El colapso del Mar Menor

Historia de una joya ecológica maltratada

mar menor 1

Valores ambientales de un ecosistema singular

El Mar Menor era, hasta hace pocos años, una laguna costera de aguas cristalinas, poco profunda, hipersalina y oligotrófica, o lo que es lo mismo, pobre en nutrientes. Todas estas particularidades la convertían en un ecosistema singular y en la maravillosa laguna que está en el recuerdo de la memoria social (Figura 1). Estas singularidades aportaban a la ciudadanía numerosos servicios ecosistémicos, como el gran potencial turístico, las pesquerías tradicionales y beneficios no materiales como la calidad de vida y valores estéticos o culturales.

«Las particularidades del Mar Menor lo convertían en un ecosistema singular y en la maravillosa laguna que está en el recuerdo de la memoria social»

Este ecosistema de gran valor ecológico ha sido reconocido con la declaración de numerosas figuras de protección regionales, estatales, europeas e internaciona­les, como el Parque Regional de Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar y el Paisaje Protegido de Espacios Abiertos e Islas del Mar Menor. La laguna es parte de la Lista Ramsar (o Lista de Humedales de Importancia Internacional), Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo –Convenio de Barcelona–, Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia Comunitaria, perteneciente a la Red Natura 2000.

Situación actual

La degradación del Mar Menor no comenzó con la dramática imagen de toneladas de peces muriendo en sus orillas el pasado mes de octubre de 2019. Tenemos que remontarnos a principios de la segunda mitad del siglo pasado, cuando la laguna y toda su zona de influencia fueron testigos de la activación de un gran dinamismo socioeconómico, donde convergían actividades como la agricultura, la ganadería, el turismo, la pesca y antiguas explotaciones mineras. Estas actividades han generado presiones desde hace décadas, lo que ha provocado una lenta, aunque continua, degradación. Pese a ello, algunos sectores científicos han considerado el estado ambiental de la laguna como relativamente bueno hasta hace pocos años, menospreciando las señales evidentes y dando cobertura a la inacción de las administraciones responsables.

«La degradación del Mar Menor no comenzó con la dramática imagen de toneladas de peces muriendo en sus orillas el mes de octubre de 2019»

Para entender lo ocurrido es necesario definir un proceso tristemente popular en la región de Murcia: la eutrofización. A partir de un excesivo enriquecimiento de nutrientes (nitrógeno y fósforo) en un medio acuático, se produce un crecimiento acelerado de la producción primaria y la biomasa algal y, como consecuencia, la degradación de la calidad del agua.

eutrofización esquema

Figura 2. Modelo conceptual que muestra los efectos generados por la eutrofización moderada y eutrofización severa en lagunas costeras poco profundas, basado en McGlathery et al. (2007). Con los aportes de nutrientes procedentes principalmente de la actividad agrícola y aguas residuales, el paisaje bentónico, dominado inicialmente por praderas de la fanerógama Cymodocea nodosa, es sustituido por un denso césped de la macroalga Caulerpa prolifera. Fuente: Modificada a partir de McGlathery et al. (2007)

Hasta hace no muchos años, parámetros clave como la concentración de nutrientes disueltos o niveles de clorofila (indicador de la concentración de algas fitoplanctónicas) mostraban en la laguna valores bajos, lo que se interpretaba como una relativa oligotrofia (baja concentración de nutrientes) de sus aguas (Pérez-Ruzafa et al., 2005). Pero la realidad es que esto no indicaba la ausencia de eutrofización. Lo ocurrido en la laguna coincide con el modelo propuesto para bahías o lagunas someras por McGlathery, Sundbäck y Anderson (2007). En una situación previa a la entrada de nutrientes, todo el fondo de la laguna recibe luz suficiente para permitir el crecimiento de las plantas que forman la comunidad bentónica. Con los aportes de nutrientes procedentes principalmente de la actividad agrícola y aguas residuales, el paisaje bentónico, dominado inicialmente por praderas de la fanerógama Cymodocea nodosa, es sustituido por un denso césped de la macroalga Caulerpa prolifera, que comparte en algunas zonas espacio con la fanerógama (Figura 2).

En los años previos al colapso, el alga Caulerpa prolifera alcanzó valores de más del 90 % de cobertura del fondo lagunar. Era evidente que el exceso de nutrientes estaba siendo almacenado en el fondo por la comunidad bentónica. Esto explicaba que, a pesar de la entrada masiva de nutrientes procedentes de la cuenca, se observasen bajas concentraciones de nutrientes y fitoplancton en la columna de agua durante años y por tanto cierta transparencia. La entrada de nutrientes es la causa del importante crecimiento de C. prolifera, pero también la responsable de la proliferación de medusas que se convirtió en un grave problema para el turismo desde mediados de la década de los años noventa.

figura 3 mar sopa verde

Figura 3. Floración algal nociva (FAN) o «sopa verde» en la laguna del Mar Menor durante la primavera de 2016. El exceso de nutrientes en la columna de agua indujo a un crecimiento explosivo de algas unicelulares, que impedía el paso de luz a las zonas de más de tres metros de profundidad. Esto provocó la muerte de vegetación a partir de este límite. / Javier Murcia

A partir de la segunda mitad del año 2015, las aguas del Mar Menor experimentaron un cambio drástico debido a una proliferación masiva de fitoplancton: ocurrió un evento de floración algal nociva (FAN) (Aguilar, Giménez Casalduero, Ramos y Mas, 2016). En este punto la laguna alcanzó un estadio de eutrofización grave y posteriormente un «colapso ambiental». Esta fase del proceso se activó con el exceso de nutrientes en la columna de agua, lo que indujo a un crecimiento explosivo de algas unicelulares. Esta situación fue bautizada popularmente con el nombre de sopa verde en la primavera del 2016 (Figura 3). La alta concentración celular impedía el paso de luz a las zonas con profundidades de más de tres metros, lo que provocó la muerte de la vegetación a partir de este límite. Los trabajos realizados por el Instituto Español de Oceanografía presentados en otoño de 2016 mostraban una pérdida del 85 % de la extensión inicial de praderas marinas del Mar Menor. Las praderas supervivientes se concentraban en las zonas más someras e iluminadas, a profundidades menores de tres metros.

La materia orgánica muerta procedente de la antigua pradera y de la deposición de las células planctónicas se acumuló en el fondo y comenzó un proceso de descomposición por acción de las comunidades bacterianas, y a consecuencia de su actividad se produjo el consumo de oxígeno disuelto en el agua y sedimento. La ausencia de oxígeno provocó la muerte masiva de los organismos bentónicos (moluscos, poliquetos, etc.). Especies como la nacra (Pinna nobilis) vieron reducida drásticamente su población y desaparecieron en las zonas profundas; aquellas con poca movilidad, como el caballito de mar (Hippocampus guttulatus), disminuyeron sus poblaciones, y los supervivientes fueron relegados a zonas superficiales concretas del litoral de la laguna durante los meses de verano del 2016.

figura 4 mar menor Hydroides elegans

Figura 4. Crecimiento masivo de Hydroides elegans como respuesta a la gran disponibilidad de materia orgánica en suspensión en 2017. Estos gusanos con tubos calcáreos fijan el carbonato cálcico y generan microarrecifes que incrementan la heterogeneidad del sedimento. / Javier Murcia

En la segunda mitad de 2017 se observó una cierta recuperación de la superficie ocupada por el alga C. prolifera, a la vez que otras especies aprovechaban la nueva situación. Se detectó un crecimiento extraordinario de poliquetos serpúlidos filtradores del género Hydroides sp., como respuesta a la gran disponibilidad de materia orgánica en suspensión. Estos gusanos con tubos calcáreos fijan el carbonato cálcico y generan microarrecifes que incrementan la heterogeneidad del sedimento (Figura 4).

Pero el proceso de recolonización que parecía haber comenzado volvió a truncarse durante el verano de 2019, cuando de nuevo se activó una crisis de eutrofización similar a la de 2016. Con un nuevo evento de «sopa verde» en ciernes y la columna de agua cargada de materia orgánica en descomposición, la laguna sufrió una entrada masiva de agua cargada de nutrientes procedente de la gran avenida asociada a la DANA de intensidad extraordinaria ocurrida en octubre de 2019.

figura 5 fondo afectado

Figura 5. Fondo de la laguna afectado por la masa de agua profunda debido al proceso de eutrofización del verano de 2019. En la imagen se observan restos de caballito de mar y la capa bacteriana típica de zonas con eutrofización severa. Según todos los indicios, el metabolismo de estas bacterias generó compuestos tóxicos, que son los que provocaron la muerte de millones de ejemplares de especies móviles en octubre de 2019. / Javier Murcia

La masa de agua de baja salinidad que provenía de la avenida alcanzó la laguna «patinando» sobre la masa de agua típicamente lagunar de alta salinidad. Se formaron dos capas diferenciales: por un lado, la superficial de baja densidad, cargada de nutrientes procedentes de los arrastres del Campo de Cartagena y, por otro, una capa profunda más densa, donde el proceso de eutrofización del verano había llevado previamente al consumo de oxígeno y al predominio de bacterias anaeróbicas. Según todos los indicios, el metabolismo de estas bacterias generó compuestos tóxicos (sulfuros y metanos). Esta masa de agua profunda volvió a arrasar con toda la vida existente por debajo de los tres metros de profundidad (Figura 5). Y es la masa de agua que, debido al efecto de los vientos de levante, afloró en la zona norte de la laguna el 12 de octubre de 2019, lo que provocó la huida hacia la orilla de millones de ejemplares de especies móviles (peces, cangrejos, langostinos y diversos invertebrados), donde murieron de forma masiva acorralados y afectados por la masa de agua anóxica y tóxica.

Usos y abusos del Mar Menor y su entorno

Los residuos producidos por antiguas explotaciones mineras a cielo abierto abandonadas provocan alteraciones en la laguna entre las que destacan las generadas por el lixiviado de residuos cargados de metales pesados, que llegan al Mar Menor a través de los sistemas de drenaje (Álvarez-Rogel, Ramos-Aparicio, Delgado-Iniesta y Arnaldos-Lozano, 2004) y terminan afectándolo por procesos como la bioacumulación a todos los niveles tróficos (Marín-Guirao, Cesar, Marín y Vita, 2005; Serrano et al., 2019).

El desarrollo turístico de la zona despegó a partir de los años sesenta, con un crecimiento del 199 % entre 1956 y 1981 de la ocupación urbana del entorno de la laguna (banda de 150 metros desde la línea de costa), incluida la totalidad de La Manga. En los últimos años, el Mar Menor ha sufrido un nuevo boom urbanístico que ha ampliado de forma exponencial la zona ocupada. Entre otros impactos, la expansión urbano-turística aumentó los vertidos urbanos, especialmente en verano, cuando el incremento de la población estival suele desbordar la capacidad de las depuradoras. En los últimos años los vertidos urbanos se han reducido mucho debido a una mejor gestión de las aguas residuales. Por otra parte, el número de puertos por kilómetro de costa en la laguna es casi cinco veces superior al de las islas Baleares y el de puntos de amarre por kilómetro de costa solamente es superado por la costa de Barcelona y es siete veces superior al de la costa de Granada. Estos datos muestran la excesiva carga y la necesidad de un plan urgente de ordenación de infraestructuras portuarias.

«Las actividades agrarias son las principales responsables del proceso de eutrofización de la laguna y del actual colapso del Mar Menor»

Sin embargo, son las actividades agrarias las principales responsables del proceso de eutrofización de la laguna y del actual colapso del Mar Menor. La llegada de las aguas del trasvase Tajo-Segura supuso una importante transformación. Solo entre 1988 y 2009, el regadío de la cuenca pasó de unas 25.150 a unas 60.700 hectáreas, un incremento del 141 % (Carreño, 2015). Ello ha supuesto el aumento de los drenajes agrarios y por tanto de los flujos hídricos que alcanzan los humedales periféricos de la laguna, lo que ha alterado sus equilibrios hídrico-salinos (Esteve Selma et al., 2016). Estas alteraciones han provocado cambios en las comunidades vegetales, con pérdida de su valor ambiental desde el punto de vista de la Directiva Hábitats (Carreño, Esteve, Martinez, Palazón y Pardo, 2008); en la comunidad de aves esteparias (Robledano, Esteve, Farinós, Carreño y Martínez, 2010), así como en las aves acuáticas y otras comunidades. Todo esto conlleva una importante pérdida de valor ambiental y ecológico de la laguna.

Los nutrientes procedentes de las actividades agrarias alcanzan la laguna del Mar Menor a través de distintos flujos hídricos superficiales y subterráneos, con valores que superan los 100 mg/l de nitrato y en algunos casos los 200 mg/l. La contaminación agraria ha alcanzado también las aguas subterráneas, que presentan en el acuífero Cuaternario valores medios por encima de los 100 mg/l de nitrato y frecuentes picos que superan los 250 mg/l. Por otra parte, a raíz de la intensa sequía de 1995 se inició la puesta en marcha de plantas desalobradoras de aguas subterráneas, lo que dio lugar a vertidos de salmueras con altas concentraciones de nutrientes (dada la elevada contaminación por nitratos de los acuíferos), y favoreció aún más el proceso de eutrofización. Estimaciones a partir de un modelo dinámico (Esteve Selma et al., 2016; Martínez-Fernández, Fitz, Esteve Selma, Guaita, y Martínez-López, 2013), apuntan a que la actividad agraria del Campo de Cartagena sería responsable del 85 % de la entrada total de nutrientes a la laguna, y solo el 15 % restante sería de origen urbano. Estos resultados concuerdan con otros muchos estudios sobre cuencas agrarias en todo el mundo.

Por otra parte, el aumento del regadío en la cuenca del Mar Menor ha supuesto también un incremento de la entrada de sedimentos durante las precipitaciones intensas, lo que da lugar a una mayor turbidez y menor disponibilidad de luz para la vegetación del fondo, además de afectar a los organismos filtradores y a la ictiofauna.

Finalmente se ha detectado la entrada de unos setenta contaminantes orgánicos a través de la rambla del Albujón (Moreno-González, Campillo, García y León, 2013), unos 18 kg anuales de pesticidas procedentes de la agricultura y 11 kg anuales de fármacos procedentes de vertidos urbanos (León, Moreno-González y Campillo, 2016). Los herbicidas y pesticidas inhiben el crecimiento de los fanerógamos lagunares como Cymodocea nodosa y Ruppia sp. (Marín-Guirao et al., 2005).

Algunas falsas creencias acerca de la problemática del Mar Menor y sus posibles soluciones

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Figura 6. Concha de nacra (Pinna nobilis) cubierta por tubos de poliqueto Hydroides dianthus, colonizada por un Gobius paganellus. La situación del Mar Menor ha producido una pérdida drástica de múltiples especies como la nacra, declarada en peligro crítico de extinción. / Javier Murcia

Una de las falsas ideas más extendidas es la que considera la transparencia del agua como un buen indicador del estado ecológico de la laguna. Sin embargo, el estado ambiental del Mar Menor depende de muchos factores, incluyendo las especies y comunidades que lo habitan. La transparencia del agua puede aumentar o disminuir por razones coyunturales sin que ello implique que exista un proceso sostenido de mejora ecológica. Para una mejora real es esencial recuperar la vegetación de los fondos, cuyo papel es fundamental en el control de los nutrientes y en el mantenimiento de la fauna. En distintos momentos se han escuchado voces que afirman que «el Mar Menor está mejor que nunca», coincidiendo con momentos de mayor transparencia, pese a que los fondos lagunares continuaban con impactos severos en la vegetación bentónica y pérdidas drásticas en la abundancia de múltiples especies, incluyendo algunas especies emblemáticas como la nacra (Pinna nobilis) (Figura 6).

«Es esencial recuperar la vegetación de los fondos, cuyo papel es fundamental en el control de los nutrientes y en el mantenimiento de la fauna»

Otra idea que suele repetirse con cierta frecuencia es la que apunta a que el Mar Menor se encuentra en una situación estable. Muy al contrario, la crisis eutrófica de 2016 ha puesto de manifiesto que la magnitud de los flujos de nutrientes que entran a la laguna ha superado sus mecanismos de regulación y esta ha perdido capacidad de resiliencia. Desde 2016, la laguna se encuentra en una situación de gran vulnerabilidad, de forma que cualquier factor externo (como precipitaciones intensas, cambios en la dinámica de los vientos, etc.), que hace pocas décadas apenas tenía consecuencias en la laguna, ahora es capaz de desencadenar una nueva crisis, como ocurrió en octubre de 2019.

Se ha extendido también la idea de que el acuífero Cuaternario constituye la principal vía de entrada de agua y nutrientes al Mar Menor, por lo que muchos proponen reducir los niveles piezométricos del Cuaternario a través de distintas infraestructuras hidráulicas para disminuir el flujo subterráneo hacia la laguna. Sin embargo, no existen evidencias contrastadas de que la principal vía de contaminación del Mar Menor sea este acuífero. De acuerdo con la Declaración de impacto ambiental del proyecto Vertido Cero, la entrada superficial se estima entre 35 y 40 hm³, cuatro veces superior a la entrada subterránea, que según Tragsatec (2019) se situaría entre 5 y 13 hm³. Hay que tener en cuenta además que las aguas subterráneas no contienen fósforo y que parte de los nitratos contenidos en los flujos subterráneos, en función de las características de las áreas de afloramiento, podrían sufrir procesos de desnitrificación antes de alcanzar la laguna, de forma que la proporción de los nutrientes que entran por vía subterránea sería aún menor.

figura 7 mar menor praderia

Figura 7. Dos ejemplares de Pinna nobilis en una pradera de Caulerpa prolifera y colonia del briozoo Amathia verticillata entre los bivalvos, en la laguna del Mar Menor. Una de las soluciones que se proponen para la laguna es el dragado de sus aguas, pero esto provocaría importantes impactos ambientales sobre hábitats y especies protegidas. / Javier Murcia

Por otra parte, de forma recurrente surgen voces que proponen abrir las golas que comunican la laguna del Mar Menor con el Mediterráneo para permitir la salida de parte de los nutrientes. Esta medida no es eficaz, ya que un mayor flujo por las golas se vería compensado por una reducción del flujo a través del canal artificial del Estacio, de forma que la renovación general del agua se modificaría en no más de un 10 %. En caso de producirse la renovación, la entrada de agua procedente del Mediterráneo, junto con la permanente entrada de nutrientes, provocaría el crecimiento en fase exponencial de forma continua del fitoplancton, lo cual mantendría la situación de «sopa verde» de forma permanente. Además de resultar ineficaz, el dragado ocasionaría importantes impactos ambientales sobre hábitats y especies protegidas y en algunos casos en peligro crítico de extinción, como es el caso de la nacra (Pinna nobilis) (Figura 7). Por otra parte, si se pretende aumentar de forma extrema el intercambio de agua a través de nuevos grandes canales artificiales, ello supondría la desaparición definitiva del ecosistema lagunar y de sus características más singulares y ocasionaría daños irreversibles e irrecuperables a sus valores ecológicos y naturalísticos.

Propuestas para la recuperación ecológica del Mar Menor

Las actuaciones para la restauración ecológica de la laguna del Mar Menor deberían responder al objetivo prioritario de conservar y recuperar su diversidad biológica y ecológica. Para ello es necesario aplicar una gestión integrada de zonas costeras en la que los programas de restauración respondan a un diagnóstico detallado y se formulen de forma participada y consensuada por equipos multidisciplinares y por los colectivos interesados. Las iniciativas de restauración deben contar con un estudio piloto para comprobar la eficacia de la actuación a pequeña escala y su viabilidad ecológica, técnica, económica y social. Además, siempre debe ser valorada como primera opción la restauración pasiva, priorizando las «soluciones basadas en la naturaleza» y potenciando el desarrollo de «infraestructura verdeazul». Por otra parte se necesitan estudios coste-beneficio para priorizar las acciones más eficientes, programas de seguimiento a largo plazo y el intercambio de conocimiento entre los diferentes sectores implicados en la restauración del Mar Menor. Es además importante que cualquier acción, plan o proyecto se someta a una detallada evaluación de sus repercusiones ambientales.

«Las actuaciones para la restauración ecológica de la laguna del Mar Menor deberían responder al objetivo prioritario de conservar y recuperar su diversidad biológica y ecológica»

La recuperación del Mar Menor requiere cinco líneas de acción: reducir en origen de la contaminación a escala de explotación agraria; aplicar soluciones basadas en la naturaleza en el conjunto de la cuenca; crear una banda perimetral de protección del Mar Menor; llevar a cabo la adaptación ambiental de los puertos deportivos y la navegación y, finalmente, evaluar la sucesión ambiental de la laguna frente a cada actuación. A continuación se detallan algo más estas líneas de acción.

La reducción en origen de la contaminación a escala de explotación agraria incluye la eliminación de los perímetros irregulares de riego, la reducción de la lixiviación de fertilizantes y la aplicación del principio «quien contamina paga» a todas las actividades de la cuenca, incluidas las agrarias. Las soluciones basadas en la naturaleza en el conjunto de la cuenca incluyen la creación de franjas de vegetación natural y la recuperación y revegetación de la red de drenaje natural. Estas medidas actuarían como trampas de retención de nutrientes y reducirían su entrada a la laguna. Las soluciones basadas en la naturaleza, además de retener nutrientes, aportan beneficios adicionales, como retener el suelo y reducir las escorrentías (lo que disminuye los daños por inundaciones), mejorar la calidad del paisaje y contribuir al mantenimiento de la biodiversidad. La tercera línea de acción consiste en la creación de una banda perimetral de protección del Mar Menor para retener los nutrientes y sedimentos procedentes del Campo de Cartagena. Esta banda perimetral debería destinarse prioritariamente a recuperar y ampliar las superficies de humedal natural, una medida más coste-efectiva para retener nutrientes que otro tipo de medidas como la captación de drenajes con obras hidráulicas (Martínez Paz, Martínez Fernández y Esteve Selma, 2007). Como las lluvias torrenciales de septiembre de 2019 demostraron una vez más, las avenidas constituyen una de las entradas de nutrientes a la laguna más importantes y justamente dicha entrada no puede ser gestionada con obras de ingeniería civil, sino que son los humedales naturales el único mecanismo capaz de retener tales nutrientes.

«La recuperación ecológica del Mar Menor será larga, compleja y requerirá de una estrategia integral»

Otra actuación necesaria es la adaptación ambiental de los puertos deportivos y las actividades de navegación. Los puertos del Mar Menor deberían aplicar un plan de adaptación ambiental que garantice su permeabilidad a los flujos hídricos y que evite los graves problemas de enfangamiento que actualmente provocan. También se debería prohibir la navegación a motor de combustión con fines recreativos y deportivos dentro de la laguna. Ello reduciría la contaminación acústica, la emisión de vertidos y residuos y las molestias a la fauna, además de permitir un uso ecoturístico de calidad en el Mar Menor, como elemento diferenciador y atractor de actividades económicas sostenibles. La quinta línea de acción es evaluar la sucesión ambiental de la laguna frente a cada actuación y proponer acciones de restauración ecológica asentadas en soluciones basadas en la naturaleza y en la gestión adaptativa. La sucesión ecosistémica de las comunidades lagunares debe ser la hoja de ruta para favorecer el proceso de recuperación del buen estado ambiental y las actuaciones deben estar basadas en potenciar la funcionalidad de las propias especies lagunares.

La recuperación ecológica del Mar Menor será larga, compleja y requerirá de una estrategia integral, que incorpore cambios sustanciales en los modelos productivos y de gestión del territorio, no dirigidos a paliar los síntomas, sino destinados a eliminar las causas de fondo: la insostenibilidad de las actividades económicas que inciden en el Mar Menor.

Referencias

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© Mètode 2020 - 106. Bueno para comer - Volumen 3 (2020)
Doctora en Biología y directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (Zaragoza).

Catedrática del Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante.

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