Pedro Carrasco

Pedro Carrasco
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Pedro Carrasco Sorlí es el nuevo vicerrector de investigación de la Universitat de València, cargo que ha heredado del actual rector, el profesor Esteban Morcillo. Licenciado en Ciencias Químicas, ha centrado su trabajo de investigación sobre todo en el campo de la biotecnología. Hasta su nombramiento como vicerrector, Pedro Carrasco ocupaba el cargo de director del Servicio Central de Apoyo a la Investigación Experimental de la Universitat de València. En el campo de la investigación es responsable del Grupo de Biotecnología de las poliamidas vegetales del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular, donde es profesor titular, y ha desarrollado sus estudios alrededor de los mecanismos de señalización y respuesta de las plantas superiores frente a los estresores ambientales.

Hablamos en su despacho del rectorado, en el bello edificio que se levanta al principio de la avenida de Blasco Ibáñez, coronado por la torre del antiguo observatorio astronómico. El despacho del vicerrector es un espacio bastante neutro y convencional, y tan solo un par de potentes serigrafías de Adrià Pina y de Ràfols-Casamada rompen el ambiente un poco espartano. Comentamos estas obras, y atribuye su presencia a Maria Josep Cuenca, vicerrectora de investigación hace unos años, y que ya entrevistamos en Mètode (36). El profesor Carrasco es un hombre de ciencia, apasionado por el día a día de la gestión científica. Su entusiasmo por la investigación, y por la necesidad de hacerla llegar a la sociedad, se muestra en cada una de las respuestas de esta entrevista.

Usted ha ocupado el lugar que dejó el actual rector de la Universitat de Valencia, el profesor Esteban Morcillo…
Cuando el profesor Esteban Morcillo fue vicerrector de investigación yo ya ocupaba el puesto de director del Servicio de Apoyo a la Investigación, por lo que para mí ha sido bastante natural esta continuidad, y seguir mi trabajo en este vicerrectorado, ahora como vicerrector. Conocía su manera de trabajar y su parecer en muchos asuntos, y por eso estaba seguro de que me integraría bien en su equipo. Es un momento en el que la situación de la Universitat en investigación es muy buena, y yo continuaré este camino emprendido por él y también por la anterior vicerrectora, la profesora Maria Josep Cuenca.

¿Cree que estamos dando los pasos adecuados para ser esta universidad de excelencia de la que todo el mundo habla?
Hombre, ¡estamos intentándolo! Pero el propio concepto de excelencia es discutible. ¿Por qué? Porque en realidad no es un concepto absoluto: la universidad tiene investigación y docencia, y no es lo mismo en humanidades y sociales que en ciencias básicas. Eso de la excelencia es un concepto muy resbaladizo. Lo que debemos hacer es mejorar globalmente. Tenemos que fomentar los grupos potentes, y trabajar la base para crear un medio importante de investigación de tal manera que algún día puedan volar por su cuenta. Para eso hay que tener una muy buena media. Y en este sentido el Campus de Excelencia puede ayudar. Y cada vez tenemos mejores indicadores de calidad.

En un artículo publicado en Mètode (66), indicaba que la gente tiene la idea de que la universidad es un lugar exclusivamente docente. ¿Qué estamos haciendo mal?
Creo que es una cuestión coyuntural. Hace años nuestra institución funcionaba como un entorno aislado. La gente viene a la universidad como un paso normal en la educación: empieza a los tres años yendo a la escuela y acaba con veintitrés o veinticuatro en la universidad. Por eso lo más habitual es ver la universidad como un lugar docente, no de investigación. Ahora estamos relacionándonos con otras tareas como la transferencia, la investigación… Se tiene que hacer mucho esfuerzo para transmitir que la universidad es más que un lugar docente. Los propios estudiantes cuando llegan no piensan en investigar: en realidad, son estudiantes de instituto, vienen a clase como antes iban a las del colegio, y si han elegido la carrera ha sido porque han tenido un buen profesor, ¡y a veces ni por eso! Vienen a ciegas, hacen las actividades de clase que cuentan para la nota, y no tienen ninguna pasión por la investigación. Y a mi parecer nuestro gran mérito es hacer de estos estudiantes futuros investigadores. Los que lo consiguen completan de alguna manera la metamorfosis universitaria.

A veces es demasiado tarde para algunos estudiantes. Quizá la universidad debería divulgar más esta necesidad.
Es como todo… Ahora con los nuevos grados se está favoreciendo este proceso. Los estudiantes están acostumbrados a la clase, y es posible que un estudiante no sea maduro en los primeros años para elegir una línea de investigación. Si se consigue en los dos últimos años ¡ya está bien! Introducir el gusanillo de la investigación cuesta mucho. Y tampoco es fácil investigar, obtener una beca. Hay que poner incentivos y nosotros queremos desarrollar ahora un programa para dar una beca al mejor expediente de cada grado o licenciatura, para que vaya a investigar: es el programa Atracción de Talento. Si eso trasciende, algunos se motivarán, y es una buena manera de ir captando las mejores mentes.

También decía en este artículo que la Universidad tiene que dar respuesta a la crisis… ¿De qué forma?
La sociedad necesita gente formada, la formación da respuesta a la crisis. Una segunda manera es mediante la transferencia de nuestra investigación. Nuestras acciones son innovadoras. Dos cosas son capitales: la formación de personal y la transferencia y prestación de servicios a la sociedad. La primera es la clásica, y la segunda es donde quizá habría que mejorar. Debemos mejorar nuestra relación con el mundo empresarial.

Comentaba que la respuesta a la crisis no tiene que limitarse a aspectos presupuestarios… ¿La crisis ha afectado mucho a nuestra investigación?
Aún no ha habido un bajada fuerte de las inversiones públicas. De todas formas se ha aumentado el presupuesto del Vicerrectorado para intentar mantener los grupos que se quedan sin recursos. Ahora mismo estamos diseñando programas por si en un futuro hay una bajada de fondos públicos. Pondremos en marcha dos grandes programas: el Gestiona, que consiste en contratar gestores de investigación que ayuden a los investigadores a llevar a cabo sus programas, y el Valoriza, destinado a realizar pruebas de concepto. A veces tienes unos resultados que podrían ser interesantes para una empresa, y el objetivo es que el Vicerrectorado haga un proyecto en el que estudie si es o no viable.

Afirmaba que era necesario que las universidades públicas demostraran día a día su rentabilidad y alto nivel de generación de recursos para la sociedad.
Una parte de la sociedad sí que nos ve como rentables. El mundo empresarial y el sanitario sí que tiene esta percepción. Ahora bien, la gente de la calle no: hay un abismo entre una publicación científica y la visión de la sociedad de esta publicación. Aquí es donde entra el necesario papel de la divulgación de la ciencia. Tanto la prensa como la comunicación científica tienen mucho trabajo por delante. En cualquier caso, hay una tradición anglosajona que en nuestro país desgraciadamente no se produce: la de ver la universidad como un lugar de inversión. Aquí el empresario ve la universidad como obra social, como fuente de beneficio o de servicios (fundaciones, donaciones). Es una cultura distinta, y ciertamente arrastramos un déficit de participación de la empresa en la universidad. Estamos trabajando en una ventana de atención única para la relación de la universidad-empresa: tenemos la OTRI, el ADEIT, el Parque Científico, pero no hay un interlocutor único. Trabajamos para crear una puerta única de entrada. También somos quizá nosotros responsables: creo que confundimos mucho a la empresa, a menudo los empresarios no saben cuál es nuestra oferta. No saben cuáles son nuestros grupos de investigación, no hay ninguna política en este sentido… Y tenemos demasiadas vías de entrada de la empresa en la universidad, tantas que a veces es contraproducente. Es necesario que todo el mundo sepa dónde hay que ir, dónde se tiene de dirigir, una sola gran vía de entrada.

Ha escrito que también tiene que repercutir el esfuerzo de los investigadores en el momento de divulgar su investigación, con rigor y calidad. Sin embargo, ¿no le parece que la divulgación aún se menosprecia?
No creo que sea exactamente así. ¿Qué se le valora al investigador? Publicar en revistas de impacto, o en buenas publicaciones del área. Eso es básico. Al profesional de la ciencia nunca se le ha explicado que estaría bien que divulgara su investigación a la sociedad. No es menosprecio, ¡es que no tiene conciencia! Más bien al contrario, lo que le hace falta es tener una incidencia en las publicaciones, pero la verdad es que no necesita para nada la divulgación. Y por tanto ¡ni se lo plantea! Entonces no es menosprecio, es pura inconsciencia. Es un no sentimiento, no le hace falta… Por otra parte, muchos investigadores no estamos preparados mentalmente para divulgar. A mí mismo me cuesta mucho explicar de manera sencilla y accesible a un gran público en qué consiste mi investigación. Quizá estaría bien tener una estructura de divulgación que ayudara a los investigadores. Cada campus podría tener un gabinete de prensa, por ejemplo, un grupo de especialistas, atentos a las líneas de investigación, trabajando codo con codo con los científicos.

Quizá no es menosprecio, pero en un curriculum vitae tiene muy poco peso la divulgación. Incluso hay gente que la esconde, porque a veces es contraproducente. Para pedir un sexenio, por ejemplo, la divulgación puede ser una barrera. ¿No hay una contradicción en todo eso?
El sistema está lleno de incongruencias… Ahora tan solo se valoran los papers. Las publicaciones en revistas de impacto. Y no me parece bien: se tendría que valorar también la transferencia y, evidentemente, la divulgación. Probablemente tenemos que concienciar a los investigadores para que presenten divulgación. Hay que buscar alguna contrapartida a cambio. Debemos encontrar un aliciente que sea útil. Vuelvo a insistir en esta idea: en cada campus debería haber por lo menos un gabinete de divulgación. ¡Y creo que lo tendremos!

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© M. Lorenzo

Este es el Año de la Química. ¿Qué actividades hay previstas para celebrar la efeméride?
Está en marcha un ciclo de conferencias con la Facultad de Química, que irá acompañado por un ciclo de cine. También hemos preparado un concurso de audiovisuales, en colaboración con la Ciudad de las Ciencias, para estudiantes de universidad y de secundaria. Los premios se darán durante la bienal de la Real Sociedad Española de Química, que se celebrará precisamente este año en Valencia, con el patrocinio de la Universitat de València y del Politécnico. También tenemos en marcha una interesante exposición sobre la revolución de la química en el Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia, en el bello edificio del palacio Cerveró. Esta parte expositiva irá acompañada por otra exposición más centrada en la percepción social de la química, que haremos en La Nau, y que queremos que sea itinerante. Creo que al final puede quedar muy bien.

Usted como bioquímico sin duda tiene un particular interés.
Yo soy químico, licenciado en Ciencias Químicas. Me gustaría que el Año de la Química sirviera para mostrar la historia de esta asignatura en nuestra universidad, y las nuevas líneas de investigación, desde las nanotecnologías hasta las ciencias de los materiales y bioquímica… ¡Para mí todo es química! [Ríe.] Sí, fíjate que la química te da los fundamentos de cómo funcionan tanto las reacciones de los materiales como las de los seres vivos. Da una visión estructural y molecular. Para entender la vida, la química es fundamental. ¡La química justifica cualquier proceso! Igual que la termodinámica, que también justifica cualquier proceso, incluso los de los seres vivos.

¿Qué visión tiene la sociedad de la química?
Bien, para hacer detergentes… [Ríe.] Para pinturas, para cosmética… Para cosas inmediatas. Creo que el Año de la Química tendría que servir para mostrar a la sociedad la importancia de la química en la relación entre la molécula y la vida. ¡En realidad todo es química y física!

¿Y cree que la sociedad tiene un buen concepto de la ciencia? Quiero decir, ¿no hay una percepción negativa de los científicos, como personas que dedican su tiempo a investigaciones que pueden ser peligrosas?
[Piensa largamente.] No tiene un mal concepto… La sociedad se queda deslumbrada por avances concretos, pero no es un concepto continuo. No tiene claro que la ciencia le afecta diariamente, la gente no valora de manera adecuada las comodidades que tiene en casa, no tiene claro que le esté afectando en cada momento… Falta una conciencia de buen concepto… Además la parte biotecnológica ha despertado muchas suspicacias, hubo campañas muy fuertes en contra de la manipulación genética o de la clonación, que han hecho mucho daño. Con la energía nuclear pasó una cosa parecida, y después se vivió un período de tolerancia. Creo que con la biotecnología pasará algo parecido. La energía nuclear tiene riesgos, pero si lo piensas bien, desde Chernobil hasta Fukushima no había habido ningún accidente grave…

¿Entonces está a favor de las centrales nucleares?
Hum… ¡No estoy en contra! [Ríe.]… Dirás que te estoy toreando…

¡Pues, un poco sí!
La gente tiene que ser consciente de que si quiere mantener este nivel de vida la energía nuclear es necesaria. Si no, hay que recortar la producción, y recortar el gasto, no se puede consumir energía indiscriminadamente… Hay científicos, de la altura intelectual de James Lovelock, que postulan que solo con la energía nuclear se podrá superar el cambio climático. Por tanto no es un tema tan sencillo. No se puede estar a favor o en contra, hay que matizar.

Hace un par de años, acabé mi entrevista al profesor Esteban Morcillo con una frase de Diderot. «Se me puede exigir que busque la verdad, no que la encuentre». ¿Cree que la sociedad quiere saber la verdad?
A la sociedad le gusta vivir en la inocencia… Solo quiere resultados, poder mantener el nivel de vida. Gozar de la vida, incluso ignorando los riesgos colaterales. Si los conociera, estos riesgos, si se le explicara a la sociedad todo, seguro que no lo aceptaría. Que, por cierto, ¡es lo que hacen los políticos!… Eso no lo pongas, ¡eh!

¿Por qué no?
Ah, porque quizá… Mira, hay una resistencia aún muy fuerte por parte de la sociedad a aceptar el conocimiento científico. Galileo aún es un hito que no se ha conseguido superar del todo. Y menos aún Darwin. Es necesario que la sociedad se libere de la superstición, ¡que tenga una percepción más positivista de la realidad!

¿Qué piensa de los milagros del papa Wojtyla?
Ah, ¡no me hagas hablar!… No te digo lo que pienso de los milagros porque lo escribirías.

¡Eso seguro!

Martí Domínguez. Director de Mètode.
© Mètode 69, Primavera 2011.

© M. Lorenzo

 

«Se tiene que hacer mucho esfuerzo para transmitir que la universidad es más que un lugar docente»

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© M. Lorenzo

«A la sociedad le gusta vivir en la inocencia»

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© M. Lorenzo

«Para entender la vida,  la química es fundamental.  ¡La química justifica cualquier proceso!»

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© M. Lorenzo

«No te digo lo que pienso de los milagros porque seguro que lo escribes»

© Mètode 2011 - 69. Afinidades electivas - Número 69. Primavera 2011