Ángel Carracedo (1955) es catedrático de Medicina legal y director del Instituto de Medicina Legal en la Universidad de Santiago de Compostela. Es experto de referencia internacional en genética forense y miembro de organismos reguladores como el Forensic DNA Regulator UK o la Sociedad Internacional de Genética Forense, de la que fue presidente entre 1999 y 2005. A nivel estatal también es presidente de la Sociedad Española de Farmacogenética y Farmacogenómica. Su trabajo ha sido requerido en casos famosos de investigación forense como el tsunami del sudeste asiático o el 11M. En medicina genómica ha participado en la identificación de genes del cáncer de colon, tiroides y mama. También ha participado en la detección de bases moleculares de enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia y otras enfermedades como el alzhéimer o el autismo.
Aprovechamos la visita del profesor Carracedo a Valencia para participar en las jornadas Del laboratorio al tribunal, organizadas por el Instituto de Medicina Legal de Valencia el pasado marzo, para poder hablar con él. Uno de los temas que más interés suscitó en genetistas y magistrados fue el tratado por el doctor Carracedo, que no dejó indiferente a nadie en una conferencia sobre la interpretación de la prueba de ADN donde demostró sus dotes de divulgador. En ella, el profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, trató de explicar a los asistentes el significado real de la probabilidad en genética forense, la cual presenta como un estándar para estimar la verosimilitud. Tras su charla, el profesor Carracedo, muy dispuesto y con el mismo tono amable y tranquilo de su conferencia, nos dedicó unos agradables minutos en las instalaciones ya prácticamente vacías de la Ciudad de la Justicia, en las que pudimos conversar sobre medicina, genética y divulgación de la ciencia.
La genética ha producido cambios en muchos ámbitos de la biología. Fuera de la investigación biológica, ¿hasta qué punto ha afectado la genética a la propia ley? La investigación criminal siempre fue una necesidad: buscar pruebas objetivas para que los jueces pudieran valorar mejor. Pero el boom de la genómica es una revolución tan grande en tantos campos que no nos damos cuenta. En medicina forense ya hemos ido de la nada al mucho a poder resolver o ayudar en un porcentaje muy grande de casos. En genómica clínica es impresionante, como los avances en farmacogenómica. El conocimiento del genoma incluso ha revolucionado el conocimiento de la historia, y ahora podemos entender mejor las migraciones de poblaciones humanas. Realmente no nos damos cuenta pero es algo que ha afectado a nuestra vida en muchos aspectos, y a la justicia desde luego.
Y en un futuro cercano, estas nuevas herramientas que la investigación genética ofrece, ¿cómo seguirán modificando o condicionando el hecho de ver un proceso judicial? Me refiero, por ejemplo, a herramientas como los bancos genómicos, que son ya una realidad en países desarrollados tecnológicamente. ¿Qué puede ir más allá de eso? Primero, en lo que se refiere a los bancos de datos de ADN, están efectivamente legislados en la mayor parte de los países desarrollados tecnológicamente, pero también existen en países donde no hay libertades democráticas. Y debemos también pensar muy bien en todas las consecuencias éticas que este tipo de cosas pueden tener. El equilibro entre la seguridad y la autodeterminación de la información, la libertad en definitiva, es muy delicado y son cosas que debemos meditar bastante. En cuanto al ámbito forense, lo que más nos interesa en este momento es la predicción de características físicas a partir de una muestra de contacto de cualquier vestigio biológico: intentar predecir el color de los ojos –que lo hacemos muy bien–, el color de la piel –que lo hacemos un poco menos bien pero bastante bien– u otros aspectos en los que todavía queda mucho por investigar. Hay muchas cosas que hacer en el mundo forense y en el mundo médico, porque estamos en el comienzo de una revolución en el entendimiento de la enfermedad.
¿Cree que es necesario una mejor preparación por parte de los magistrados para entender estas nuevas pruebas que nos ofrece la genética o son los científicos los que deben acercar más su postura para hacerse entender? Lo más importante que ha pasado en el mundo forense, más que la introducción del ADN, ha sido el valorar cual es la incertidumbre de nuestra opinión, es decir, dar una probabilidad. Esto ha sido muy importante. Los peritos todavía tenemos muchas dificultades y muchas discusiones en saber calcular la probabilidad de una coincidencia de perfiles en casos complejos. Es un reto muy grande que todavía tenemos. Pero tenemos un reto mayor, saber comunicarlo bien sin inducir a falacias en el juez. España es de los países donde se está haciendo un mayor esfuerzo para saber comunicar esto mejor. Es vital que se introduzca el entendimiento de una probabilidad en los programas de formación de magistrados, de jueces y fiscales, porque es la única manera que hay de poder valorar bien lo que dice el perito. Todos tenemos que hacer un esfuerzo.
Usted ha colaborado en casos mediáticos donde se ha precisado de herramientas de identificación genética como las niñas de Alcácer, el 11M o la identificación de restos en Las Quemadillas en el caso Bretón. ¿Ha sentido algún tipo de presión mediática o social a la hora enfrentarse a su trabajo? Sí y eso es lo que me ha movido cada vez más al mundo clínico y a dejar en manos de mis colaboradores la parte forense pericial. La presión mediática me resulta en muchos casos insoportable. Me parece que compromete mucho la libertad pericial y judicial, y me preocupa. Cómo conciliar eso con el derecho de información es algo complejo. Por eso, desde hace unos años, aunque sigo llevando muchas responsabilidades internacionales en la parte forense, estoy dedicado más a la genética clínica y duermo muchísimo mejor [risas].
Cuestiones como el autismo en niños… El autismo es un tema que me preocupa mucho porque es una enfermedad, un trastorno o un espectro de distintos trastornos que tiene un componente genético muy grande porque la heredabilidad es enorme. En muchos casos podemos encontrar cual es la causa genética que subyace. Esto hasta hace poco no se conocía y supone algo muy importante para entender mejor el autismo, para buscar terapias, estratificar la enfermedad… y desde luego para proporcionar consejo genético en los padres que quieren tener otro niño y no quieren que sea autista. Esto ha sido una gran revolución, el autismo y las discapacidades intelectuales son dos campos en los que se ha progresado mucho y en los que vamos aprendiendo mucho.
¿Cree que desde la investigación se han dejado de lado las enfermedades psiquiátricas y su componente genético? Sí, son enfermedades que han estado clásicamente estigmatizadas y se le han prestado menos atención. Pero no solo en investigación, también en atención social, sanitaria… Si por ejemplo a un niño se le rompe una pierna los demás compañeros van a visitarle al hospital o le firman la escayola. En cambio, ya no digo que tenga una esquizofrenia infantil, pero con una anorexia ya se considera mejor que no se sepa. Y son enfermedades tan biológicas como otra cualquiera y además, en este caso, con un componente genético importante.
«Realmente no nos damos cuenta, pero la genómica ha afectado a nuestra vida en muchos aspectos, y a la justicia desde luego»
«Es vital que se introduzca el entendimiento de una probabilidad en los programas de formación de magistrados, de jueces y fiscales, porque es la única manera que hay de poder valorar bien lo que dice el perito»
«La presión mediática me resulta en muchos casos insoportable. Me parece que compromete mucho la libertad pericial y judicial, y me preocupa»
Pepa Granados
¿Cómo de lejos, o cerca, estamos de esa medicina genómica o personalizada y qué consecuencias tendrá? Para mí es un tema de una extraordinaria importancia. La genómica hasta ahora ha tenido un impacto brutal en las enfermedades mendelianas, todo lo que es heredable. Pero lo más importante que va a tener lugar en medicina, de manos de la genómica y otras ómicas y la biología de sistemas, es una clasificación de las enfermedades completamente distinta: estratificada y basada no en signos y síntomas, sino en bases moleculares. Ya no vamos a decir hipertensión, artritis o esquizofrenia, que a fin de cuentas son síntomas, sino que dentro de poco vamos a ir diciendo tiene hipertensión como tiene fiebre, pero lo que le pasa es tal cosa y le va bien este medicamento concreto. Esto empieza a ser una realidad ya. Hay algunos medicamentos personalizados, pero va a ser una revolución enorme en el futuro muy próximo. Es de lo más importante ir preparando el sistema sanitario y la sociedad en general para esta revolución.
¿Cuál cree que es la percepción del público en general hacia la genética forense? Para empezar, creo que hay mucho «efecto CSI». La gente considera que la prueba de ADN es siempre 100% segura. Normalmente vale mucho, pero algunas veces no vale tanto. En general, en ciencia, es muy importante la educación, hacérsela entender a los niños. Cada vez le doy más importancia a la divulgación científica, con mucha diferencia. Entendemos poco el mundo que nos rodea, pero es vital entender lo que sabemos, porque es la única manera de ser más libres y poder enjuiciar mejor las cosas. Es sinónimo de libertad.
De hecho, usted está muy involucrado en proyectos y actividades de divulgación científica para los más jóvenes, ¿hace falta introducir la ciencia en la cultura popular? Es vital. Todas las semanas tengo viajes, conferencias o consorcios europeos o internacionales a los que tengo que ir. Pero a pesar de eso, y de la vida tan complicada que tengo, por lo menos una vez a la semana voy a un instituto o centro educativo. Le doy más importancia a la divulgación que a un artículo en Nature o Science. Desgraciadamente no se valora curricularmente, pero como yo ya estoy por encima de estas cosas puedo hacer el esfuerzo [risas]. Me parece vital, como revistas como Mètode, una cosa fundamental.
¿Cree que estas nuevas aplicaciones como la medicina genómica podrían tener un cierto rechazo social tal y como han tenido aplicaciones de otras disciplinas de la genética? Me refiero, por ejemplo, a los productos provenientes de la biotecnología. No lo creo, pero debemos explicarlo muy bien para que no ocurra. Sí creo que, desde el punto de vista ético, igual que por ejemplo en su momento fueron los transgénicos los «malos de la película», hay muchas exageraciones o muchos desenfoques éticos, y a veces hay más dificultades de las que cabría esperar. Pero yo no espero un rechazo de los ciudadanos, aunque va a depender un poco de cómo seamos capaces de explicar nosotros las cosas y por eso la educación y la divulgación son tan vitales, para no ser manipulados. Por ejemplo, las bases de datos que tenemos de ADN, ¿las queremos de todo el mundo desde que nazca? ¿Qué opina la sociedad? Solo una sociedad bien informada podría tomar libremente una decisión, y lo mismo ocurrirá con la medicina personalizada. Por eso es lógico que haya que darle más importancia a la divulgación.
¿Cree entonces en ese nuevo concepto de «ciencia ciudadana» o «ciencia participativa» en cuanto a que la ciudadanía de activamente su opinión acerca las investigaciones científicas? Creo que es muy importante que toda la ciudadanía reflexione sobre las aplicaciones de la ciencia. Pero esto pasa por una ciencia bien informada, para evitar que las personas sean manipulables. Son cosas que vienen absolutamente ligadas. Por eso es tan importante educar bien y creo que aquí sí que importa mucho un cambio del modelo educativo. Pero no como lo plantean los partidos, que siempre meten una asignatura o una prueba selectiva más.
O la quitan… O la quitan. Aunque es mucho más profundo. Se trata de enseñar de otra manera. De enseñar la realidad del mundo que te rodea, lo que no conocemos. Estimular la curiosidad y la creatividad. Aquí sólo cuenta la memoria y el trabajo, que no está mal, pero hay otras cualidades que hay que explotar. Hay que entender lo básico. Igual no hay que saber que un erizo de mar tiene la linterna de Aristóteles y cincuenta mil nombres más, pero igual hay que verlo y saber cómo se comporta en el medio o por qué desaparece. Hay que entender todo mejor. Como digo, en ello nos va la libertad.
También estará a favor entonces de acabar con las dos culturas de las que hablaba C. P. Snow. Totalmente.
«Lo más importante que va a tener lugar en medicina, de manos de la genómica y otras ómicas y la biología de sistemas, es una clasificación de las enfermedades completamente distinta»
«Entendemos poco el mundo que nos rodea, pero es vital entender lo que sabemos, porque es la única manera de ser más libres y poder enjuiciar mejor las coses»
«Creo que es muy importante que toda la ciudadanía reflexione sobre las aplicaciones de la ciencia. Pero esto pasa por una ciencia bien informada, para evitar que las personas sean manipulables»