Rosalind Franklin, más allá de la leyenda

A propósito del centenario del nacimiento de la científica británica

mani rosalind franklin nobel

La historia de la ciencia está contaminada por los mitos y Rosalind E. Franklin (1920-1958) ocupa un lugar destacado entre las víctimas de la misoginia en la comunidad científica. Una década después de su desaparición, con la publicación de La doble hélice (título original: The double helix: A personal account of the discovery of the structure of DNA) de James Watson, Franklin se convirtió en un paradigma de la mujer despreciada por sus colegas masculinos que se aprovecharon de su trabajo sin que ella recibiera el debido reconocimiento, Premio Nobel incluido. La lectura atenta de la historia de la biología molecular y de los biógrafos de sus principales protagonistas, incluyendo la misma Rosalind Franklin, nos presenta, aun así, una visión más poliédrica que matiza las simplificaciones de la mitología divulgada sobre el descubrimiento de la doble hélice del ADN.

«La desvergonzada habilidad especulativa de Watson y Crick y su convicción sobre la preeminencia del ADN en el mecanismo de la herencia les ayudaron a llegar los primeros»

La historia del modelo de la doble hélice se ha narrado en múltiples ocasiones: a través de historiadores, periodistas, guionistas y dramaturgos o las memorias y testigos de muchos de los protagonistas, hemos aprendido muchos detalles de cómo se generó este modelo icónico de la ciencia. James Watson y Francis Crick, investigadores del Laboratorio Cavendish de Cambridge, son los coautores del modelo, pero gravitan muchos actores que contribuyeron directa o indirectamente a su éxito: destacan, en primer lugar, los científicos del King’s College de Londres Maurice Wilkins y Rosalind Franklin, sus competidores más inmediatos en el estudio de la estructura del material genético. Y en los Estados Unidos, un gigante de la química como Linus Pauling que en el Caltech de Pasadena también corría detrás de un modelo estructural del ADN. Watson y Crick llegan a la meta en marzo de 1953, seguidos de cerca por los colegas del King’s y por un Pauling desviado de la carrera por unos errores químicos incomprensibles. Hay más actores secundarios que aportaron informaciones parciales pero cruciales. La desvergonzada habilidad especulativa de Watson y Crick y su convicción sobre la preeminencia del ADN en el mecanismo de la herencia, persuadidos por la idea de que revelar la estructura permitiría entender la función, les ayudaron a llegar los primeros.

El protagonismo de Rosalind Franklin

Franklin se formó en química física y, a pesar de su prematura muerte, desplegó una brillante carrera como cristalógrafa de estructuras químicas muy complejas y poco organizadas. Trabajar en la difracción de rayos X de los materiales amorfos, no cristalinos, asustaba a la mayoría, pero no a una científica muy dotada para picar piedra en el laboratorio. Después de doctorarse hizo una excelente caracterización de las estructuras del carbón en su estancia en París. John Randall la fichó como experta cristalógrafa para el Departamento de Física del King’s. En colaboración con el estudiante de doctorado Raymond Gosling, se adentró en la arquitectura del material genético, la investigación que la ha hecho famosa. Finalmente, indagó la estructura de varios virus en el Laboratorio de Investigación Biomolecular del Birkbeck College dirigido por John D. Bernal: ella pensaba que sus estudios sobre el virus del mosaico del tabaco eran sus trabajos más exitosos. El tiempo dedicado a estudiar la estructura del ADN fue relativamente corto, pero junto con Gosling obtuvo unos datos esenciales para la ensambladura del rompecabezas de la doble hélice logrado por los del Canvendish.

«La prensa parecía más preocupada con la muerte de Stalin, la coronación del Everest y de Isabel II o el experimento de Miller, que con la elegancia de una escalera de caracol genética que desvelaba uno de los secretos de la vida»

Su estancia en el King’s entre 1951 y 1953 estuvo caracterizada por la mala relación personal con Maurice Wilkins –un físico que había trabajado en el proyecto Manhattan y que en la posguerra se había pasado a la biología–. Sin saberlo Wilkins, Randall lo desproveyó del proyecto sobre difracción de rayos X del ADN y se lo asignó a la investigadora postdoctoral recién llegada. El choque de personalidades entre Rosalind y Maurice hizo el resto. Mientras tanto en Cambridge, Watson y Crick trataban de construir modelos estructurales del ADN con piezas de cartón o de lata, integrando datos químicos y físicos de muchas procedencias, incluyendo los estudios cristalográficos del King’s: de la narración de cómo accedieron a esta información también se ha hecho toda una industria. Finalmente, el 25 de abril de 1953 aparecieron en Nature tres artículos: el que presentaba el modelo de la doble hélice firmado por Watson y Crick y dos piezas más del King’s mostrando por separado los estudios sobre difracción de rayos X de Wilkins y de Franklin. Retrospectivamente, y vista la evolución posterior de la biología molecular, nos cuesta aceptar que la publicación del modelo de la doble hélice no obtuviera inmediatamente el favor científico general, ni mucho menos una repercusión mediática entusiasta. En aquel momento era eso, un modelo bonito y elegante pero especulativo, carente de un apoyo experimental directo –el ideal de la ciencia practicada por Franklin– que todavía tardaría décadas en llegar. Y la prensa parecía más preocupada con la muerte de Stalin, la coronación del Everest y de Isabel II o el experimento de Miller, que con la elegancia de una escalera de caracol genética que desvelaba uno de los secretos de la vida.

Son muchos los autores que han perfilado el valor de los datos cristalográficos obtenidos por Franklin y Gosling en la configuración final del modelo. Los primeros en reconocerlo explícitamente serían los mismos Watson y Crick en un trabajo publicado en 1954 en la revista Proceedings of the Royal Society. El breve artículo del 53 sobre el modelo contenía solo unas alusiones a «trabajos no publicados» y las aportaciones de los científicos del King’s, unas frases pactadas y sopesadas con Wilkins. Pero la valoración del papel crucial de los datos de Franklin también lo han hecho, en repetidas ocasiones, varios científicos (como Klug y Bernal) e historiadores, como Michel Morange, Matthew Cobb o Robert Olby. Incluso, Crick y Watson en sus respectivas memorias inciden de manera diáfana.

El libro de Jenifer Glynn, escrito en base a la percepción de la familia y al epistolario de Franklin, es, sobre todo, una deconstrucción del mito feminista alrededor de Rosalind y una reivindicación rotunda de la científica. Fotografía de la colección personal de Glynn. / MRC Laboratory of Molecular Biology

Tramando las visiones personales en la urdimbre de la historia

En 1968 –diez años después del desenlace fatal del cáncer que sufría Rosalind Franklin– James Watson publicó su versión de los hechos en La doble hélice. Irónicamente, este libro (novela según algunos de los protagonistas de la historia) revelaba por primera vez la centralidad del trabajo de Franklin en el apoyo del modelo del ADN. Pero por desgracia lo hacía en un tono sarcástico y nada amable hacia la cristalógrafa: la narración es amena y didáctica pero la deplorable misoginia de Watson irritó a todo el mundo. Watson sugería que había llegado a conocer resultados no publicados de Franklin, cuando menos, de manera poco ortodoxa.

Como respuesta al libro de Watson, una amiga personal de Franklin, Anne Sayre, publicó en 1975 Rosalind Franklin and DNA. Esta obra recoge muchos testimonios de los actores principales y compone un retrato más esmerado de la tarea de la científica a la vez que la transforma en un icono feminista. También dibuja el retrato robot de sus «enemigos», muy especialmente, Wilkins. De hecho, Wilkins confesará más tarde en sus memorias publicadas en 2003 que el libro de Sayre lo impulsó a escribir su propia versión de los hechos, rica en matices y con tono de arrepentimiento. Pero, sin duda, la biografía más completa y documentada de Franklin la ofrecerá Brenda Maddox coincidiendo con el 50º cumpleaños de la doble hélice. Maddox retrata, de manera casi definitiva, la gran científica que fue Rosalind Franklin, fulmina algunas de las leyendas más populares –como la supuesta oposición de su padre al hecho de que Rosalind se dedicara a la ciencia–, apuntala todavía más su contribución decisiva en la definición de la doble hélice y se desmarca del mito feminista. Aun así, este tejido histórico y narrativo estaría incompleto si no mencionáramos la visión de la hermana de Rosalind, Jenifer Glynn, publicada en 2012.

«El reconocimiento de todos los méritos científicos de Rosalind Franklin es el mejor homenaje que le podemos ofrecer»

El libro de Glynn, escrito en base a la percepción de la familia y el epistolario de Franklin, es, sobre todo, una deconstrucción del mito feminista alrededor de Rosalind y una reivindicación rotunda de la científica. Ella fue, insistimos una vez más, una mujer con una personalidad fuerte, una científica rigurosa obsesionada por la interrogación a la naturaleza a través del experimento, alérgica a las especulaciones (tan estimadas por los colegas del Canvendish), que buscaba ser valorada por sus logros, anteponiendo siempre la ciencia al ego. Concluye Glynn: «Rosalind se convirtió en un símbolo, primero de mujer discutidora, después de científica oprimida y, finalmente, de heroína triunfante en un mundo de hombres. Ella no fue nada de todo esto, y habría odiado por igual todas estas facetas. Fue simplemente una buena científica con una ambición […] ser miembro de la Royal Society antes de cumplir los cuarenta. Pero murió a los treinta y siete.»

Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, un editorial de la revista Nature, que tantos trabajos de ella acogió, remarca que el rol de víctima atribuido dentro de la leyenda de la doble hélice no tendría que eclipsar las brillantes aportaciones de Rosalind Franklin, a menudo ninguneadas en las narraciones esquemáticas de su trayectoria científica. Nuestra comprensión actual sobre el carbón, el ADN y los virus está en deuda con una mujer inteligente y especialmente hábil en el laboratorio: Bernal dijo de sus fotografías de difracciones de rayos X que eran las más bellas nunca obtenidas. El reconocimiento de todos sus méritos científicos es el mejor homenaje que le podemos ofrecer.

Referencias

Attar, N. (2013). Raymond Gosling: the man who crystallized genes. Genome Biology, 14, 402. http://genomebiology.com/2013/14/4/402

Cobb, M. (2015). Life’s greatest secret. The race to crack the genetic code. Nueva York: Basic Books.

Glynn, J. (2012). My sister Rosalind Franklin. Oxford: Oxford University Press.

Holmes, K. C. (2017). Aaron Klug. A long way from Durban. Cambridge: Cambridge University Press.

Maddox, B. (2003) Rosalind Franklin: The dark lady of DNA. Londres: Harper Collins.

Morange, M. (2020). The black box of biology: A history of the molecular revolution. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Nature. (2020). Rosalind Franklin was so much more than the ‘wronged heroine’ of DNA. Nature, 583, 492. doi: 10.1038/d41586-020-02144-4

Olby, R. (2009). Francis Crick: Hunter of life’s secrets. Nueva York: CSHL Press.

Sayre, A. (1975). Rosalind Franklin and DNA. Nueva York: Norton. Traducción al español de T. Carretero (Madrid: Horas y HORAS la editorial, 1997).

Watson, J. D. (1968). The double helix: A personal account of the discovery of the structure of DNA. Nueva York: Athenaeum. Traducción al español de M. L. Rodríguez Tapia (Madrid: Alianza, 2011).

Wilkins, M. (2003). The third man of the double helix. Oxford: Oxford University Press.

© Mètode 2020

Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de València (España), miembro numerario del Institut d’Estudis Catalans y socio fundador de Darwin Bioprospecting Excellence, SL (Parque Científico de la Universitat de València). Explica metabolismo a los estudiantes de biotecnología y, como miembro del grupo de Biotecnología y Biología Sintética, sus intereses investigadores incluyen la bioprospección, la modelización metabólica y la historia de las ideas sobre el origen natural y la síntesis artificial de vida.