«¿Soy un mono?», de Francisco J. Ayala

Evolución para creyentes

¿Soy un mono?

¿Soy un mono? / Francisco J. Ayala / Traducció de María Ruiz de Apodaca. Ariel. Barcelona, 2011. 108 páginas.

Francisco J. Ayala (Madrid, 1934) no necesita muchas presentaciones. Evolucionista solvente, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, asesor del presidente Clinton, presidente de la mayor asociación científica del mundo y doctor honoris causa por quince universidades, incluida la de Valencia. Ha recibido, en fin, el premio de la Fundación Templeton «por su protagonismo público en la defensa de la práctica científica y la fe religiosa». El estudio de la teología y el baño sacerdotal en la orden de los dominicos, antes de sumergirse en la ciencia de la evolución, le otorgan una posición estratégica en medio del debate creacionista. Su último libro, ¿Soy un mono?, es una buena prueba de ello.

Publicada originalmente por la editorial Johns Hopkins University Press, la obra se organiza alrededor de seis preguntas. Aparte de la que le da título, encontramos «¿Por qué la evolución es una teoría?», «¿Qué es el DNA?», «¿Todos los científicos aceptan la evolución?», «¿Cómo empezó la vida?» y «¿Se puede creer en la evolución y en Dios?». Todos los capítulos, excepto el último, repasan el debate científico evolucionista, desde los aspectos más clásicos hasta la lectura de los genomas como documentos históricos. Con un tono divulgativo envidiable, Ayala lo expone todo con rigor. Además, tratar el origen de la vida en un libro sobre evolución es una declaración de principios. No es frecuente esta discusión en el contexto de la biología evolutiva porque algunos biólogos la menosprecian por demasiado especulativa. Pero si el inicio de la vida es el origen de la evolución biológica, ¿no será una parte integral de esta ciencia? Los creacionistas dicen que el origen de la vida se tiene que sacar del aula de biología «para discutirlo con la familia». Y la reina Sofía justifica la presencia de la religión en la escuela pública para enseñar «cómo se originó la vida». La articulación de la emergencia de la vida en la gran epopeya evolutiva es una muestra de coherencia intelectual.

La última pregunta del libro es la que justifica el principal objetivo de la obra. La cita que se incluye en la portada del libro ya nos da la clave: «un libro que se lee en un día y da respuestas para toda una vida». No obstante, no podemos ni debemos buscar «respuestas para toda una vida» en la ciencia. El último capítulo no va de ciencia, pero nos permite captar la visión de los evolucionistas deístas: la evolución es el instrumento de Dios para generar la biodiversidad. Ayala no ve ninguna incompatibilidad entre ciencia y fe religiosa. Ahora bien, las citaciones incompletas de Juan Pablo II no dejan ver que, para la Iglesia católica, el origen de los humanos no se puede explicar por causas estrictamente naturales, mientras que el autor argumenta muy bien lo contrario en el capítulo primero. Aquí la coherencia hace aguas. Ignoro si era su propósito, pero Ayala nos demuestra que el problema es de los teólogos, que tienen que limar las contradicciones entre sus discursos particulares (en el sentido de no universales), la realidad permanente de la naturaleza y las verdades mutables de la ciencia.

© Mètode 2011 - 70. Cuando se quema el bosque - Número 70. Verano 2011
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Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de València (España), miembro numerario del Institut d’Estudis Catalans y socio fundador de Darwin Bioprospecting Excellence, SL (Parque Científico de la Universitat de València). Explica metabolismo a los estudiantes de biotecnología y, como miembro del grupo de Biotecnología y Biología Sintética, sus intereses investigadores incluyen la bioprospección, la modelización metabólica y la historia de las ideas sobre el origen natural y la síntesis artificial de vida.