En el mundo de la literatura hay pequeñas joyas que el lector encuentra inesperadamente en su camino. Libros que llenan de goce estético aquel tiempo de ocio que, según piensa George Steiner, es la dimensión indispensable para recogerse interiormente y desarrollar sin ninguna traba el arte antiguo de la lectura. Porque al final, ¿quién duda de que leer es captar en silencio los signos que el autor de una obra ha fijado en la más absoluta soledad y que semejante relación dual tiene una mística arcaica y, aun así, rabiosamente moderna, en tanto que el ritual de significar un texto se actualiza en el tiempo a cada nuevo descubrimiento literario?
Porque lo que hace Martí Domínguez en sus Històries naturals es justo regalarnos con la estética del goce. Un libro de libros que, con las ilustraciones de Perico Pastor, emula los cuadernos de campo de un naturalista minucioso en su afán de transmitir todo su saber acumulado en la observación y la experiencia. Y es así que nos encontramos con una obra donde reina la sensibilidad, es decir, la inteligencia y el cuidado por cada detalle a la hora de imbricar el hombre con la naturaleza. Una demostración de recursos que nos pide ocio –tiempo– a fin de crear un espacio –la dimensión interior– donde el lector, literalmente, se adentre en el juego de relaciones cruzadas que Martí Domínguez nos acerca en su obra.
No en vano, Històries naturals se organiza como una compilación de artículos que nuestro autor –novelista y biólogo– sistematiza concatenando debidamente cada uno de los relatos que se nos exponen. Cada artículo es todo un mundo, es decir, un ensayo donde la curiosidad se expone a la luz de la materia observada. Una curiosidad –la madre del conocimiento– ciertamente subjetiva, que Martí Domínguez fija –objetiva– en un intento de aproximación a todo lo que es susceptible de reflexión y estudio. Entre la ciencia y el arte –como en cualquier ensayo que se precie– Martí Domínguez busca hábilmente el equilibrio entre estas disciplinas. Un juego de espejos donde la identidad de cada tema se nos revela como una puerta del saber. Un saber integral –sin fisuras– en el que el autor manifiesta su admiración por Leonardo, Van Eyck, Piero della Francesca, Durero o Gentileschi –y tan solo menciono los pintores–, así como por Darwin, Humboldt, Linneo, Lamarck o Anne Gaskett, indistintamente.
Y todo ello con el gusto de Martí Domínguez –no podía ser de otra forma en un escritor ilustrado como él– por la palabra precisa en la detallada relación que hace en cada uno de los artículos de Històries naturals. Un ensayo donde el lenguaje se expresa mediante aquella exquisitez en la palabra que plasma con especial delicadeza el espíritu científico del autor. Espíritu también poético, que encuentra en la melancolía por la pérdida de un mundo
–canónico es el artículo sobre la sombra del nogal– la parte que nos interpela en la medida en que todo lo humano es naturaleza y sin esta no somos nada. Històries naturals expresa la maravilla de existir y nos conmina a contemplar la vida con reverencia. Sencillamente imprescindible.