Los trazos del cáncer

Experiencias de una enfermedad en viñetas

El 12 de noviembre de 2019, Cristina entraba en quirófano para que le extirparan un tumor de un centímetro que, el 8 de octubre de ese año, le habían detectado en el pecho derecho. «Nada más salir del quirófano, me enteré de que había ganado el premio Nacional del Cómic por la novela gráfica El día 3», afirma la ilustradora valenciana Cristina Durán, vecina de Benetússer, mientras se ajusta con cautela el pañuelo que lleva en la cabeza.

Dos meses más tarde, cuando los médicos le comunicaron que tenía que someterse a quimioterapia, ella sabía que el proceso se alargaría. Por lo tanto, decidió hacerlo público a través de las redes sociales. El 4 de febrero de 2020, con motivo del Día Mundial del Cáncer, Durán publicó una viñeta en Twitter donde resumía su experiencia con esta enfermedad. Miles de personalidades del mundo de la cultura le transmitieron su apoyo.

La ilustradora Cristina Duran diseñó una viñeta para comunicar a través de las redes sociales que tenía cáncer de mama. / Foto: Ferran Antequera Beltran. Ilustración: Cristina Duran

Cristina, junto con su pareja, Miguel Ángel Giner –guionista de gran parte de sus obras–, ha publicado cómics de carácter autobiográfico sobre la paternidad: Una posibilidad entre mil (2009), donde narran el nacimiento y diagnóstico de parálisis cerebral de su hija Laia, y La máquina de Efrén (2012), sobre el proceso de adopción de Selam, originaria de Etiopía. Además, según Durán, espera poder publicar un cómic sobre su propia experiencia con el cáncer, una enfermedad que, en 2019, se cobró la vida de 110.367 personas en España, según datos recogidos por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

Para Álvaro Pons, profesor de Óptica en la Universitat de València y director de la Cátedra de Estudios del Cómic de la Fundación SM y la Universitat de València, el cómic siempre ha sido un reflejo de la realidad social de cada época. Y, por lo tanto, es lógico que el cáncer esté tan presente en el cómic, puesto que «es la enfermedad que más miedo nos da a los humanos», según afirma el experto. Aunque la primera causa de muerte en el mundo y en España sean las dolencias cardiovasculares, Pons no se equivoca cuando dice que el cáncer todavía es una de las enfermedades que más muertes y temores provoca en la sociedad actual.

«El cómic siempre ha sido un reflejo de la realidad social de cada época y el cáncer todavía es una de las dolencias que más muertos y temores provoca en la sociedad actual»

El cómic nace hacia la década de 1830. Desde entonces, los viñetistas y dibujantes, que no fueron considerados «artistas de verdad» hasta los años ochenta del siglo pasado, han reflejado en sus obras la realidad que les ha tocado vivir desde la marginalidad artística: «Han sido gente de calle que reflejaba todo lo que ocurría –continúa Pons–. Es decir, no han formado nunca parte de ningún círculo de ámbito intelectual y eso les permitía estar más en contacto con la realidad social de entonces». Esta condición tan excepcional ha producido que el cómic se convierta en un arte fiel a la realidad social de cada época. El cáncer, desgraciadamente, también es una realidad que nos acompaña de forma indiscutible.

Pons habla de The death of captain Marvel (1982) (La muerte del capitán Marvel), un cómic de superhéroes que narra la defunción por cáncer del protagonista. Para él, es el primer cómic donde se trata el tema del cáncer: «Por primera vez, un superhéroe no puede vencer algo del mundo real, que es el cáncer; algo que mata de verdad al héroe, y que también puede matar a gente normal que no tiene poderes». Esta obra del sello Marvel, como otras muchas que la sucederán, se puede considerar medicina gráfica.

‘Our cancer year’ (1994), novela gráfica en la que el autor norteamericano Harvey Pekar, junto con Joyce Brabner y Frank Stack, narró su experiencia con el cáncer. La obra es un retrato amargo que refleja la percepción social de una dolencia que, en aquellos momentos, todavía no tenía demasiada cura. / Da capo Press Inc

Medicina gráfica es un término acuñado en 2007 por el físico, dibujante y médico británico Ian Williams, quien lo describe como «el papel que pueden ejercer los cómics en el estudio y la prestación de atención médica». Como afirma Mónica Lalanda, médica y coordinadora en España del movimiento Medicina Gráfica, sus autores, al crear el cómic, no buscan ningún otro objetivo que el de contar una historia: «en la mayoría de los casos, su propia historia». También porque, como indica Pons: «su función principal no es social, sino catártica».

The death of captain Marvel no tiene ningún rasgo biográfico. Es, pues, una rara avis en la medicina gráfica. Y esto es así porque este título se publica en un momento de cambio para el cómic en el que los dibujantes empiezan a percibirse como artistas de una obra propia y que concluirá con la aceptación del concepto novela gráfica por parte de la élite cultural.

En medio de este contexto, a mediados de los años noventa, un autor norteamericano denominado Harvey Pekar fue la primera persona en narrar, a través del cómic, su experiencia personal con el cáncer. Esta obra, guionizada por el propio Pekar y Joyce Brabner, e ilustrada por Frank Stack, se titula Our cancer year (1994) (“El año de nuestro cáncer”), un retrato amargo y crudo del cáncer que refleja la percepción social de una enfermedad que, entonces, no tenía apenas cura. Al final, como nos recuerda Álvaro Pons, el cómic es esto: un reflejo de la realidad social de cada época; un reflejo creado por centenares de artistas que quieren contar su historia.

En el estudio de Cristina Durán, que está literalmente junto a su casa, parece que no quepan más objetos. En un rincón de la habitación, Cristina traza líneas en el papel por primera vez en mucho de tiempo. De repente, deja el lápiz y se levanta. Se dirige hacia una de las estanterías que ocupan el estudio. Coge, lentamente, un cómic. Lo enseña. Se titula Alicia en un mundo real (2010). Habla sobre el cáncer y es autobiográfico. La artista valenciana afirma que lo está leyendo porque se siente «muy identificada con la protagonista, sobre todo con su manera de ser». Alicia es el alter ego de Isabel Franc, articulista, escritora y guionista de este cómic autobiográfico.

Portada ‘Alicia en un mundo real’. / Norma Editorial

Isabel Franc desarrolló un cáncer de mama en enero de 2007. Después de superar la dolencia, terminó, junto con la dibujante Susanna Martín, esta novela gráfica parcialmente autobiográfica y con grandes dosis de humor. Antes de escribir la obra, Franc se dio cuenta de que podría ser interesante contar su experiencia personal, puesto que, según ella, «había muy pocos libros que trataran la dolencia desde una perspectiva desdramatizadora». Y el cáncer, como afirma la escritora catalana, «es una enfermedad más, no un estigma. Hay una nefasta construcción social en torno de esta dolencia que se sustenta en el ocultamiento, el silencio y el estigma».

En la obra de Franc, y especialmente en Alicia en un mundo real, el lector puede entrever un discurso que milita con el colectivo LGTBI y con el feminismo, y que, a la vez, critica las convenciones sociales. Hay fragmentos de la obra en que la autora se pregunta: «¿Por qué un cuerpo mutilado o contrahecho, como el de las mujeres que se han sometido a una mastectomía, no resulta estético?». Así, entre las páginas del cómic, aparece el cuerpo desnudo del alter ego de Isabel mostrando una cicatriz en su pecho izquierdo. «Estas imágenes son necesarias para concienciar y romper estigmas sobre el cáncer», afirma. Mercedes Alvarado, oncóloga en el Hospital La Fe de Valencia y especialista en psicología dirigida a pacientes con cáncer, opina lo mismo: «Si la imagen de un cuerpo de mujer con mastectomía va acompañada de un estado emocional de fuerza, esperanza, valentía e ilusión, no tiene por qué ser negativa, sino todo lo contrario».

En Alicia en un mundo real, la protagonista decide hacerse un tatuaje en la cicatriz que le dejó la mastectomía. En el cómic, el personaje dice: «El efecto psicológico que [el tatuaje] produce en la persona que te mira es el de decir ¿qué tiene esta chica? En lugar de ¿qué le falta? […] ¡Estábamos poniendo presencia donde había ausencia!». Isabel Franc también se hizo este tatuaje. La fotógrafa Judith Vizcarra lo fotografió y, junto con otras imágenes de mujeres con mastectomías, creó una exposición que, a petición de Franc, acabó denominándose «El orgullo de la ausencia».

La escritora Isabel Franc fue diagnosticada de cáncer de mama en 2007. Junto con la ilustradora Susanna Martín, publicó la novela gráfica ‘Alicia en un mundo real’. En la historia, igual que hizo la autora, la protagonista se tatúa la cicatriz que le dejó la mastectomía. Abajo, Isabel Franc posa con su tatuaje para la exposición fotográfica «El orgullo de la ausencia». / Norma Editorial

Para el especialista Álvaro Pons «las mujeres confeccionan un cómic, normalmente, porque quieren contar una historia de forma diferente, con un enfoque distinto, dejándose influir más por el mundo del arte que por el del cómic; y, generalmente, la historia que explican es la suya, con un tono femenino y, también, feminista». Isabel reconoce que, a la hora de escribir el guion de Alicia en un mundo real, sus únicos referentes en el mundo del cómic eran Fun home. Una familia tragicómica (2006), de Alison Bechdel, y Persépolis (2000), de Marjane Satrapi, dos de las novelas gráficas más icónicas y reconocidas en el género autobiográfico. Escritas por mujeres, cuentan su historia desde un prisma feminista, único y genuino. Mujeres como Cristina Durán, Isabel Franc o Jennifer Hayden.

Jennifer Hayden es natural de Nueva York. A sus 59 años, explica que, cuando ideó The story of my tits (2015), un cómic que nace con el objetivo de contar su vida a través de la evolución de sus pechos, sabía que era imposible obviar el cáncer de mama. Hayden, dibujante y novelista, se pasó toda la adolescencia deseando que sus pechos crecieran, porque, en el mundo machista y patriarcal donde se crio, tener unos pechos grandes significaba gustar más a los hombres. Y sí, crecieron. Pero, con 43 años, se esfumaron: «Viví de cerca dos cánceres de mama: el de mi suegra y el de mi madre. Por eso creí que una mastectomía radical sería la mejor opción».

Con esta novela gráfica, Hayden, además de compartir su historia con otras mujeres que han sufrido, o sufren, cáncer de pecho, sanó heridas que todavía no habían cicatrizado, comprendió los últimos años de su vida e hizo un extremado ejercicio de catarsis. «El triunfo del arte sobre el sufrimiento es lo más espiritualmente terapéutico que existe», afirma. A parte, Hayden también cuenta que ha merecido la pena terminar el libro «porque compartir cualquier experiencia ayuda a otras personas a sentirse menos solas».

En ‘The story of my tits’ (Top Shelf, 2015) (‘La historia de mis tetas’, en la edición español), Jennifer Hayden cuenta su vida a través de la evolución de sus pechos. / Foto: Jen Davis. Ilustración: Reservoir Books

La oncóloga Mercedes Alvarado declara que «es importante que el paciente sienta que no está solo, que vea que hay gente que ha sufrido lo mismo que él o que ella». El cómic autobiográfico, pues, además de servir como una especie de alivio para los autores o autoras, también funciona como una herramienta para compartir experiencias que otra gente puede aprovechar. Además, la mayoría de estos cómics contienen un común denominador imprescindible para hablar sobre el cáncer: el humor.

En The story of my tits, Hayden –igual que Isabel Franc en Alicia en un mundo real– se sirve de un humor simpático, irónico y de base feminista para narrar una historia aparentemente dramática. Pero Hayden siempre ha sentido que este humor no ha sido muy bien recibido por todo el mundo: «El único tabú social sobre el cáncer que realmente noté fue la carencia de voluntad de algunas personas a la hora de ver humor».

Alvarado también lo tiene claro: «Hay un estigma muy arraigado en la sociedad: que sobre el cáncer y este tipo de enfermedades no se bromea». La oncóloga afirma que ni el humor ni el optimismo curan el cáncer, a pesar de que «sí que pueden mejorar los estados psicológicos del paciente, y conseguir que este logre un nivel de vida superior». Igual que Hayden y Franco, el también norteamericano Matthew Paul Mewhorter viste sus viñetas con un humor destinado a romper tabúes y estigmas sobre el cáncer.

«El cómic autobiográfico, además de servir como alivio para los autores o autoras, también funciona como una herramienta para compartir experiencias que otra gente puede aprovechar»

Cristina Durán ríe mientras lee algunas viñetas de Matthew Mewhorter en su smartphone. «No conocía a este autor y es genial. Me encanta», dice mientras no aparta la mirada de su teléfono móvil. En las viñetas que Cristina lee, una lechuza antropomórfica que sufre cáncer protagoniza escenas donde se desdramatiza la enfermedad a través del humor. Esta ave es el alter ego de Mewhorter. Cristina, buceando por primera vez a través de la página web Cancer owl (“lechuza con cáncer”), en la que se pueden encontrar todas las viñetas del autor, comenta algunas de las historietas que ve. Afirma que se siente identificada con la mayoría. «Estas tiras cómicas pueden ayudar a mucha gente, estoy muy segura…».

El dibujante Matthew Paul Mewhorter vive en Culpeper, un pueblecito ubicado en el norte del estado de Virginia, en los Estados Unidos de América. Le diagnosticaron cáncer colorrectal en 2014, justo cuando tenía 35 años y una hija pequeña. En su web, Mewhorter compartió su experiencia con el cáncer a través de viñetas autobiográficas. Y, para hacerlo, se dibujó él mismo como una lechuza. «Emprendí este proyecto con el objetivo de crear un diario artístico donde contara mi experiencia, para, más tarde, compartirla públicamente», explica. La oncóloga Mercedes Alvarado afirma que esta es una buena idea, puesto que el hecho de que «el paciente pueda expresar sus emociones, miedos y sentimientos desde cualquier vía artística es beneficioso para la mejora de su estado mental».

Matthew Mewhorter empezó a compartir su experiencia con el cáncer en su web, ‘Cancer owl’, donde una la lechuza protagonista desdramatiza la dolencia a través del humor. / Ilustración: Matthew Mewhorter

Mewhorter, basándose en las famosas fábulas de Esopo, opina que «los animales son mucho más fáciles de soportar cuando se habla de temáticas difíciles». Así, piensa que contar su historia haciendo uso de animales antropomórficos resulta más accesible para el público.

En 2015, sus viñetas empezaron a ganar fama en las redes sociales. Aquel año, el diario digital The Huffington Post de los EE UU compartió una selección de historietas de Cancer owl. A pesar de eso, Mewhorter, quien afirma que es muy complicado hacerse viral en la red si tu contenido está relacionado con el cáncer, saca sus propias conclusiones sobre esta cuestión: «Quizás Internet no es la mejor vía para desestigmatizar el cáncer a través del cómic. Quizás la mejor herramienta para compartir este tipo de material continúe siendo la novela gráfica… No lo sé».

Para el ilustrador, explicar su historia a través de las viñetas es mucho más que trazar unos cuantos dibujos en un papel en blanco. Los dibujos, según él, no juzgan, simplemente muestran al lector historias que van más allá de las palabras. En este sentido, Álvaro Pons afirma: «cuando decimos que una imagen vale más que mil palabras, nos olvidamos de que las letras también son dibujos… que el primer lenguaje escrito del hombre fue el dibujo… y, en esencia, el cómic».

Precisamente con un dibujo, Cristina Durán compartía a través de Twitter el pasado 23 de octubre de 2020 que había recibido el alta y agradecía todo el apoyo recibido durante su experiencia con la enfermedad.

«La mayoría de estos cómics contienen un denominador común imprescindible para hablar sobre el cáncer: el humor»

Para Cristina Durán, igual que para Matthew Mewhorter, el cómic es una forma de poesía visual. Pero las viñetas de Matt no tienen mucho que ver con la obra de Cristina. «Cada artista tiene su forma de contar su historia», afirma la ilustradora valenciana. Además, declara que cada vez hay más artistas que innovan, que quieren contar su historia de una forma diferente. Y, como explica Pons, estas suelen ser mujeres jóvenes que procuran dar un enfoque distinto, una mirada diferente, a sus trabajos. Josune Urrutia es una de ellas.

Josune Urrutia Asua, nacida en Bilbao, fue diagnosticada de cáncer de ovario en diciembre de 2009, cuando tenía 33 años. En 2014, preparó un breve relato sobre su trayectoria vital y profesional en formato de novela gráfica, denominada Mi historia resumida. En este, además de explicar importantes hitos de su biografía personal, contó, por primera vez y de forma muy concisa, su experiencia con el cáncer. Dos años después, realiza una residencia artística, en la cual decide abordar su historia a la vez que busca la manera de narrarla. Finalmente, en 2017, Urrutia presenta Breve diccionario enciclopédico ilustrado de mi cáncer, una rara avis dentro de todo lo que se considera medicina gráfica y, también, cómic autobiográfico.

Josune Urrutia fue diagnosticada de cáncer de ovario en diciembre de 2009, cuando tenía 33 años. A través del relato gráfico ‘Mi historia resumida’, publicado en su web, explicó por primera vez su diagnóstico y tratamiento. / Ilustración: Josune Urrutia

En este conjunto de ilustraciones, cada letra del abecedario se convierte en la inicial de una palabra que Josune eligió para definir su cáncer, una idea parecida a la del libro Chemotherapy, cakes and cancer (2005), escrito y dibujado por la británica Megan Blunt cuando tenía catorce años. A través de 26 láminas –una por cada letra–, Josune construye un relato no lineal a partir de palabras, imágenes y textos descriptivos, de entre los cuales algunos son eminentemente poéticos y otros intentan asemejarse a la definición de un diccionario. Es, pues, una compilación de reflexiones que sirvieron a la autora para explicarse su propia historia, una historia que materializó de forma gráfica después de siete años de trabajo y de toma de conciencia.

Cristina Durán, Isabel Franc, Jeniffer Hayden, Matthew Mewhorter, Josune Urrutia y tantas autoras más entienden el cáncer de formas muy diversas. Urrutia destaca que, a pesar de no haber tantos tabúes como antes, «todavía es delicado pronunciar la palabra cáncer dependiendo del contexto en el cual nos encontremos». Franc defiende la desestigmatización del cáncer desde una postura casi política y militante. Mewhorter prefiere luchar contra los estigmas de la enfermedad haciendo uso del antropomorfismo para que el lector se aleje de la tragedia. Hayden piensa que el único estigma o tabú que existe en relación con el cáncer es que continúe habiendo personas que no puedan ver humor en este.

Todas estas formas tan diferentes de entender la enfermedad –así como, también, de entender el cómic autobiográfico– conforman un mural colectivo de historias que representan a la sociedad actual a la perfección. Definen, además, la percepción que la sociedad tiene del cáncer, una dolencia que continúa cobrándose la vida de millones de personas cada año en todo el mundo. Y como Josune Urrutia afirma, «con el cáncer se vive… Sí, se vive… Y cada persona lo vive como sabe, quiere y puede». Del mismo modo que cada artista traza líneas en un papel que van conformando su única y propia historia.

© Mètode 2020 - 107. Océanos - Volumen 4 (2020)
Graduado en Periodismo por la Uni­versitat de València.
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