Entrevista a Milagros Pérez Oliva

«Hoy en día se medicalizan cosas como la menopausia o el duelo»

Periodista de El País y profesora universitaria

Con una trayectoria como periodista de más de treinta años, Milagros Pérez Oliva ha sido, entre otros, responsable del área de biomedicina así como del suplemento de salud del diario El País. Además, desde 2006 hasta 2012, ocupó el cargo de defensora del lector en este mismo periódico desde donde pudo profundizar en el análisis de la ética y la práctica del periodismo a partir de casos concretos. Su labor en el campo de la divulgación médica ha sido reconocida con numerosos premios, entre los que destaca el Premio Nacional de Periodismo otorgado por la Generalitat de Catalunya por fomentar el conocimiento de los temas de salud pública desde una perspectiva independiente y crítica. Este mes de octubre, Pérez Oliva ha visitado Valencia para participar en el seminario Comunicar la salud. Oportunidades y retos de la divulgación médica. Aprovechamos la ocasión para que nos cuente más sobre el incremento de la medicalización y lo que se llama «sociedad hipermedicalizada».

«¿Hay más trastorno mental ahora? ¿Más hiperactividad? ¿Más trastorno compulsivo? ¿Hay más casos de estos o es que se diagnostican más? ¿O se diagnostican casos innecesariamente?»

«Miedo a la vida. Una sociedad hipermedicalizada» ha sido el título de su intervención en el seminario. ¿Por qué ha escogido este título?

Recientemente se están publicando bastantes trabajos que demuestran que hay un diagnóstico más numeroso de ciertas patologías, trastornos mentales, etc. La pregunta es: ¿Hay más trastorno mental ahora? ¿Más hiperactividad? ¿Más trastorno compulsivo? ¿Hay más casos de estos o es que se diagnostican más? ¿O se diagnostican casos innecesariamente? Tenemos que hablar, entonces, de un concepto que surgió hace unos años: el «disease mongering». Según este concepto, ciertos laboratorios, para ampliar su mercado, estimulan la demanda promoviendo patologías. Y se ha encontrado una correlación directa entre el incremento de diagnóstico de determinados trastornos y la aparición en el mercado de determinados medicamentos. Al final, lo que se provoca es una tendencia a la medicalización creciente de la vida. Hoy en día, se medicalizan cosas como la menopausia o el duelo… Cuando una persona pierde a alguien querido, se considera que se tiene que medicar porque el dolor que sentirá será insoportable. Se medica antes de saber si tendrá este dolor psicológico…

En relación al «disease mongering», ¿nos puede explicar algún ejemplo estudiado?

La correlación directa entre el incremento de diagnóstico de determinados trastornos y la aparición en el mercado de determinados medicamentos ha sido muy evidente en el caso de la hiperactividad y el déficit de atención. Hay un estudio en Holanda, del 2008,  según el cual el 34,2% de los niños de cinco a quince años estaban siendo medicados con los dos medicamentos para este tipo de trastorno cuando la incidencia de la patología era de, como mucho, un 5%. Es un caso práctico donde se puede ver, muy claramente, que había una acción de las farmacéuticas: campañas para inducir el diagnóstico de estas enfermedades y recetar los fármacos. La cuestión es que los psiquiatras, por muy incentivados que estén, no recetarían medicamentos a los niños si los padres angustiados no les llevaran a la consulta. ¿Por qué los padres se angustian? ¿Por qué los llevan a la consulta? He desarrollado una serie de ideas para explicar cómo los cambios sociales que se están operando en nuestra manera de vivir, sobre todo a nivel socioeconómico, nos están llevando a una sociedad mucho más desregulada, con más incerteza y más miedo al futuro. Tenemos una relación con el futuro que no es de confianza, sino de precaución, de miedo. Por tanto, aumenta la inestabilidad y la inseguridad cotidiana. Hay una industria que se aprovecha de esta situación pero, si no existiera, la gente igualmente iría a buscar en la medicina alternativa o en otros sitios la solución para estas angustias y estos miedos.

«La correlación directa entre el incremento de diagnóstico de determinados trastornos y la aparición en el mercado de determinados medicamentos ha sido muy evidente en el caso de la hiperactividad y el déficit de atención»

¿Qué papel juegan los medios de comunicación?

Hasta hace relativamente poco tiempo, las empresas farmacéuticas y los laboratorios estaban dirigidos por farmacólogos, médicos, etc., y el paradigma era: hay enfermedades que no tienen tratamiento, vamos a ver si encontramos tratamiento para estas enfermedades. El éxito comercial estaba, obviamente, en encontrar ese tratamiento. Ahora, aunque esto sigue así en gran parte, los equipos directivos de las grandes farmacéuticas piensan más en términos financieros y de rentabilidad de la marca, la empresa, la bolsa, los mercados. Y han encontrado que es fácil tratar de encontrar nuevas indicaciones o nuevos mercados para medicamentos viejos, ahorrando el coste de desarrollar un nuevo medicamento. Esto ha pasado mucho, por ejemplo con la Viagra o el Prozac. En otros casos, tenemos nuevas creaciones como la famosa «píldora de la timidez», que es un antidepresivo, o la «viagra femenina» que es también un antidepresivo modificado. En este último caso, la mejora, en términos de satisfacción sexual, es muy escasa pero se ha anunciado a bombo y platillo.

Entonces, primero se crea la necesidad, un problema, la expectativa, y luego se ofrece la solución. Una estrategia muy clara para ganar mercado y que utiliza como canal a los medios de comunicación. Se necesita a los medios para hacer llegar a la población que hay un problema, primero, y que el problema tiene una solución, después. De esta manera, no sólo se le dice al médico que se tiene que recetar Viagra, sino que es el mismo paciente el que piensa que su vida sexual no es suficientemente satisfactoria y lo necesita.

Ha nombrado la «viagra femenina», también ha hablado de la medicalización de la menopausia… ¿Existe, en su opinión, un sesgo de género en la promoción de enfermedades? 

No. Algunos ejemplos que he mencionado, como la terapia hormonal sustitutoria dirigida a mujeres, se producen porque estamos hablando del 50% de la población, un mercado muy grande. La Viagra es para los hombres y antes de que apareciera se estuvieron difundiendo trabajos que aseguraban que había un porcentaje altísimo de hombres con impotencia o disfunción eréctil. Se hicieron exageraciones tremendas y se llegó a decir que más del 60% de hombres de más de 55 años tenían disfunción eréctil en algún grado.

Delante de estas dinámicas y de las presiones que se generan, ¿cómo se tiene que actuar desde el periodismo?

Con rigor. Se tiene que explicar que la «viagra femenina» ni es Viagra ni se le parece. Se tienen que explicar bien las cosas. Y, cuando haya temas controvertidos, como el de «vacuna sí, vacuna no», ser muy claros, buscar la verdad de los hechos, los resultados demostrables. Así no se cae en la falsa equidistancia de dar  voz a los partidarios de la vacunación y dar el mismo peso a los que cuestionan las vacunas porque unos han demostrado científicamente unas cosas y los otros no han demostrado absolutamente nada. El periodista no puede ser neutral en un tema que no tiene la misma evidencia en un lado que en otro.

¿Qué diagnóstico hace de la situación del periodismo especializado en salud?

La información de ciencia, en general, y de salud, en particular, ha mejorado en los últimos treinta años gracias a que los medios de comunicación, sobre todo los de referencia, han ido introduciendo la figura del periodista especializado. Ahora mismo, sin embargo, los medios tradicionales basados en el modelo de una doble fuente de ingresos, la publicidad y la venta de ejemplares, está en crisis. El mismo modelo de periodismo está en crisis y encontramos que los recortes han afectado antes que a nada al periodismo especializado, tanto en salud como en ciencia como en otras áreas. Se dedican a hacer información generalista. Otro problema es que en soporte papel hay 24 horas para poder comprobar una noticia mientras que en el modelo al que se están pasando las redacciones trabajan para el «digital first». Éste tiene unas servidumbres: el clic, las audiencias. Y está pasando que en las páginas webs de los diarios más rigurosos se enfrentan a caer en el peligro de la dinámica en la que han caído las televisiones y otros medios: la espectacularidad. Se dan informaciones que necesitarían horas para poderse comprobar pero se dan porque son espectaculares o por si acaso. Se dan muchas informaciones que no se tendrían que publicar.

«Si contribuimos a difundir informaciones que crean expectativas para un tratamiento nuevo que después resulta que no existe o que es un fraude, estamos provocando un daño»

Y las nuevas promociones de periodistas se encuentran ya con este modelo de redacción…

Costó mucho introducir en los medios de referencia los criterios de publicabilidad de la noticia: dar las fuentes, mirar los intereses ocultos, etc. Pero ara estamos retrocediendo. El copia y pega es mucho más fácil y como prima la instantaneidad, cuando se recibe una nota de prensa o aparece una información publicado en otro medio, se publica sin verificar.  Y, con eso, las diferencias entre prensa seria y prensa sensacionalista que había en el anterior modelo se están perdiendo.

En un tema sensible, como es la salud, ¿quién se hace responsable de que las informaciones que llegan al gran público sean las adecuadas?

El problema es que todos somos responsables de un proceso en el que el daño que provocamos por la falta de información o por la desinformación es un daño cierto a la población. Si contribuimos a difundir informaciones que crean expectativas para un tratamiento nuevo que después resulta que no existe o que es un fraude, estamos provocando un daño. Los divulgadores científicos y los periodistas científicos tienen aquí una responsabilidad ética, de saber resistir las dinámicas, que son muy fuertes y que, a veces, pasan por encima de la capacidad y de la voluntad del propio periodista. Tenemos que armarnos más para poderlas resistir. La sociedad también tiene que ayudar. Si se premia los que no son rigurosos clicándolos más, se esta contribuyendo a esta rueda. Se tiene que premiar el buen periodismo comprando buen periodismo y no ser condescendiente con la espectacularidad de los medios que lo hacen mal. Si la misma audiencia no contribuye… Son las víctimas y los más interesados en ayudarnos a resistir estas tendencias.

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Redacción Mètode.