Siempre ha habido algo de profético y científico en la obra de JARR. Una especie de intuición analítica que en sus años de figuración narrativa –que por sus fluctuaciones psicodélicas podríamos inscribir en el acid pop– nos ofrecía diagnósticos críticos de la realidad y de la salud del ecosistema geopolítico con los que nos daba alguna que otra bofetada mediante pinturas que no eran tales, sacrificando la belleza convencional por una función social del arte. Ahí comenzaba a abrir ciertas heridas en la sensibilidad de un espectador acostumbrado al rostro amable y poético de sus cándidas Bailarinas, con las que iniciaba hace más de veinte años su trayectoria.
El hilo quirúrgico del que hablamos hoy ya estaba implícito en ellas. JARR sentía la necesidad neodadaísta de unir espacios, planos, figuras, objetos, realidades en un assamblage visual y conceptual de barrocos dorados e imágenes devocionales en las que, poco a poco, daba el salto del dolor espiritual al físico. Bajo la herencia del movimiento «crónica de la realidad», JARR era un hacedor de desafiantes imágenes a modo de fotomontajes pintados con claros referentes a Renau o al Equipo Crónica. Pero el hilo estaba ahí presente en su impulso objetual que le movía a romper el formato cuadro con las Cajas negras, lienzos en cubos-puzzle, móviles, marcos con ojos, esculturas compuestas por objetos cosidos, enmarañados, a partir de los cuales retoma las pinturas combinadas al estilo Rauschenberg. Al principio había un trasfondo místico, pero pronto su pintura se volvió objeto en una acción enérgica que requería del cuerpo para soldar, construir, manchar, romper y rasgar hasta llegar a las vísceras de la inocencia de la pintura. Surgían imágenes diseccionadas, cuerpos abiertos por un proceso de violencia emocional y de urgencia para llegar a la verdad, que necesitaban ser reparados. Literalmente comenzó a suturar heridas.
«El hilo evoca la finalidad reconstituyente del arte en tiempos de crisis, emergencias y desafíos científicos»
Inauguraba el siglo XXI con sus piezas costum art, esculturas de volúmenes acolchados, cosidas a mano a partir de telas de arpilleras con dorados, negros y rojo con las que inicia ese proceso del arte para la salvación #soloelartemesalva, para la sanación #soloelartemesana. En ellas otorga al hilo una entidad artística y metafórica que une con coherencia las distintas etapas de su trayectoria y evoca la finalidad reconstituyente del arte en tiempos de crisis, emergencias y desafíos científicos.
El fil es el título de su última serie de cirugía abstracta en la que interviene el gesto, el azar y la precisión del pulso de unas manos, en una tensión sostenida por un hilo que atraviesa, sutura y une de manera terapéutica el tejido de la obra, «la piel del mundo» como diría Motherwell. Y es que en el latido de estas piezas hay un proceso, un tiempo de vida y dolor, que empapa de un significado profundo las superficies infinitas del negro, color dominante de sus radiografías. La catarsis que se espera de toda creación visceral aquí se redime en la acción paciente de coser mediante hilos impregnados de pigmento negro, con grumos y pegotes, que crean por sí mismos una red matérica y orgánica, una maraña que conecta y enreda al mismo tiempo. El hilo es medio, técnica, concepto y significado en esta serie que nos pone sobre la camilla, retando al vértigo ante lo desconocido, la incertidumbre, la enfermedad, la vida y la muerte. Prendidos de este hilo inestable confiamos plenamente en la ciencia y en el arte. Es momento de volver al origen, a lo auténtico y verdadero que siempre estuvo en nosotros.
Así lo plasma JARR en esta abstracción excéntrica y táctil que juega con las formas de los tejidos y otros materiales cosidos. Algunas de estas obras dejan visibles sus costuras, se zurcen de manera brusca como heridas suturadas de urgencia; otras abren expresivamente sus entrañas entre los pliegues de las telas inspirándose en el informalismo de Millares o Saura; otras confían en el color y el efecto de transparencia de los tejidos que dan un carácter orgánico a la pieza como una incubadora de vida. En todas ellas, el hilo, tan unido a la noción de arte radical de JARR, convierte el proceso creativo en una intervención quirúrgica, de sanación y esperanza