Beber una taza de café con azúcar por las mañanas, abrir el armario y poder elegir el color de ropa que más nos apetece llevar ese día, o comer un helado de vainilla. Someternos a cirugías necesarias para mejorar nuestra salud sin sufrir dolor y sin apenas riesgo de contraer una infección. Tomar un gin-tonic en una reunión entre amigos. Estos son solo algunos ejemplos de acciones cotidianas con las que estamos familiarizados, pero ¿se han parado a pensar que, años atrás, estos pequeños gestos cotidianos solo eran accesibles para unos pocos privilegiados? ¿De dónde provienen las drogas, fármacos y venenos que a día de hoy nos hacen la vida un poco más fácil? ¿Quién los descubrió? ¿Han tenido siempre el mismo uso? ¿Cuál es su historia y qué ocurrió antes de que estuviesen al alcance de todos nosotros?
David Sucunza recoge las respuestas a estas preguntas en su libro Drogas, fármacos y venenos. En cada uno de los 25 capítulos que lo componen, el autor nos desvela de forma amena y muy bien documentada distintos saberes entrecruzados acerca de uno o varios productos naturales.
Entre las páginas del libro podemos encontrar el primer experimento controlado de la historia de la medicina y el primer fraude médico de la edad moderna. También los orígenes y la historia amarga de la sustancia que endulza nuestro café o postres, guerras desatadas por drogas, y fármacos que surgen del esfuerzo bélico por mantener la salud de los soldados. Asimismo, se reflejan las barbaridades que el ser humano ha sido capaz de cometer con sus semejantes por controlar la producción de árboles y plantas fuente de productos naturales valiosos, pero también el impacto que tuvo la producción industrial de fertilizantes para la población mundial, o la síntesis industrial de hormonas para la emancipación de la mujer. Esclavos observadores; enfermos que buscan alivio para su mal, o científicos brillantes, tenaces y osados que no cesaron hasta conseguir la síntesis artificial de productos naturales, probar su utilidad y conseguir su producción a gran escala; todos ellos contribuyeron a la accesibilidad de los productos naturales que utilizamos en nuestro día a día.
Drogas, fármacos y venenos es un libro interesante y accesible a todo tipo de lectores por su contenido y presentación. Considero que disfrutarán de él especialmente los amantes de la historia, la antropología o la divulgación de la ciencia. A mi parecer, lo más sugestivo de la obra es la invitación que hace a la reflexión. Por ejemplo, con respecto a la dicotomía «natural o sintético», ¿es más saludable utilizar la fuente natural, con la incertidumbre de si será un veneno, que poder administrar con seguridad la dosis terapéutica gracias a los análogos sintéticos? Con respecto a la poca atención que prestamos a aquello a lo que estamos habituados, ¿qué pasaría si los recursos de los que dependemos en la actualidad dejasen de estar disponibles? En definitiva, al pasar la última página del libro, el lector será más consciente de la importancia de cuidar la naturaleza, tanto por su potencial como fuente de nuevas sustancias terapéuticas como por ser una fuente de inspiración imprescindible para desarrollarlas.