La danza entre biodiversidad y evolución
La desaparición de determinadas especies y los cambios cada vez más erráticos suponen un peligro para el ser humano
En una época en la que la pérdida de biodiversidad está en el punto de mira de la clase política y los medios de comunicación generalistas, resulta necesario entender cómo es la danza que esta baila con la evolución, y cuál el papel y la responsabilidad del ser humano en ella. ¿Qué es una pérdida y qué parte del desarrollo inevitable del mundo? Y es, precisamente, esto, lo que se expuso el pasado 12 de febrero en el bar de ciencias de la cafetería del Octubre Centre de Cultura Contemporània (OCCC). Con motivo del día de Darwin, se presentó el monográfico 103 de la revista Mètode, Formes infinites: Escenaris evolutius per a desxifrar la biodiversitat, y el coordinador de esta, Pau Carazo, junto con la colaboradora Raquel Ortells, se pusieron a disposición del público. Los investigadores del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva de la Universitat de València (UV), con la periodista Reis Juan como moderadora, profundizaron así en esta danza entre biodiversidad y evolución, y en cómo participamos los humanos del baile.
«Humanidad y biodiversidad han de ser compatibles, o nos estaremos poniendo en peligro a nosotros mismos como especie», explicaba Pau Carazo. «Cuando nos extingamos, el planeta continuará adelante», añadía el biólogo evolutivo, que declaró que es el ser humano, más que el planeta, el que tiene un problema. Un ejemplo de cómo este baile entre biodiversidad y evolución continua cuando el ser humano ya no está, y que presenta Germán Orizaola en el monográfico de Mètode, es Chernóbil. Después de la catástrofe nuclear, se creó una zona de exclusión en la que el asentamiento humano quedaba prohibido. Una zona de exclusión en la que la biodiversidad, tal y como indicó Ortells, «no es que se haya recuperado, es que está mejor que hace tiempo». Los humanos no viven allí y ahora es una especie de paraíso. Y esto no sólo enriquece el planeta, sino que también beneficia a la especie humana.
Pero no sólo consiste en defender la biodiversidad, también es necesario entender la evolución y el papel que juegan en ella las diferentes especies. Las hay que, con su desaparición, cambiarían ecosistemas enteros, pero también hay otras que, explicaban Carazo y Ortells, no son tan importantes. Los expertos tocaron el tema con cuidado, pero la idea quedaba clara: hay veces que no tiene sentido recuperar una especie determinada, pero, explicaba el biólogo evolutivo, «es más eficaz para tocar la sensibilidad de las personas». Carazo declaraba así que se utilizan a veces algunas, más conocidas y carismáticas, para hacer márquetin de la preservación. Ortells, por su parte, lo planteaba con una metáfora, establecía las conexiones entre especies como lo más importante a tener en cuenta, y argumentaba que sucede de la misma forma que con Internet, donde no es lo mismo que caiga el servidor de una casa que el central. Al final, la conservación de la vida ha de ser el objetivo central, de ahí que las conexiones sean fundamentales: se debe evitar la fragmentación, entender la complementariedad y la funcionalidad de cada actor y escenario.
Las declaraciones de los expertos despertaron las reacciones del público, lleno de dudas e ideas que subrayar. Y como no podía ser de otra manera al hablar sobre la evolución de organismos, el tema de la resistencia a los antibióticos también hizo acto de presencia en la conversación. Para Pau Carazo, una gran amenaza para el ser humano sería volver a la época prebiótica. La gente está muriendo de infecciones porque la evolución es poderosa, y a este problema se le añade el hecho de que los incentivos económicos para desarrollar los antibióticos son, en palabras del biólogo, prácticamente inexistentes. Son diversas las vías que se exploran frente a esta situación, pero, como declaraba Raquel Ortells, «frente el mal uso, la única medicina es la educación».
«Pero, ¿la evolución no era ir a mejor?», preguntaba alguien del público, preocupado. Le respondía Carazo: «Biológicamente, la evolución tiene poco que ver con el bienestar». Por eso, precisamente, es necesario informarse de lo que se puede –y se debe– hacer. Porque el cambio global tiene consecuencias. Porque ya las estamos viviendo, con las infecciones, pero también con la situación cada vez más errática de los cambios, la incerteza en la que estamos viviendo. Concluía Reis Juan el bar de ciencia centrada en esa idea: es imprescindible gastar en educación y en la voluntad de formarse. «El problema fundamental lo tiene la especie humana», subrayaba, una vez más, Carazo.