Entrevista a Alfredo Baratas

Alfredo Baratas

Alfredo Baratas Díaz es profesor Titular de Historia de la Ciencia en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Primer Centenario de un Premio Nobel: Ramón y Cajal. El pasado 7 de mayo realizó una conferencia en Valencia llamada Investigación biológica en la España del primer franquismo, donde descubrió los entramados políticos, la privación de la libertad de investigación por parte de la dictadura y los cambios que sufrieron las instituciones científicas después de la Guerra Civil. Repasamos el pasado, presente y futuro de la investigación española con este gran historiador especializado en los siglos XIX y XX español.

Háblenos un poco sobre su conferencia. Si actualmente ya es difícil dedicarse a la investigación, ¿cómo podían llevar adelante un proyecto de investigación en el franquismo?
Lo llevaban regular. En la conferencia divido este período en dos. El primero, ya en el franquismo, con el desmantelamiento del sistema científico previo a la guerra civil, en el que hay un proceso de depuración y exilio de aquella parte de la sociedad científica no acorde con las nuevas autoridades. Y luego, hay una reconstrucción, un intento de reedificar un edificio científico, pero este se reedifica en base a unas ideologías con objetivos científicos radicalmente opuestos a los de la etapa anterior. Mi sensación es que se intenta hacer investigación científica con un sentido utilitario. Se arrincona la investigación básica y se fomenta la investigación aplicada y todo esto con unas grandes dificultades materiales. Pero también es cierto que hubo intentos de hacer investigación científica. Tenemos que esforzarnos por entender que de esa ciencia viene el desarrollo científico posterior. Seguimos teniendo en buena medida las mismas instituciones, han evolucionado, pero partimos de ese tejido científico, para bien o para mal.

Es un especialista en la vida y obra de Ramón y Cajal y ha escrito un libro sobre este científico. ¿Qué significó para la comunidad científica el descubrimiento de la llamada «doctrina de la neurona»? ¿Hay un antes y un después en la investigación española?
Sí, sin duda. En el terreno de la neurociencia, sus aportaciones científicas son fundamentales. No podríamos entender el sistema nervioso de los seres vivos sin la titánica obra histológica y anatómica de Cajal. De repente, tenemos personas capaces de competir a un nivel equiparable y superior al de otros países. No hay pueblo en este país que no tenga una calle dedicada a Ramón y Cajal. Aún en la actualidad, cuando el conjunto de la sociedad piensa en un científico, piensa en Cajal. Para mí es muy importante el papel de Cajal como promotor de la investigación científica en el país. Tiene una obra científica muy importante y además, junto con otros científicos, se erige en el mascarón de proa del proceso de renovación científica que experimenta España hasta el 1936. Para mí, eso configura una personalidad científica de una relevancia abrumadora.

«No podríamos entender el sistema nervioso de los seres vivos sin la titánica obra histológica y anatómica de Cajal»

¿Cómo definiría la investigación científica española en la actualidad?
Yo no soy un experto en política científica, pero creo que tenemos muchos retos: el reto de la financiación, pues seguimos con niveles bajos de inversión en ciencia y tecnología; el reto de la innovación, puesto que hay que propiciar una investigación científica equilibrada y que fomente la repercusión económica de este trabajo de investigación. Por otra parte, también hemos cambiado mucho, al igual que otros países. A mis alumnos les pongo el ejemplo de Finlandia: tienen fama de ser los torpes de entre los países nórdicos. En cambio, con un período relativamente largo y con una financiación mantenida, han sido capaces de llegar a una situación solvente. El período que vivimos es muy duro, y lo seguirá siendo, pero tenemos que esforzarnos por ver, por vislumbrar la ciencia que queremos para nuestro país en un futuro cercano.

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Alfredo Baratas durante su Conferencia en el Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia López Piñero. / Eva Maria Javier

Hemos hablado del pasado, del presente y ahora me gustaría que nos diese su opinión sobre el futuro, teniendo en cuenta que muchos de los jóvenes están optando por emigrar a otros países.
Esa es una desgracia, aparte de ser absolutamente antieconómico. Deberíamos proclamar el estado de emergencia para evitar que esas cosas pasen. Un estudiante universitario medio nos cuesta entorno a los 8.000 euros por año. Aparte de lo que él paga por sus tasas. No podemos consentir como sociedad que ese esfuerzo económico que hacemos entre todos, se vaya. Estamos formando profesionales, magníficos profesionales, que no están reinvirtiendo en nuestro país. No quiero hacer un análisis económico, pero estamos tirando el dinero. Y la solución no es no formarlos. Ya que los tengo formados, bien capacitados para ejercer su trabajo, tengo que darles los medios para trabajar, enfatizando en que esos medios luego generan riqueza.

Hace tres años participó en el I Congreso de docentes de Ciencias de la Naturaleza. ¿Cree que el nivel de educación científica en España es suficiente?¿Qué puede hacer aumentar el interés de los jóvenes por la ciencia?
Hay que destacar que los profesores de enseñanza media, especialmente los de enseñanzas públicas, son muy buenos. Y hay gente muy animosa, con muchas iniciativas, que se enfrenta cotidianamente a una situación a medio camino entre la indiferencia y la hostilidad de sus alumnos. Y permanentemente hacen cosas para motivar la curiosidad, para estimular el aprendizaje en sus alumnos. En nuestro país estamos acostumbrados a hacer la licenciatura, máster, sacas tu plaza en un centro educativo y ya estás condenado a repetir año tras año el mismo temario. Tenemos que jugar otra baza, estar con las antenas puestas en las iniciativas de otros. Y el medio natural donde sucede este reciclaje es la universidad. El Espacio Europeo de Educación Superior, por ejemplo, tiene como uno de sus objetivos la actualización permanente entre los profesionales.

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La Universitat de València tiene una gran colección, un magnífico patrimonio científico y cultural que se ha de preservar. / Eva Maria Javier

Cuando participó en este seminario, el «Plan Bolonia» estaba en boca de todos. ¿Cree que el plan ha facilitado el desarrollo de la investigación o, por el contrario, ha dificultado más el acceso a esta por parte de los jóvenes?
Yo creo que no debemos pedirle a determinados planes más que aquello para lo que nacen. El Espacio Europeo de Educación Superior sólo pretendía crear un marco homogéneo de titulaciones. De forma que lo que sepa un químico español sea equiparable a lo que sabe un químico alemán o uno danés. Para fomentar la movilidad entre países. La investigación hay que hacerla, en la universidad y en otro tipo de centros, pero hay que tender los puentes que vinculen la educación superior y la investigación. Y esa es la batalla que nos queda por hacer en los años venideros. Este puente tiene dos vigas maestras: el máster y el doctorado. Desde que se empezó a construir el Espacio Europeo de Educación Superior hasta ahora, ha habido una profundísima crisis económica, que se ha saldado con un aumento de tasas y una caída descomunal de la capacidad de los alumnos para financiar sus estudios. Pero el tránsito lo tenemos que hacer. También es cierto que en el pasado hemos respondido a retos del mismo tipo: la universidad que yo conocí en los 80 es radicalmente distinta a lo que es ahora. Y me juego el sueldo de un mes a que es mejor que cuando yo estudiaba. Hemos mejorado mucho en un período relativamente corto. Por eso no debemos tenerle miedo al futuro, hay que verlo con preocupación, con sensatez, pero sabiendo que en el pasado hemos respondido a retos importantes. ¿Por qué no vamos a poder ahora?

Hemos podido saber que es uno de los responsables de la colección de patrimonio científico-tecnológico de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Qué nos puede contar de esta colección?
Es una colección magnífica, soberbia, porque recoge patrimonio científico desde el siglo XV, cuando se crea la universidad. Hay mucho patrimonio bibliográfico, conservado en la biblioteca de la universidad, pero también mucho instrumental. Lo que pasa es que tenemos que hacer campañas de ordenación sistemática de estos fondos, y no solo en mi universidad. El conjunto de la instituciones del estado, (la Universitat de València también tiene una gran colección), tiene un magnífico patrimonio científico y cultural que hay que preservar. Para mí tiene el mismo valor un cuadro de El Prado que una estructura anatómica del museo de anatomía de la Facultad de Medicina. Conceptualmente. Si los cuadros de El Prado están perfectamente custodiados y catalogados, buena parte del patrimonio científico de estas instituciones no están en las mismas condiciones. Yo no puedo entender la ciencia de otra manera que no sea como una manifestación de la cultura. Tenemos que hacer un esfuerzo para recuperar, identificar, catalogar y difundir este material entre la población. Son un herramienta docente magnífica, usémosla.

© Mètode 2013

Estudiante de periodismo de la Universitat de València.