«Ciència, diners i política», de Dominique Pestre

107-66

Ciència, diners  i política
Dominique Pestre
Traducción de Josep Batalla y Josep Hereu.
Obrador Edèndum. Santa Coloma de Queralt, 2008. 190 páginas.

El debate sobre la función social de la ciencia –preguntarse, como hace Dominique Presque desde una cultura política de izquierdas, sobre «la ética de la civilización tecnológica»– es recurrente desde la implantación de las sociedades industrializadas: entre el fordismo y el posfordismo. Con todo, la modulación de la cuestión sobre el alcance público de la investigación se acentúa a partir de la crisis (fiscal) del Estado del bienestar y del influjo del pensamiento fraccionalista o posmoderno, también entendido como el fin de las ideologías. La hegemonía del reduccionismo mercantilista y la empresarización de la universidad contextualizan la relación entre ciencia, economía y política, tríada muy bien analizada sociopolíticamente por este historiador de la ciencia.

Del análisis de Pestre –que cuestiona la separación que se hace a menudo entre el «régimen de saber científico» y su vertiente política– hay que destacar el concepto «modo de producción del saber» considerando que la ciencia es una variable condicionada más allá de la formalización metodológica interna, como queda explicitado en el período definidor entre 1870 y 1970. Así, el desarrollo historizado del modo de producción aplicado a la producción científica –desde la modernidad a la coetaneidad, permite plantear la cínica neutralidad del científico y, en consecuencia, definir el saber científico como muy productivo. Así pues, el autor focaliza la reflexión sobre los cambios de la naturaleza del saber según las sucesivas hegemonías de poder, la construcción del estado científico ochocentista (desde el positivismo), la construcción del estado asistencial (con la consiguiente regulación pública del mercado) y la «monetarización» de la investigación desde el nuevo liberalismo desregulador-reprivatizador. En este sentido, el ensayo de este pensador es extremadamente útil –dada la actual sobredeterminación de la tecnociencia y la especialización acrítica del conocimiento– para contextualizar (aunque no aparezca explicitado) los intereses economicopolíticos del vigente Espacio de Enseñanza Superior Europeo. La dicotomía queda de nuevo establecida entre Estado y mercado.

Como contrapartida al nuevo contexto economicista de la organización de la cultura (a raíz de la llamada crisis del socialismo real y de la crítica a los metadiscursos por parte de F. Lyotard), el sociólogo de la ciencia tendría que establecer unos «contrapesos» limitadores –por democratizadores– de la producción científica, aspecto destacado en el cuarto capítulo del ensayo. La construcción de nuevos movimientos sociales que reactiven la dimensión política de la sociedad civil es una apuesta central, expresada en el capítulo quinto del ensayo, para retornar a la ciencia su rostro humano: identificar lo científico con los intereses socialmente mayoritarios y, en consecuencia, acabar con la «gestión política» –como forma de ideología– de la «tecnociencia industrial». Volver a una definición socializadora de la ciencia como reflejo de un modelo de organización social opuesto a la sociedad de riesgo: este es el reto (político) –la radicalidad– del científico.

© Mètode 2011 - 66. Onda verde - Número 66. Verano 2010

Historiador. Universidad Rovira y Virgili.