© Valentín Rodríguez |
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Ahora el señor me ha dicho: quiero una liebre grande, Narcís Comadira, Falconeria, 1984 Si caminamos por cualquier sendero de los collados y montañas valencianos que rodean los llanos del entorno del Mediterráneo, pocos serán los lugares donde no descubriremos el olor fragante y fresco de una planta conocida por excelencia como la mata, en unos lugares, y, en otros, como llentiscle (lentisco, Pistacia lentiscus).2 La forma de denominación usada depende de las comarcas. Las hojas del lentisco desprenden siempre un perfume intenso. Los territorios donde crece una maquia de lentiscos se caracterizan por una intensa emanación odorífera. La primavera es la época de las hierbas tiernas y frescas, y, generalmente, es el período en que notamos menos sus olores. Pero si el calor y las lluvias son escasas, entonces las matas empiezan a sufrir la aridez y la sequedad del terreno, y el olor, principalmente del lentisco, se hace presente. Después, con la llegada del verano, la fuerza del sol va secando muchas hierbas, y al secarse completamente, en aquel momento encontraréis el verde lustroso de las hojas del lentisco, que continúa manteniendo su verde follaje y el orgullo de no parecer sufrir la sequía. Entonces el perfume de la mata sigue creciendo, desprendiendo un aroma que se propala, fresco, muy diferente al olor agostado y caliente de las hierbas medio secas que llenan los ribazos y los campos sin labrar. Los que estimamos la naturaleza consideramos el paisaje como un libro; y los árboles, los campos de cultivo, las casas y los muros de piedra seca, las ilustraciones civilizadas de este libro. Si nos atenemos a la definición de Josep Pla de la palabra civilización, que es, según él, «el trabajo humano acumulado», encontramos que el paisaje es la superposición de esfuerzos de generaciones y generaciones de agricultores, ganaderos y leñadores que han ido humanizándolo. En este trabajo también descubrimos que el hombre ha humanizado algunas plantas. A lo largo de los siglos, el hombre ha transformado el estado primitivo de las comunidades vegetales; los efectos de esta alteración pueden ser débiles y poco perceptibles, o profundos; es este el caso de muchas plantas cuya forma natural sería de arbusto y las vemos transformadas en árboles, como pasa con los algarrobos. En otros casos, como este del lentisco, debería ser un árbol, pero la presión humana, la explotación de la leña para elaborar carbón, lo ha reducido a la condición actual de matorral. Y como dice el diccionario: «planta leñosa, baja, de tronco corto que tiene las ramas cerca del suelo». Ahora bien, dejad la mata crecer y con el paso del tiempo descubriréis que se ha transformado en un árbol de porte considerable. |
«Arbusto que generalmente no pasa de los 3 metros de altura, puede llegar, si es respetado, a árbol de más de 10 metros» |
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© Valentín Rodríguez El lentisco tendría que ser un árbol, pero la presión humana, la explotación de la leña para hacer carbón, lo ha reducido a la condición actual de matorral. Ahora bien, dejad la mata crecer y con el paso del tiempo descubriréis que se ha transformado en un árbol de porte considerable. |
«El lentisco desprende, especialmente en verano, un fuerte olor de resina: se dice que es un aroma fresco» |
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Arbusto que generalmente no pasa de los 3 metros de altura, puede llegar, si es respetado, a árbol de más de 10 metros. Pertenece a la familia de las anacardiáceas, especies que aportan las típicas resinas como la almáciga del lentisco, el incienso, la mirra o la laca. Las hojas son compuestas, con un número par de folíolos, de tres a seis pares. Todo él desprende, especialmente en verano, un fuerte olor de resina: se dice que es un aroma fresco. El fruto, de la forma y el tamaño de un guisante, es primero verde, después rojo y en la madurez, negro. Es una especie dioica porque produce flores macho y hembra sobre árboles diferentes. Por eso en algunos sitios dan nombres distintos a los dos pies: el femenino es la mata, el masculino, el matot, como dicen en El Baix Ebre. Encontraremos su floración en las últimas semanas de marzo y primeras de abril, con flores carentes de corola, pequeñas y agrupadas formando racimos espesos. Los frutos se dejan ver mucho en octubre y noviembre, y su peso llega a cimbrear las ramas de la planta. Antiguamente, de los frutos se extraía un aceite para hacer luz, costumbre que estuvo muy arraigada entre los campesinos de las Baleares. El rector de Sorbes (Almería) ya contaba, en 1765, que de la «lentisquina, fruto que producen los lentiscos, sacaron más de mil arrobas de este, bien claro y de buen gusto, y para luces en especial». El botánico valenciano Simón de Rojas Clemente nos da la noticia de que en la Sierra de Cabrera (Almería), en 1805, como fue un año de mala cosecha de aceite, comprobó cómo aprovechaban los frutos del lentisco para producir aceite,«con el mismo fin que en Sorbes y en el Cabo de Gata usaban el aceite en las comidas». Los frutos también atraen algunos pájaros y, concretamente, cuentan que los tordos son unos buenos consumidores. La savia, denominada almáciga, se recoge practicando incisiones en el tronco y las ramas más gruesas. Es una especie de chicle utilizado para aromatizar los alimentos, fabricar cementos dentarios y barnices. También forma parte de una bebida muy popular en Grecia. En la isla de Quíos, en el mar Egeo (Grecia), se obtiene la mayor parte de la sustancia mencionada, resultante de una variedad de lentisco local conocida como Pistacia Lentiscus Chia. Se extiende por los bosques claros del suelo bajo, desde el litoral hasta el encinal de montaña, decreciendo a medida que aumenta la altitud. Desde el macizo del Garraf, en Cataluña, hasta los límites meridionales del País Valenciano y las Islas Baleares, en las partes más calientes de la tierra baja en todo nuestro territorio. El lentisco y el palmito son compañeros inseparables, junto al acebuche. Se reproduce de semilla y de esqueje. Ha sido para los leñadores y carboneros un elemento básico de sus cargas, la fornilla o bolitx, que decían en las montañas de Portaceli, haces que se recogían principalmente de la maquia de coscoja y lentisco (Querco-Lentiscetum) y de un amplio matorral formado por enebro, romero, y diferentes tipos de jara. Con esta leña se abastecían los hornos de cal de Godella y Rocafort, los tejares de Moncada y Alfara o los cerámicos de Manises. También las raíces o cepejones y troncos gruesos del lentisco eran un componente importante de las carboneras; y se aprovechaba mucho su carbón como carbonilla, el elemento más importante para dar vida a los braseros de mesa camilla. La carbonilla del lentisco tiene la virtud de mantenerse encendida hasta que se consume completamente. |
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ORNAMENTAL y MONUMENTAL lentisco Se cultiva como arbusto o árbol en jardinería. En algunos lugares del País Valenciano podemos encontrar algunos ejemplares de lentiscos cargados de años y con troncos muy gruesos. Justa fama tienen los dos ejemplares de lentiscos arbóreos que guardan la fuente de La Mata, en la partida de Els Serralls, en el término de Gata (Marina Alta). Otros ejemplares que encontramos son el lentisco de la Masadica, de Fuentes de Ayódar (Alto Mijares), de más de 4 metros de altura y un diámetro de copa de 10 metros, que presenta un tupido follaje; el de la masía del Sant de Las Useras (Alcalatén); el del colegio del Sagrado Corazón de Godella (Horta); el de Villatorcas (Alto Palancia); el de Les Puntes de Gosálvez del Campello y el de la finca Maxara en San Juan (Alacantí), todos ellos de más de doscientos años. En las tierras de Cataluña, podemos encontrar también unos magníficos ejemplares de lentisco arbóreo, concretamente en lugares próximos a las masías y a los corrales ganaderos del parque natural del Garraf. Un territorio donde el lentisco es conocido como la mata por excelencia, lugares como Can Coll, d’en Capdet, Corral d’en Roig, Can Ramon en el camino de Montgròs, Can Sadurní o la masía de La Mata, lugares del término de San Pedro de Ribes (Garraf). Los ejemplares del término de Olivella están situados en Can Campos, en el camino de Jafra, Can Miret, todos ellos de tupido ramaje y el otro en Can Coll de Corbera (Baix Llobregat), árbol al que se le suponen entre 300 y 400 años. Quien escribe ha escuchado muchas veces a los segadores de la palma de Olocau (Camp de Túria) describir su admiración por aquellos árboles que descubrían en sus idas a El Garraf y a El Baix Llobregat. Árboles de gran ramaje, donde la sombra fresca era un gozo para el descanso de aquellos olocauinos, en las largas estancias de la emigración temporera para segar y recoger la palma de los palmitos. Otro lugar donde descubrir algunos de estos árboles es La Ribera de l’Ebre, donde encontramos la mata de Darmós, en el término de Tivisa, que tiene su propio dicho popular en aquella comarca: Quien va a Darmós |
«Encontraremos su floración en las últimas semanas de marzo y primeras de abril, con flores carentes de corola, pequeñas y agrupadas formando racimos espesos. Los frutos se dejan ver mucho en octubre y noviembre» |
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USOS y COSTUMbreS En las tierras del secano de los collados que rodean las llanuras de L’Horta de València y en algunos de los valles interiores donde crecen el algarrobo y el olivo, la mata tenía en el tiempo de la cosecha de las algarrobas o en los días de la vendimia una divertida función, a la hora de convocarnos al mediodía para comer. «¡La hora del vermú!, ¡Vamos a tomar un vermú!», decían los mayores mientras bebían el agua fresca del botijo, traída de un aljibe que la mayor parte de las veces tenía el gusto refrescante del lentisco. Uno de los usos más celebrados de esta planta es la propiedad que tiene de abrir el apetito. Tanto, que cuando había algún niño poco comedor o un adulto convaleciente, los de la casa antes de comer solían reunirse, llenar los vasos de agua fresca y poner unas hojas de lentisco en remojo durante unas horas; y convidaban a todos a beber aquella agua mientras decían: «¡el vermú!» Y eso, según las viejas, ayudaba a abrir el apetito. El otro recuerdo de la planta es su característico olor, que muchos asociamos a la fiesta. Era costumbre en las fiestas mayores –en Olocau, en octubre– levantar en la puerta de la iglesia unos arcos y guirnaldas de lentisco y mirto. Y así es como el mirto y el lentisco continúan utilizándose para hacer las enramadas del día de Corpus, y entonces los pueblos y ciudades se llenan de tan fragante olor. Para los griegos, las guirnaldas de lentisco eran un símbolo de la pureza virginal y se adornaban con ellas las doncellas; probablemente es esta tradición la que llevó a que en algunas localidades de Cataluña fuera costumbre del día de la Purísima adornar el altar con guirnaldas de esta planta. Ahora todavía continúa siendo un elemento importante, especialmente para las floristerías de nuestras ciudades, que utilizan las hojas como complemento de los ramos de rosas y claveles y para elaborar las coronas de los difuntos. |
© Valentín Rodríguez «Los frutos del lentisco se dejan ver muscho en octubre y noviembre»
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PROPIEdAdeS FARMACOLÓGIcaS Las propiedades de esta planta las podemos encontrar en numerosos textos, entre los que recordamos el Macer. Llibre de les herbes i les seues virtuts, tratado del siglo xv, traducción valenciana de un texto que parece originario de la Escuela de Chartres, lugar donde a partir del siglo xi se reactivó la comunicación en torno al aprovechamiento de las plantas en la medicina. La obra fue elaborada a instancias de los médicos valencianos, con la voluntad de tener una relación de los beneficios curativos de algunas plantas con respecto a las enfermedades de los humanos. En ella encontramos que, entre las virtudes del lentisco, está la de ser un antídoto contra el veneno de algunos animales: «Mas toda la hierba aprovecha mucho a las mordeduras venenosas, tal como las de perro, y serpiente y alacrán en tal manera si se pica bien y se bebe con vino. Pero una parte de la hierba es picada y puesta sobre la llaga.»4 Pero la otra gracia de este tratado con respecto al lentisco es la rectificación que le hacen al filósofo griego Aristóteles, el cual decía que se trataba de una hierba mala en los brebajes. El Macer le rebate muy convencido y dice: «Item dice un sabio filósofo que tiene por nombre Aristóteles que esta hierba es muy mala en brebaje y en calor y otra cosa dice, que la simiente es buena tan solo en lavatorios que para otra cosa no. Mas digan lo que quisieren aquellos muchos que lo alababan pero en esto no encuentro nadie que esté de acuerdo no esta razón de las dichas de Aristóteles.»5 Enjuagándose con el agua que se obtiene hirviendo hojas y frutos se rebajan las inflamaciones de boca y se calma el dolor de muelas. También se usan las hojas en infusión al 3% como balsámicas en los catarros, y como astringentes en las diarreas; también como tónicas del vientre. Es depurativa de la sangre y rebaja también la tensión arterial. Las hojas se han utilizado como conservantes: en casa decían que para mantener frescos los higos lo mejor era hacerles en el cesta un cama de hojas de lentisco. Los frutos se mastican para fortificar las encías, curar las heridas de la boca y blanquear los dientes. |
«Enjuagándose con el agua que se obtiene hirviendo hojas y frutos se rebajan las inflamaciones de boca y se calma el dolor de muelas» |
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EL lentisco EN LA LITERATURA No ha sido muy cantada la mata por los poetas. Sin embargo, eso sí, los pocos que la han mencionado todos ellos son de justa fama recordados. Entre los más tempranos, Jacint Verdaguer, en su gran poema épico L’Atlántida, en 1877. Vemos que Verdaguer suele mencionar las plantas que conoce y que las mezcla, aunque correspondan a medios naturales diferentes. Verdaguer las va introduciendo como si todas compartieran el mismo ecosistema. El lentisco, nos lo muestra en su papel de uso tradicional como guirnalda, en la que incluye los narcisos: Las Cícladas Jacint Verdaguer, L’Atlàntida, Cant vii, También hace presente la planta en un poema navideño, «Jesús Infante»,donde vemos a san José construyendo un pabellón de ramas de lentisco para protección de Jesús. Probablemente recordando que muchas veces las barracas de los carboneros se cubrían con esta planta. El poeta nos describe una de las características del hábitat del lentisco, brotando entre las peñas y grietas de los roquedales: De lentisco con las ramas siempre verdes Jacint Verdaguer, Jesús Infante, 1896 Más adelante Josep Carner publica, en 1925, un librito de versos conocido como El cor inquiet, y en una poesía, «Cançoneta incerta», al hablar de los varios caminos que las dudas de la vida suelen plantear, la mata es la escogida para guardar el camino de los enamorados: ¿Será atajo del osado, Josep Carner, Cançoneta incerta, 1925 En el momento actual es Narcís Comadira quien parece llevar la voz cantante en torno a esta planta y tiene fijadas sus cualidades olorosas en varias obras, entre las que señalamos «Falconeria» («Cetrería»), que encabeza este artículo, y «Quarantena», que presentamos a continuación: Por un momento veo una luz plácida Narcís Comadira, Quarantena, 1990 |
«Para los griegos, las guirnaldas de lentisco eran un símbolo de la pureza virginal y se adornaban con ellas las doncellas; probablemente es esta tradición la que llevó a que en algunas localidades de Cataluña fuera costumbre del día de la Purísima adornar el altar con guirnaldas de esta planta»
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No podíamos dejar en el olvido una canción del maestro y cantante Paco Muñoz dedicada en aquella montaña mágica que es el Montgó (Marina Alta). En este territorio, bien conocido del autor, la mata de lentisco está de nuevo repoblando los campos abandonados, donde podéis encontrar buenos ejemplares de la mata en forma de árbol, como en el llano del cabo de San Antonio, a los mismos pies del Montgó: La lengua de caballo Paco Muñoz, El vell Montgó Finalmente, cómo no recordar la leyenda de la presencia de esta humilde mata en la vida y la obra del mallorquín Ramon Llull (1233- 1316), una personalidad conocida como «el doctor iluminado», que quiso construir un sistema filosófico, universalista. Pues bien, después de una juventud agitada, hacia los treinta años tuvo lugar la conversión de Ramon, en 1261; y se retiró a una cueva existente en el monte de Randa (Mallorca), donde fundó el santuario de Santa María de Cura. Allí se dedicó a la meditación y recibió la iluminación que lo llevó a escribir la Ars magna, obra escrita entre 1305 y 1308 y que fue publicada con el título de Ars magna generalis ultima. En esta versióndefinitiva, expondrá un ambicioso sistema filosófico formalmente simbolizado que ya había explicado en varias obras anteriores, principalmente en el Art abreujada d’atrobar veritat, o Art major, destinado a encontrar la verdad y resolver así los diversos problemas científicos de su tiempo. Trataba de expresar conceptos complejos mediante unos símbolos y unas reglas de combinación y pretendía con eso fundamentar una ciencia universal. Y, según la leyenda, Llull encontró una «mata escrita», es decir, un lentisco cuyas hojas mostraban unas señales de líneas y puntos gracias a los cuales podrían ser expresados todos los conceptos filosóficos y científicos por encima de la parcialidad y las diferencias de otros lenguajes. Aún hoy, en una finca próxima a aquellos lugares conocida como Sa Mata Escrita (Algaida), que fue propiedad de la familia Llull, se encuentra un lentisco de esta especie de mata escrita, con un tronco que para rodearlo se necesitan los brazos de dos personas adultas. El nombre alude a una especie de rastro escrito dejado por un hongo parásito en los lentiscos de aquellas comarcas y que la tradición popular ha convertido en la obra del propio Llull. El poeta mallorquín Miquel Costa y Llobera nos dejará, como testimonio de aquellos hechos, el siguiente poema de 1903, con el que cerramos el artículo de esta fragante mata: ¡Arbusto extraño! En cada nueva hoja, Miquel Costa i Llobera, Notes: 1. «Ara el senyor m’ha dit: vull una llebre grossa,/ flairosa de llentiscle (el meu senyor és poeta),/ mentre m’acaronava el plomatge amb el dit.» (Volver al texto) BIBLIOGRAFÍA |
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