La Dehesa de El Saler, en la Albufera de Valencia, se puede considerar como una de las áreas costeras más importantes del Mediterráneo occidental. Su estado actual de conservación se puede atribuir en pimer lugar a la presión ejercida por los conservacionistas locales, lo que impidió su urbanización en los años setenta, y en segundo lugar a un ambicioso proyecto de restauración dunar iniciado por la Oficina Técnica Dehesa-Albufera en 1982 y que aún continúa en la actualidad. Casi treinta años después de ser devastado, los valencianos pueden volver a disfrutar de este emblemático espacio natural.
El litoral se corresponde con el área más utilizada desde la aparición del hombre en la tierra, y más concretamente en el Mediterráneo, cuna de la Civilización Occidental. El clima benigno, la gran diversidad de recursos vegetales y animales, la presencia de la sal y el uso del mar como medio de comunicación entre culturas llevó a utilizar el litoral como asentamientos urbanos, áreas de defensa y fortificaciones e instalación de industrias (sal, pesca, caza, etc.). Pese a todo ello, los espacios litorales jamás han sido objeto de una política coherente que permitiera la explotación racional y fructífera de sus diferentes vocaciones. Las actividades referidas a esta parte del territorio han ido evolucionando de forma autónoma, sin una coordinación que asegurara su complementariedad. Así, la industria se instaló sin más preocupación que las de sus propias exigencias; la pesca y acuicultura ocuparon los terrenos que les convenían y el turismo y la construcción se desarrollaron, con excesiva frecuencia, de forma anárquica. Esta ordenación irracional y caótica ha llevado a un estado deplorable del litoral español y sobre todo el de la Comunidad Valenciana.
La Albufera de Valencia y la dehesa de El Saler (2.800 y 900 hectáreas respectivamente) constituyen el núcleo más importante, desde el punto de vista naturalístico, del Parque Natural de la Albufera. De origen aluvial-cuaternario, esta dehesa se formó como una flecha de arena que creció desde la desembocadura del río Turia hacia el sur. La conjunción del transporte fluvial, el oleaje y las corrientes marinas (predominantemente de norte a sur) originaron una barra arenosa que, a modo de flecha, fue avanzando sensiblemente de norte a sur. Esta barra o restinga se completó (alrededor del siglo XVII) y el mar cerrado (“Al-buhera”) se transformó paulatinamente en una laguna litoral de agua dulce. La Albufera y su dehesa pertenecieron desde el siglo XII a la corona real. Durante todos los reinados han existido diferentes tipos de gestión (talas y reforestaciones masivas y por otro lado fuertes prohibiciones en el uso) llegando a este siglo de forma poco alterada, hasta que en el año 1911 pasaron a formar parte del Ayuntamiento de Valencia “para uso y disfrute de todos los valencianos”.
En los años 70 se inicia un Plan Urbanizador típico de la época, cuya característica principal es la gran agresión que produce al medio natural. Aparece una presión antrópica muy fuerte, se arrasa casi todo el primer cordón dunar para sustituirlo por un paseo marítimo. Con la arena procedente del arrasamiento se rellenan las zonas deprimidas o malladas y se construyen urbanizaciones, además de las infraestructuras necesarias (40 edificios de más de 8 alturas, muchos kilómetros de carreteras, grandes áreas asfaltadas para aparcamientos, red de aguas y saneamiento).
Un importante movimiento ciudadano, utilizado en Europa como modelo de movimiento social, bajo el lema “El Saler per al poble” fue capaz de paralizar el plan urbanizador y con la entrada del primer Ayuntamiento democrático se realiza un plan especial de protección. A partir de este momento, se crea la Oficina Tècnica Devesa-Albufera, servicio municipal responsable de la gestión de la Albufera y su dehesa y de llevar a cabo el plan de actuaciones en la zona, como son:
- Normativa local y declaración de la dehesa como el Primer Espacio Protegido de la Comunidad Valenciana.
- Cierres peatonales en las zonas más sensibles.
- Cierre al tráfico rodado en el 80% de la superficie, para concentrar al visitante en las áreas de esparcimiento especialmente diseñadas.
- Entradas en peine perpendiculares a la playa para evitar el tráfico y uso paralelo a la costa, que resulta ser el más agresivo.
- Campañas divulgativas, muy importantes para concienciar a los visitantes.
- Campañas educativas dirigidas a la población escolar mayoritariamente.
- Regeneración de los ecosistemas alterados, en especial el primer cordón dunar para recuperar el paisaje primitivo y evitar el efecto abrasivo del viento marino sobre la maquia litoral de las dunas fijas.
Para llevar a cabo la regeneración de los ecosistemas más alterados se han realizado algunas actuaciones y estudios como la puesta en marcha el Vivero Municipal del Saler en 1982, primer vivero de planta autóctona del Estado español compuesto por un banco de semillas de 130 especies silvestres y un invernadero con el fin de producir la planta necesaria para las regeneraciones dunares. También se han realizado diferentes estudios de la zona, como el clima, cartografía antigua, edafología, geomorfología, hidrogeología, flora, fauna, paisaje, actividades económicas y sociales, además de recopilar información escrita y oral.
Pero, sin duda, el proyecto más importante que se ha realizado en los últimos años es el que ha permitido reconstruir, mediante la ayuda de antiguas fotos aéreas, el ecosistema dunar de la dehesa, exactamente tal y como era antes de su destrucción. Para ello, se realizaron distintas experiencias en áreas piloto, para posteriormente ejecutar las regeneraciones pertinentes (experiencias sobre riegos, fertilizantes, pisoteo, permeabilidad y estructura de barreras, sistema de plantación, granulometría de la arena, técnicas de autoregeneración dunar, etc.). A partir de los estudios y experiencias se ha conseguido la total recuperación de 7 km de cordón dunar, donde se han tenido que controlar una gran cantidad de parámetros. La relación playa húmeda-playa seca (distancia mínima al mar para reconstruir una duna; en el caso de la dehesa la playa húmeda debe tener entre 2 y 3 metros como mínimo, la playa seca entre 23 y 39) así como la orientación y la topografía de la duna (según la cartografía antigua y en las condiciones climáticas actuales debe situarse paralela al mar y perpendicular al viento) resultan fundamentales para realizar un trabajo de este tipo. También se deben instalar barreras permeables que tienen como objetivo defender las plantaciones en sus primeros estadios de la acción abrasiva del viento salino y de la arena. Para retener la arena y para que vaya moldeándose y creciendo la duna se ha utilizado el borró (Spartina versicolor), planta que crece de manera espontánea en los saladares de la dehesa y que ha resultado ser una barrera eficaz, natural y de bajo impacto estético. Uno de los aspectos en los que más se ha tenido que trabajar es en la optimización de los métodos de plantación, siembra y acondicionamiento de las plantas utilizadas.
En resumen, la regeneración de ecosistemas dunares dañados, muy abundantes a lo largo de nuestra geografía, es un hecho factible tal y como se ha demostrado en la dehesa de El Saler. Si resurgiesen los movimientos populares a favor de la conservación de estos ecosistemas en algunos enclaves de nuestro litoral y, sobre todo, si las administraciones dedicasen un pequeño esfuerzo en materia de gestión y ordenamiento podríamos gozar de un litoral para todos, naturalmente.