Todos los hemos pedido y los hemos dado, los hemos recibido cuando no queríamos y los hemos dado cuando no nos los pedían. Nos han sido útiles o no, o no lo sabemos porque la pelota aún está en juego.
Es inevitable que, cuando se llega a un nivel de experiencia o a una cierta edad, por voluntad propia o a demanda de algún editor, un científico de renombre escriba un libro ofreciendo consejos a científicos principiantes. A veces son consejos para la vida, aunque una vida que lleva a ganar un premio Nobel suele ser un mal modelo. Como lector habitual de libros relacionados con la ciencia, la experiencia me enseña que los libros de consejos suelen ser decepcionantes.
La decepción, como tantas cosas, tiene que ver con las expectativas. Nos hemos acostumbrado a disponer de guías, checklists y manuales que nos acompañan en todo, desde tener niños a gestionar empresas, pero la navegación exitosa de una carrera científica tiene más que ver con un viaje de exploración en una cáscara de nuez que con un crucero por los fiordos noruegos con barra libre.
«Si quieren un consejo, eviten los libros de consejos»
Por eso la experiencia vital de gente como Edward O. Wilson o James Watson nada tiene que ver con la de unos lectores que podrían ser sus nietos, o bisnietos en el caso de Ramón y Cajal. Todos ellos han escrito memorias y de ellas han destilado consejos. Las memorias son interesantes en tanto que enmarcan la investigación en un contexto histórico y personal. Pero los consejos que se extraen de ellas son difícilmente transportables a través de las décadas y los continentes.
En términos de escuela de negocios, un consejo es una ayuda para la toma de decisiones. Si el consejo es demasiado vago, no sirve. Si es demasiado concreto, solo sirve para aquella ocasión. El consejo de Watson «no seas nunca la persona más inteligente de la sala» es útil porque hace reflexionar sobre las propias limitaciones, no porque siempre podamos elegir quién nos acompaña en una reunión o en un proyecto.
Si quieren un consejo, eviten los libros de consejos. Lo que a mí me ha orientado más en la carrera científica son los ejemplos inspiradores que he leído en las biografías y las memorias, y aún más el ejemplo directo de la gente de mi alrededor. El consejo práctico inmediato se agradece, se pone en práctica si es posible y no tiene más importancia. El consejo abstracto sobre el sentido de la vida a menudo nos deja más confusos de lo que estábamos antes de pedirlo, pero tiene más números para perdurar como un meme en internet.
REFERENCIAS
Ramón y Cajal, S. (1898). Reglas y consejos sobre la investigación biológica. Consultado en http://cvc.cervantes.es/ciencia/cajal/cajal_reglas/default.htm
Watson, D. (2010). Prohibido aburrirse (y aburrir): Lecciones aprendidas en una vida dedicada a la ciencia. Barcelona: Tusquets.
Wilson, E. O. (2014). Cartas a un joven científico. Barcelona: Debate.