El autor y antropólogo Amitav Ghosh indaga en la importancia que tiene, en pleno siglo xxi, algo tan aparentemente insignificante como la nuez moscada. La nuez moscada es la semilla del fruto que emana del árbol tropical llamado Myristica fragrans, originario de las islas de Banda, en el archipiélago de las Molucas (Indonesia). La membrana que la recubre, llamada macis, también se usa como especia. Ambas se encuentran a la venta en la actualidad a precios asequibles.
Con el fin de establecer un símil entre las consecuencias de la lucha por obtener el dominio comercial de la nuez moscada y la crisis planetaria actual, Ghosh entrelaza la mitología de los bandaneses y los movimientos sociales y ecologistas de hoy día para convertir su libro en un recorrido perfectamente hilado por la historia del colonialismo, que desde sus inicios ha dotado a la Tierra de un significado erróneo.
Según Ghosh, la historia de la nuez moscada ilustra la pérdida de significado que supone entender la Tierra como mero recurso sometido a la dominación humana. Esta visión antropocéntrica incapacita al ser humano para comprender aquellos significados que se escapan de los fines mecanicistas y funcionalistas que se ciernen sobre Gaia desde que los primeros europeos se lanzaron al mar a someter al resto de los pueblos. Las luchas por imponer esta manera de entender el mundo han llevado a masacres como la de la población bandanesa: quince mil personas fueron asesinadas, esclavizadas o deportadas en la conquista de su territorio por parte de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC, en sus siglas en neerlandés) a principios del siglo xvii para hacerse con el control de la especia.
Esta visión de la Tierra es compartida tanto por los colonizadores de la VOC como por la sociedad actual. El autor establece paralelismos constantes a lo largo de la obra entre pasado y futuro para negar la actualidad que se le atribuye a la crisis planetaria. Por ejemplo, recurre a evidenciar los procesos históricos y actuales de terraformación. En la época actual, los entendemos como procesos que se aplicarían en otros planetas para hacerlos habitables. Pero lo cierto es que ya se han llevado a cabo en la Tierra. Aquí, la adaptación y la explotación del territorio han ido ligadas a una forma mal entendida de desarrollo económico humano.
El testimonio de lo vivido en las Molucas pone de manifiesto el vínculo entre unas pequeñas islas del océano Pacífico con cualquier otro rincón del planeta Tierra que se resiste a ser explotado. Como si de realismo mágico se tratase, Gaia cobra sentido propio bajo árboles como la mirística o árbol de la nuez moscada, capaz de defenderse a él y a las tierras que se extienden bajo sus bosques. Ghosh utiliza el destino de las islas de Banda y de sus habitantes como ejemplo de la dependencia de los recursos de la Tierra, muy a pesar del afán de independencia que caracteriza al ser humano; afán que nos conduce, irremediablemente, a la crisis medioambiental actual. Así, a medida que aumenta la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos y se materializan los efectos del cambio global a nuestro alrededor, cobran fuerza los gritos por volver a dotar a la prestigiosa Gaia de su significado original.