Mostrar los pasos de Eugeni Sierra

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© Fundació Privada Carl Faust. Jardí Botànic Marimurta
Eugeni Sierra, en la sierra de Cazorla en 1978.

Dejadme empezar con un fragmento de una carta de Eugeni Sierra. Recluido en Zamora por haber formado parte del ejército republicano, escribe al botánico Pius Font i Quer, es el 26 de abril del 1939: «Todos los domingos organizo solitarias excursiones por los alrededores de la ciudad, procurando recordar los nombres de las plantas que encuentro a mi paso y es una lástima que no tenga algunos medios necesarios, porque me procuraría un herbario de la región, para ir practicando y no olvidar.» Otra, esta a Carl Faust, fundador del Jardín Botánico Marimurtra de Blanes, ya en libertad algunos años después, el 3 de agosto del 1946: «He experimentado sensaciones muy agradables cuando encontraba lo que buscaba y disgustos enormes cuando fracasaba en la búsqueda de una determinada especie. Pero en resumidas cuentas me ha aportado un caudal de nuevos conocimientos y experiencias para futuras empresas.»

Para presentar un personaje, lo más correcto es hablar de cómo se ganó la vida. Es una realidad que se impone constantemente en la cotidianidad. Cuando conocemos a alguien o alguien nos conoce acostumbra a salir al principio de la conversación: «¿A qué te dedicas?» Seamos un poco incorrectos y dejémoslo para más adelante. Estas dos cartas nos hablan de cosas de Eugeni Sierra que son importantes. En la soledad de la reclusión en Zamora, donde fue retenido durante casi cuatro años por la dictadura franquista, un joven Sierra aprovecha cualquier momento para ir a buscar plantas. Ha aprendido con su gran maestro, Pius Font i Quer, las bases de la recolección y la clasificación, y no quiere perder la práctica. Le apasiona la botánica y, a pesar de encontrarse en una situación tan adversa, se entusiasma con el proyecto de estudiar la flora de la zona. Para hacerlo, pide ayuda y consejo. Es de espíritu autodidacta, pero reconoce el valor de aquellos que le rodean y han cultivado la genialidad, como Font i Quer.

Aunque solo tengamos aquí un fragmento de esta carta, se puede percibir el agradecimiento y el respeto hacia el maestro. De la misma manera que hay que afirmar que Eugeni Sierra sentía amor por la botánica desde muy pequeño, también hay que señalar que la intensidad con la que vivió esta pasión tiene sus fundamentos en Font i Quer. Veamos la secuencia. Sierra estudiaba en la escuela Milà i Fontanals, dirigida por Rosa Sensat. Rosa Sensat había tenido el apoyo de Font i Quer para elaborar ideas didácticas conjuntas –en aquel momento Font i Quer era director del Museo de Ciencias Naturales–. Sensat habló a Font i Quer de un joven que dibujaba muy bien y que tenía una capacidad de observación extraordinaria para las plantas. Font i Quer puso un anuncio en el diario pidiendo un recolector. Sierra se presentó, pero era demasiado joven para el trabajo, solo tenía catorce años. En este punto empieza el eterno agradecimiento que Sierra sintió por Font i Quer. Después de la insistencia del mismo Sierra y de su padre, Gregori Sierra –que apoyó el sueño de su hijo desde el primer momento–, Font i Quer encontró una salida, tuvo una de aquellas ideas que construye la gente que sabe reconocer los talentos. Decidió que el pequeño Sierra podía ilustrar sus clases de botánica en la Facultad de Farmacia de la Universitat de Barcelona con dibujos hechos con tizas en la pizarra. Más adelante le ayudaría en la Cátedra de Botánica, también creada por Font i Quer, y sería recomendado por el mismo como recolector…, pero hicieron estallar la guerra.

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Original: Instituto Botánico de Barcelona (Consejo Superior de Investigaciones Científicas – Ayuntamiento de Barcelona)
Lámina de plantas de la montaña catalana de Eugeni Sierra (acuarela y tinta china negra). En cada lámina, el ilustrador se planteaba la composición y la situación de cada elemento intentando formar un conjunto armónico.

«Eugeni Sierra se convirtió en uno de los mejores ilustradores de botánica que hemos tenido en nuestro país. Su trazo exacto y paradójicamente artístico se asociará para siempre a obras imprescindibles»

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© Emili Sierra
Eugeni Sierra, en 1965, durante su etapa en Chile. Los problemas económicos habían obligado a Eugeni Sierra a irse a Chile en 1950, donde permaneció veintiún años dedicado a su pasión: la botánica.
 

«En la soledad de la reclusión en Zamora, donde fue retenido durante casi cuatro años por la dictadura franquista, un joven Sierra aprovecha cualquier momento para ir a buscar plantas»

Ya lo sabemos, pero repitámoslo: la pérdida, el miedo, las incriminaciones, los confinamientos –el suyo, el de Font i Quer y el de tantos otros– y la pobreza. A la vuelta de Zamora, Eugeni Sierra se había casado, y después de un largo periplo para conseguir licenciarse definitivamente del servicio militar impuesto, pudo entrar a trabajar en el Instituto Botánico de Barcelona. Fue gracias a las gestiones de Antoni de Bolòs, en aquellos momentos director del Instituto en sustitución de Font i Quer, a quien habían destituido de todos sus cargos por acusaciones falsas de auxilio a la rebelión. De este tiempo es la segunda carta que hemos podido leer. Fijémosnos. Eugeni Sierra y su mujer, Adelina Asamara, ya tienen un hijo y al cabo de dos meses llegará una niña. La situación económica no es buena y las libertades con las que había crecido –y le habían educado– han desaparecido. Pero de nuevo la adversidad no afecta al entusiasmo que siente por la botánica. Se siente animado ante el descubrimiento y triste ante el fracaso, pero en todo caso agradece la experiencia pensando en todo lo bueno que le puede aportar. Esta es la filosofía con la que vivió Eugeni Sierra. 

La falta de estabilidad económica empujó a Sierra hacia Chile, donde vivía su hermano. En 1950 cogió un barco para llegar a un país donde de nuevo tenía que labrarse un camino. Y lo hizo: después de algunos trabajos alejados de todo cariz artístico o botánico, trabajó con científicos de renombre como Gualterio Looser y Carlos Muñoz Pizarro. Gracias a este último se preparó para entrar como profesor de botánica en la Universidad de Chile, donde publicó libros y artículos. En definitiva, se hizo un sitio en la botánica chilena y pudo mostrar su obra al norte del continente. En resumidas cuentas, veintiún años de vida a la otra orilla del Atlántico. Lo leemos en esta carta, con fecha del 2 de enero de 1974, tres meses después del golpe de estado contra el gobierno de Chile –en aquellos momentos encabezado por Salvador Allende–. Escribe desde Barcelona al jefe del Departamento de Biología Ambiental de la Universidad Católica de Chile, donde había trabajado: «Quiero decirle, estimado amigo, que el estado de cosas actual no me impulsa, si pudiese hacerlo, a coger el avión e ir hacia allá a mostrar acatamiento, porque las universidades chilenas dejaron de ser libres y pluralistas, tal como era su orgullo, incluso con los riesgos que eso conllevaba. Confío en que las características republicanas y libertarias que señalaban a Chile como un país excepcional renazcan aún más vigorosas y maduras y se pueda volver a respirar tranquilo.
Y estaremos allá, porque este país ya lo llevamos en la sangre más que en el espíritu.»

La vuelta debía ser dura. Su padre había muerto, la madre no tardaría en hacerlo. Dejaba atrás de nuevo un país donde había gozado de unas libertades que ya se preveían asoladas. Abandonaba el entorno académico y entraba en una vida laboral en el Jardín Botánico donde no desarrolló lo que, como recuerda el doctor en biología y socioecólogo Ramon Folch, «sabía hacer mejor que ningún otro». Y eso era la ilustración botánica. Eugeni Sierra dedicó su vida a la botánica y se convirtió en uno de los mejores ilustradores de botánica que hemos tenido en nuestro país. Ilustró obras de Font i Quer, de Carlos Muñoz Pizarro, de Ramon Folch, de M. Ángeles Cardona, de Josep Vigo y de muchos científicos destacados más; también lo hizo para decenas de estudiantes que sabían que un dibujo de Sierra incorporaba un valor añadido a sus tesis. Su trazo indiscutiblemente exacto y paradójicamente artístico se asociará para siempre a obras imprescindibles como Iniciació a la botànica, Diccionario de botánica, La vegetació dels Països Catalans o Flora ibérica. Estas dos últimas, la primera con 118 láminas y la segunda con 870, junto a la investidura como honoris causa por la Universitat de Barcelona, son seguramente los hitos que le devolvieron el agradecimiento que siempre había demostrado por todos aquellos que admiraba. Al final de su vida, que se fue con la tristeza de enfermedades como el cáncer y el Alzheimer, los que trabajaran con él tenían claro cómo presentarlo. Como dijo Santiago Castroviejo, director de Flora ibérica, «era un ilustrador botánico o un botánico ilustrador, ambas cosas, si no, no hubiese podido llegar a lo más profundo de cada planta». Quede así presentado, correctamente, Eugeni Sierra.

La exposición «Descubrir a Eugeni Sierra: Tras los pasos de un ilustrador internacional»es un proyecto del Instituto Botánico de Barcelona (centro mixto CSIC – Ayuntamiento de Barcelona) y el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, con la colaboración del Real Jardín Botánico de Madrid, y comisariada por Carles Puche y Carme Puche. Se puede ver en la sede del Instituto Botánico de Barcelona hasta el 20 de febrero de 2011.

Carme Puche. Co-comisaria de la exposición «Descubrir a Eugeni Sierra. Tras los pasos de un ilustrador internacional».
© Mètode 68, Invierno 2010/11

  20-68 © Jordi Vidal. Original: Institut Botànic de Barcelona (Consell Superior d’Investigacions Científiques – Ajuntament de Barcelona)
Acuarela de Alstroemeria sierrae Muñoz. Esta lámina de Eugeni Sierra representa la planta que le dedicó el botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro. Eugeni Sierra fue profesor de botánica de la Universidad de Chile y publicó diversos artículos y libros, hasta hacerse un hueco en la botánica chilena.

21B-68© Fototeca.cat – Grup Enciclopèdia Catalana
Lámina de Sierra dedicada a las orquidáceas (acuarela y detalles con tinta china negra), publicada en Història natural dels Països Catalans (1988). Eugeni Sierra se convirtió en uno de nuestros mejores ilustradores de botánica. Ilustró obras de Font i Quer, de Carlos Muñoz Pizarro, de Ramon Folch, de M. Àngels Cardona, de Josep Vigo y de muchos otros científicos destacados.
© Mètode 2011 - 68. Después de la crisis - Número 68. Invierno 2010/11

Periodista (Barcelona).

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