‘Ishi, el último de su tribu’, de Theodora Kroeber

La otra crisis de la biodiversidad

Ishi, el último de su tribu
Theodora Kroeber
Traducción de Antonio Desmonts. Antoni Bosch editor. Barcelona, 2021. 160 páginas.

A veces me pregunto por qué, sensibilizados como estamos (y está bien que lo estemos) por la conservación de la biodiversidad, no pensamos tanto en las pérdidas de diversidad humana. Me lo pregunto y me sorprende, puesto que somos una especie decididamente antropocéntrica, y acostumbramos a pensar antes en nuestro propio beneficio que en el de cualquier otra especie. A finales de 1993, mientras escribía sobre eso en algún otro lugar, la prensa de Manaos relataba la situación del pueblo juma, en la Amazonia brasileña. Se ha estimado que en el siglo xviii había unos 15.000 juma. En 1940 quedaban unos 300. Posteriormente, fueron víctimas de cuatro matanzas seguidas a manos de buscadores de oro y hacendados invasores. La última fue en 1973, cuando fueron asesinados 32 juma de los 40 que quedaban. Aquella noticia de la prensa de Manaos hablaba de los supervivientes, entre los que el hombre más joven era Amoim Aruká, de unos 58 años, acompañado de sus tres hijas. A principios de este año, leíamos en la prensa que Aruká murió el 3 de febrero de 2021, cuando tenía unos 86 años, víctima de la COVID-19.

La tragedia de los juma, y la muerte del último de ellos a principios de este año, no ha despertado grandes inquietudes ni ningún desasosiego. Eso se puede deber a una indiferencia cada vez más generalizada por los temas que hablan de la desaparición de grupos humanos enteros. O bien, esperémoslo, porque existe poca información de detalle, de forma que no conocemos la historia personalizada desde el punto de vista de los vencidos, y se hace más difícil empatizar. Ya se sabe, la historia la escriben los vencedores. De los vencidos, hay crónicas generales, fríos datos estadísticos, reportes de asociaciones indigenistas, trabajos académicos hechos por antropólogos, pero pocas veces tenemos el testigo detallado de la gente de los pueblos que desaparecen. Ciertamente, los testimonios de ese tipo son raros, pero alguno hay, y un caso relevante es el de Ishi.

Ishi fue un indio yahi que nació hacia el 1860 cerca de la montaña Lassen, en California. Pertenecía al grupo tribal de los yana, que vivían en relativo aislamiento, tan solo en contacto con tribus vecinas, como los maidu y los wintun. La fiebre del oro provocó una invasión imparable de colonos blancos en sus territorios, y a principios del siglo pasado los yahi ya habían sido casi exterminados y tan solo quedaban siete supervivientes, entre los que estaba Ishi. Este pequeño grupo sobrevivió durante unos pocos años en su territorio escondiéndose de los blancos, hasta que tan solo quedó Ishi, el último de la tribu. Desamparado, se mantuvo en la selva hasta el verano de 1911, en qué llegó, en pésimas condiciones, a las afueras de Oroville, en California. Para protegerlo, el sheriff lo encarceló, y después lo dejó bajo la tutela de Alfred Kroeber, antropólogo del Museo de Antropología de la Universidad de California.

Ishi empezó a vivir en el Museo, transmitió a Kroeber la historia yahi y recreó elementos de su manera de vivir ancestral, por ejemplo, fabricando herramientas con la tecnología tribal. El resto de su vida la pasó en el Museo, un lugar donde Ishi se sentía a salvo y donde podía dejar testimonio de un pueblo que ya no existía. La primavera de 1916 murió en el hospital de la Universidad de California, víctima de la tuberculosis. Después, con las precisas notas y transcripciones de Alfred Kroeber, su esposa Theodora escribió la historia de Ishi, que hoy publica en castellano Antoni Bosch. Con una prosa sencilla, como transcribiendo las propias palabras de Ishi, el libro nos explica cómo vivía su pueblo, cuáles eran sus dioses y sus héroes, cuál era su conocimiento de la naturaleza, cómo era su lengua, cuáles eran los valores yahi.

Ilustración: Perico Pastor

Su visión cosmológica, por ejemplo, nos resulta familiar y fascinante a la vez. Escuchémosla: «Unos Héroes fueron bajo la tierra; se dice que dos de ellos, Jupka y Kaltsuna, viven en las profundidades del Waganupa. Los otros se transformaron en el Primer Pez, en los Primeros Pájaros, y en los Primeros Cuadrúpedos, según la naturaleza de cada cual. Se convirtieron en los Antepasados de nuestros salmones; de los gansos y de los patos que vuelan entre la tierra y el Mundo Celeste; del oso y del ciervo, y de todos los demás cuadrúpedos del monte y de las praderas. Cuando los Dioses y los Héroes se hubieron transformado en criaturas del aire, del agua y de la montaña, Jupka y Kaltsuna se situaron en la cima del Waganupa, viendo el mundo creado a sus pies. “Está acabado”. Así habló Jupka. Y así Kaltsuna: “Es el momento de que hagas a la Gente”».

La transcripción de las palabras de Ishi nos acerca singularmente a su forma de pensar. Como cuando nos dice: «Cuando el último árbol sea cortado, cuando el último río esté contaminado, los blancos se darán cuenta de que el dinero no se come». O en las exaltaciones líricas por la llegada de la primavera: «Era la época de la migración primaveral del salmón, del trébol verde, de que los venados regresaran de la montaña con sus cervatillos recién nacidos; la época en que la vieja tierra se quitara de encima la manta de nieve y comenzase un Año Nuevo para el Pueblo». O, con su tono más pesimista, desesperado: «Aquí no queda ninguna presencia de espíritus. Soy el último del Pueblo, cuando yo haya desaparecido, será como si nunca hubiéramos existido».

El filósofo Martin Heidegger, que, por cierto, ha sido tildado de antisemita, dijo en una ocasión que los seres humanos son como ventanas, a través de las cuales podemos percibir el sentido del mundo. Las ventanas de las minorías étnicas nos permiten contemplar parajes que de lo contrario no estarían a nuestro alcance. Y cada uno de esos pueblos que desaparece es como una ventana que se cierra, por la que ya no podremos mirar y aprender nunca más. El libro Ishi, el último de su tribu nos permite mirar todavía hoy por la ventana de los yahi, un pueblo extinguido. Aprovechémoslo.

© Mètode 2022 - 112. Zonas áridas - Volumen 1 (2022)
Director del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), Barcelona.