‘The last of us’ o cómo somos esclavos de los parásitos

Buscamos respuestas a las claves del parasitismo y el control mental que ejercen sobre sus huéspedes

Fong Ophyocordiceps

¿Podría un parásito afectar el comportamiento de una persona hasta doblar su voluntad? La serie de HBO The last of us muestra cómo la civilización moderna ha sido destruida debido a un hongo, el Cordyceps, que al infectar a los humanos los convierte en criaturas caníbales, controladas por estos parásitos fúngicos, con el objetivo de difundir la infección.

Pero Cordyceps no existe solo en la serie protagonizada por Pedro Pascal y Bella Ramsey. Se trata de un hongo real, del orden Hypocreales que parasita hormigas y otros insectos, y que fue la inspiración del videojuego en el que ahora se basa la serie. La historia se centra en Joel, que es contratado para sacar de una zona militar en cuarentena a Ellie, una chica de 14 años, huyendo de los humanos que han sido parasitados. Los creadores del videojuego, Neil Druckman y Bruce Straley, han explicado en varias ocasiones que la idea surgió de un segmento del documental de naturaleza de la BBC Planet Earth (2006). El documental muestra cómo las hormigas infectadas desarrollan comportamientos erráticos que incluyen el abandono de sus nidos y la búsqueda de comida.

Esta asociación es un ejemplo fascinante del control que ejerce el parásito sobre el comportamiento del huésped como adaptación para aumentar la aptitud del parásito. El hongo produce abundante micelio alrededor de las articulaciones y del cuerpo de la hormiga, que entran en contacto con la superficie de la hoja y permiten la fijación del huésped en el reverso de las hojas. Una vez que la hormiga «zombi» está adherida, el estroma fúngico se desarrolla a partir de la parte posterior de la cabeza de la misma, lo que permite la dispersión de las ascosporas al ambiente, lo que garantizará su reproducción.

Humanos «fongbis»: ¿podría pasar?

Las infecciones fúngicas generalmente no se dan en humanos, pero la idea de la serie podría basarse en el caso de Point-Saint-Espirit en 1951, donde más de 250 personas se envenenaron por una harina contaminada por un hongo similar a la droga alucinógena dietilamida del ácido lisérgico (LSD). De hecho, también una partida contaminada de harina podría ser la clave para iniciar y propagar de forma masiva la infección que se plantea en The last of us.

The last of us

Fotograma de la serie The last of us. / Fuente: HBO

El principal obstáculo con el que se encuentran los hongos en los humanos es la temperatura. Según explicaba a la revista Forbes Charissa de Beker, profesora de la Universidad de Florida Central, y experta en parásitos que cambian el comportamiento de sus huéspedes, «la temperatura de nuestro cuerpo es demasiado alta para que la mayoría de los hongos se asienten y crezcan bien, y eso es lo mismo para Cordyceps».

Sobre la posibilidad de que un caso como el planteado en la serie tuviera lugar en la vida real, hemos hablado con el neurobiólogo José Ramón Alonso, quien ha ganado el XXVIII Premio Europeo de Divulgación Científica «Estudio General» con su obra Son nuestros amos y nosotros sus esclavos, donde analiza cómo seres muy variados (bacterias, protozoos, virus, hongos…) son capaces de manipular la vida de otros, incluso la de los humanos. José Ramón Alonso afirma que «es imposible predecir la evolución de dos especies», ya que «se trata de un proceso muy lento, y complejo». Por otra parte, la relación parásito-hospedador es muy específica y dar el salto de especie es algo complicado y más aún tratándose de un salto desde un insecto –como son las hormigas– a mamíferos como los humanos. José Ramón Alonso explica que, si esta situación se diera, uno de los compuestos que entraría en juego sería la interleuquina-17A, que es un grupo de citocinas que actúan como señales químicas entre los glóbulos blancos, favoreciendo los procesos inflamatorios y que interviene en la defensa del organismo ante patógenos extracelulares y hongos, aunque «la defensa ante los hongos siempre resulta más complicada porque se trata de organismos eucariotas, como los huamnos». Aun así, hay que tener en cuenta que se trata de una guerra biológica por la supervivencia, que nuestro cuerpo está continuamente protegiéndonos y que las tecnologías y la medicina evolucionan y mejoran día a día.

«Controlando» a los humanos

Sin embargo, se han dado casos en que algunos hongos pueden afectar al cerebro y al comportamiento humano, tal y como muestra un estudio celular reciente publicado por la revista Cell, donde se estudia cómo los hongos intestinales asociados a la mucosa comensal afectan profundamente a la inmunidad del huésped. Así, la organización espacial de la microbiota intestinal está asociada a la inmunidad protectora del huésped y a la función de barrera epitelial. La alteración de esta organización podría provocar cambios en el comportamiento de la persona.

Por lo tanto, aunque la serie plantea un escenario dentro del marco de la ciencia-ficción, realmente pueden existir agentes patógenos que «controlen nuestro cerebro». José Ramón Alonso nos explica que, por ejemplo, algunos virus pueden alterar el comportamiento, como la rabia:«El virus de la rabia está compuesto solo de cinco genes, pero sin embargo tiene la capacidad de generar una agresividad extrema en humanos y provocar hidrofobia, para evitar que el virus se diluya, ya que se transmite por la saliva. En este caso, el virus ha conseguido evolucionar hasta tal punto que consigue controlar el comportamiento humano, modulando la actividad cerebral y, por tanto, nuestras conductas».

Nuestros impulsos son controlados por la corteza frontal. Otro microorganismo que, según el neurobiólogo, puede conseguir saltar las barreras protectoras de los circuitos cerebrales y modificar nuestras respuestas es la Borrelia. Esta bacteria podría ser la causa de diferentes enfermedades mentales como son la depresión, la ansiedad, trastornos alimentarios, trastornos del sueño, deficiencias cognitivas, la demencia, o incluso desencadenar el suicidio.

La rama de la ciencia que se ocupa de los parásitos que pueden controlar el sistema nervioso del huésped recibe el nombre de neuroparasitología,y estudia cómo una especie (el parásito) modifica una determinada red neuronal, y por lo tanto comportamientos particulares, de otra especie (el huésped).

Toxoplasma gondii es un parásito cerebral unicelular extendido por los gatos y solo en su cuerpo puede madurar y reproducirse. Así, como la mayoría de los parásitos, T. gondii tiene un ciclo de vida complejo diseñado para convertirlo en su huésped final. Si se encuentra en otro animal, viaja al cerebro y cambia el comportamiento del huésped para maximizar sus posibilidades de acabar en un gato. Para los roedores, esto significa que los individuos infectados tienen menos miedo de los gatos y son más activos, lo que les facilita que se conviertan en presas de los felinos. Los humanos también pueden contraer el parásito, y en la mayoría de los casos, éste actúa modificando cambios de personalidad a largo plazo, como muestran diversos estudios.

Parásitos, virus y bacterias nos hacen pensar que quizás los infectados de The last of us no son solo algo de ficción.

El control mental que ejercen algunos parásitos

Leucochloridium paradoxum es un gusano que se introduce a los ojos de los caracoles de tierra del género Succinea para conseguir completar su ciclo reproductivo. Los caracoles están obligados a buscar zonas más iluminadas, para ser devorados por pájaros, donde el gusano podrá completar su ciclo reproductivo.

 

Leucochloridium paradoxum

Caracol con Leucochloridium paradoxum./ Foto: Thomas Hahmann

Sacculina carcini, es una especie de percebe, que se infiltra dentro del cuerpo del cangrejo Carcinus maenas donde crece y se desarrolla, controlando al huésped. Sacculina es capaz de convencer al cangrejo parasitado para cuidar sus huevos.

Sacculina carcini

Sacculina carcini. / Foto: Hans Hillewaert

Las avispas parasitoides Acrotaphus ponen sus huevos en arañas. Estas avispas son capaces de manipular el comportamiento de la araña haciéndola hilar una telaraña especial que protege la pupa de los depredadores.

Acrotaphus-wiltii

Acrotaphus wiltii. / Foto: Christina Butler

El gusano capilar Paragordius tricuspidatus tiene la capacidad de alterar el comportamiento de su huésped insecto (el grillo Nemobius sylvestris). Los insectos parasitados se suicidan saltando al medio acuático. Este comportamiento permite que el gusano capilar emerja después de que su huésped entre en el agua, para poder continuar con su ciclo vital.

Spinochordodes tellinii

Spinochordodes tellinii en el seu hoste Meconema thalassinum./ Foto: Dr. Andres Schmidt-Rhaesa

Las chicharras pueden ser parasitadas por los hongos del género Massospora, que impregnan completamente el cuerpo de los insectos de esporas y mutilando hasta dos terceras partes de su cuerpo, incluidos los órganos sexuales y una porción del abdomen, que se convierten en una masa blanca de esporas. Después de ser infectadas, se concentran en reproducirse. Esta conducta afecta principalmente a los machos, algunos de los cuales imitan a las hembras para atraer a sus congéneres del mismo sexo, multiplicando así la dispersión de las esporas, y, con ello, la infección.

© Mètode 2023

Graduada en Ciencias del Mar y estudiante del Máster en Biodiversidad y Conservación de Ecosistemas (Universitat de València).