Entrevista a Teresa Torns

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© Andrea González Garrigas

Las mujeres solo ocupan entre el doce y el quince por cien de los cargos relevantes dentro de las universidades españolas. Además, sectores como la ciencia siguen siendo en parte terreno vetado para el sexo femenino, que lleva años luchando para que su trabajo sea tan valorado como el de los hombres. Para analizar en profundidad las causas y consecuencias de este conflicto, Mètode lanza en su número 76 un monográfico llamado Mujeres y ciencia. Las llaves de la igualdad. Y con motivo de esta publicación, hablamos con una experta en el tema.

Teresa Torns Martín, doctora en Sociología y miembro del Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cuotidiana y el Trabajo de la Universidad Autónoma de Barcelona, lleva años investigando el papel de la mujer en la ciencia. Pero además de interesarse por los problemas que ha encontrado el sexo femenino en ese ámbito de trabajo, ha estudiado también la conciliación de la vida laboral y doméstica y la insuficiencia legislativa existente en temas como los permisos de paternidad. Esto es lo que nos cuenta.

En España durante la última década se han hecho una serie de cambios legislativos para tratar de mejorar la situación laboral de la mujer. ¿Cree que se ha conseguido algo?
Si existe la ley significa que hay, en principio, voluntades políticas y presupuesto para que las políticas que se hacen tengan más consistencia. Está difícil porque estamos en mitad de una crisis, con la que las cosas a corto plazo no van a ir mejor. Lo que hace que las mujeres en el mercado laboral estén como están no es debido a su voluntad, sino al mercado laboral español. Tal y como está organizado y con el tipo de productos que fabrica y servicios que ofrece, genera mano de obra barata. Y eso hace que las mujeres se lleven la peor parte, especialmente las mujeres inmigrantes. Si estamos hablando de ciencia, es otra cosa. Esa era la respuesta para el mercado laboral en general. Para la ciencia… las leyes por sí solas no cambian la realidad. Pero con el tiempo he aprendido a decir que las leyes garantizan que las cosas puedan ser. Porque si nosotros queremos que las cosas cambien pero no hay una normativa a la que acogerse, no hay nada que hacer. Ahora, que con la ley sólo se puedan cambiar las cosas, tampoco es cierto.

Usted ha tratado mucho el tema de la conciliación de la vida laboral y doméstica de la mujer. Parece que llevar a la mujer a la vida laboral no implicó que las tareas domésticas estuvieran mejor repartidas. Entonces, ¿supuso que ahora las mujeres tienen que cargar con el trabajo dentro y fuera de casa?
Sí. Porque la conciliación, tal y como se creó a finales del siglo xx, era una estrategia para promover el empleo femenino. En Europa se vió que la mayoría de las mujeres casadas que eran madres y tenían criaturas de menos de doce años o tenían más de tres hijos, no estaban en el mercado laboral a tiempo completo o directamente no estaban. Entonces se pensó que lo que se necesitaría serían más efectivos en el mercado laboral. Algunos hasta llegaron a decir que iban a ser mejores que las personas inmigrantes porque las mujeres ya estaban aquí. Desde que hay un Estado de Bienestar, la mayoría de mujeres cuando eran madres se retiraban parcialmente del mercado laboral. No en España, porque aquí el tiempo parcial es un contrato muy malo. No es que tú reduzcas la jornada, es que tú, lo que haces es aceptar lo que te ofrecen, y lo que te ofrecen es firmar un contrato por veinte o treinta horas semanales si tienes suerte, con flexibilidad los fines de semana y cambios de horario casi diarios. Eso no lo quiere nadie. Pero la conciliación se pensó bajo la idea de que las mujeres no tienen porqué trabajar laboralmente todo el día. La sociedad siempre va a pensar que tienen que asumir el cuidado de los hijos. La conciliación está bien si es para toda la población ocupada, hombres y mujeres, no solo las mujeres. Y también porque demográficamente sabemos, y así se observa en España y en las sociedades del sur de Europa, que hemos envejecido tanto que el problema no es el cuidado de los niños sino el de las personas mayores. Y ahí no se puede reducir la jornada. La mayoría de mujeres que se encuentran en una situación así se piden una excedencia porque no pueden hacer otra cosa. Así que más que la conciliación hay que revisar la jornada laboral diaria y llegar a políticas de tiempo donde se tenga en cuenta la jornada laboral, que es lo que te mueve a vivir. Pero repartir lo que llamamos la carga total de trabajo, el trabajo pagado y el no pagado, de manera que hombres y mujeres pudieran hacerlo cada día de su vida dependiendo de sus necesidades.

Además hoy en día se ha establecido una especie de ideal de Superwoman: una mujer con una vida laboral activa, que se ocupa también de la casa y que, por supuesto, está perfecta todo el día. ¿Se trata de un reconocimiento a todas las tareas que desempeñan las mujeres o es una manera de perpetuar la idea de que, quieran o no, tienen que poder con todo?
Para mí es una manera de perpetuar. Es una trampa nueva que te lleva a que en la división sexual del trabajo, es decir, en el reparto de tareas, se te atribuya a ti todo lo relacionado con tareas domésticas y familiares. Se te exige, también, ser una profesional más o menos exitosa y estar siempre perfecta y dispuesta para la danza de los siete velos. Yo digo que hemos confundido lo que llamamos el well being, el bienestar cotidiano, con el fitness en nuestra sociedad. Conozco a cantidad de muchachas que no tienen tiempo a mediodía y se van a la piscina sin comer.

 

«La conciliación se pensó bajo la idea de que las mujeres no tienen porqué trabajar laboralmente todo el día. La sociedad siempre va a pensar que tienen que asumir el cuidado de los hijos»

teresa-torns-2© Andrea González Garrigas

 

«Las mujeres jóvenes no es que no quieran pronunciarse, es que no pueden. Si cuentas según qué cosas a lo mejor te dicen «¿pero a ti qué te pasa? Si estás callada estás más mona»»

Nuestro monográfico sobre mujeres y ciencia habla también del papel que éstas desempeñan actualmente en las universidades. Según algunos estudios, en las universidades las mujeres solo ocupan el 12 ó 15% de cargos relevantes, como por ejemplo catedráticas. ¿A qué se debe esta mayoría masculina?
El porcentaje de catedráticas, dependiendo de la zona, oscila entre el 15 ó el 16%. Pero piensa que hay lugares que están en el 11%: Alemania y Bélgica, por ejemplo, están fatal. Porque allí el prestigio de la universidad es incluso más importante que aquí. Y claro, como es tan vital, hay más hombres. En cambio aquí como la universidad se masificó y tuvimos necesidad de mucho profesorado, entraron muchas mujeres. Yo pertenezco a esa época.

Aún así, ¿hay suficiente concienciación femenina?
No. Además, muchas de las mujeres jóvenes no es que no quieran pronunciarse, es que no pueden. Primero porque no tienen tiempo y están atrapadísimas intentando hacerlo todo. Y segundo, porque les da un poco de miedo. Porque claro, si cuentas según qué cosas a lo mejor te dicen «¿pero a ti qué te pasa? si estás callada estás más mona». Aunque también le pasa a los chicos.

Hay desigualdades con la mujer hoy en día que son francamente vergonzosas. Por ejemplo, que en algunos sectores laborales cobren menos que los hombres. ¿Algunos siguen pensando que el tiempo de ellos vale más que el de ellas?
Sí, y es absolutamente escandaloso. Pero también se están llevando a cabo actuaciones para cambiarlo y una de las más exitosas en el mundo laboral es la que revisa la categoría profesional. Así, las categorías masculinas no están tan bien pagadas y aumenta el salario de las categorías laborales femeninas. Porque sabemos que están también sesgadas: si eres mujer cobras menos porque trabajamos menos horas debido al tiempo parcial. Pero salarialmente, claro, porque en cantidad de horas trabajamos mucho más que los hombres; en las estadísticas de uso del tiempo se ve. La carga total del trabajo diario es superior en las mujeres en todos los países europeos. Pero si vamos a lo laboral, las mujeres tenemos menos presencia: somos más inactivas, estamos más en el paro y trabajamos más a tiempo parcial. Con lo cual cuando calculan el coste del salario sale más bajo. Pero se debe a que las mujeres no estamos en los trabajos con los mejores salarios. Estamos overbooking en los salarios bajos.

En nuestro monográfico sobre las mujeres hablamos de algunas pioneras en ciencia como Anna Freud o Mercedes Rodrigo. Llama mucho la atención el dato de que todas tuvieron que renunciar a su vida personal para poder triunfar en sus trabajos. ¿Qué tenemos que aprender de ellas?
Rita Levi Montalcini lo cuenta en su libro. De ellas tenemos que aprender que lucharon. Dieron un testimonio, lucharon y lo lograron pero, cuidado, tienes que estar dispuesta a pagar ese precio. Con lo cual, hay que luchar para poderlo todo, porque ellos supuestamente «lo tienen todo». Y el error es pensar eso, que los hombres lo tienen todo. Ellos son un modelo de fiasco, no sirven para nada. Dime tú un hombre que ni sabe cambiarse la ropa sucia….

Es inevitable nombrar la maternidad si se habla de las mujeres y la conciliación laboral. Hoy en día es más fácil poder ser madre gracias a los avances tecnológicos como la fecundación in vitro. Sin embargo, las mujeres tienen mucho menos tiempo dada su inserción en la vida laboral. ¿Se alcanzará algún día un equilibrio?
Ahí hay un error de planteamiento. Lo que tenemos que lograr es que la paternidad esté integrada. ¿Es que las criaturas sólo tienen madre? Por ejemplo, en Noruega el permiso por nacimiento del hijo es de catorce semanas: no pone en riesgo la carrera profesional y cualquier empresario sabe que tanto hombres como mujeres van a estar ausentes un tiempo para cuidar de los hijos. El cambio ha sido fenomenal. ¿Y por qué no va a poder ser eso? ¿Qué es eso de las madres queriendo ser más madres? Yo lo que quiero es que haya más padres. Y cuidado, si son dos padres, dos padres; si son dos madres, dos madres. Da igual el modelo, pero tienen que estar los dos. El embajador danés lo dijo muy claro: en su país eso se respeta porque se tiene mucho aprecio a los niños y el derecho a ser cuidado es de la criatura, no de la madre.

Ahora con la crisis la situación laboral de muchos ha empeorado. Parece que las desigualdades ya no están solo presentes entre las mujeres; también entre los jóvenes. ¿Cree que esto ayudará a darle mayor visibilidad a las injusticias que se llevan cometiendo tanto tiempo con las mujeres?
Los chicos jóvenes también están mal. Con la crisis, esa es la novedad. Con las ciencias sociales no sé predecir si ayudará a la situación de las mujeres o no. Desde el punto de vista ciudadano, va a ser muy duro. Si no fuera por el soporte familiar que hay en este país, no estaríamos como estamos. La emigración, por ejemplo, es muy sufrida, porque la vida personal son muchas más cosas que tener éxito profesional. Y en cuanto convenzamos a los chicos de que la cosa es así, mejor nos irá.

Andrea González Garrigas. Estudiant de Periodisme de la Universitat de València.
© Mètode 2013.

 

 

 

«¿Qué es eso de las madres queriendo ser más madres? Yo lo que quiero es que haya más padres. Y cuidado, si son dos padres, dos padres; si son dos madres, dos madres. Da igual el modelo, pero tienen que estar los dos» 

© Mètode 2013