Entrevista a Julián Blanco Rodríguez

«Con Solar Orbiter queremos estudiar cómo aquello que ocurre en el Sol afecta a las zonas más próximas a nosotros»

Investigador en la Universitat de València y responsable del desarrollo del simulador del espectropolarímetro SO/PHI, uno de los instrumentos que componen el satélite Solar Orbiter  

Julián Blanco Rodríguez es doctor en Física Solar y forma parte del Departamento de Ingeniería de la Universitat de València y del Laboratorio de Procesado de Imágenes. Sus aportaciones a esta rama del conocimiento se focalizan en el estudio del campo magnético y la heliosismología de nuestra estrella, que consiste en el análisis y la interpretación de las oscilaciones que se producen en la superficie solar. Ha firmado numerosos artículos científicos al respecto y ha participado y continúa participando en proyectos de importancia internacional como las misiones Sunrise (2009), destinadas al estudio del campo magnético del Sol; concretamente, al desarrollo de los instrumentos principales de la misión espacial, el IMaX (Imaging Magnetograph eXperiment) y TuMag y SCIP.

Ahora, se encuentra inmerso en uno de los proyectos más ambiciosos en el campo de la física solar hasta el momento: el lanzamiento de la sonda Solar Orbiter (SolO), programado para esta semana desde Cabo Cañaveral, en Florida. Con esta misión espacial, el satélite Solar Orbiter observará zonas nunca exploradas como por ejemplo los polos solares. Además, la combinación de instrumentos in situ que analizarán las partículas del viento solar junto con instrumentos remotos que captarán imágenes de altísima resolución convierten la Solar Orbiter en una fuente de información inigualable.

Julián Blanco es el responsable del simulador de uno de estos instrumentos remotos, el espectropolarímetro SO/PHI, encargado de obtener imágenes del Sol que servirán para medir el campo magnético y los flujos de velocidad de la estrella. También participa en la definición científica del instrumento que, en su opinión, ha supuesto una contribución «espectacular» tanto en el ámbito laboral como en el avance científico que puede aportar la misión. Y es que, como bien explica Blanco, en un mundo donde todos dependemos del correcto funcionamiento de la tecnología, el estudio del Sol y cómo afecta a la Tierra es fundamental.

La pregunta central que aborda la misión Solar Orbiter es cómo el Sol crea y controla la heliosfera.

Sí, finalmente ese es el objetivo. Queremos estudiar la evolución del Sol; cómo van cambiando sus campos magnéticos, y cómo la actividad solar va influyendo en toda la heliosfera, sobre todo de cara a la Tierra. Es decir, cómo aquello que ocurre en el Sol afecta a las zonas más próximas a nosotros. Estudiaremos el Sol para ver cómo es por dentro y cómo cambia en la superficie; cómo esto se va propagando a las capas más externas de la atmósfera solar y, desde allí, como las partículas que salen del Sol avanzan por el espacio y acaban llegando hasta la Tierra.

En el artículo que publicó con Enric Marco y José Luis Gasent Blesa en Mètode, Viaje al infierno del Sol, se aseguraba que «el Sol también puede representar un riesgo para la civilización actual». ¿A qué os referíais?

Actualmente, el problema más grande es que dependemos mucho de la tecnología. Los satélites, los GPS, incluso espacios en la Estación Espacial Internacional, los astronautas que hay por allí fuera… Todo esto se ve afectado por la influencia del Sol, por los estallidos que ocurren en la estrella y que lanzan materia muy energética al espacio hasta llegar a nosotros. Estas partículas cargadas pueden crear interferencias en los satélites o, incluso, llegar a estropearlos físicamente. Cuando son muy energéticas y crean interferencias en las comunicaciones pueden provocar desde una cosa tan sencilla como que no funcione bien un teléfono o que se estropee el internet por satélite, hasta que la economía global que se gestiona por estos medios o los sistemas GPS de navegación de barcos y aviones se puedan ver perturbados por estas interferencias.

¿Cómo puede la misión Solar Orbiter aportar soluciones a estos peligros?

Solar Orbiter corresponde más a la ciencia básica: estudiar el Sol y ver cómo se pueden relacionar unas cosas con las otras de cara a estudiar la meteorología espacial. Por ejemplo, en el Sol ahora mismo hay una mancha solar muy grande. Esto generará que el campo magnético se reconecte y que el material que está en las capas superiores salga disparado y venga hacia nosotros por la forma que tiene el campo electromagnético en el espacio. Por lo tanto, en unas horas o en unos días llegarán partículas muy cargadas y hay que protegerse de ellas. La misión se centra en la parte de entender la física y modelar aquello que ocurrirá, es decir, qué se prevé y cómo tenerlo en cuenta.

A veces parece que la comunidad científica se ve en la obligación de aumentar constantemente los beneficios que tiene para la sociedad un proyecto científico recordando que la ciencia tiene una utilidad material o tangible en la vida de las personas.

Es la lucha de siempre: defender la ciencia básica del estudio de las cosas frente a las aplicaciones prácticas. Al final, toda la ciencia básica acaba repercutiendo para bien en la sociedad. Por ejemplo, saber cómo funciona el Sol acaba implicando saber cómo protegerse de la estrella. Fabricar satélites para estudiar más de cerca el Sol nos ayuda a desarrollar tecnología que se podrá aplicar en otros ámbitos para hacer desde vitrocerámicas hasta pantallas de los móviles. Hay cosas que se pueden justificar más a corto plazo. Haremos modelos del Sol para ver cómo nos afecta y qué podemos esperar: ¿Cuándo se apagará el Sol? ¿Cómo cambiará en los próximos años? Esto nos afecta directamente. Pero después hay una serie de cosas más a largo plazo que no se pueden justificar tan de repente.

¿Por qué se ha retrasado en varias ocasiones la misión [el lanzamiento ha pasado del 5 de febrero al 7 y de este día, al 9]? ¿Cuáles han sido los retos más complicados de afrontar y solucionar?

En concreto, esta es una misión que tiene una serie de novedades. Por un lado, el Solar Orbiter se acercará mucho al Sol; por lo tanto, hay que desarrollar una tecnología, en este caso, un escudo térmico, para protegerlo de su radiación. Además, la órbita que seguirá está fuera del plano Tierra-Sol para poder estudiar mejor los polos de la estrella, ya que desde el plano en el que se encuentra la Tierra vemos los polos completamente deformados. La idea es salirse de este plano de la Tierra para poder verlo desde otra perspectiva. Hacer esto requiere una serie de impulsos gravitatorios. Requiere que el satélite se acerque a Venus para que le de un empujón, como una honda, y requiere unos cálculos y unas órbitas muy precisas que no se pueden hacer en cualquier momento, solo en bloques de fechas determinados, las ventanas de lanzamiento. Si no llegas a tenerlo todo preparado para una de estas ventanas, quizás tienes que esperar seis meses más para poder intentarlo. Por otro lado, la misión se compone de diez instrumentos, cada uno desarrollado por un consorcio de instituciones distinto y con tecnologías diferentes. Son tecnologías nuevas que se tienen que ir comprobando, desarrollando, fabricando los instrumentos… Incluso algunas tecnologías están limitadas por los materiales: quizás necesitas un conductor de oro o de otro material que solo se produce fuera de la Unión Europea y hay que esperar por los plazos de fabricación y de entrega, o por dificultades aduaneras. A esto hay que añadir la dificultad de integración de los diez instrumentos en el satélite, la alineación y las pruebas que hay que realizar a todo el sistema completo. Todo esto impacta en la agenda de la misión.

El Solar Orbiter está previsto que resista cambios de temperatura que oscilarán entre los 500 °C y cerca de -150 °C en las partes que permanecen a la sombra de la estrella. ¿Cómo lo habéis conseguido?

Para poder mirar los polos de la estrella, la órbita que sigue Solar Orbiter es muy elíptica: se acerca al Sol en un momento y después se aleja casi a la distancia de la Tierra. Se ha desarrollado un escudo en la parte frontal del satélite para protegerlo cuando esté muy cerca del Sol. Ese escudo hace que la parte posterior del satélite, que es donde se encuentran todos los instrumentos, no sufra, no tenga que soportar la radiación a esa temperatura. Está todo preparado para que siga funcionando bajo cualquier circunstancia: que no se congelen los materiales cuando están muy lejos y que el escudo térmico resista lo suficiente cuando esté cerca.

julian blanco solar orbiter

Julián Blanco, al Laboratori de Processament d’Imatges de la Universitat de València. / Foto: Andrea Casas

En el artículo Viaje al infierno del Sol se cita también el observatorio solar Solar Probe Plus [actualmente llamado Parker Solar Probe], lanzado en 2018 con el objetivo de realizar la observación in situ y tomar imágenes de la corona solar y la heliosfera. Parece que la información de la nave Solar Orbiter será imprescindible para aportar la información magnética necesaria para interpretar datos de la sonda americana.

La Solar Probe es una sonda americana que se ha lanzado hace poco y que está muy cerca del Sol; de hecho, llega a acercarse más de lo que se acercará Solar Orbiter en el mejor momento. Pero la sonda americana no tiene instrumentos para captar imágenes, únicamente recibe partículas solares y no te da el conjunto completo sobre el origen exacto de las partículas. Solar Orbiter hace esto concretamente. De los diez instrumentos que hay, seis son instrumentos remotos que hacen imágenes del Sol y los otros cuatro miden las partículas que llegan del viento solar. Solar Orbiter hace el conjunto completo. Para colaborar con Solar Probe, nosotros tenemos la imagen de lo que está ocurriendo en la superficie de Sol. A partir de ahí podemos interpretar cómo evoluciona esto en capas superiores del Sol y cómo provoca que se lancen una serie de partículas en varias direcciones. Además, como el Solar Orbiter tiene un plano diferente al de la Tierra, la idea es que nos pongamos de acuerdo con observatorios que hay en la Tierra y con algún otro satélite para tener dos puntos de vista diferentes. Por eso mismo, se están organizando reuniones con miembros del telescopio solar DKIST, un telescopio americano que se acaba de inaugurar en Hawái de unos 4 metros, y también con responsables del Telescopio Solar Europeo (EST), que se construirá en las Canarias. Los dos serán los telescopios solares más grandes del mundo. Combinar estas partes de la Tierra o de los satélites próximos a la Tierra con el Solar Orbiter dará una perspectiva completamente diferente, permitirá hacer imágenes 3D y ver aquello que realmente hay al Sol.

Una cita de Jorge Luis Borges afirma que «si viéramos realmente el Universo, tal vez lo entenderíamos». En este sentido, el instrumento SO/PHI, que volará a bordo del Solar Orbiter, es una gran herramienta porque permite obtener imágenes de una altísima resolución. Pero, ¿por qué ver puede suponer comprender en un contexto científico?

Lo que hace SO/PHI es obtener imágenes de la superficie; así, vemos la granulación y las manchas solares, por ejemplo, y hacemos la medición del campo magnético. Podremos comprender que aquello que estamos observando son estos campos magnéticos que evolucionan e interaccionan de diferentes formas. A partir de aquí podemos comprender qué va ocurriendo en las capas exteriores del Sol. Cada vez que damos un salto tecnológico se van descubriendo nuevas cosas que nos permiten identificar y comprender lo que ocurre. Ahora vemos la mancha del Sol, cómo se compone, su campo magnético, como va cambiando… Y, si observamos más deprisa, incluso podemos apreciar los pequeños movimientos… Conocemos cómo cambia el campo magnético del Sol cíclicamente cada once años y que esto se refleja en las partículas del viento solar; componemos modelos de cómo será la vida del Sol; el momento en el que se expandirá y será más rojo, o el momento en el que morirá dentro de miles de millones de años. Cuanto más ves, más cosas sabes y más vas entendiendo.

Tanto el SO/PHI como el Detector de Partículas Energéticas (EPD, por sus siglas en inglés) son instrumentos del Solar Orbiter desarrollados con la colaboración de instituciones españolas como la Univeritat de València o el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). ¿Cuál es la contribución de la Universitat de València en el desarrollo del SO/PHI?

La contribución de la Universitat de València está dividida en dos partes. Una es la parte de ingeniería, con contribuciones como por ejemplo el desarrollo de la electrónica de potencia; el diseño y el análisis estructurales de los módulos donde van montadas las tarjetas electrónicas, la definición de ensayos ambientales –propiedades físicas, vibraciones, etcétera– de la unidad electrónica… En la otra parte, la parte científica, apoyamos la definición científica del instrumento: qué se quiere medir, cómo se puede medir, qué podemos conseguir a través de las medidas… También somos los responsables del simulador del instrumento, hecho por software. Así podemos ver cómo esperamos que se comporte finalmente el instrumento cuando esté en marcha. Podemos hacer pruebas para saber cómo afectaría a los resultados finales el hecho de que hubiera un pequeño error o desviación de lo que habíamos medido, y ver cómo nos lo haríamos para compensar problemas, corregirlos o probar decisiones de diseño con el simulador.

El magnetógrafo IMaX, que participó en el proyecto Sunrise, también fue desarrollado íntegramente por un consorcio de instituciones españolas. ¿Existe un panorama de oportunidades para la I+D+i nacional en los campos de la física solar y astrofísica?

Aquí en España hacemos unas reuniones periódicas cada dos años de física solar en las que nos juntamos toda la comunidad española de este ámbito. Lo que vimos cuando empezamos a hacer las reuniones es que España tiene mucha gente muy buena en física solar. Nosotros —el consorcio con el IAA, el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), la Universitat de Barcelona (UB) y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM)— en el Solar Orbiter y el Sunrise; la Universidad de Alcalá, también con Solar Orbiter y otros proyectos de meteorología espacial utilizados a escala mundial; la gente de la IAC que está desarrollando el Telescopio Solar Europeo… España, en física solar, está metida en todas partes, contribuimos mucho y estamos muy valorados mundialmente. Realmente, en España se hacen cosas muy buenas y en muchos ámbitos, incluso con las limitaciones presupuestarias y de todo tipo que tenemos. Si hubiera más contribución, se podría llegar a unos niveles mucho más impresionantes. Se hace lo que se puede, pero se hace muy bien y en cantidad.

© Mètode 2020
Estudiante de Periodismo de la Universitat de València