«Contra la simpleza» de Daniel Roberto Altschuler
La subjetividad humana dentro de la objetividad científica
La ciencia es un gran enigma para la mayoría de la gente a pesar de la importancia que tiene incluso en los aspectos más irrelevantes de la vida. Nos encontramos en una sociedad que no sabe de ciencia, o peor, que no sabe distinguir entre lo que es ciencia y lo que no lo es. Para hacer frente a esta creciente lacra, los científicos agotan sus energías desmontando mitos y creencias sin fundamento.
Daniel R. Altschuler, doctor en Física por la Universidad de Brandeis (Massachusetts) y catedrático del Departamento de Física de la Universidad de Puerto Rico, se convierte en pedagogo para analizar la problemática desde el origen: las personas. A lo largo de veintidós capítulos intensos, Altschuler analiza minuciosamente la relación de los seres humanos con su entorno y la ciencia, el funcionamiento del cerebro, la importancia de las palabras y del lenguaje, las diferencias entre racional y razonable, entre otras, o la aversión por los números, para después adentrarse en el mundo sobrenatural, paranormal y de las pseudociencias. Recurriendo a las citas con las que otros autores trataron problemáticas similares, completa y da forma a un discurso instructivo e ilustrativo, que nos muestra que la reticencia al cambio y el respeto y el miedo a lo desconocido no han cambiado con la evolución del conocimiento científico.
La ciencia está en revisión constante, pero no saberlo todo no implica no poder afirmar que hay cosas que son imposibles o sencillamente falsas. El argumento de que la ciencia no lo puede explicar todo, al cual recurren frecuentemente los seguidores de estas prácticas alternativas, no es, por lo tanto, válido. La memoria y las percepciones confunden a un ser humano que es racional y a la vez irracional; un ser humano que trata de ser imparcial en el conocimiento de un mundo en el que toma parte. Lo que vemos o lo que es no se corresponde necesariamente con lo que queremos ver o queremos que sea; la opción más fácil y cómoda implica aceptar una ficción en lugar de una cruda realidad que no siempre podemos comprender. Pero no se trata de comprender los detalles de la ciencia, es cuestión de aspectos básicos, de aprender a identificar cuando algunos tratan de aprovecharse de este desconocimiento con palabras que quieren recordar aspectos científicos.
Son constantes en el libro las alusiones a la importancia de pensar y repensar, cuestionar y ser críticos con la información que recibimos, una información que nos llega en muchas ocasiones sin filtro. No es posible controlar la información que circula hoy en día, en un mundo globalizado donde los efectos de las redes sociales y la maravilla de Internet escapan de nuestras manos, pero sí que es posible mantener una posición sanamente escéptica para dudar y no caer en falacias y engaños. Aunque a veces la teoría con la que el autor justifica el razonamiento pueda abrumar al lector, las páginas vuelan y nos adentramos en una lectura interesante y necesaria para resaltar el hecho elemental de que nunca podemos dejar de lado nuestros sentimientos y deseos, y que esto no es incompatible con una buena práctica científica y con su divulgación.