Thomas Jefferson es una figura clave en el proceso de la independencia y construcción de los Estados Unidos. Su dimensión no se agota en el terreno político, pues fue un importante intelectual, científico, arquitecto e impulsor, entre otras iniciativas, de la Universidad de Virginia. Por otra parte, Alexander von Humboldt ocupa un lugar de privilegio en la historia por la exploración americana, numerosas aportaciones científicas, la defensa de una visión global de la naturaleza y el esfuerzo divulgativo que protagonizó. En el libro que reseñamos, Sandra Rebock describe la relación que se desarrolló entre estas personalidades, un diálogo transatlántico que duró más de veinte años. Esta recomendable publicación, resultado de investigaciones realizadas en instituciones alemanas y norteamericanas, permite adentrarse en la vida de ambas figuras, analiza los puntos de coincidencia y de discrepancia y adjunta documentos interesantes para que los lectores puedan comprender las claves del diálogo. Y conocer las muchas luces de sus biografías y alguna sombra. Humboldt inició su viaje al continente americano el 5 de junio de 1799. En cinco años recorrió un amplio territorio que pertenecía a la Corona española, los actuales países de Venezuela, Cuba, Colombia, Perú, Ecuador y México. El viaje de Humboldt se inició en Filadelfia, donde llegó el 24 de mayo. Ese mismo día le escribió una carta a Jefferson, en la que señalaba el objetivo del viaje a América: «ser de utilidad a las ciencias físicas y estudiar la humanidad en sus diferentes estados de barbarie y de cultura». El 31 de mayo se entrevistó en Washington con Albert Gallatin, secretario del Tesoro, a quien facilitó planos y documentos de los territorios españoles fronterizos con EE UU. El día 5 de junio tuvo lugar el primero de los encuentros entre Jefferson y Humboldt. Lamentablemente la documentación conservada relativa a esos encuentros es muy escasa. Humboldt acostumbraba a llevar un diario de sus actividades, pero no lo hizo en su visita a EE UU. Por ello tiene especial valor la carta, reproducida en el libro, que Jefferson dirigió a Humboldt el día 9 de junio. En ella le solicitaba información sobre una cuestión muy concreta, las características de la zona fronteriza de las posesiones españolas y las minas que pudieran existir. La información que Humboldt pudo proporcionar sobre los territorios españoles y sobre aquellos en los que la nueva república había puesto sus ojos ante una futura apropiación ha generado la lógica polémica, de la que Rebock se hace eco. Espía para unos, científico altruista para otros, el asunto es complejo. Rebock detalla las relaciones posteriores al encuentro, epistolares, entre Jefferson y Humboldt. Observamos que ambos coinciden en su posición ideológica. Con el pensamiento ilustrado como referencia, los dos se identificaron, de diferente manera, con los procesos revolucionarios. Las diferencias proceden, básicamente, de los distintos perfiles de los protagonistas. Humboldt era un científico y Jefferson un dirigente político. Los documentos reproducidos en el libro muestran que ambos personajes coincidían plenamente en la crítica al colonialismo europeo en América Latina y a favor de la independencia. La crítica de nuestros personajes al colonialismo europeo, así como las dudas sobre un futuro democrático, es lógica y coherente, si bien resulta algo irritante el tono condescendiente y arrogante con que se sitúa a EE UU con relación al resto de los países americanos. Lo que ya no es tan asumible es el juego hipócrita de Jefferson y los dirigentes norteamericanos, que se lamentaban de un sistema colonial y unas deficiencias sociales al mismo tiempo que buscaban desarrollar un nuevo colonialismo y aprovecharse de esas debilidades para su hegemonía. A finales del siglo xix tuvo lugar, en la isla de Santo Domingo, la primera insurrección de esclavos negros del continente, un ejemplo evidente para los negros norteamericanos. En el tema se produjo una discrepancia entre Jefferson y Humboldt, quien, de todas formas, actuó discretamente y no publicó sus diferencias. Tras la rebelión de esclavos negros en EE UU, la Gabriel’s Rebellion, Jefferson propuso a James Monroe deportar negros a Santo Domingo y argumentaba el traslado forzoso a tierras lejanas con consideraciones racistas. En la esfera privada, -Jefferson poseía más de seiscientos esclavos, permitió utilizar la violencia contra ellos y el trabajo de niños de diez años, y mantuvo durante décadas una relación oculta con una esclava negra, Sally Hemings. Sobre la población indígena también se manifestaron agudas divergencias. Humboldt mantuvo una inequívoca defensa de la igualdad de los indios. Jefferson, como político, sólo consideró dos opciones, asimilación –el abandono de sus costumbres y cultura y una integración en el modelo de la sociedad anglosajona norteamericana– o el exterminio o traslado a zonas lejanas. Fue el primer presidente que propuso la idea de un plan de eliminación india (Indian Removal) y su política condujo al genocidio cultural indígena. Uno de los temas de común interés para Jefferson y Humboldt fue el del mundo natural y su estudio. La visión global del mundo natural de Humboldt tenía su base en los principios del idealismo filosófico alemán. Autores como Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schelling (y con el la filosofía natural alemana, Naturphilosophie), influyeron de forma decisiva en su metodología y concepción de una naturaleza armónica. Jefferson no era ajeno al mundo de la ciencia, su libro Notes on the State of Virginia fue, de hecho, el primero sobre la historia natural de ese territorio. Asimismo, construyó en Monticello la primera estación de observación meteorológica de Virginia y mostró especial interés por la astronomía, la botánica, la horticultura o la viticultura. Xosé A. Fraga Vázquez. Director de l’Álbum da Ciencia (Consello da Cultura Galega). |
Humboldt and Jefferson |
© Mètode 2015 - 84. ¿Qué es la ciencia? - Invierno 2014/15