150 años de compromiso científico
Los logros de la Real Sociedad Española de Historia Natural
El 15 de marzo de 1871, en el Real Instituto Industrial de Madrid, tuvo lugar la sesión constituyente de la Sociedad Española de Historia Natural (SEHN), a la que por Real Decreto de 3 de julio de 1903 se confirió el título de «Real» (RSEHN). Es, por tanto, la sociedad científica privada más antigua de España. Nació con el objetivo de estudiar la naturaleza, al tiempo que difundir las investigaciones de sus miembros. A lo largo de su siglo y medio de existencia ha pasado por épocas de mayor y menor relevancia, pero siempre ha mantenido una importante actividad editora, que le ha permitido intercambiar sus publicaciones con las de las instituciones naturalistas de todo el mundo. Su biblioteca, y más especialmente su hemeroteca, es la más completa en revistas científico-naturales del Estado. Pero estos no son sus únicos logros, que repasamos con motivo de su 150 aniversario (Baratas y Gomis, 1998).
Publicaciones científicas
Si hay que destacar, sobre todos, un logro de la RSEHN, este debe ser la calidad y continuidad de sus publicaciones, que se han materializado, hasta el momento, en más de 100.000 páginas impresas. Páginas a las que fue incorporando, en cada momento, las novedades técnicas que el avance de los tiempos le fueron permitiendo.
En 1872 se publicó el primer tomo de los Anales. Muy pronto llegaron reconocimientos a la nueva publicación, como la medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona, en 1888. El jurado consideró que los Anales eran «un tesoro valiosísimo para levantar más y embellecer el edificio de las ciencias naturales». Ya en el siglo XX aparecieron el Boletín, las Memorias, Conferencias y Reseñas Científicas y la Revista Española de Biología. En el siglo XXI, nace Aula, Museos y Colecciones de Ciencias Naturales.
Al repasar la relación anterior se pone de manifiesto que la Guerra Civil interrumpió varios títulos. Los dos últimos tomos de la primera época de las Memorias quedaron incompletos e, incluso, alguno de los que prosiguieron su andadura después del conflicto –caso del Boletín-, aparecieron sin los trabajos que ya habían sido maquetados y estaban listos para la edición.
Junto a esta formidable labor editora de publicaciones periódicas, la Sociedad también ha puesto al servicio de la comunidad científica algunos libros. De todos ellos, el titulado Yebala y el bajo Lucus, publicado en 1914 y que narra la expedición desarrollada de abril a junio de 1913 por dicha región marroquí, es sin duda el que más reconocimientos ha merecido. Los textos, para este, fueron elaborados por Eduardo Hernández-Pacheco, Constancio Bernaldo de Quirós, Ángel Cabrera Latorre, Lucas Fernández Navarro y Juan Dantín Cereceda.
La biblioteca
El intercambio de las publicaciones con sociedades científicas nacionales y extranjeras ha sido el principal motor del crecimiento de la biblioteca de la RSEHN. A ello se han sumado las donaciones que, al cabo del tiempo, le han llegado de los socios y simpatizantes, e incluso de los descendientes de los primeros, como ocurrió no hace mucho, en 2015, con el legado del hidrobiólogo valenciano Luis Pardo García.
La primera instalación de la biblioteca tuvo lugar en el domicilio de Bernardo Zapater, uno de los socios fundadores; si bien en 1876, al hacerse cargo de ella Francisco de P. Martínez y Sáez, pasó al Museo de Ciencias Naturales, todavía instalado en el número 13 de la calle de Alcalá de Madrid. Al obligar el gobierno al Museo, en 1895, a desalojar ese edificio, la biblioteca se instaló durante un año en el Museo del Dr. Velasco y, después, hubo de alquilar una habitación en la calle de Santo Tomás. Cuando el Museo se instaló en 1910 en el Palacio del Hipódromo, su actual sede, allí fue la biblioteca de la RSEHN. En 1971 volvió a trasladarse, en aquel momento, al edificio de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Complutense de Madrid.
En la actualidad, la Biblioteca de la RSEHN está dividida en dos sedes de la Universidad Complutense: la Biblioteca José Luis Amorós de la Facultad de Ciencias Geológicas, cuyo grueso es el fondo de publicaciones periódicas, y la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, donde tienen acomodo los fondos más antiguos.
Varios han sido los catálogos que han dado cuenta de la Biblioteca a lo largo de los 150 años. Apuntaremos aquí, por su interés, el Catálogo de las publicaciones periódicas de la Biblioteca publicado en 1988 (RSEHN, 1988). En dicho Catálogo se recogen 2.271 títulos y, como es lógico, en los treinta y tres años transcurridos se han incorporado muchos nuevos.
Los catálogos naturalistas
Como ya puede deducirse, uno de los principales objetos que llevaron a la fundación de la Sociedad fue el de contar con una publicación en la que tuvieran cabida: «preferentemente los catálogos totales o parciales de las producciones de una localidad determinada, la descripción de especies nuevas, la crítica de las ya publicadas, e igualmente las monografías de un grupo particular de seres naturales cuando haya suficientes datos para ello, y las noticias parciales acerca de la gea, fauna y flora de la Península y sus provincias ultramarinas».
A estas tareas se han aplicado, y se siguen aplicando, cientos de naturalistas. La publicación por Antonio Cipriano Costa de la «Ampliación al Catálogo de plantas de Cataluña publicado en 1861» (1873); por Felipe Poey de la «Enumeratio piscium cubensium» (1873), y por José Macpherson de la «Descripción de algunas rocas que se encuentran en la Serranía de Ronda» (1879) son solo algunos ejemplos de los aparecidos durante los primeros años.
Por su persistencia en el tiempo, merece la pena destacar aquí el caso de la Florula Gaditana del botánico jerezano José María Pérez Lara, que publicó su primera entrega en 1886 y la última «Addenda et emendanda» en 1903. Tras nueve entregas, esta flora completa de la provincia de Cádiz totaliza 740 páginas, en las que se recogen casi 2.000 especies.
Expediciones a África
Capítulo aparte merece la atención que la Sociedad prestó al África hispana. Ya en el tomo 15 de los Anales (1886) se dio cuenta de la expedición realizada por el Dr. Amado Ossorio a Fernando Poo y al golfo de Guinea, pero fue con el nuevo siglo y el empuje, sobre todo, de la SEHN, cuando los naturalistas españoles viajaron con más frecuencia a África y con mejores criterios. A propuesta de la Sociedad se nombró a Manuel Martínez de la Escalera vocal naturalista de la Comisión de Límites de los Territorios Continentales del golfo de Biafra. El 30 de julio de 1901 Escalera llegó a Fernando Poo. Durante los aproximadamente dos meses que duró la estancia en el golfo de Guinea, formó unas excelentes colecciones zoológicas cuyo estudio conformaría el tomo 1 de las Memorias (1903-1910), en el que se reunieron treinta memorias, de veintitrés autores diferentes (de ellos, dieciocho extranjeros). En ellas se describen más de 200 especies y una veintena de géneros nuevos.
Pero el estudio del África hispana se intensificó, de manera muy considerable, a partir de 1905. Primero, al acordar en la sesión de abril de ese año emprender el estudio histórico-natural del noroeste de África. Luego, con la constitución, en el seno de la Sociedad, de la Comisión de Estudios del Noroeste de África. En los años siguientes, la Comisión enviará nuevas expediciones a África. Los resultados ocuparán muchas páginas en las publicaciones de la Sociedad, que dedicará dos tomos de Memorias al estudio de Marruecos, el octavo (1911-1917) y el duodécimo (1921-1929). Resultados que también verán la luz en las tres series de los Trabajos del Museo de Ciencias Naturales y en la revista Eos. Tras la Guerra Civil, el estudio de los territorios africanos siguió ocupando páginas en el Boletín, con trabajos tan importantes como los llevados a cabo por el geólogo Manuel Alía Medina, descubridor de los fosfatos del Sáhara Occidental.
La entomología e Ignacio Bolívar
En el núcleo de promotores de la SEHN eran mayoría los cultivadores de la entomología, ya que entre ellos se encontraron Laureano Pérez Arcas, Bernardo Zapater, Serafín de Uhagón e Ignacio Bolívar. Este último, con solo veinte años, fue el más joven de los socios fundadores de la Sociedad y, con el tiempo, se convirtió en su más firme valedor (su tesorero durante casi cuatro décadas y su presidente de honor desde 1920), al mismo tiempo que de las Ciencias Naturales en España (director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, del Real Jardín Botánico, segundo presidente de la Junta para Ampliación de Estudios o JAE, etc.).
La entomología ha sido la disciplina más cultivada a lo largo de la historia de la Sociedad. El profesor José Luis Viejo, en 1998, cifraba en 1.276 artículos de entomología los publicados en sus primeros 127 años de existencia, de los cuales –señala– el 54 % estuvieron dedicados a la taxonomía. Los cultivadores más prolíficos, además de Bolívar (ortópteros), fueron Manuel Martínez de la Escalera (coleópteros) y Ricardo García Mercet (himenópteros), entre los españoles, y el francés Eugène Simon entre los extranjeros (Viejo, 1998).
Pero Bolívar no solo atendió a la entomología, sino que, desde sus puestos de responsabilidad, intentó favorecer el desarrollo de todas las disciplinas científico-naturales en España, y se convirtió en el eminente maestro, director y consejero del núcleo mayoritario de los naturalistas españoles, como le calificaban desde las páginas de Ciencia al cumplir los noventa años y encontrase en el exilio.
La histología y Santiago Ramón y Cajal
Santiago Ramón y Cajal fue admitido como socio en 1892, cuando ya había conseguido la cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Universidad de Madrid. La vinculación con la Sociedad le permitió contar con un medio de comunicación científica consolidado, los Anales, en el que los textos iban acompañados de grabados de gran calidad. De ahí que, en los primeros años como socio, publicara algunos de sus principales trabajos, como el que dedicó al estudio del asta de Ammón (1892), de más de setenta páginas, o los «Apuntes para el estudio del bulbo raquídeo, cerebelo y origen de los nervios encefálicos» (1895), una monografía de más de cien páginas (Baratas y Fernández, 1998)..
Cajal presidió la Sociedad en 1897. Treinta y cinco años después, cuando la Sociedad Española de Biología –de la que él había sido fundador– se integró en la de Historia Natural, Cajal figuró como presidente de honor en la nueva Revista Española de Biología, continuadora del Boletín de la Sociedad Española de Biología, mientras que Pío del Río Hortega era el redactor jefe. En la nueva revista fueron muy mayoritarios los trabajos sobre citología e histología, que supusieron más del 50 % del total, seguidos de los de fisiología y los de bioquímica.
Entre los 78 socios de la Sociedad de Biología que se integraron en la de Historia Natural se encontraban científicos tan destacados como Severo Ochoa –que publicaría tres trabajos en la Revista–, Tomás Alday, Luis Calandre, Gonzalo Rodríguez Lafora y Paulino Suárez.
Internacionalización
Desde los primeros trabajos publicados en los Anales, estos tuvieron gran repercusión en el extranjero. Cuando Joaquín María de Castellarnau publicó «Visión microscópica. Notas sobre las condiciones de verdad de la imagen microscópica y el modo de expresarlas», en 1885, Frank Crisp, editor del Journal of the Royal Microscopical Society, al hacerse eco del trabajo se lamentó de que estuviera escrito en español, pues en su opinión era una lengua inapropiada para este tema («which we should have supposed to be one of the most unlikely languages»).
Pero lo cierto es que muy pronto comenzaron a publicarse en los Anales trabajos escritos en latín y en francés. Trabajos en estas y otras lenguas han sido muy frecuentes. Antonio Perejón (2005), que analizó todas las memorias y notas científicas aparecidas en las revistas de la Sociedad entre 1872 y 2001, encontró 438 trabajos escritos por científicos extranjeros, de los cuales 97 se publicaron en francés, 82 en inglés, 21 en alemán, 4 en italiano, 6 en portugués, 13 completos en latín y 215 en español. Incluso, dos tomos de la Sección Geológica del Boletín (tomos 91 y 92) se publicaron completamente en inglés para recoger las actas del VII Simposio Internacional de Fósiles de Cnidaria y Porifera celebrado en Madrid en 1995.
En estos últimos veinte años la publicación de trabajos en otras lenguas se ha mantenido, si bien se han incrementado, de modo considerable, los aparecidos en las lenguas inglesa y portuguesa.
El archivo
El archivo de la RSEHN conserva documentos que atañen a la vida de la Sociedad desde 1870 (el más antiguo es un oficio de Luis María Utor, dirigido a Laureano Pérez Arcas, confirmando la cesión del local donde la Sociedad celebró sus primeras sesiones) hasta el momento presente. Pese a su importancia, no existió el cargo de archivero hasta la aprobación de los estatutos de 22 de septiembre de 1987. Desde un par de años antes, quien esto escribe había comenzado la ordenación y catalogación de los documentos archivísticos.
Aunque la mayoría de los documentos que conserva son resultado de la gestión administrativa (libros de actas, listas de socios, apuntes de tesorería, correspondencia), también conserva documentación científica (originales de los trabajos y notas publicadas, originales de dibujos y fotografías). Los sucesivos traslados de la Sociedad han mermado la riqueza de los fondos, no solo archivísticos, también de la biblioteca, pues cuando estos han compartido espacio con los de la institución que la acogió, caso del Museo Nacional de Ciencias Naturales, y las personas tenían puestos relevantes en ambas instituciones, resulta difícil deslindar qué pertenece a cada una de las partes.
Las bienales
Durante la celebración del primer centenario de la RSEHN, al que asistieron trescientos naturalistas españoles, se vio la necesidad de repetir encuentros de este tipo y se pensó que la celebración de bienales era el modelo más adecuado para que los socios pudieran exponer sus trabajos científicos, al tiempo de servir para establecer contactos personales, tan necesarios a toda corporación científica.
La primera bienal se desarrolló en Santander en 1973; la última, la XXIII, en Barcelona en 2019. En total son diecinueve citas en la España peninsular, dos en la insular y otras dos en el extranjero. En todas ellas se ha contado con una elevada participación. A la celebrada en Puerto Morelos, en el estado mexicano de Quintana Roo, asistieron cuarenta socios españoles, acompañados muchos de ellos por sus familias. Participaron también, activamente, sesenta profesores, investigadores y estudiantes mexicanos. El profesor Ian Pointer (del Instituto Australiano de Ciencias Marinas) dictó en inglés la conferencia inaugural, centrada en la biodiversidad del Gran Arrecife de Coral, patrimonio natural de la humanidad.
Los socios, siempre los socios
A lo largo de este trabajo se ha mencionado a treinta y cuatro socios, de los aproximadamente 7.000 que nos hemos acercado a la Sociedad a lo largo de la historia. Ni tan siquiera el 0,5 %. Sí se ha mencionado a los premios Nobel Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa. En la categoría de socios honorarios encontramos otros científicos que también obtuvieron tan importante galardón. Sus nombres: Thomas Hunt Morgan (nombrado socio honorario en 1929; premio Nobel de Medicina en 1933), Ivan Petrovich Pavlov (socio en 1930, Nobel de Medicina en 1904) y Adolf Butenand (socio en 1964 y Nobel de Química en 1939, si bien el régimen nacionalsocialista le obligó a no aceptarlo, lo que finalmente hizo en 1949).
Sin embargo, la mayoría de los socios no han sido nombrados. Hombres y mujeres de todos los rincones de España e, incluso, del extranjero, que cultivaron todas las ramas de las ciencias naturales y entre los que se encontraban no solo naturalistas, sino también médicos, farmacéuticos, químicos, ingenieros, militares y un largo etcétera. Dentro de ellos, encontramos algunas familias, como la de los Boscá, los Fernández Galiano, los Alvarado o los Lozano, con presencia en la Sociedad durante muchas décadas, a través de varias generaciones. A nivel individual, la botánica Elena Paunero Ruiz, con 83 años, un mes y seis días, ha sido la socia con mayor permanencia (Gomis y Perejón, 2019).
Porque una sociedad privada no puede existir sin sus socios. Los actuales debemos esforzarnos en situar a la RSEHN en los mayores niveles de calidad científica y eficiencia. Para ello, la Sociedad persigue publicar trabajos científicos de calidad y necesita la presencia de sus socios en las reuniones científicas que convoca. Al tiempo, nos sentimos orgullosos de pertenecer a la RSEHN.
Referencias
Baratas, A., & Fernández, J. (Eds.). (1998). Aproximación histórica a la Real Sociedad Española de Historia Natural. Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 1 (2ª época, IX). RSEHN.
Baratas, A., & Gomis, A. (1998). La Real Sociedad Española de Historia Natural: Una historia singular. Arbor, CLIX, 159(625), 109–122. https://doi.org/10.3989/arbor.1998.i625.1791
Gomis, A., & Perejón, A. (2019). La Real Sociedad Española de Historia Natural: 148 años de historia, 148 socios. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 113, 145–163.
Perejón, A. (2005). Los naturalistas extranjeros en la Real Sociedad Española de Historia Natural y las actuaciones de ésta en la cooperación científica internacional. En J. A. Gámez Vintaned, E. Liñán, & J. I. Valenzuela-Ríos (Eds.), VIII Jornadas Aragonesas de Paleontología «La cooperación internacional en la Paleontología española» (pp. 31–70). Institución Fernando El Católico (CSIC).
RSEHN. (1988). Catálogo de las publicaciones periódicas de la Biblioteca de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Real Sociedad de Española de Historia Natural.
Viejo, J. L. (1998). La entomología en la Real Sociedad Española de Historia Natural. En A. Baratas & J. Fernández, Aproximación histórica a la Real Sociedad Española de Historia Natural (pp. 123–134). Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 1 (2ª época, IX). RSEHN.