Homenaje a Margalef

margalef_1
margalef_1Roberto Ruiz
El 3 de diciembre la Universidad de Alicante rindió homenaje al ecólogo Ramon Margalef. En la imagen, la conferencia «Un ecòleg genial: Ramon Margalef (1919-2004) i la seua influència en la Universitat d’Alacant».

Hay personajes tan poliédricos que al mirarlos siempre descubres facetas nuevas que te sorprenden por las irisaciones que antes no habías sabido captar. Uno de ellos es Ramon Margalef (Barcelona, 1919-2004), al que la Universidad de Alicante (UA) le rindió homenaje el pasado 3 de diciembre, a los diez años de su deceso y los quince de su nombramiento como doctor honoris causa. Todo enmarcado dentro de las actividades en conmemoración de san Alberto Magno, patrón de la facultad de Ciencias.

Una exposición gráfica sobre la vida y obra del ecólogo, otra elaborada por alumnos del profesor de ecología de la UA Carlos Martín y una conferencia a cargo de Joandomènec Ros –discípulo de Margalef, catedrático de Ecología de la Universidad de Barcelona y presidente del Institut d’Estudis Catalans (IEC)–, han focalizado la relación de la Universidad de Alicante con quien en 1980 fue el receptor del primer Premio Huntsman, el «Nobel» de oceanografía. Una relación bien estructurada desde que otro de los discípulos, el alicantino Antoni Escarré, fuera el primer catedrático de Ecología de la UA.

Margalef, un ecólogo genial

La conferencia, bajo el nombre «Un ecòleg genial: Ramon Margalef (1919 – 2004) i la seua influència en la Universitat d’Alacant», fue presentada y precedida por Andreu Bonet y Germán López, profesores de la UA pertenecientes al departamento de Ecología y también alumnos del profesor Margalef, y Luis Vicente López, director del instituto que lleva el nombre del maestro. Previamente se presentó el libro Noms de plantes. Corpus de fitonímia catalana, editado por el IEC.

En la conferencia se tejió una especie de red en el que la urdimbre de la biografía del doctor Margalef servía de andamio para anudar en él la trama de sus aportaciones a la oceanografía, la limnología o la ecología teórica. Todo ello explicado y ejemplificado con la sabiduría divulgativa que caracteriza a Joandomènec Ros. Con una notable visión estratégica, Ros eligió los elementos biográficos más ejemplarizantes de uno de los faros científicos del siglo XX, Ramon Margalef, para favorecer en los alumnos la sinergia sentimental con la que será su tarea, y al mismo tiempo dotarles de pautas de conducta y de valores éticos.

En este sentido, la pasión por entender, presentada como un valor en sí mismo, aplicable a cualquier coyuntura y parcela del saber, ha quedado descrita en la primera etapa vital de Margalef. Una etapa, la de aficionado no remunerado, en la que aspectos nucleares del quehacer científico, como el estudio, la reflexión o la búsqueda de información, no formaban parte de la profesión con la que se ganaba la vida. Eso sí, espoleado por un inconmensurable afán de saber, aquellas cualidades le permitieron destacar de manera tal que inteligentes prohombres científicos de la época el guiaron hacia la obtención de las titulaciones académicas imprescindibles, bachillerato primero, licenciatura después, porque pudiera ganar, en 1967, la Cátedra de Ecología en la Universitat de Barcelona, la primera en todo el Estado español.

Sobre ese urdimbre vital, el doctor Ros fue hilando en la trama de las contribuciones de Margalef en la historia de la ciencia en general ya la de la ecología en particular; trama y urdimbre que acabaron por conformar una vida dedicada a la investigación de los ecosistemas acuáticos, a la docencia universitaria y a la divulgación de la ecología.

Los planteamientos margalefianos

Ramon Margalef fue uno de los fundadores de la ecología moderna, con aportaciones que supusieron un punto de inflexión en la historia del pensamiento ecológico, sobre todo con la precoz introducción de la teoría de la información y de la termodinámica de sistemas abiertos en el estudio de la diversidad ecológica. Porque, mientras en los sistemas físicos la información representa un factor generalmente prescindible, en los sistemas orgánicos no es así, en la medida en que los individuos y el mismo conjunto recogen información del entorno y la proyectan en sus herederos y sustitutos, abriendo paso, al tiempo que condicionante, a las futuras respuestas que unos y otros pueden dar a los cambios ambientales.

Este tipo de planteamientos margalefianos, apoyados en datos tan contundentes como coherentes, contribuyeron de forma decisiva a hacer entender, por ejemplo, que el océano en general y el plancton en particular tienen estructura, que no son fluidos de distribución uniforme o aleatoria (como podría sugerir la termodinámica clásica) sino que presentan regularidades encuadrables en una teoría inclusiva, en la que Margalef dio forma. Estas innovaciones epistemológicas fueron tan bien acogidas que las relaciones entre los conceptos de información, por un lado, y los de diversidad, sucesión, estructura y organización ecológica por otra, han quedado asociadas al nombre de Margalef.

Las metáforas de la ciencia

Otro de los parámetros que definían profesionalmente el profesor Margalef era el énfasis que ponía en los aspectos docente y divulgador: en el afán por sugerir continuamente a los alumnos nuevas preguntas a las que enfrentarse después de haber encontrado alguna respuesta a la pregunta inicial; al proponer metáforas que permitieran al no-iniciado a entender, o al menos aproximarse, en el núcleo del debate; al plantear cuestiones abiertas que obligaron a reestructurar lo que se creía saber… Fruto de esa capacidad para descubrir y señalar continuamente nuevos horizontes, muchas de sus propuestas aún están por desarrollar todo su potencial. De hecho, se albira la clarividencia que destilan, pero todavía no han cuajado suficiente en el pensamiento ecológico general como para transformarse en paradigmáticas.

Así, quedan por dispersarse y germinar algunas de las semillas contenidas en frutos tan margalefiana como que la información viaja por tres tipos de canales, el genético, el ecológico y el cultural, enfatizando que es el canal ecológico el que enmarca y contextualiza los demás. Y si una metáfora puede servir como fulcro para la palanca del cambio conceptual, la que utilizaba Margalef para explicar la preeminencia del canal ecológico es un buen ejemplo: mientras que la biodiversidad es equivalente a un diccionario, el de la naturaleza, el ecodiversidad se puede entender como la gramática que le da sentido a las «palabras» del diccionario, a las especies.

Ecología y ecologismo

Margalef censuraba la insistencia de los medios de opinión al advertir de los peligros que amenazaban la biodiversidad mientras se ignoraba o se ocultaba el ecodiversidad. «Sin gramática las palabras significan bien poco», decía. De hecho, la búsqueda de las regularidades en la naturaleza, la comprensión de las funcionalidades de los sistemas naturales o, en definitiva, la visión «galileana» sobre la naturaleza, deberían nutrir de rigor las propuestas más bien «franciscanas» de muchos «defensores de la naturaleza»más preocupados en la belleza de determinadas «letras» o «palabras»aisladas que no en las «gramáticas» que las dotan de sentido. Porque, sin la solvencia de unos buenos diagnósticos, difícilmente se pueden abordar ni la etiología ni las terapias y termina por caer en el círculo inoperante que gira indefinidamente entre la nostalgia, la queja, la ilusión bucólica y la fijación contemplativa.

Y, a pesar de autocalificarse de «pesimista activo», aquel genio que devolvió al humus hace diez años nunca cedió a la tentación de encerrarse en ninguna torre de marfil, en aislarse en ninguna burbuja ideológica. Y quizá apoyado en sus profundas creencias religiosas, no perdió de vista el compromiso ético, cívico, con la sociedad, y que vehiculaba de la mejor manera que sabía y podía hacer: la de reclamar, con el aval de su enorme autorictas, rigor científico a la hora de diseñar políticas ambientales, políticas de las que dependemos mucho más de lo que pensamos. «Construir la ecología, fundamentar el ecologismo», como rezaba una de las diapositivas comentadas.

Daniel Climent Giner. Catedrático de secundaria de Ciencias de la Naturaleza. IES Badia del Baver (Alicante).
© Mètode 2014.

 

«La pasión por entender ha quedado descrita en la primera etapa vital de Margalef»


 

 

 

 

 

margalef2Roberto Ruiz
Joandomènec Ros, discípulo de Margalef, catedrático de Ecología de la Universitat de Barcelona y presidente del Institut d’Estudis Catalans.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Margalef fue uno de los fundadores de la ecología moderna, con aportaciones que supusieron un punto de inflexión en la historia del pensamiento ecológico»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Margalef censuraba la insistencia de los medios de opinión al advertir de los peligros que amenazaban la biodiversidad mientras se ignoraba la ecodiversidad»

 

 

© Mètode 2014
Catedrático de secundaria de Ciencias de la Naturaleza. IES Badia del Baver (Alicante).