Les hores noves, de Julià Guillamon

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Les hores noves
Julià Guillamon
Anagrama, 2022. 336 páginas.

Julià Guillamon es un vagabundo ilustrado. Hijo de barriada periférica, fondista ocasional, periodista venturero, naturalista telúrico, novelista freudiano…: es todo esto. Y, ante todo, es un niño travieso. Se las sabe todas, se interesa por todo y observa con avidez. Se inventa y reúne juguetes temáticos para pasárselo bien escribiendo. Va por el mundo con un cazamariposas de palabras, fabrica herbarios de conceptos, prensados a toda prisa y clasificados a su manera. Va escribiendo libros, ante todo para divertirse, me parece.

Joan Perucho i la literatura fantàstica (1989) fue su primer ensayo. En 1991 publicó La fàbrica de fred, que es un libro de narraciones urbanas. En Uh, Gabirú (2008) recogió artículos dispersos. Se estrenó como novelista en 2011, con La Moràvia. En 2017 escribió Travessar la riera, una crónica intimista subsiguiente a una adversidad familiar. Les cuques (2020) es una derivada pandémica con relatos cortos de carácter naturalístico. Y ahora se ha descolgado con Les hores noves (2022), que no sé muy bien cómo calificar. Podríamos decir que es un repertorio de relatos sobre sentimientos experimentados con sus relaciones con la naturaleza o el entorno urbano, más o menos secuenciados al ritmo del calendario, un vuelco del año de voyeur impenitente, como si dijéramos. A partir de ahí, encasillar a Guillamon es como amasar agua.

Nos conocimos años atrás por su faceta de guionista, que también la tiene. Después hemos ido riendo juntos. Con rigor, eso sí. Solo nos hacen gracia las paradojas serias. Desde el principio supe que leía la Història natural dels Països Catalans que yo había dirigido. Tenía mérito tomársela como libro de lectura. Pero es que se la creía, le permitía ir ordenando sus infinitas capturas de bichos, plantas y fenómenos. Por eso es de los raros escritores catalanes que dice carvallo y no árbol. Y de los raros naturalistas que escriben ficción. No se le puede llevar a ninguna parte, se cuelga de todo.

Les hores noves es como Les hores de Josep Pla, pero sin la revista Destino en medio. Una proteica recopilación de artículos nunca publicados en ninguna parte, encaramados como una guirnalda de cadeneta, rellenos de imágenes y metáforas, balsámicamente bien adjetivados. Fundamentalmente, pasa en Arbúcies y cercanías, cierto, pero no es un libro solariego o ruralista. Todas las óperas tienen escenario, pero lo importante es lo que se canta. Les hores noves, aunque rebosante de sopranos, tenores y tramoyistas, de concertinos y contrabajistas, no va de intérpretes y virtuosos, sino de situaciones y de sorpresas, de descubrimientos y desconciertos. «Corales de voces confitadas», «plantas presuntuosas con coronas de alubias y columpios de Fragonard», «sapos uno encima del otro, como dos Volkswagen despeñados en un desguace de coches», «pequeños sistemas sanguíneos inyectados de ceniza, costras que parecen hechas con bicarbonato y polvo de talco gratinado»… He aquí algunos de los protagonistas. ¿Quién intuiría su historia? Es imposible, hay que leer el relato y asombrarse de cómo el descarado de Guillamon se inventa un libreto para toda esta tropa de cantores desparejados. Le sugiero que lo haga usted también, vale la pena.

Julià Guillamon es un ávido de lo visual. Parece que recargue las tintas. Es también un curador compulsivo de todo lo vivo. Se siente responsable de las vidas de las cosas vivas. En passant, reúne bellotas, semillas y huesos que esparce más allá, con siempre renovada esperanza de sembrador infranqueable. Ante tanta destrucción como vemos, él replanta a diestro y siniestro mientras pasea. O reubica salamandras desorientadas y polluelos caídos del nido. Va por el mundo recogiendo ideas y esparciendo retoños. Graba sobre la marcha todo lo que ve o se le ocurre para no olvidarlo y cocinarlo literariamente cuando vuelve a casa. Conserva la curiosa mirada prudente de niño de suburbio asombrado del mundo. Las narraciones urbanas de La fàbrica de fred, del Poblenou industrial de cuando era pequeño, sobrevuelan los relatos forestales de Les hores noves, del Montseny de su adultez (si ha llegado propiamente a la adultez; no pondría la mano en el fuego). Son historias de gente y de paisajes, de formas de vida antiguas y modernas, de formas de estar y desaparecer, de casas rumbosas y masías derrumbadas, de bestias grandes y pequeñas, de plantas silvestres y cultivadas. Con nombres y apellidos, los vulgares, que ya pocos conocen, y también los científicos, que nunca han sabido muchos.

«En las paredes arenosas crecen los líquenes de trompeta, irreales como setas de la Luna. Si nos detuviéramos a mirar de cerca, nos perderíamos en este mundo de escamas y ya no volveríamos a casa. (…) Sobre una raíz que sobresale de la pared, un liquen queda colgando de la madera como un huevo frito caído del cielo». He visto muchos líquenes, pero nunca me han sugerido ni trompetas ni huevos fritos. Al onírico Guillamon, sí. Asegura que «es divertido desgranar judías, hacer saltar las semillas de la vaina como quien revienta un plástico de burbujas». Lo probaré. Mientras tanto, navegaré por Les hores noves, con él y con Pau, su hijo ya universitario, y con Cris, su mujer, que se va recuperando del serio accidente vascular narrado en Travessar la riera. Andaré de nuevo montaña arriba, bosque allá, calle abajo, en busca de provocaciones, que en esto consiste mirar para ver. Es muy gratificante.

Josep Pla, Pere Calders, Julià Guillamon… Y tantos otros narradores de historias cortas. Un género fascinante. Y práctico, ahora que todo el mundo tiene tanta prisa. Les hores noves: creatividad en pequeñas dosis degustables. Para reflexionar y relajarse a la vez.

© Mètode 2023 - 116. Instantes de ciencia - Volumen 1 (2023)
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Doctor en Biología, socioecólogo y presidente de ERF (Barcelona). Miembro emérito del Institut d’Estudis Catalans.