Ecología, exégesis y literatura sagrada

Un análisis de caso: El libro de Job

exégesis, ecología y literatura sagrada

‘Introito’

En los libros «sagrados» se pueden encontrar datos de interés científico. Descripciones e interpretaciones de fenómenos astronómicos, climáticos o antropológicos acompañan a otros datos relativos a procesos fisicoquímicos que afectan a la metalurgia, la preparación de alimentos o la agricultura; sin olvidar la distribución de plantas, animales o ambientes ecológicos. Todo un cúmulo de informaciones, sí, pero que tropiezan con unas dificultades particulares, las derivadas de estar expresadas no solo en lenguas distintas y distantes, sino con versiones «de la época», en la que los nombres pueden tener otro significado.

«En los libros «sagrados» se pueden encontrar datos de interés científico. Descripciones e interpretaciones de fenómenos astronómicos, climáticos o antropológicos»

Por eso es admirable la sapiencia del hermeneuta que, a la hora de traducir, interpretar o explicar un texto, lo enmarca adecuadamente en el contexto lingüístico, social, histórico, ecológico… Y si el texto es sagrado, susceptible de interpretaciones teológicas, escatológicas o éticas, el exégeta, el hermeneuta de estos textos, tiene que intentar no solo traducir el texto sino proponer una versión que no dé pábulo a divergencias potencialmente cismáticas.

Las traducciones de la Biblia se han basado en general en consideraciones lingüísticas y teológicas. Sin embargo, pensamos que cuando se habla de plantas habría que aplicar filtrajes de carácter botánico, ecológico, fitosociológico, corológico y etnobotánico, que, junto a otros bioquímicos y fisiológicos si se trata de plantas comestibles, podrían servir para validar, desestimar o relativizar la elección. Este artículo pretende hacer una llamada a tender puentes que comuniquen la cultura científica y la lingüisticohumanística, tan a menudo inmiscibles; y hacerlo mediante un ejemplo: el análisis de un texto literario-sagrado, el libro de Job, desde una óptica que podríamos llamar botánica. Ciencia, literatura y hermenéutica interpenetradas para mostrar que pueden ser compatibles.

Arriba de estas líneas, Georges de La Tour. Job, menospreciado por su mujer, 1620-1650. Óleo sobre lienzo, 97  145 cm. El libro de Job, uno de los sapienciales del Antiguo Testamento, es un diálogo de carácter didáctico escrito en hebreo y mayoritariamente en verso. El tema central se refiere a las tribulaciones de un buen hombre que, víctima de una apuesta entre Jahvé y Satanás, sufre todo tipo de desgracias hasta que, gracias a haber mantenido la confianza en Aquel, recupera el bienestar.

El libro de Job

El libro de Job, uno de los sapienciales1 del Antiguo Testamento, es un diálogo de carácter didáctico escrito en hebreo y mayoritariamente en verso. Esta joya literaria, quizá la más valiosa del canon veterotestamentario, se supone escrita entre los siglos VI-V aC por algún gentil en una aldea en los confines de Idumea (o Edom) y Arabia, peridesierto al sur del hipersalino mar Muerto.

El tema central se refiere a las tribulaciones de un buen hombre que, víctima de una apuesta entre Jahvé y Satanás, sufre todo tipo de desgracias hasta que, gracias a haber mantenido la confianza en Aquel, recupera el bienestar; aunque Job es considerado el epítome de la paciencia, en realidad representa el mayor grito de rebeldía de toda la Biblia, si no «contra» Dios por lo menos sí «frente» a Dios, hasta el punto de que casi lo oímos decir –parafraseando la invectiva de Cicerón a Catilina– «Quousque tandem abutere, Jahve, patientia mea?» (“¿Hasta cuando abusarás, Jahvé, de mi paciencia?”).

En uno de los pasajes (30:3-4) la situación de Job es tan desesperada, la miseria tan absoluta, que es objeto de menosprecio incluso por los jóvenes de la más baja extracción social, aquellos que para comer tan solo tienen las plantas que crecen espontáneamente en yermos y lugares marginales, que es lo que más nos interesa desde un punto de vista etnoecológico. Pues bien, al comparar las diferentes traducciones de la Biblia se comprueba que las tipificaciones que se hacen de las plantas y hábitats marginales han sido muy variadas.

De la exégesis a la eiségesis

En la tradición exegética se han planteado, grosso modo, dos líneas contrapuestas y al mismo tiempo legítimas: la traducción literal, que reclama anotaciones críticas para hacerse comprensible, y la adaptada, en la que los recursos lingüísticos de la lengua final se usan para adecuar el original a los receptores. Ninguna de estas soluciones es buena ni mala en sí, pero tampoco neutral. Porque traducir significa transportar, llevar el pensamiento de un sistema lingüístico a otro, transferir el contenido no solo a otra lengua, sino a otra cultura y a menudo a otro lugar y tiempo.

Sin embargo, por si acaso el lector no está familiarizado con la panoplia de plantas que integran entornos ecológicos como los bíblicos, muchos traductores sustituyen los fitónimos originales por otros más próximos o conocidos; fitónimos más deudores de los patrones culturales, ambientales e idiomáticos de los exégetas que del texto primitivo. Ahora bien, cuando el traductor inserta palabras o interpretaciones personales que alteran la literalidad del texto, el exégeta se transforma en eisegeta.2

«Traducir significa transportar, llevar el pensamiento de un sistema lingüístico a otro, transferir el contenido no solo a otra lengua, sino a otra cultura» 

Dicho eso, y más allá del debate entre hermeneutas sobre la legitimidad o no de inserir palabras que no figuraban en los originales, o sobre la preeminencia doctrinal de la literalidad palabra a palabra (verbum a verbo) o del sentido del texto (sensum de sensu), lo que nos interesa son las inserciones de carácter botánico que se hacen.

El autor del libro de Job, uno de los de más talento de toda la Biblia, juega con unos recursos literarios bien escogidos, y efectivos para los destinatarios; unos recursos de la cultura etnoecológica de su tiempo que producían el efecto que pretendía: poner de manifiesto la vergüenza de Job, ante todo un señor, al sentirse menospreciado por unos chavales de condición tan ínfima.

En el texto analizado hay dos aspectos relevantes desde el punto de vista ecológico, o más bien etnoecológico: la caracterización del ambiente, inhóspito, donde viven los que se burlan de Job; y la identificación de los vegetales de los que se nutrían los miserables que se atrevían a reírse de él, y que deben considerarse los propios de la gente de más baja condición –en sentido material y moral.

A todo eso hay un problema añadido. A diferencia de otras lenguas, la lengua hebrea ha sido considerada santa e inspirada, donde el menor acento o el orden de las palabras esconde secretos en tres planos diferentes: semántico, fónico y gráfico.3 Por ello, al comparar los fitónimos de las diferentes traducciones del libro de Job se pueden elucidar, también, los criterios de fondo que –conscientemente o no– se han priorizado: lingüístico, ecológico, (etno)botánico, fitosociológico, poético, fonético… Y en la medida en que este estudio no pretende ser exhaustivo sino ejemplificador utilizaremos solo algunas de las versiones impresas y no las traducciones manuscritas anteriores a la imprenta (c. 1450).

La ‘Tanakh’, la ‘Septuaginta’ y la ‘Vulgata’

Se atribuye a un grupo de 72 sabios judíos la traducción al griego (s. III aC) de la Biblia hebrea o Tanakh a partir de los originales en arameo y hebreo (texto masorético). Esta versión del Antiguo Testamento se conoce como Septuaginta (LXX), y en ella figura el libro de Job.

El 30:3 describe el ambiente como άνυδρον, anydron, “sin agua”, “árido”. Y en 30:4 se utiliza el término άλιμα, halima, “salado”, como equivalente del original hebreo mal·lū·ah (מַלּוחּ), un palabra que comparte el étimo semítico para sal o salino con el árabe malah (مالح). Así, el lugar maldito donde Satanás ha enviado a Job queda caracterizado por dos factores al mismo tiempo, el climático (árido) y el edáfico (salado).

Siete siglos después de la LXX, (san) Jerónimo de Estridón tradujo (s. IV dC) la Tanakh al latín; y también el Nuevo Testamento desde los originales en griego; el resultado fue una Biblia cristiana que siglos más tarde fue adoptada como versión canónica de la Iglesia católica durante el concilio de Trento4 con el nombre de Vulgata (1546).

En los versículos referidos se dice: «egestate et fame steriles qui rodebant in solitudine squalentes calamitate et miseria» (30:3) y «et mandebant herbas et arborum cortices et radix iuniperorum erat cibus eorum» (30:4). El sentido general es que «debido a la pobreza y al hambre roían en soledad,5 desfigurados por la calamidad y la miseria, y masticaban hierbas y cortezas de árboles, y las raíces de iuniperus eran su alimento».

Entre ambas versiones hay notables diferencias: en 30:3 ha desa­parecido la alusión a la aridez; y mientras que en 30:4 la LXX indicaba ambientes salinos, plantas halotolerantes [άλιμα, halima], simientes o frutos pequeños [σῖτα, sita] y madera [ξύλων, xylon], la Vulgata habla de hierbas, de cortezas de árboles y de raíces de ­iuniperus.

En el libro de Job se alude a vegetales silvestres comestibles que se pueden encontrar en lugares indeseables; pero mientras que en la Idumea de Job son los propios de ambientes áridos y salobres, los pobladores de sitios templados y húmedos pueden identificarlos mejor si se habla de estercoleros o de ribazos de caminos nitrogenados y húmedos, lugares muy apropiados para el crecimiento de las ortigas (en la imagen), hierbas silvestres y urticantes pero al mismo tiempo comestibles. Esta fue la elección que se hizo en ciertas traducciones bíblicas dirigidas a alemanes e ingleses. / Sjokolade

Hierbas entre arbustos

Como el versículo 30:4 concatena hierbas (herbas, en la Vulgata) y plantas leñosas (arborum en la Vulgata; xylon en la LXX), muchos autores han optado por combinarlas, como se hace en la plurilingüe y ecuménica Biblia Interconfesional. En la versión valenciana (Bíblia Valenciana Interconfessional, BVI), basada en la Catalana (BCI), se lee: «Consumits per la fam i la misèria, rosegaven el botjar de la garriga, una terra arruïnada de fa temps»6 (3) y «Collien el fenoll d’enmig dels esbarzers i es nodrien de les arrels de la ginestera»7 (4). Mientras que en otras traducciones de la misma Biblia podemos leer: «arrancaban hierbas amargas de los matorrales», o «ils arrachent près des arbrisseaux les herbes sauvages [“silvestres”]», o bien «they gather tasteless shrubs for food» (“recogían matorrales de mal sabor para comer”).

Como vemos, mientras que en estas últimas se pone el énfasis en la baja calidad intrínseca («amargas», «silvestres», «de mal sabor»), en la BVI/BCI se ha optado por «cosechaban el hinojo de entre las zarzas», elección de difícil justificación lingüística, ecológica o fitosociológica, ya que los matorrales espinosos desérticos (algún Rubus, Ziziphus…) no son el lugar apropiado para el hinojo Foeniculum vulgare8 –por otra parte poco amante de terrenos salinos; esta elección, sin embargo, compensa la inexactitud científica con un estilo que remite a uno de los recursos poéticos más logrados de la Biblia, el Cantar de los cantares (2:2-4), cuando el amante describe a su amada «como un lirio entre los cardos», recurso que más tarde (c. 1427) haría suyo Ausiàs March.

Los límites ecológico, corológico y etnobotánico: Armuelles y bledos

Hacer una selección sensata de las plantas implica asegurar la compatibilidad con las condiciones descritas, de carácter ecológico (tolerantes al ambiente árido y salado), corológico («de la zona»), y etnobotánico (comestibles). Dado que uno de los factores limitantes era la salinidad edáfica, la New Revised Standard Version Bible (1989) hace una aproximación generalista al decir que «Saltwort was their food» (“saltwort era su alimento”), donde saltwort es un nombre común aplicado a géneros de la familia amarantáceas (antes, quenopodiáceas) como Salsola, Salicornia, Sarcocornia, Suaeda o Halogeton, y también a algunas especies de Amaranthus.

«A pesar de tratarse de un libro presuntamente dictado por la divinidad, los diferentes tratadistas no acaban de ponerse de acuerdo sobre las plantas que figuran en el libro de Job»

El catálogo se amplía si incluimos el género Atriplex (las «plantas de sal»), que la New International Version (1973) llama saltbush o salt herb: «In the brush they gathered salt herbs» (“recogían plantas de sal entre los matorrales”). Ahora bien, al pasar por la criba etnobotánica se eliminan las no comestibles Suaeda, Halogeton y Sarcocornia. Y al hacerlo, en los géneros seleccionados quedan pocas especies que sean al mismo tiempo halotolerantes, del Oriente Próximo y comestibles; especies algunas de ellas domesticadas: la barrilla (Salsola soda), cultivada en Italia; la alacranera o hierba salada (Salicornia europaea), que se come cruda, confitada en vinagre o hervida; el bledo (Amaranthus blitum); y algunas saladas, Atriplex sp., sobre todo A. halimus, de hojas tiernas comestibles y en cierta medida equiparable al cultivado armuelle (A. hortensis), de hojas más blandas que el resto.

En buena parte de las traducciones vemos que es esta última la especie elegida por los eisegetas. Así, en la versión de la Fundación Bíblica Catalana (1948), los autores, F. Raurell, J. M. Aragonés y J. Sànchez dicen «cull armoll vora la bardissa...» (“recoge armuelle junto al seto…”)». Y lo mismo hace la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2011): «recogían armuelle entre las matas»; y la de F. Cantera y M. Iglesias (1975): «cogían armuelles y hojas del matorral»; y la Biblia del Peregrino (1993) de L. A. Schökel:9 «arrancando armuelles por los matorrales».

En otros casos es el bledo la especie elegida. Así, en la primera Biblia católica en castellano autorizada por la Iglesia (1940) los salmantinos E. Nácar y A. Colunga especificaban que los jóvenes hambrientos «recogían bledos entre la maleza», entendiendo por bledos lo que los griegos llamaban blita (βλήτα), Amaranthus blitum var. silvestre; una hierba de origen mediterráneo de la que de muy antiguo se solían comer las hojas y los brotes tiernos, hervidos y aliñados; o quizá la acelga (Beta vulgaris subsp. maritima), propia de terrenos salobres.

La opción vicariante: Ortigas

Ha habido traductores que han optado por una planta etnobotánicamente vicaria de la original, es decir, que aun siendo diferente y estar en otro territorio sirviera para lo mismo. En el libro de Job se alude a vegetales silvestres comestibles que se pueden encontrar en lugares indeseables; pero mientras que en la Idumea de Job son los propios de ambientes áridos y salobres, los pobladores de sitios templados y húmedos pueden identificarlos mejor si se habla de estercoleros o de bordes de caminos nitrogenados y húmedos, lugares muy apropiados para el crecimiento de las ortigas, hierbas silvestres y urticantes pero al mismo tiempo comestibles.

Esta fue la elección de ciertas traducciones bíblicas dirigidas a alemanes e ingleses. Así, tanto la versión alemana (1534) del agustino Martin Lutero como la inglesa (1587) de William Whittingham, The Geneva Bible, hablan de «ortigas recogidas entre los arbustos» («die da Nesseln ausraufen um die Büsche» / «they cut vp nettels by the bushes»).

Exégesis, ecología y literatura sagrada

Algunas traducciones del libro de Job han optado por plantas que tenían un parecido fonético con el original hebreo. Es el caso de la malva, una opción acertada desde el punto de vista etnobotánico, ya que es una planta presente en el Próximo Oriente y que se considera comestible. La Malva sylvestris (en la imagen) se come aún en la actualidad en ensaladas y sopas y es el ingrediente principal de otros platos más elaborados. / Alvesgaspar

Poco importa que, de nuevo, haya una cierta discordancia fitosociológica –las ortigas no viven entre arbustos– pero si los autores llamaran «ortigas» a las genéricas hierbas de la Vulgata, es posible que lo hicieran como un recurso literario para asociar las hierbas bíblicas de último recurso para los hambrientos con lo que quizá era la comida más barata, accesible y frecuente para la gente más pobre de la Alemania y la Inglaterra del siglo XVI, las ortigas.

La transcripción como solución: Malvas

A pesar de tratarse de un libro presuntamente dictado por la divinidad, los diferentes tratadistas no acaban de ponerse de acuerdo10 sobre las plantas que figuran en el libro de Job. Sin embargo, ¿y si la «solución» estuviera en el texto original, y tan solo hubiese que trascribirla11 adecuadamente? Eso debieron pensar algunos. Y si en el original hebreo se utiliza la palabra מַלּוחּ (mlwh, mal·lū·ah12) para indicar las plantas adaptadas a los ambientes salinos, ¿por qué no asociarla, por el parecido fonético, a la que en latín se pronunciaba malua (malva) o en inglés mallow?

Esta fue la solución adoptada por el erasmista Jeroni Conques, que en 1557 hizo la versión en valenciano del libro de Job. Y aunque no la pudo publicar, al impedirlo la Inquisición castellana instalada en Valencia, más tarde se pudo rescatar la traducción gracias a la copia que el Santo Oficio había guardado para adjuntarla al expediente de herejía abierto contra el autor. En el 30:4 Conques proponía: «plegaven per a menjar malves entre les mates» (“recogían para comer malvas entre las matas”).

La misma solución botánica encontró Fray Luis de León, encarcelado por haber traducido al castellano fragmentos de la Biblia. En Exposición del libro de Job (1591), el fraile agustino lo versificaba en magníficos tercetos encadenados:

Con hambre dura y mendiguez contina,
Sin arte de valerse vagueaban,
Por donde no se mora ni camina.
Con malvas verdes que en la sombra hallaban,
Y con raíz de árbol, tierna o dura,
como con pan, sus duelos sustentaban.

La primera Biblia impresa en castellano (1602), de los jerónimos C. de la Reina y C. de Valera, fue considerada «protestante», perseguida por la Inquisición y quemados los libros; afortunadamente se salvaron algunos ejemplares, donde se puede leer que los jóvenes hambrientos «recogían malvas entre los arbustos». Idéntica elección figura en la versión anglicano-puritana King James Version (1611): «who cut up mallows by the bushes…»; y los de la Revised Standard Version (mediados del siglo XX): «they pick mallow and the leaves of bushes…».

Sin embargo, más allá del criterio fonético, ¿son las malvas compatibles con los criterios corológico, ecológico y etnobotánico del peridesierto idumeoarábigo? La respuesta es afirmativa: en el Próximo Oriente se encuentran diferentes malvas capaces de vivir en ambientes degradados, áridos y relativamente salinizados. Satisfechos los criterios corológico y ecológico queda el etnobotánico: ¿había malvas comestibles? La respuesta vuelve a ser afirmativa: incluso hoy en día se toman en ensaladas y sopas las hojas de la Malva ­sylvestris, principal ingrediente también del plato mucho más elaborado llamado khubeza (خبازة) o khubbayza (חֻ’בַּיזָה), “malva”.

Cortezas y raíces

Los otros alimentos mencionados en la Vulgata, «arborum cortices et radix iuniperorum», son más difíciles de identificar; y, sobre todo, resulta un tanto sorprendente la elección de iuniperus para traducir lo que el hebreo llamaba rotam y la LXX simplemente xylon.

En la versión original hebrea, el nombre de la planta era רותם (rotem), semejante al árabe رتم (ratam), y en ambos casos con la acepción de “escoba”. Así, más que identificar la especie, se describía la forma y la función para la que también servía la planta comestible. Con todo, las traducciones divergen.

Muchos de los nombres genéricos utilizados en las traducciones de la palabra hebrea rotem (“escoba”) a menudo solapan las especies que designan, todas de tallos verdes inermes y útiles como escobas. Aplicados los filtros corológico y ecológico solo quedan dos como posibles soluciones, la sabina Juniperus phoenicea (en la imagen) y el rotem (Retama raetam), ambas con raíces no comestibles. / Sten

Para algunos, y a partir de la Vulgata, se trata de las raíces de algún enebro. En la versión valenciana de Jeroni Conques (1557) se lee: «y la soca y real [raïl] dels ginebres era lo pa que menjaven y·ls sostenia» (“y el tronco y la raíz de los enebros era el pan que comían y que los sustentaba”). Y lo mismo hace la King James y otras ediciones inglesas, que optan por juniper. Las versiones castellanas Nácar-Colunga, Straubinger, Interconfesional, Schöckel… optan por retama, fitónimo que puede designar diferentes especies de géneros como Retama, Lygos, Genista y Cytisus. Se inclinan por ginestera las versiones catalanas y la BVI, y la Interconfesional en francés (genêt), también con cierta ambigüedad: Spartium junceum? Retama monosperma? Optan por escoba la Revised Standard (broom) y la de Lutero (Ginster).

En cualquier caso, todos estos nombres tan genéricos a menudo solapan las especies que designan, todas de tallos verdes inermes y útiles como escobas. Aplicados los filtros corológico y ecológico solo quedan dos como posibles soluciones, la sabina Juniperus phoenicea y el rotem/ratam (Retama raetam). Sin embargo, ¿son comestibles las raíces? En ningún caso: mientras que de la sabina no consta la palatabilidad de las raíces, de la R. raetam, la amargor13 y la presencia del alcaloide tóxico citisina la descartan como alimento.

Podríamos plantear, sin embargo, una pregunta previa: ¿y si no fueran raíces en sentido estricto? ¿Y si se tratara de una planta parásita tan íntimamente ligada al sistema radicular de otra que pareciera una excrecencia… eso sí, comestible? Si la hipótesis fuera correcta, hay un par de candidatas que cumplen todos los requisitos, el de ser una planta comestible y al mismo tiempo parásita de alguna otra frecuente en los peridesiertos arábigos un poco salobres.

Una posibilidad corresponde a Cynomorium coccineum, una prominente carnosidad halotolerante y parásita de cistáceas (estepas, Cistus), tamaricáceas (tamarindos, Tamarix) y amarantáceas (armuelles y bledos, y arbustos resistentes a la sal, como Atriplex); como vemos, comestible y asociada a las raíces de algunas de las plantas ya mencionadas, aunque no a los ratam. Y en Arabia14 era frecuente que los beduinos la llevaran en los viajes, para consumo propio y de los camellos.

«La elección ecofisiológica, poética, etnobotánica vicariante o fonética ha acabado determinando los fitónimos que figuran en las diferentes versiones del libro de Job»

Otra candidata sería la orobancácea Cistanche tubulosa, semejante a nuestro jopo amarillo (Cistanche phelypaea subsp. lutea), cuyos plantones o espárragos se han comido en el norte de África en ensaladas, y la base del tallo, bulbosa, como alimento rico en carbohidratos; y ambas con un espectro ecológico muy amplio, ya que pueden crecer en climas semiáridos y sobre terrenos arenosos, salinos, margosos o yesíferos, donde parasitan cistáceas, amarantáceas-quenopodiáceas (salados como Salsola, Suaeda, Atriplex, Anabasis), tamaricáceas y cigofiláceas (Peganum…), géneros bien representados en los lugares donde se supone escrito el libro de Job.

‘Ite missa est’

Tal y como hemos podido ver, los criterios empleados por los traductores se han basado en consideraciones en las que prevalecían aspectos que, aun siendo legítimos, eran epistemológicamente diferentes. Y la elección ecofisiológica, poética, etnobotánica vicariante o fonética ha acabado determinando los fitónimos que figuran en las diferentes versiones del libro de Job, a pesar de que a veces la especie seleccionada es difícilmente aceptable en la medida en que contradice condicionantes de tipo corológico, fitosociológico o etnobotánico.

En cualquier caso, el objetivo del artículo no era decantarse por especies concretas sino mostrar que, al analizar las fuentes literarias bíblicas y compararlas con los conocimientos científicos, se pueden establecer sinergias de comprensión y al mismo tiempo tender puentes entre ciencia y literatura, aunque esta sea sagrada.


1. Aunque es una cuestión discutida por los especialistas, tradicionalmente se han considerado siete sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés o Cohélet, Cantar de los cantares, Sabiduría y Eclesiástico o del Sirácida.

2. La palabra eiségesis [del griego εις (eis: “dentro”, “entre”), y ἡγέομαι (hēgeomai, “dirigir”) no figura en el diccionario de la RAE ni tampoco en el diccionario del Institut d’Estudis Catalans, ni en el Diccionari Normatiu Valencià. Pese a ello se utiliza en foros de debate religioso como tecnicismo opuesto a exégesis en la medida en que eiségesis no se limita a traducir, interpretar, exponer el sentido oculto, como hace la exégesis, sino que el criterio del traductor añade palabras que no existían en el original.

3. Y el libro de Job parece presentar una dificultad extrema; la versión de la Septuaginta (LXX) es más corta que el texto masorético hebreo, al haber renunciado a traducir algunos pasajes; y también se queja de ello san Jerónimo –aunque estaba asesorado por un rabino.

4. Podemos leer en los Índices (de libros prohibidos, ediciones entre 1551 y 1584) «se prohiben en cualquier lengua vulgar todas las Biblias sagradas [...], aunque en las traductiones y versiones no aya error alguno, y el intérprete o intérpretes sean catholicos, y por quitar toda dudda y escrúpulos se declara ser partes de la Biblia prohibidas en lengua vulgar qualquiera libro de ella entero aunque sea pequeño».

5. Es decir, en el desierto; resulta curioso que en el uso ahora habitual se considere solo desierto lo anydron, los lugares áridos, cuando desierto quiere decir realmente “solitudo”, incluyendo los ambientes selváticos o los polares.

6. «Consumidos por el hambre y la miseria, roían matojos de la garriga, una tierra arruinada desde hacía tiempo.»

7. «Cosechaban el hinojo de entre las zarzas y se nutrían de las raíces de la retama.»

8. En nota a pie de página se dice: «En algunas tradiciones judías, esta planta simboliza la escasez de comida en tiempo de hambre.»

9. El autor tiene otras traducciones y versiones de la Biblia.

10. Afortunadamente, claro: las discrepancias facilitan el avance de las ciencias al proponer retos que la uniformidad no estimula.

11. Transliterar significa representar los signos de un sistema de escritura con los de otro. En las lenguas semíticas (como el hebreo) la falta de vocales nos dificultaría la pronunciación si solo transliterásemos a caracteres latinos. Pero con la transcripción, al inserir las vocales que hay se puede reproducir el sonido de la palabra hablada (o dictada, para los creyentes).

12. En el alfabeto hebreo no había vocales; sin embargo, algunas letras (w, h) sugerían una vocal larga o a final de palabra.

13. Uno de los discípulos de Linneo, Peter Forsskål, que estudió etnobotánicamente el desierto arábigo (c. 1760) dice: «quam Arabum nemo gustare cupit, propter amaritiem» (“los árabes no la quieren comer, a causa de la amargura”). En castellano existe la comparación «amargo como la retama», que también figura en la Égloga III de Garcilaso: «amargo al gusto más que la retama». También en valenciano hemos encontrado la comparación «més roín que la retama».

14. También se ha comido en las Canarias, en la isla de Malta, y en nuestro país: hambrientos niños de las faldas del Benacantil, la montaña que vigila Alicante, comían lo que llamaban «cagallons de flare» hasta la década de los sesenta.

 

REFERENCIAS

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Conques, J., 1976. Llibre de Job. Curial. Barcelona.

Gómez Aranda, M., 2007. «La influencia de Saadiá Gaón en el Comentario de Abraham ibn Ezrá al libro de Job». Sefarad, 67(1): 51-69.

Haag, H.; Van den Born, A. y S. de Ausejo, 1987. Diccionario de la Biblia. Herder. Barcelona.

Hartley, J. E., 1988. The Book of Job. The New International Commentary on the Old Testament. Eerdmans. Michigan.

Moldenke, H. N. y A. L. Moldenke, 1986. Plants of the Bible. Dover. Nueva York.

Morla Asensio, V., 1998. Libros sapienciales y otros escritos. Verbo Divino. Lizarra.

Ohler, A., 2009. Atlas de la Biblia. Akal. Madrid.

Schökel, L. A. y J. L. Sicre, 2002. Job. Comentario teológico y literario. Cristiandad. Madrid.

Spottorno, M. V. y N. Fernández, 2013. La Biblia griega – Septuaginta III: libros poéticos y sapienciales. Sígueme. Salamanca.

Trebolle, J. y S. Pottecher, 2011. Job. Trotta. Madrid.

Yamaga, T., 1984. «Can the Roots of the Broom Be Eaten? A Proposal for the Interpretation of Job 30: 2-8». Annual of the Japanese Biblical Institute, 10: 20-32.

© Mètode 2014 - 83. Los números de la ciencia - Otoño 2014
Catedrático de secundaria de Ciencias de la Naturaleza. IES Badia del Baver (Alicante).
Profesor titular de Ecología del Departamento de Ciencias de Mar y Biología Aplicada y coordinador del Aula de la Ciencia de la Universidad de Alicante.
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