El imponente trabajo realizado por el etnobotánico y médico Joan Pellicer de recopilación de información, investigación, organización y ordenación de datos alrededor de los diversos usos etnobotánicos y nombres tradicionales de las plantas que crecen en el territorio que estudió, básicamente la llamada Diania (grosso modo, las comarcas centrales del País Valenciano), fue viendo la luz a través de las publicaciones y los numerosos artículos escritos en diversos medios a lo largo de los años. Pero su súbito fallecimiento, el 31 de enero de 2007, dejó sin resolver algunas de las publicaciones previstas y otros proyectos futuros, y entre estos se encontraba la publicación del Diari de Sotaia.
La obra, inédita a la muerte de su autor, ha sido ahora publicada coincidiendo con la exposición que en el Museo de Etnología de Valencia se ha dedicado a Joan Pellicer, diez años después de su desaparición. Se trata de una publicación sencilla, no demasiado extensa en longitud, pero sí en profundidad; una profundidad que nos sumerge en la personalidad de Pellicer, en su pensamiento, en su forma de trabajar, de ver el mundo y de sentirlo. Los pensamientos propios que solo uno conoce, que marcan el devenir personal y son el hilo conductor de la existencia, aparecen de una forma definida y clara en el relato del quehacer durante un año en este diario personal de Joan Pellicer.
Reflexiones, lecturas, paseos, tareas caseras, músicas, comidas… comparten espacio en esta obra, con las múltiples y abundantes especies vegetales de las que habla: dónde se encuentran, cuándo florecen, para qué sirven… Y siempre con una auténtica pasión y admiración por la vida que le rodeaba. Una obra personal e íntima en la que el autor deja claro su conocimiento progresivo del territorio, del paisaje vegetal, de la flora, y su pasión por la tierra, por la vida sencilla.
«Se trata de una publicación sencilla, no demasiado extensa en longitud, pero sí en profundidad»
El diario recoge las ideas y las diferentes aventuras por el territorio diánico en el que se movió Pellicer; además, está repleto de anotaciones sobre sus visiones de aspectos tan variados como los ornitológicos, los meteorológicos, los agrarios, los paisajísticos y, por supuesto, los florísticos. En cierta medida recuerda a las descripciones de Cavanilles en las Observaciones del Reyno de Valencia; no en vano eran una de las lecturas inspiradoras para el propio Pellicer.
Una obra que recoge un año de su actividad, con momentos que parecen de soledad y tristeza y otros de clara alegría y gozo, que se mezclan a lo largo de los días que recorre el diario. Momentos de tierna felicidad, basados en placeres tan simples como pueden ser comerse un melocotón, escuchar un viejo blues o leer tranquilamente las páginas de un libro estimado, que dan fe del talante vital de Pellicer, extremadamente sencillo y explorador incansable del nexo de unión con la tierra y la naturaleza. Con momentos de exultante alegría como los que compartía en compañía de pastores y agricultores, a los que ciertamente admiraba por sus conocimientos, por su forma de vivir, por su honradez. Para él, y lo manifiesta en sus notas, eran momentos de máxima felicidad, en los que se sentía realizado y que querría que no hubieran acabado nunca y, además, eran una fuente inagotable y valiosísima de información sobre el territorio y su toponimia, sobre las plantas y sus usos y, en general, sobre la vida que llevaban sus informantes entre bancales y barrancos, entre llanos y sierras, que le resultaba tan atrayente y auténtica.
«Una obra personal e íntima en la que el autor deja claro su conocimiento progresivo del territorio, del paisaje vegetal, de la flora y su pasión por la tierra, por la vida sencilla»
La exposición con la que ha coincidido la publicación de esta obra refleja exactamente lo mismo: la sencillez del autor, el interés por el mundo que le rodeaba y el trabajo concienzudo y cuidadoso para recopilar los conocimientos tradicionales asociados al uso de las plantas que marcaron el conjunto de su obra. Un trabajo para conservar este conocimiento ancestral, para evitar que se olvide y pierda a consecuencia del progresivo desarraigo de la sociedad del medio natural, del que se queja sutilmente en algunos de los pasajes del libro. Pellicer no entiende una mejor forma de vivir que entre el verdor de las plantas, el azul del cielo, la frescura del agua de fuentes y acequias, con el cambio continuo del tiempo, el piar alegre de los pájaros alborotados por una primavera incipiente o el recogimiento al abrigo de la lumbre cuando el frío lo invade todo. Y todo este relato abonado siempre con un lenguaje carismático y poético, encantador, dulce y perfumado como las plantas que tanto amó; un lenguaje profundo y sugerente, relajante y motivador.
Su faceta como divulgador de la riqueza etnobotánica de nuestras tierras, muy destacadamente en el espacio «Les nostres plantes» del programa Medi ambient de Punt 2 (RTVV), lo convirtieron en un personaje querido y reconocido por parte del gran público. Su habla armónica y delicada se unía a los conocimientos tradicionales que sabía transmitir, dando al conjunto una innegable estética atractiva y cautivadora, capaz de captar la atención de cualquiera que quisiera escucharlo. Fue también colaborador durante años de esta misma revista, donde mostró su sabiduría y la capacidad de transmitir y divulgar los valores y usos de la flora valenciana en una sección llamada «Botánica estimada».
Diari de Sotaia nos permite conocer las claves de su trabajo, de su pensamiento y carácter, de su vitalidad. Nos permite comprender cómo y por qué construyó una forma de vivir, una forma de trabajar y una obra que debería tener continuidad con la publicación de su tesis doctoral, monumental y hoy día aún inédita. Sería un regalo para él, y para todos.