Colecciones, patrimonio historicocientífico y estrategias de difusión

Esfera armilar

Esfera armilar fabricada por George Adams (padre) en el siglo XVIII.

Historical-Scientific collections and heritage, dissemination strategies. This article deals with the scientific collections of the National Museum of Science and Technology (MUNCYT) in Madrid. This museum was created in 1980 without a collection. Through the 80’s and 90’s an important collection was made, including the instruments from the Faculty of Physics, Madrid University, and the ‘Instituto San Isidro’ (secondary school) and some instruments related to biomedicine and technology. In the late 90’s the Museum developed is own web page allowing the general public to discover its collection.

La ciencia ha tenido a lo largo de nuestra historia una irregular presencia: grandes esfuerzos por la institucionalización de la actividad científica en nuestro país se han sucedido a largos periodos de abandono. Esta situación ha tenido su equivalente en la formación de colecciones de objetos de interés científico y en la constitución de museos de ciencia.

Las colecciones científicas que Felipe II centralizó en El Escorial o los gabinetes de Máquinas o de Historia Natural, en el siglo XVIII, son magníficos precedentes de museos de ciencia; pero en algunos casos estos esfuerzos no tuvieron continuidad y el devenir histórico, en otros, determinó el ocaso de los centros y colecciones, cuando no su destrucción. Además, el carácter utilitario de los objetos científicos los hacía poco atractivos como piezas de valor artístico y, por tanto, eran bienes poco susceptibles de constituir colecciones temáticas de entidad dignas de ser conservadas. Si otros objetos culturales (óleos o libros, por ejemplo) se conservaron en colecciones reales o nobiliarias, para integrarse en el siglo XIX en museos o colecciones nacionales (tal es el caso del Museo del Prado o de la Biblioteca Nacional), el patrimonio científico español permanecía disperso por instituciones científicas o administrativas de la más diversa condición, custodiadas por eruditos o funcionarios más o menos diligentes.

«El carácter utilitario de los objetos científicos los hacía poco atractivos como piezas de valor artístico y, por tanto, eran bienes poco susceptibles de constituir colecciones temáticas»

En los últimos años de la década de 1960 se dieron los primeros pasos para el establecimiento de un museo de ciencia, que no prosperarían hasta 1980, cuando un real decreto creó el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. El Museo nació como ente administrativo sin colección. El primer objetivo de sus gestores habría de ser, por tanto, constituir una colección de instrumentos y material científico sobre la que el nuevo centro pudiera acometer su labor de conservación y divulgación.

En estos años de existencia del Museo se han utilizado profusamente los diversos mecanismos posibles para la formación de una colección museológica (compras, donaciones, depósitos o cambios de adscripción entre instituciones públicas) hasta constituir una notable colección de más de 10.000 piezas. El primer gran logro en la formación de la colección fue la incorporación de más de 1.000 objetos procedentes del Instituto de Enseñanza Secundaria San Isidro de Madrid. Este Instituto, que desde mediados del siglo XIX había sido el centro de referencia de la capital, había heredado una rica colección de instrumentos procedentes de la Academia de Matemáticas creada por Felipe II, el Colegio Imperial y los Reales Estudios de San Isidro. La colección cedida al Museo estaba formada por instrumentos de física, astronomía, geodesia,… etc., datados entre los siglos XVI y XX.

Compás acimutal

Compás acimutal fabricados por George Adams (padre) en el siglo XVIII.

La colección del Instituto es excepcionalmente rica, y en ella destacan una ballestilla y un astrolabio universal. La ballestilla era un instrumento de medición astronómica y topográfica habitual en las edades media y moderna, la custodiada en el Museo es una de las dos únicas conocidas elaboradas por el prestigioso instrumentista flamenco Arsenius: una incompleta en el British Museum y la pieza, completa y bien conservada, del Instituto madrileño. Los astrolabios, piezas en ocasiones profusamente decoradas, son instrumentos que permitían determinar las posiciones estelares y realizar mediciones de geodésicas y topográficas. Se han conservado numerosos ejemplares de este tipo de instrumentos, e incluso hay museos que cuentan con numerosas y valiosas piezas; el depositado en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología ha sido atribuido a Gualterius Arsenius.

Las dos mencionadas son probablemente las piezas más valiosas de la colección, pero hay otras de indudable valor historicocientífico y artístico: el conjunto de instrumentos del siglo XVIII tienen indudable valor por sí mismos y por estar asociados a un momento estelar de la actividad científica en nuestro país. Entre éstas destaca una notable colección de microscopios, de telescopios o una bellísima esfera armilar fabricada en Londres por George Adams. Junto a estas piezas, la delicada y bella colección de maquetas mecánicas incluidas en la colección proporciona un magnífico muestrario de material pedagógico utilizado en la España dieciochesca y decimonónica.

Importante incorporación a los fondos del Museo fue el depósito de un conjunto de más de 700 piezas de la Facultad de Física de la Universidad de Madrid, que tuvo lugar en el año 1995. Esta colección, oportunamente catalogada, ha sido profusamente estudiada y un completo catálogo está en fase de publicación.

En conjunto, el depósito del Instituto San Isidro y de la Facultad de Física hacen de la colección de instrumentos del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología la más notable del país en las diversas disciplinas de las ciencias físicas, entendidas éstas en el sentido más amplio posible: astronomía, topografía, geodesia, óptica, magnetismo, mecánica, etc.

El Museo cuenta igualmente con una notable colección de piezas de tecnología. En líneas generales la incorporación de estas piezas responde a donaciones o cambios de adscripción de otras instituciones de ejemplares independientes o a pequeñas colecciones, y no como en los casos anteriormente citados a depósitos de grandes colecciones de coherencia temática. El Museo ha logrado, no obstante, formar un conjunto orgánico de instrumentos que ejemplifican perfectamente la evolución de los diversos elementos tecnológicos y herramientas. Una sugerente colección de teléfonos, de receptores de radio y televisión, de telégrafos muestra el desarrollo de las comunicaciones; una notable selección de automóviles y motocicletas presenta los hitos de los transportes. Mención especial merecen el conjunto de aparatos de cinematografía (linternas mágicas, praxinoscopios, zootropos, proyectores, etc.) y de sonido (pianolas, fonógrafos, gramófonos, magnetofones, etc.), estos últimos acompañados de sus cilindros de cera, discos de pizarra o vinilo. Los relojes cuentan en el Museo con una rica representación: junto a relojes solares figuran ricos relojes mecánicos del siglo XVIII y XIX.

Ballesta

Ballesta fabricada por Gualterius Arsenius en 1563, la única entera que se conserva en el mundo.

Menos representadas están las secciones de química y biomedicina, a pesar de que las segundas cuentan con ejemplares procedentes de hospitales, dispensarios y centros de investigación biológica, a los que debe unirse la reciente adquisición de una completa muestra de instrumentos sanitarios.

En todo caso el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología cuenta con una notabilísima colección de más de 10.000 piezas, de las cuales sólo está expuesta una pequeñísima porción (algo más de 200). Esta exigua proporción debe hacernos reflexionar acerca de la paradójica situación que ha vivido en sus casi veinte años este Museo: nacido “en la Gaceta” (para decirlo al modo decimonónico), sin colección, ha logrado formar un importante fondo que recoge, bien que parcialmente, muestras de nuestro pasado historicocientífico. No obstante, la sempiterna penuria económica y la falta de una decisión política firme han impedido el desarrollo equilibrado de la institución, que cuenta con escaso personal y continuos agobios de espacio en su área de exposición y almacén.

Esta situación intentó paliarse hace unos años (entre 1996 y 1999) con un proyecto de investigación novedoso y ambicioso: el Museo Hispano de Ciencia y Tecnología. Desarrollado por el propio Museo Nacional y por el Departamento de Ingeniería Telemática de la Universidad Politécnica de Madrid y con la colaboración de múltiples organismos con colecciones científicas de valor histórico (Museo Naval, Museo de Farmacia Hispana, Museo de Farmacia Militar…), el Museo Hispano pretendía presentar, utilizando las nuevas tecnologías, información sobre el patrimonio científico depositado en cada una instituciones colaboradoras. Los resultados tangibles de dicho esfuerzo fueron un CD-ROM que recogía una selección de las piezas de cada centro; posteriormente, la información de este CD-ROM se trasladó a un servidor de Internet .El proyecto, que debía combinar la potencia de búsqueda de las bases de datos informatizadas, la capacidad multimedia de Internet y la labor divulgativa de los profesionales del Museo no pudo completar la totalidad de sus ambiciosos objetivos y no fue, en último término, capaz de transformarse en un programa de inventario y difusión del patrimonio científico español.

En los últimos meses la constitución de la Fundación de Apoyo al Museo, que intenta aportar financiación y solidez institucional al centro, parece apuntar nuevas esperanzas. ¡Ojalá puedan cristalizar en un centro de referencia para nuestra historia intelectual y científica!

© Mètode 2000 - 25. Disponible solo en versión digital. Colecciones de la memoria - Primavera 2000

Departamento de Biología Celular. Universidad Complutense de Madrid.