Para abordar con verdadero rigor un tema tan complejo y poliédrico como es el del origen del lenguaje resulta necesario tener amplios conocimientos científicos, no solo de lingüística. Pero, además, sustraerse a la tentación del debate ideológico que suscita es, si cabe, más difícil de conseguir. El lector de este ensayo sobre el origen del lenguaje, escrito con una admirable claridad expositiva y capacidad sintética, se dará cuenta rápidamente de que está ante una hipótesis consistente sobre la génesis del lenguaje y de la evolución de las lenguas, basada en datos científicos y ajena a posturas dogmáticas de signo alguno. La explicación que propone el autor, el lingüista Ángel López García, queda fundamentada en una hipótesis científica: la teoría evolucionista de la transferencia de código. Casualmente, poco después de la lectura de este ensayo visité en Burgos el recién inaugurado Museo de la Evolución Humana. Me sorprendió el escaso espacio otorgado al lenguaje, presentado como una capacidad cognitiva más del hombre actual y no como un hecho diferencial de nuestra especie. La hipótesis de la teoría evolucionista sobre el origen del lenguaje defendida en este libro no tiene reflejo en el contenido de este museo. Quizá esto se deba a que, como señala el autor, el origen del lenguaje ha sido considerado, hasta fechas recientes, una cuestión poco relevante, en particular entre los lingüistas, quienes han mostrado un desinterés rayano con el tabú. La pujanza de los trabajos recientes sobre la génesis del universo, del mundo y del hombre ha hecho que se revitalice el interés por el origen del lenguaje y que se aborde desde diferentes disciplinas, como la genética, la sociología y la física, sin que de momento sus planteamientos científicos hayan logrado dar respuesta a las preguntas básicas que explicarían el problema del origen: cuándo, por qué y cómo se produjo el lenguaje. Tampoco las hipótesis formuladas desde las dos principales corrientes lingüísticas, funcionalismo y generativismo, todas con una base biológica más o menos acusada, son capaces de resolver satisfactoriamente cómo y cuándo surgió el lenguaje humano. Las deficiencias que presentan las teorías formuladas hasta ahora, los callejones sin salida a los que se ven abocadas muchas de ellas, encuentran un escape más que plausible en la formulación de esta hipótesis evolucionista: el lenguaje surgió como resultado de la evolución por selección natural de los hábitos comunicativos de nuestros ancestros mediante un proceso gradual. Este proceso se habría interrumpido al menos por dos cambios bruscos: el que convirtió la sintaxis visual de los primates en el protolenguaje de los homínidos y el que hizo surgir la sintaxis formal del lenguaje en nuestra especie mediante una duplicación exaptativa del genoma. Lo convincente de la propuesta estriba en que, por una parte, el modelo del equilibrio interrumpido satisface simultáneamente los requisitos de la evolución biológica y de la evolución cultural. Por otra, la confirmada conexión neuronal del lenguaje y del campo de la visión permite suponer la transferencia de las pautas de procesamiento visual hasta las pautas de procesamiento lingüístico, origen del protolenguaje. Por último, ese protolenguaje pudo convertirse en lenguaje humano gracias a una funcionalidad nueva que, en un momento dado, asumió el código genético, como fue dar forma al código lingüístico. En ningún momento el lector se va a encontrar perdido entre las múltiples teorías analizadas porque la organización subyacente del ensayo, formalmente distribuido en siete epígrafes, permite avanzar en el planteamiento discursivo seguido. El punto de partida es la exposición del problema, al que sigue un análisis crítico de las teóricas propuestas como solución. El ensayo culmina en la formulación de la hipótesis evolucionista de la transferencia de código y termina con una breve revisión del papel que ha jugado la sociedad en la evolución adaptativa del lenguaje humano. Es de destacar la inteligencia con la que se han expuesto las teorías biológicas, presentadas para explicar la evolución de las lenguas, ya que la posible trasposición de las consideraciones diacrónicas permite sentar las bases teóricas necesarias para formular la hipótesis propuesta. De este modo, el ensayo trata dos aspectos distintos del origen del lenguaje: la evolución de la facultad del lenguaje y de su producto, las lenguas. No quiero terminar sin llamar la atención sobre una cuestión apenas esbozada en el prólogo, pero de gran importancia para todos aquellos que nos interesamos por la lingüística: la situación de ensimismamiento y decadencia por la que atraviesa la disciplina. No comparto con el autor la visión pesimista sobre su futuro más inmediato, pero, indudablemente, es necesaria una fuerte implicación académica e investigadora por nuestra parte para evitar su extinción. María Matesanz. Departamento de Filología Románica, Filología Eslava y Lingüística General, Universidad Complutense de Madrid. |
El origen del lenguaje Ángel López García. Tirant lo Blanch. València, 2010. 176 páginas.
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© Mètode 2011 - 68. Después de la crisis - Número 68. Invierno 2010/11