantos años hablando de estos descubrimientos, ¿por qué nos cuesta tanto asimilarlos? «De la misma forma que todavía hay desigualdades en la sociedad, de la misma forma que hay mujeres que cobran menos que los hombres en su trabajo… Reconocer que las mujeres prehistóricas cazaban rompe los estereotipos establecidos desde el siglo XIX», responde sin titubeos Soler, a lo que añade Margarita Díaz: «Porque somos hijos e hijas de nuestro tiempo y hemos arraigado tanto esas ideas que romper los esquemas cuesta mucho».

Reconocer estos descubrimientos y hacer un esfuerzo por asimilarlos e introducirlos en la estructura de la sociedad como una nueva concepción de los roles de género es muy importante, pero según Begoña Soler lo es todavía más reivindicar todos los trabajos que han realizado las mujeres a lo largo de la historia: «Desde el embarazo y el parto hasta el cuidado de los bebés y del hogar, algo imprescindible para el mantenimiento de las tribus», señala. «Hay muchas tecnologías cotidianas que están en manos de las mujeres y que nunca se han considerado importantes porque la sociedad no les ha prestado la atención que merecen».

Entre las actividades que Begoña Soler organiza con otras compañeras en el Museo de Prehistoria de Valencia, hace casi quince años desarrollaron una exposición sobre el papel de las mujeres en la organización de las tribus prehistóricas, porque, aunque el museo había empezado a explorar esta vertiente, no se había puesto el foco en la prehistoria desde una perspectiva de género.

Como muchas otras exposiciones itinerantes, se puso a disposición de los ayuntamientos de la provincia, y para su sorpresa, quince años más tarde todavía sigue recibiendo solicitudes incluso desde fuera de Valencia. «En más de una ocasión hemos pensado en retirarla después de tantos años, pero siempre nos la piden, ya sea desde Valencia, de Santiago de Compostela o de Sevilla», cuenta Soler.

Uno de los aspectos de esta exposición que más enorgullecen a la historiadora es la impresión que se llevan las mujeres mayores después de visitarla: «Salen con la sensación de que el trabajo que han hecho en el seno familiar durante toda su vida se ha valorado, ven que sí es importante».

genoma neandertal

Reconstrucción de un grupo de neandertales. Los hombres realizan diversas actividades, mientras que las mujeres aparecen en un segundo plano, en una actitud pasiva o contemplativa. / © Johannes Krause, Grupo neandertal por Atelier Daynes, París, Francia. Museo de los Neandertales de Krapina (Croacia). Proyecto y realización del museo: Zeljko Kovacic y Jakov Radovcic

Construyendo un nuevo imaginario colectivo

La imagen que ofrecen la gran mayoría de los museos sobre la evolución es la de un hombre. «Yo solo he visto un museo en todo el mundo en el que esté representada con una mujer», recuerda Margarita Díaz. «Aunque pensemos en el término hombre como humano en general, no lo es, porque a la hora de representarlo se piensa en un hombre, no en una mujer» Y no solo eso: las representaciones que se haces de escenas familiares también siguen un patrón común. Según Díaz, el hombre siempre se muestra «de pie, mirando de frente o hacia el horizonte, como mirando hacia el futuro», mientras que la mujer suele estar «con la cabeza baja, con una actitud pasiva». Además, Margarita Díaz destaca que normalmente están representados únicamente los adultos, raramente niños y ancianos, y mucho menos niñas y ancianas.

Begoña Soler trabaja en un proyecto dedicado precisamente a esto: a impulsar la diversificación de los sexos en las imágenes que se muestran en los museos. «En Past Women intentamos rehacer el imaginario colectivo. Creamos nuevas imágenes para que se puedan usar en cómics, como inspiración para guionistas de cine e incluso para los libros de texto», explica. «No reinterpretamos la historia, la interpretamos, porque le estamos dando un punto de vista diferente para cambiar el estereotipo y la forma de ver el pasado. Es lo que se llama “ponerse las gafas violeta”».

La importancia de esta interpretación reside en que, como advierte Soler, «lo que la gente se lleva de los museos es el material gráfico. Y si en esas imágenes no hay mujeres, ni discapacitados, ni niños ni niñas, se llevan una imagen muy sesgada».

Algo parecido ocurre con los libros de texto de primaria y secundaria. «Desde que una idea se formula hasta que llega a los libros escolares pasa mucho tiempo porque las personas que los redactan no necesariamente han estudiado arqueología, por lo que tienen que procurar ponerse al día», explica Margarita Díaz, que añade: «Estas ideas, como se nos enseñan desde pequeños, quedan tan arraigadas en nosotros que terminamos por ser inconscientes de la realidad», y es así como se construye la percepción que tenemos de la sociedad en la que vivimos.

Algo en lo que las dos expertas coinciden es que todavía queda mucho camino por recorrer hasta que las mujeres, tanto en la actualidad como la idea que tenemos de las que vivieron en el pasado, se vean plenamente reconocidas en la sociedad. «Soy optimista y creo que las nuevas generaciones estarán más concienciadas», cuenta Margarita Díaz, «pero también soy pesimista porque todavía vivimos en un sistema neoliberal basado en resultados, la gran mayoría de los cuales solo pueden llegar a obtener los hombres en su profesión». Begoña Soler, por otra parte, ve un poco más claro el futuro: «Hacer una interpretación desde el punto de vista feminista cuesta de digerir, pero creo que es una realidad que se va a imponer poco a poco, porque la ciencia nos está dando una información que nos permite llegar mucho más allá en las interpretaciones del pasado», concluye.

© Mètode 2021
Estudiante  de Periodismo de la Universitat de València.