Stephon Alexander es un cosmólogo estadounidense. Además, es músico profesional de jazz. La ciencia y la música han mantenido una íntima y extraña relación desde los tiempos de la antigua Grecia, y este libro es una muestra de lo interesante que puede llegar a ser mezclar dos mundos tan dispares a priori. El jazz de la física, publicado por Tusquets Editores, es una obra a medio camino entre la autobiografía y la divulgación científica con un nexo central basado en la música: un viaje personal de un físico entre dos mundos. En los primeros capítulos, Alexander nos cuenta cómo empezó a caer fascinado por la música en los comienzos de su vida, por cómo era posible que con tan pocas notas pudiera surgir algo tan complejo como una melodia. Algo más tarde vemos cómo descubrió que también tenía la intuición necesaria para pensar en términos de física, así como una atracción hacia el estudio de las matemáticas. Lo que parecía no imaginar en esa época era que mezclar sus dos grandes pasiones iba a ser la clave de su éxito en ambos planos, a veces tan opuestos como lo pueden parecer las ciencias y las artes.
Sin embargo, Stephon Alexander utiliza la música para hacer analogías en física y poder comprender mejor el mundo que lo rodea; esas mismas analogías que nos transmite en el libro y con las que podemos ver la estrecha relación entre cómo funciona una improvisación en jazz y cómo está hecho el tejido del universo. Sin embargo, el subtítulo, El vínculo secreto entre la música y la estructura del universo, puede llevar a confusión respecto a lo que quiere transmitir el libro. He podido leer en varios comentarios que en esta obra no se trata tal vínculo, y en parte tienen bastante razón. No existe ese «vínculo secreto» como tal, así que quizás haya sido una estrategia publicitaria para atraer a gente. Sin embargo, yo sí veo un cierto sentido a este subtítulo, y tiene que ver con una de las partes que más me han gustado: la transmisión de la pasión por la ciencia. A lo largo de sus páginas podemos ver que la carrera científica no es un camino de rosas, sino que avanzar en ciertos campos es muy duro y desesperante en ocasiones, y es justo en esos momentos cuando Stephon Alexander logra salir adelante al unir el mundo de la física y de la música y, al final, encontrar que ambas realidades tienen más en común de lo que parece.
El libro en sí, como divulgación pura y dura de física, no es de lo mejor que he visto. Si se quiere utilizar para introducir nuevos conceptos que no se sabían o no se entendían, a veces pide demasiado del lector. Si ya se sabe sobre el tema y se busca profundidad, tampoco se encontrará. Stephon Alexander nos quiere contar una historia, la suya propia, de cómo nació esa doble pasión por la ciencia y la música, y cómo se complementan la una a la otra en su vida personal. Un viaje muy interesante en el cual nos encontramos con diversos físicos y músicos como Leon Cooper, Chris Isham o Brian Eno. Un viaje que, partiendo de la música de las esferas, llega hasta la física actual.