Siempre que aparece la palabra «transgénico» o las siglas OMG (organismo modificado genéticamente) asociadas a «alimentos», «cultivos» o «semillas», la polémica está servida. La mayoría de la población no entiende el significado de la palabra transgénico. Como muestra, un elevado porcentaje de la población española identifica alimento transgénico con tener genes, algo supuestamente malo, frente al buen alimento natural que no los tiene. Desgraciadamente, lejos de acercarse a fuentes de divulgación científica rigurosas para aclarar dudas, el público a menudo se queda con las concepciones sin base científica transmitidas en blogs personales o de organizaciones, noticias sensacionalistas de televisión o simplemente en el titular de un diario. De hecho, si se escribe la palabra transgénicos en el buscador Google, encontraremos en los primeros puestos las páginas de Greenpeace y de Amigos de la Tierra, y noticias o artículos aparecidos en diferentes diarios. Lo más próximo a fuentes de divulgación científica en estos primeros resultados son la definición de Wikipedia y un enlace a la revista Muy Interesante. Los enlaces en fuentes de divulgación rigurosa no abundan en la web. En los primeros puestos tampoco se encontrará ninguna página de un centro de investigación, una universidad o departamento que trabajen con estos organismos modificados genéticamente.
No obstante, para tener una opinión firme y sólida hay que preguntar a quien sabe del tema: científicos que aplican en sus estudios el método científico y publican los resultados con el consenso de la comunidad científica. Y algunos de ellos no solo saben del tema: también saben explicarlo en un lenguaje llano y accesible al público general. Es el caso de J. M. Mulet, doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la UV y actualmente profesor de Biotecnología en la UPV. En su nuevo libro, Transgénicos sin miedo, Mulet propone «todo lo que debes saber de la mano de la ciencia».
«El autor defiende que el movimiento anti-OMG no está libre de intereses ni de actitudes vandálicas»
El libro está estructurado en dos partes. La primera trata la historia de la alimentación de una forma breve y amena, desde la aparición de la agricultura y posteriormente la ganadería hasta la entrada de los organismos transgénicos en el menú. Los humanos somos seres omnívoros oportunistas que siempre hemos buscado tener al alcance alimentos para cubrir nuestras necesidades nutricionales. El autor nos muestra que, para satisfacerlas, los humanos hemos hibridado, cruzado y seleccionado ejemplares, hasta el punto de que hoy es difícil encontrar un alimento que no haya sido fuertemente modificado a lo largo de la historia. Esta parte del libro finaliza el recorrido histórico con la introducción de los transgénicos y sus aplicaciones, desde plantas resistentes a los ataques de insectos o virus, tolerantes a herbicidas, a condiciones de sequía, o bien plantas que aportan un valor nutritivo añadido, como un precursor de vitamina, hasta la utilización de animales transgénicos como modelos en medicina y otras aplicaciones. La segunda parte del libro da un repaso a todas las alegaciones que se han hecho alrededor de los transgénicos. En los diferentes capítulos se van explicando, y a la vez ilustrando, los problemas que ven las personas que se posicionan en contra de los transgénicos: la inseguridad para la salud, las alergias que pueden causar, la contaminación que provocan en el medio ambiente, que si ciertas multinacionales obligan a los agricultores a comprar semillas para cada cosecha… El autor los va presentando y va argumentando lo que la ciencia explica de cada uno. Así se desmontan muchas declaraciones que no tienen sentido y están basadas en el desconocimiento.
En esta segunda parte del libro destacan capítulos como el llamado «La vuelta al mundo en un transgénico». El autor viaja por el mundo en función de los usos de los transgénicos y las políticas aplicadas a estos organismos. Se hace muy evidente la postura de Europa y la del resto del mundo. Mientras que Estados Unidos va en cabeza seguida de China, la India, Canadá, Brasil o Argentina, Europa en la práctica se declara antitransgénicos. ¿Por qué? Mención especial merece también el capítulo dedicado al consumidor: ¿hace falta una etiqueta para los productos que incluyen transgénicos en su composición? Si se hace para los alimentos, ¿por qué no para los medicamentos? ¿Cuál es la situación en Europa? ¿Son los mismos etiquetados en todo el mundo? J. M. Mulet no olvida tampoco la importancia del tratamiento de la información sobre los OMG y las organizaciones anti-OMG, y como ésta llega a la población vía los medios de comunicación. El autor alerta del problema de la falsa equidistancia dada en los debates entre ideas preconcebidas sin ninguna evidencia científica y razonamientos científicos, y destaca la necesidad de que, a pesar de eso, los científicos se involucren más en el debate público y la divulgación de su trabajo, que en el diálogo ciencia-sociedad. Hacia el final del libro, el autor se plantea quién está detrás de las campañas antitransgénicos y de las organizaciones que las promueven, y defiende que el movimiento anti-OMG no está libre de intereses ni de actitudes vandálicas. Estos últimos capítulos muestran al J. M. Mulet que no rehúye la polémica.
«Un elevado porcentaje de la población española identifica alimento transgénico con tener genes, algo supuestamente malo, frente al “buen” alimento natural que no los tiene»
En resumen, son muchas las preguntas que se puede hacer el lector deseoso de entender qué son los transgénicos y qué hay de cierto y falso en torno a estos productos, y muchas las respuestas argumentadas que encontrará a lo largo de las páginas del libro. J. M. Mulet no nos deja sin haber abordado una última pregunta: ¿es el de los transgénicos un debate ya superado por los recientes avances en biotecnología?