Ángel López

Ángel López

El origen del lenguaje ha sido siempre un tema polémico sobre el que todavía no existe consenso, aunque sí diversas hipótesis. El profesor Ángel López (Zaragoza, 1949), catedrático de Lingüística General de la Universitat de València, ha publicado recientemente El origen del lenguaje (Tirant lo Blanch, 2010), en el que aborda precisamente las cuestiones que rodean el surgimiento del lenguaje en la especie humana. Un libro concebido, en palabras del autor, como «un ensayo de divulgación científica sobre el origen del lenguaje». Conversamos con este biolingüista, tal y como él se denomina; un filólogo con base científica que califica de «perversión» la actual separación entre ciencias y letras. Partiendo de sus estudios e investigaciones, Ángel López tiende puentes entre la lingüística y la biología.

Al abrir su libro, lo primero que sorprende es la cantidad de referencias a disciplinas como la física, la química, la biología… ¿El origen del lenguaje debe estudiarse desde el punto de vista de la ciencia, más que desde la filología?
Una cuestión como el origen del lenguaje, que es una facultad humana y que es la capacidad que verdaderamente nos diferencia de las demás especies animales, está a caballo entre la ciencia y las humanidades. No debe estar exclusivamente en la Facultad de Filología.

El título del libro, El origen del lenguaje, ya hace pensar automáticamente en las obras de Darwin, ¿cómo se relaciona la evolución del lenguaje con la evolución de las especies?
Darwin estaba muy interesado en el lenguaje. En realidad, el patrón epistemológico que llevó a Darwin a la evolución de las especies fue precisamente el de la evolución de las lenguas, porque eran el ejemplo más evidente de evolución. En el siglo xix, la lingüística comparada estaba articulando la idea de la evolución desde el indoeuropeo hacia el latín, del latín a las lenguas románicas, y así sucesivamente. Esto fue lo que a Darwin le dio la idea del origen de las especies, y de hecho en su obra hay muchas referencias a esta cuestión lingüística. Hoy en día esto es impensable. Que alguien de una facultad de filología vaya a una de biología o que existan cosas en común entre estas disciplinas casi resulta una rareza.

¿Cómo ha afrontado la lingüística el estudio del origen del lenguaje?
La lingüística lo que ha hecho ha sido no afrontarlo hasta ahora. Probablemente por falta de formación, se ha considerado un tema poco serio. De hecho, en la segunda mitad del siglo xix, los estatutos de la Sociedad Lingüística de París prohibían tratar el origen del lenguaje.

¿Era una prohibición condicionada por motivos religiosos?

En un principio sí. Cuando los lingüistas prohíben tratar el tema del origen del lenguaje a finales del siglo xix lo hacen por motivos ideológicos, relacionados con  la religión. Pero cuando, ya en el siglo xx, las motivaciones religiosas han desaparecido, los lingüistas consideran poco seria la investigación sobre el origen del lenguaje, ya que sólo pueden realizarse hipótesis imposibles de ser contrastadas.

¿También se podría hablar entonces de creacionismo en el ámbito de la lengua?

De hecho yo creo que lo que de verdad preocupa a los creacionistas es la lengua. Por ponernos en una tesitura medieval, podríamos decir que en el cuerpo está el alma, y el alma es todo lo que tiene que ver con el pensamiento y en definitiva con el lenguaje. La evolución del cuerpo se ha ido aceptando, reticentemente, por las distintas religiones, pero lo del al­ma es tocar el último reducto de la doctrina religiosa. Verdaderamente es en este punto donde el creacionismo no puede ceder, y aprovecha esta suerte de surgimiento bastante repentino del lenguaje para justificar el milagro: «en principio fue el verbo». De hecho, los creacionistas citan continuamente a Noam Chomsky como apoyo de sus hipótesis. Chomsky dice que el lenguaje surgió de repente de manera misteriosa. Sólo le faltaba decir milagrosa [riendo], es casi lo mismo.

Misterioso dice también usted en su libro que es todavía el origen del lenguaje…
Todo lo que no conocemos es misterioso para nosotros.

Una hipótesis que lanzaba el mismo Darwin era que existía una evolución desde los gritos de los animales hasta el lenguaje actual, ¿debemos encontrar el origen del lenguaje en la comunicación animal?
Darwin, como todos los biólogos, entendía por lenguaje una cosa que los lingüistas no podemos aceptar, como es sencillamente la asociación de una secuencia sonora al lenguaje. Algunas especies tienen un comportamiento simbólico, pero no utilizan la sintaxis. Y sin sintaxis no hay lenguaje. Nadie discute que los gritos de los animales terminaron aprovechándose para la fonética, pero de ahí falta mucho para llegar al lenguaje.

¿Cuánto de genética y cuánto de cultura hay entonces tras el origen del lenguaje?
Son las dos cosas. En un alto porcentaje, el lenguaje es cultural, esto nadie lo va a discutir. Los avatares de una sociedad determinan absolutamente la forma de las lenguas. Ahora, ¿es solo una cuestión sociocultural? No, hay además una cuestión genética. La complejidad de las lenguas reside fundamentalmente en la sintaxis.

¿Y la sintaxis no se explica sin factores culturales?

Entre las lenguas del mundo existen muchas similitudes sintácticas. Y esas características sintácticas son inexplicables desde la sociedad y exigen un tipo de explicación diferente. Y aquí es donde entraría la genética. Entre otras razones, porque estas características están en todas las lenguas; eso te da que pensar. Es lo que se llama los universales del lenguaje.

¿Es en estos universales donde podríamos encontrar el componente genético de las lenguas?
En lo sintáctico, sí; en lo semántico y lo fonológico, no. Que en todas las lenguas del mundo hay una palabra para madre es algo obvio, porque somos mamíferos y necesitamos dar nombre a nuestra madre. Que en todas las lenguas del mundo existe una letra a también se explica porque es el sonido más evidente. Ahora bien, que en todas las lenguas del mundo exista una estructura similar de la frase, esto no se justifica desde el mundo, al revés, el mundo lo contradice. 


¿Pero qué tipo de similitudes podríamos encontrar en el campo de la sintáctica?
Pondré un ejemplo. Esto es una mesa [señalando la mesa de su despacho] en la que tenemos a la vez un color, una sustancia, unas dimensiones… Lo que hace la lengua es desglosar todo esto y hablar de la mesa rectangular de madera marrón. Eso ya es un análisis de la realidad que no está en la propia realidad. ¿Y quién me da ese análisis? Evidentemente la lengua. Pero curiosamente lo hacen igual todas las lenguas, aunque no tengan ninguna relación histórica ni tipológica entre ellas. Y son esos universales del lenguaje los que desde siempre han preocupado a los lingüistas.

¿Cuándo empezamos los humanos a utilizar estas estructuras? Es decir, ¿dónde podríamos fijar el origen del lenguaje?
Aquí hay distintas hipótesis. Evi­den­temente, los ancestros de la especie humana se separan de los demás primates hace unos 6 millones de años. Una vez sentado ese término absolutamente originario, uno empieza a mirar los datos de los paleontólogos, y entonces se ve que entre los Australopithecus es improbable por sus propias circunstancias anatómicas. Y ya en la especie Homo hay opiniones diferentes. Los paleontólogos tienden a echar un poco para atrás. Nuestros colegas de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, encontraron en la Sima de los Huesos restos que mostraban que la estructura de los huesecillos del oído que permiten la audición ya se encontraba en estos homínidos. Esto les permitía tener una audición como nosotros, de la gama de sonidos que nosotros captamos, lo que podría situar el origen del lenguaje hace unos 200.000 o 300.000 años. Pero para un lingüista una cosa es la capacidad de oír el lenguaje y otra el lenguaje mismo. Nos encontramos de nuevo con una simplificación de otras disciplinas respecto al lenguaje.

Entonces, ¿qué sería lo que nos podría indicar la existencia de lenguaje?
Los restos deben demostrar la existencia de un comportamiento simbólico, porque el lenguaje evidentemente es un comportamiento simbólico. El hecho de que los requisitos biológicos para poder hablar y oír existan no quiere decir que ya exista el lenguaje. En este sentido, podríamos fijar la aparición del lenguaje en hace unos 50.000 años, cuando existen antecesores de la especie humana, como los neandertales, que ya poseen un comportamiento simbólico. Pero en realidad esto no tiene mucha importancia en relación con lo que es el conjunto de la evolución. No hay una secuencia temporal de millones de años como sería de esperar para una facultad tan extraña y tan diferencial.

¿Y hacia dónde se estaría encaminando la investigación sobre el origen del lenguaje?

Fundamentalmente, en la actualidad es la biología la que está preocupándose del origen del lenguaje. Lo que ocurre es que desde la lingüística se escriben textos aparentemente biológicos, que leen personas que no saben nada de biología y que van reproduciendo una serie de teorías sin base científica. Las hipótesis que se formulen en el campo de la biolingüística deben tener una verosimilitud biológica. Y actualmente no estamos en condiciones de contestar empíricamente a las hipótesis sobre el origen del lenguaje.

Anna Mateu. Periodista, redactora jefa de Mètode.
© Mètode 68, Invierno 2010/11

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© Paolo Bocchese
Ángel López, Catedrático de Lingüísitica General de la Universitat de València.

«El patrón epistemológico que llevó a Darwin a la evolución de las especies fue precisamente el de la evolución de las lenguas, porque eran
el ejemplo más evidente de evolución»

«Cuando los lingüistas prohíben tratar la cuestión del origen del lenguaje a finales del siglo XIX lo hacen por motivos ideológicos, relacionados con la cuestión de la religión»

© Mètode 2011 - 68. Después de la crisis - Número 68. Invierno 2010/11