Más allá de la crisis climática

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«La humanidad del Antropoceno –nos recuerda Peretó (2020) en un número reciente de Mètode– afronta retos fabulosos, como la crisis climática o la emergencia de nuevas enfermedades que, embarcadas en aviones, se globalizan rápidamente». Este nuevo número de Mètode aborda monográficamente uno de estos retos, la crisis climática, con el objetivo de «tratar de forma integrada las implicaciones físicas, ecológicas, socioeconómicas y morales del cambio climático», según la convocatoria abierta realizada por la revista. Se pretende así esclarecer «las oportunidades que se nos presentan para realizar un cambio de paradigma hacia una sociedad más sostenible».

«No basta con abordar la crisis climática: hay que hacer frente al conjunto de problemas que contribuyen a la superación de los límites planetarios»

Nuestra contribución parte del reconocimiento de la pluralidad de problemas a los que la humanidad tiene que hacer frente hoy, para mostrar la necesidad de tenerlos todos presentes cuando se intenta avanzar en la resolución de uno, como por ejemplo la crisis climática.

La pluralidad de los problemas de la emergencia planetaria

La crisis climática es considerada hoy un problema de una gravedad extrema, vinculado al incremento de gases de efecto invernadero, de origen claramente antrópico, que exige la adopción urgente de medidas mitigadoras y adaptativas para frenar la degradación de los ecosistemas y hacer posible la sostenibilidad de las sociedades humanas. Así lo muestran numerosos estudios concordantes, en los que han participado amplios colectivos, como por ejemplo el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Cómo señalaba Folke (2013), la concentración de CO2 en la atmósfera había superado en 2013 ampliamente las 350 partes por millón (ppm), un límite planetario que habría que respetar si queremos que la Tierra permanezca en un estado similar al del Holoceno. Desgraciadamente, los datos han ido en otra dirección: en 2019 llegamos a las 400 ppm y ya hemos sobrepasado las 410 ppm. Folke nos recordaba, además, que se han identificado nueve «límites planetarios», correspondientes a los condicionantes biofísicos que es necesario no sobrepasar, como garantía de un entorno compatible con el desarrollo de las sociedades humanas. Los límites abordados (Rockström et al., 2009) se refieren concretamente a los procesos siguientes: ritmo de extinción de la biodiversidad; ciclos de nitrógeno y fósforo (N2 y P extraídos de la atmósfera para fabricar abonos agrícolas y otros usos); agotamiento del ozono estratosférico; acidificación de los océanos; utilización mundial de agua dulce; cambios de uso del suelo; contaminación atmosférica por aerosoles; contaminación química; y, por supuesto, el ya mencionado del desarreglo climático. A estos nueve límites habría que añadir otro, vinculado al crecimiento de la población humana, puesto que todos los peligros de extralimitación están muy vinculados al tamaño de esta población (y al hiperconsumo de una parte significativa de sus miembros).

Resulta evidente, pues, que para hacer frente a la situación de emergencia planetaria no basta con evitar el incremento de la concentración de gases de efecto invernadero: hay que evitar la extralimitación de todos los límites planetarios. De hecho, estos límites son interdependientes y vulnerar uno puede hacer que se modifiquen y extralimiten los demás. En otras palabras, no basta con abordar la crisis climática: hay que hacer frente al conjunto de problemas, todos ellos estrechamente vinculados, que contribuyen a la superación de los límites planetarios y, en definitiva, a una situación de insostenible emergencia planetaria, que reclama una transición urgente a la sostenibilidad, es decir, un profundo replanteamiento de las relaciones de los grupos humanos entre ellos y con el medio ambiente.

Hacia la transición a sociedades sostenibles

Hacer frente a la crisis climática pide –como expresan tanto el Acuerdo de París 2015 (dentro del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (7.º y 13.º)– una urgente transición energética que conduzca a la descarbonización. Pero, teniendo en cuenta que la crisis climática está estrechamente vinculada a todo un conjunto de problemas que se potencian mutuamente, esta transición energética, absolutamente necesaria, será insuficiente para hacer posible una transición efectiva a sociedades sostenibles: harán falta, además, otras transiciones simultáneas:

Transición a un consumo responsable, junto con estrategias de economía circular, restaurativa y regenerativa, que reduzca drásticamente el actual ritmo de agotamiento de todo tipo de recursos esenciales, así como la producción continuada de residuos contaminantes, para pasar del hiperconsumo depredador de amplias minorías, a un consumo sostenible, accesible a todo el mundo (haciendo frente al hambre y a la pobreza extrema) y solidario también con las generaciones futuras.

Transición urbana que remodele el proceso de urbanización y transforme las ciudades en espacios saludables y sostenibles para favorecer la conexión con las zonas rurales y la vegetación circundante, debidamente protegidas.

Transición demográfica, que facilite los medios –ya existentes– que hacen posible una maternidad y paternidad responsables, capaz de programar el número de hijos deseado y el momento de tenerlos (by choice, not by chance).

Transición desde el antropocentrismo depredador del resto de la biosfera a un biocentrismo que acabe con la acelerada pérdida de biodiversidad, que amenaza con romper los equilibrios de la biosfera y arrastrar en este proceso destructivo a la propia especie humana.

Transición desde la imposición de la uniformidad a la protección e impulso de la diversidad cultural. No olvidemos que la diversidad de culturas es la garantía de una pluralidad de respuestas a los problemas a los que tenemos que hacer frente y que cada cultura es una riqueza, no solo para el pueblo que la ha creado, sino un patrimonio de toda la humanidad.

Transición laboral para satisfacer las necesidades de empleo adecuado para todo el mundo y evitar desequilibrios inaceptables (Poschen, 2015). Si bien la innovación tecnocientífica conduce a la supresión de muchas tareas sencillas, nuevos yacimientos de ocupación son necesarios y posibles para satisfacer los derechos fundamentales de la ciudadanía y contribuir a la transición a sociedades sostenibles: el desarrollo de energías renovables, el urbanismo ecológico, la digitalización de procesos, la agricultura ecológica, la protección y restauración de ecosistemas… sin olvidar los empleos destinados a garantizar el acceso universal a servicios públicos como la salud o la educación y a impulsar la producción, difusión y consumo de bienes culturales como alternativa al insostenible consumo de bienes materiales (Maaluf, 2009).

Transición desde la competitividad a la cooperación y universalización de los derechos humanos. Se necesitan regulaciones planetarias basadas en la cooperación y la solidaridad, con capacidad de evitar la imposición de intereses particulares nocivos para otra gente o para futuras generaciones.

Cada una de estas transiciones es conditio sine qua non para lograr la sostenibilidad, puesto que, como hemos señalado, el conjunto de problemas a los que intentan hacer frente están interconectados y se afectan mutuamente a través de vínculos complejos. Centrarse exclusivamente en uno, como por ejemplo la crisis climática, puede obstruir otras transiciones igualmente necesarias y condenar la especie humana y el conjunto de la biosfera a la degradación. Por eso ha empezado a desarrollarse una «ciencia de la sostenibilidad» (Kates et al., 2001), que integra las aportaciones a la sostenibilidad de las diferentes disciplinas, potencia la participación ciudadana y hace uso de estrategias «glocales» (a la vegada globales y locales), contemplando tanto el corto como el largo plazo.

La transición a la sostenibilidad no es, pues, una tarea sencilla y pide una profunda transformación del modelo socioeconómico, de nuestros hábitos y, en definitiva, de nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y entre nosotros. No es fácil, pero es posible y urgentemente necesaria para garantizar la continuidad de nuestra especie en condiciones de vida dignas para el conjunto de seres humanos.

Referencias

Folke, C. (2013). Respecting planetary boundaries and reconnecting to the biosfere. En E. Assadourian, T. Prugh, & Worldwatch Institute (Eds.), The state of the world 2013: Is sustainability still possible? W. W. Norton.

Kates, R. W., Clark, W. C., Corell, R., Hall, J. M., Jaeger, C. C., Lowe, I., McCarthy, J. J., Schellnhuber, H. J., Bolin, B., Dickson, N. M., Faucheux, S., Gallopin, G. C., Grübler, A., Huntley, B., Jäger, J., Jodha, N. S., Kasperson, R. E., Mabogunje, A., Matson, P., … Svedin, U. (2001). Sustainability science. Science, 292(5517), 641–642. https://doi.org/10.1126/science.1059386

Maaluf, A. (2009). Le dérèglement du monde. Quand nos civilisations s’épuisent. Éditions Grasset & Fasquelle.

Peretó, J. (2020). La COVID-19 y el lado oscuro de la promiscuidad de la vida. Mètode, 105, 6–7.

Poschen, P. (2015). Decent work, green jobs and the sustainable economy. Greenleaf Publishing and International Labour Office.

Rockström, J., Steffen, W., Noone, K., Persson, A., Chapin III, F. S., Lambin, E. F., Lenton, T. M., Scheffer, M., Folke, C., Schellnhuber, H. J., Nykvist, B., De Wit, C. A., Hughes, T., Van der Leeuw, S., Rodhe, H., Sörlin, S., Snyder, P. K., Constanza, R., Svedin, U., … Foley, J. A. (2009). A safe operating space for humanity. Nature, 461, 472–475. https://doi.org/10.1038/461472a

© Mètode 2021 - 110. Crisis climática - Volumen 3 (2021)
Catedrática del Departamento de Didáctica de las Cien­cias Experimentales y Sociales de la Universitat de València.

Catedrático del Departamento de Didáctica de las Cien­cias Experimentales y Sociales de la Universitat de València.