«La empatía», de Luis Moya Albiol

90-82

En el estante destacado de los libros de autoayuda encontramos la empatía en todas sus versiones posibles: cómo vender más, aprender a hablar en público, hacer un curso de liderazgo, cómo deslumbrar en una entrevista… La empatía bebe de la misma fuente que la llamada inteligencia emocional, ya que es una de sus habilidades prácticas. En los Estados Unidos esta literatura tiene privilegios de best-seller porque indica los «10 pasos para triunfar en la vida», sobre todo en el terreno profesional, tema de especial interés. No es el caso de este libro, que no trata de ser un manual para ganadores. Estamos, por el contrario, ante una introducción a las claves de la felicidad propia y compartida, la cooperación y la no violencia. Nos reencontramos con nuestra propia empatía, que nos viene acompañando desde que nacimos.

«Ponerse en el lugar de los otros, eso es la empatía.» Así empieza este sencillo libro de Luis Moya Albiol, dirigido a un público no especializado en la neuropsicología. Con un lenguaje claro, a veces iterativo, pero ratificado por citas bibliográficas y estudios científicos, el autor nos revela que la empatía es fundamental para comprender lo que sienten los otros y sobrevivir en nuestro contexto social. ¿Por qué se contagia el bostezo? ¿Por qué un recién nacido sonríe a sus padres? Las respuestas se van revelando a medida que avanzamos en la lectura del libro. Además, nos explica que estudios funcionales mediante resonancia magnética han permitido relacionar áreas específicas del cerebro con la empatía. Estas áreas contendrían, según el autor, las llamadas neuronas espejo, capaces de activarse para predecir el comportamiento del otro. Los cambios de activación en estas áreas han permitido comparar respuestas de diferentes individuos ante un mismo estímulo, o respuestas de un mismo individuo ante diferentes estímulos, extrayendo que la magnitud de la empatía varía en función de factores genéticos, hormonales y experienciales. A mayor exposición a la hormona masculina testosterona antes del nacimiento, la empatía es menor en la edad adulta. Lo contrario pasa con la oxitocina, hormona implicada en la lactancia materna, cuyo efecto sería promotor de la empatía. Con respecto a la influencia de lo que se ha vivido, la violencia sufrida durante la infancia generaría actitudes violentas en el adulto y una falta de empatía. Sin embargo, los trastornos psiquiátricos como el autismo, las personalidades tipo límite, como el narcisista, el antisocial, o incluso el perfil psicopático se caracterizan por una mínima expresión de empatía.

Sabiendo que nacemos con un nivel predeterminado de empatía, ¿es posible aumentar estos niveles? La respuesta es que sí. Ciertas técnicas de meditación o tratamientos hormonales parecen aumentar las respuestas empáticas en casos patológicos. Sin embargo, lo que realmente me parece destacable del libro es la proyección de las conductas para el desarrollo de la empatía. Desde la infancia hasta la edad adulta, podemos fomentar actitudes que promueven la empatía procurando una educación que impulse a la colaboración y al trabajo en equipo. Esta educación daría lugar a individuos más felices, más capaces de dar felicidad, y por tanto, con altas probabilidades de conseguir el éxito personal y profesional.

Sara Garcia. Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (UV).
© Mètode 82, Verano 2014.

 

 

90-82La empatía
Entenderla para entender a los demás
Luis Moya Albiol
Plataforma. Barcelona, 2014. 143 páginas.

 

«¿Por qué se contagia el bostezo? ¿Por qué un recién nacido sonríe a sus padres? Las respuestas se van revelando a medida que avanzamos en la lectura del libro»

 

© Mètode 2014 - 82. Encuentros - Verano 2014

Estudiante de periodismo de la Universitat de València.