No todo el patrimonio científico es polvo sofocante, oropel mortecino o bodegón. También se encuentran colecciones vivas, las cuales, dentro de este contexto, ofrecen el contrapunto dinámico y colorido. Un buen ejemplo es el Jardín Botánico de la Universitat de València, uno de los fondos patrimoniales más sobresalientes entre los que pertenecen a la mencionada institución. El Jardín, como cualquier otra colección de contenido naturalista, tiene interés tanto para quien estudia el ámbito de la naturaleza que en él se representa, como para a quien se acerca a él con una motivación histórica. Así, nos puede dar luz tanto en un estudio comparado, pongamos, sobre la familia de las fagáceas, como en una reflexión alrededor de la recepción de las nuevas corrientes de pensamiento evolucionista en la Valencia de finales del siglo XIX. A parte de todo esto, no hace falta decir que el Jardín es, y lo ha de continuar siendo, un espacio para la recreación de los ciudadanos y visitantes de la ciudad que lo acoge, con lo cual, es un lugar privilegiado para hacer entrar en interacción la ciencia, la historia y el público.
Para conseguir este objetivo, los requerimientos tampoco no se alejan mucho de los que caracterizan el resto del patrimonio científico. A pesar de todo, las colecciones vivas presentan un hecho singular: están sometidas a los círculos vitales de los objetos que contienen. También nuestro Jardín lo demuestra, con sus árboles monumentales… y lógicamente muy viejos. Si la conservación del patrimonio científico, en la vertiente instrumental o de ejemplares biológicos muertos, pasa por la limpieza, la restauración y las buenas condiciones de los almacenes o de los espacios expositivos, en la vertiente de las colecciones vivas pasa por la sustitución de los ejemplares enfermos o muertos por otros, jóvenes y pujantes, y por la atención continua e incluso amorosa de lo que son seres vivos, tan vivos como quien se hace cargo de ellos o se interesa por ellos. Nuestro Jardín sabe mucho de abandono y de desatenciones. La situación, por suerte, parece que ya está superada. Esperemos que también para el futuro.