«Cómo ser una máquina», de Mark O’Connell

El hombre máquina: de los genes a los bits

portada como ser una máquina

Cómo ser una máquina
Aventuras entre cíborgs, utopistas, hackers y futuristas intentando resolver el pequeño problema de la muerte
Mark O’CoNnell
Traducción de Francisco J. Ramos Mena. Capitán Swing. Madrid, 2019. 280 páginas.

En 1748 Julien Offray de La Mettrie publicó El hombre máquina, un ensayo que hizo las delicias del materialismo biológico. La Mettrie, basándose en el mecanicismo cartesiano, concluía que todos los movimientos del ser humano y de los animales respondían a estímulos mecánicos. A la vez rechazaba la idea de Dios, y que, por lo tanto, existiera el alma. Y concluía, de una forma muy lúcida: «¿Quién sabe, por otra parte, si la razón de la existencia del hombre no estará en su existencia misma? Quizás ha sido arrojado al azar en un punto de la superficie terrestre […] semejante a esos hongos que aparecen de un día al otro o a esas flores que bordean los fosos y cubren las murallas».

¿Cuál es la razón del hombre sobre la tierra? ¿Somos especiales o somos como hongos? Esta es una de las grandes preguntas que han aguijoneado al hombre, y que ha dado forma no solo al pensamiento filosófico, sino al sentimiento místico y religioso. El hombre es una máquina de genes, concluyó Richard Dawkins, en su libro El gen egoísta. Una idea que de alguna manera culmina la divulgación del pensamiento materialista iniciado desde Lucrecio, con Diderot, D’Holbach y Charles Darwin como grandes protagonistas. Y donde La Mettrie es sin duda uno de sus participantes más osados.

Y, aun así, el transhumanismo (término acuñado por Julian Huxley) propone un paso más en esta escala, y busca «la liberación de la biología». Cómo dice Randal A. Koene: «¿Por qué tenemos que aceptar la muerte? Se trata de una realidad inadmisible». Y como también proclama Dimitri Itskov: «Hay que buscar una nueva estrategia evolutiva para la humanidad». Entre todos ellos existe la idea recurrente de que el cuerpo humano es un anacronismo biológico, un peso muerto del que hay que librarse y buscar un receptáculo más eficiente, con un hardware más adecuado, y no el que ahora tenemos, que es «el de un primate que ha salido de la selva». Al final, el transhumanismo busca poder conservar la individualidad humana, y trasladarla a avatares robóticos. Cómo señala Grindhouse Wetware se trata «de aumentar la humanidad». El hombre se encuentra «atrapado» en un receptáculo biológico, que por fuerza tiene caducidad, y el transhumanismo propone «biohackejar el cuerpo», y convertirlo en una máquina o interconectarlo a un dispositivo electrónico. De la máquina de genes a la de bits.

il·lustració perico pastor ser una maquina

Ilustración: Perico Pastor

«En el transhumanismo existe la idea recurrente de que el cuerpo humano es un anacronismo biológico, un peso muerto del que hay que librarse»

El libro de Mark O’Connell Cómo ser una máquina se adentra de lleno en el transhumanismo. Desde un planteamiento periodístico, y con una soltura estilística admirable, O’Connell visita los diferentes prohombres de estas disciplinas y va exponiendo sus planteamientos. Lo hace desde el distanciamiento y el escepticismo, pero describiendo los ambientes que encuentra, y dotando de sabor esos grupitos, para que el lector pueda adentrarse en su pensamiento y filosofía. ¿Hasta qué punto todos estos movimientos, desde la criogénesis, la emulación mental completa o la ectogénesis (la gestación fuera del cuerpo humano) no son más que ciencia ficción? ¿Hasta qué punto estos propagadores del humanismo son unos iluminados, o están un poco chiflados? O’Connell es abiertamente escéptico, pero a la vez los recorre fascinado y consigue transmitir esta estupefacción al lector. Y de este modo se entrevista con Max More, director de Alcor, una empresa norteamericana que a cambio de 200.000 dólares conserva tu cuerpo en nitrógeno líquido hasta que la ciencia tenga capacidad de resucitarte; o con Tim Cannon, un programador informático que se ha implantado un dispositivo electrónico bajo la piel del brazo que le permite intensificar las sensaciones, o con Zoltan Istvan, que se presentó recientemente a la campaña presidencial norteamericana y recorría los estados con su vehículo caravana en forma de ataúd para recaudar fondos y con el letrero «El autobús de la inmortalidad con el transhumanista Zoltan Istvan». Incluso se reúne con miembros de un equipo que investiga cómo proteger a la humanidad de la superinteligencia artificial, y que recuerda escenarios de películas de ciencia ficción o incluso la reciente novela de Ian McEwan Máquinas como yo. El riesgo de lograr la singularidad tecnológica: cuando las máquinas puedan construirse y programarse sin la necesidad de los humanos. Un escenario casi de Terminator.

«Quién sabe si colonizaremos el espacio con nuestros cerebros trasplantados a avatares, manteniendo plenamente nuestra conciencia y continuando nuestro aprendizaje»

Ciertamente, O’Connell presenta una percepción del transhumanismo un poco delirante. Muchas de las empresas están patrocinadas por millonarios que buscan el sueño de la inmortalidad. Y, aun así, ¿qué puede tener de verdad? Ya Lucrecio advirtió en De rerum naturae que no éramos hijos de Dios. Pero, ¿qué podremos ser en un futuro no demasiado lejano? Quién sabe si seremos cíborgs, robots autopensantes, máquinas de bits… Si colonizaremos el espacio con nuestros cerebros trasplantados a avatares, manteniendo plenamente la conciencia y continuando el aprendizaje. «Todavía aprendo» decía aquel anciano que dibujó Goya: seremos aprendices eviternos, nuestra mortalidad no será ya una cuestión física sino mecánica. Así diseñados podremos conquistar el espacio: no seremos máquinas de carne, ni tampoco exactamente de bits, porque disfrutaremos de una personalidad propia e intransferible. ¿Será todo esto posible?

Del simio al hombre y de estos a los transhombres, y de estos a los posthumanos. ¡Cómo habría disfrutado La Mettrie! Y a buen seguro que Diderot habría pensado que se trataba de la peor herejía de la historia de la humanidad. Porque, al final, en ese escenario transhumanista, ¿qué pasa con el alma?

© Mètode 2020 - 104. Las plantas del futuro - Volumen 1 (2020)