Un caso interesante en la literatura científica –y en la literatura a secas– es la entrevista. A diferencia de las otras manifestaciones escritas, que son obra de una persona, una entrevista requiere la colaboración de dos personas. Muchos otros escritos son fruto de la colaboración, y el ejemplo más obvio es la comunicación científica en formato de artículo, pero en una entrevista se encuentran dos personas que tienen objetivos y expectativas diferentes ante el resultado.
Para el entrevistador, una entrevista es una oportunidad de transmitir un mensaje por boca de otro. La elección de preguntas, la redacción final y el titular pueden dar como resultado entrevistas muy diferentes de una misma persona. O la decisión de entrevistar a unas personas y no a otras. No existe una entrevista neutral.
El entrevistado también ve en la entrevista una oportunidad para transmitir un mensaje, pero seguramente tiene interés en fijarse en unos temas e ignorar otros. Quizá acaba de publicar unos resultados de investigación o un libro de divulgación. O quizá simplemente ha venido a la ciudad a dar una conferencia y la revista o el diario aprovechan la oportunidad. La revista Mètode publica muy buenas entrevistas de los científicos internacionales que pasan cerca de Valencia, y bien que hace.
Lo delicado de la entrevista es que el producto final está fuera del control del entrevistado. A diferencia de una entrevista en directo en la radio o en la televisión, una entrevista publicada en un medio escrito es un cheque en blanco al entrevistador para que haga y deshaga a su gusto.
Entre la entrevista oportunista a alguien que pasaba por allá y la entrevista promocional a alguien que ha publicado algo de interés está la entrevista en profundidad. La recopilación que publicaron Lewis Wolpert y Alison Richards tiene este enfoque, y la variedad de áreas del conocimiento que cubre la convierte en una buena panorámica de la experiencia del científico.
Las entrevistas a personalidades como Crick o Hodgkin son interesantes, pero los lectores a menudo se interesan por otro tipo de personajes. Hace años Nature hizo una serie de entrevistas en esta línea. Elegían a científicos jóvenes y les hacían preguntas relacionadas con su vivencia cotidiana: cómo reaccionas a una pregunta difícil en un seminario, o qué música suena en tu laboratorio. Las respuestas permiten conectar con lectores de un perfil comparable.
¿Qué sentido tiene dejarse entrevistar? ¿En un tiempo que valora la popularidad, un científico que sea entrevistado a menudo en los medios puede sacar algún beneficio práctico? ¿Le puede resultar más fácil encontrar estudiantes o mecenas? No dispongo de datos, pero intuyo que existe una relación entre ser conocido y tener éxito profesional. Lo que no sé es si va primero el huevo o la gallina.
Referencias
Wolpert, L., & Richards, A. (1988). A passion for science. Oxford: Oxford University Press.