El caso de los cerebros de la Pedraja

Ciencias forenses y memoria histórica en España

DOI: 10.7203/metode.10.13295

Se presentan las claves de la intervención forense como manera de obtener pruebas formales aplicables a las reivindicaciones de la memoria histórica en España a partir del año 2000 en el marco general de los derechos humanos en los que se insertan. Para atender esta demanda social existen medios humanos y materiales suficientes, pero se requiere el impulso de todas las administraciones públicas. A modo de ejemplo presentamos el inusual fenómeno de conservación de cerebros de la fosa común de La Pedraja 1. El estudio de estos cerebros ha permitido conocer la posible existencia de lesiones previas a la muerte. Una forma de profundizar en la investigación forense ochenta años después de ocurridos los hechos.

Palabras clave: medicina forense, antropología forense, criminalística, derechos humanos, memoria histórica.

Introducción

El desarrollo de las ciencias forenses, superando su tradicional aplicación al ámbito de la administración de justicia en su jurisdicción penal, hoy día también tiene un importante uso en otros espacios como los derechos humanos y el derecho humanitario. Existen innumerables ejemplos desarrollados a lo largo de todo el mundo, particularmente aplicados en casos de justicia transicional en países donde se han cometido vulneraciones de los derechos humanos. A modo de ejemplo, la misión desarrollada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en las islas Malvinas-Falkland en 2017 a solicitud de los gobiernos de Argentina y Reino Unido.

En el ejercicio de la búsqueda de la verdad, la medicina forense se ha convertido en imprescindible para la gestión de las evidencias que, de ser validadas administrativamente, adquieren el valor de pruebas incontestables.

De este modo, en materia de fosas comunes y desapa­recidos, lo principal consiste en establecer la identidad de la víctima, la data del fallecimiento, definir la causa médica de la muerte, interpretar la etiología medicolegal de esta (suicidio, accidente u homicidio) y contribuir a conocer las circunstancias que rodearon a la muerte. Así se establece en casos contemporáneos en todos los lugares del mundo, y de igual modo, y con la misma metodología, se puede aplicar a casos de mayor antigüedad en el tiempo como son los ejemplos contemplados en la memoria histórica correspondientes al siglo xx en nuestro país. En estos casos, la intervención institucional forense garantiza la formalidad en la obtención de pruebas periciales sin olvidar las pruebas testificales y las pruebas documentales, con cuyo concurso se pueden establecer verdades oficiales.

Figura 1. Esquema del enfoque integrativo que caracteriza la antropología forense hoy en día. En materia de fosas comunes y desaparecidos, la gestión total del proceso tiene por objetivo establecer la identidad de la víctima, la data del fallecimiento, definir la causa médica de la muerte, interpretar su etiología medicolegal y contribuir a conocer las circunstancias que la rodearon. / Francisco Etxeberria y Fernando Serrulla

Los aspectos metodológicos desarrollados en los cuatro ámbitos de especialización concernidos, como son la arqueología forense, la antropología forense, la patología forense y la genética forense, cuentan con una amplia bibliografía y el uso de estándares reconocidos internacionalmente (CICR e Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Perú, 2017; Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia, 2017; Serrulla, 2013).

Con todo, no es infrecuente que los equipos de investigación adolezcan de tres problemas a nuestro entender fundamentales si se pretende asegurar la garantía de calidad y la acreditación de los laboratorios, como son: el desarrollo de manuales de procedimientos generales, la aplicación de protocolos específicos para cada una de las funciones del proceso, el sistema de registro de todo lo actuado y la confección de informes de carácter pericial de conformidad al objetivo que se pretende.

En la actualidad, la antropología forense (Figura 1), con distintas definiciones, tiene un ámbito de integración de todas las demás disciplinas concernidas y tiene en cuenta, además, la recomendación cada vez más extendida de elaborar informes finales de integración que hagan comprensibles y útiles los resultados obtenidos por cada uno de los especialistas. El llamado «informe integrado» se aplica en algunos institutos de medicina legal en países como Chile y Colombia, lo que ha posibilitado un notable avance de las distintas disciplinas que se integran en las ciencias forenses. Algunos textos, como las Recomendaciones en antropología forense de la Asociación Española de Antropología y Odontología Forense, ya reconocen la importancia del informe integrado y le dedican apartados específicos (Serrulla, 2013).

El marco normativo general

El resurgir de la memoria histórica en España a partir del año 2000 puede ser explicado de varias maneras (Ferrándiz, 2019). A nuestro entender una de las más poderosas se contempla en una frase que nadie ha descalificado: «Si las víctimas tienen el derecho a la memoria y a conocer la verdad de lo ocurrido, la sociedad, y con ello todos los profesionales, tenemos el deber de memoria» (Etxeberria Gabilondo, 2003).

Este argumento sitúa la cuestión en la centralidad de las víctimas y obliga a las instituciones, y a toda la sociedad, a promover investigaciones al respecto. El derecho a conocer la verdad no prescribe ni tiene fecha de caducidad. Y es ahí donde se espera que las ciencias forenses jueguen un papel relevante si tenemos en cuenta las características de la represión del régimen fascista del general Francisco Franco: 1) la represión fue generalizada y organizada sin distinción geográfica y en todo el ámbito del Estado; 2) esta afectó a población civil; esto es, hombres, mujeres, ancianos y menores, sin relación con los episodios de la guerra, y 3) los hechos nunca fueron investigados oficialmente por las autoridades competentes, así que no existe, todavía hoy, una verdad oficial al respecto.

Figura 2. A partir del año 2000 hay un resurgir de la memoria histórica en España. Ya antes de la promulgación de la conocida como «ley de memoria histórica» en 2007, varias instituciones y particulares se habían posicionado sobre la necesidad de una regulación jurídica para investigar las consecuencias de la represión del régimen franquista. En la gráfica de arriba, número de fosas exhumadas desde el año 2000 hasta 2017. En la gráfica de abajo, número de individuos recuperados en el mismo período. / Francisco Etxeberria y Fernando Serrulla

nte que han representado un impulso a la disciplina arqueológica aplicada a los vestigios de la Guerra Civil, tanto en fosas comunes como en escenarios del conflicto bélico y otros (Figura 2). En primer lugar, la celebración en la Universidad de Valladolid de unas jornadas tituladas «La memoria de los olvidados. Un debate sobre el silencio de la represión en España» en marzo de 2003 y cuyas actas fueron publicadas con el mismo nombre (Etxeberria Gabilondo, 2003). En estas jornadas ya se presenta una propuesta metodológica sobre las exhumaciones siguiendo criterios internacionales.

En segundo lugar, la publicación de un número monográfico de la revista Complutum en 2008 bajo la dirección del Dr. Alfredo González Ruibal con el título Arqueología de la Guerra Civil, en donde se fundamentan las razones de interés científico y la bondad de estas investigaciones basadas en tres puntos: arqueología, patrimonio y políticas de memoria (González Ruibal, 2008).

En tercer lugar, la publicación de un número monográfico del Boletín Galego de Medicina Legal e Forense en 2012, en donde se presenta una síntesis de las exhumaciones contemporáneas realizadas en España como consecuencia del reconocimiento a las víctimas de la Guerra Civil y posterior dictadura, y que destaca el papel fundamental que en esta materia tiene la medicina forense como disciplina encargada de aportar información formal para conocer la verdad en el ámbito administrativo y judicial (Etxeberria, Gabilondo, 2012).

En el año 2007 se promulga la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura, publicada en el Boletín Oficial del Estado número 301, de 27 de diciembre de 2007, conocida con el nombre de «ley de memoria histórica». Ya con antelación a esta ley varias instituciones y particulares se habían posicionado sobre la necesidad de una regulación jurídica de estas investigaciones. Esta ley, en lo que a la localización de fosas e identificación de los restos se refiere, señala en su artículo 13, lo siguiente:

Las Administraciones públicas competentes autorizarán las tareas de prospección encaminadas a la localización de restos de las víctimas referidas en el apartado 1 del artículo 11, de acuerdo con la normativa sobre patrimonio histórico y el protocolo de actuación que se apruebe por el Gobierno. Los hallazgos se pondrán inmediatamente en conocimiento de las autoridades administrativas y judiciales competentes. (Ley 52/2007, artículo 13, punto 1)

El artículo 12 de la misma ley, relativo a las medidas para la identificación y localización de víctimas, dice lo siguiente:

El Gobierno, en colaboración con todas las Administraciones públicas, elaborará un protocolo de actuación científica y multidisciplinar que asegure la colaboración institucional y una adecuada intervención en las exhumaciones. (Ley 52/2007, artículo 12, punto 1)

Al mismo tiempo, la ley de memoria histórica alude en el mismo artículo a los mapas de localización de fosas: 

Las Administraciones públicas competentes elaborarán y pondrán a disposición de los interesados a que se refiere el artículo 13, dentro de su respectivo ámbito territorial de actuación, mapas en que consten los terrenos en que se localicen los restos de las personas a las que se refiere el artículo anterior incluyendo la información complementaria disponible sobre los mismos.

El Gobierno determinará el procedimiento de elaboración de un mapa integrado que comprenda todo el territorio español, que será igualmente accesible para los interesados y al que se incorporarán los datos que, en los términos que se establezcan, deberán ser remitidos por las distintas Administraciones públicas competentes.

Las áreas incluidas en los mapas serán objeto de especial preservación por parte de sus titulares, en los términos que reglamentariamente se establezca. (Ley 52/2007, artículo 12, punto 2)

Este mapa de fosas fue presentado por el Gobierno el 4 de abril de 2011, si bien algunas comunidades autó­nomas no quisieron colaborar en la confección y por ello sigue siendo incompleto todavía hoy.

Finalmente, y de forma tardía, el protocolo de actuación aludido en la Ley 52/2007 fue aprobado por el Gobierno el 26 de septiembre de 2011 y es la guía que regula las exhumaciones y los análisis forenses posteriores. Para confeccionarla fueron consultadas las asociaciones de memoria histórica y otras de carácter científico en el ámbito de la antropología forense. Estas consultas se realizaron de forma temprana tras la aprobación de la ley de memoria histórica, pero lamentablemente el documento no vio la luz hasta años más tarde, en 2011 (Orden PRE/2568/2011). Este protocolo traslada una buena parte de la competencia de la investigación al ámbito de la antropología y patología forense en el marco general de las ciencias forenses.

Protocolo de actuación en exhumaciones

Así pues, según el protocolo publicado como Orden PRE/2568/2011, se establecen las siguientes fases de la investigación para el desarrollo de una exhumación: en primer lugar, investigaciones preliminares; en segundo lugar, la intervención arqueológica; en tercer lugar, la investigación forense de los restos humanos; en cuarto lugar, el informe final y, por último, el depósito de los restos en su destino final.

Si la entidad de los hallazgos lo hiciera necesario, en la medida de lo posible y teniendo en cuenta las circunstancias y los medios disponibles, el equipo podría contar con un antropólogo físico (experto en antropología forense), un biólogo forense (experto en genética), un patólogo forense (médico especialista en medicina legal y forense) y un odontólogo forense.

Figura 3. En la imagen, tres cerebros hallados en la exhumación de la fosa de La Pedraja (Burgos) llevada a cabo en 2010, sobre los cuales se realizaron las pruebas y se obtuvieron los resultados detallados en este artículo. De izquierda a derecha: A) vista inferior del cerebro 11; b) vista izquierda del cerebro 25, y c) vista lateral derecha del cerebro 104. 

Una revisión de los informes técnicos generados con mayor o menor conocimiento de este protocolo permite conocer que, hasta el presente, los informes contemplan los siguientes apartados: el informe histórico de los hechos, el informe preliminar de la fosa, el informe de prospección, el informe de exhumación, el informe de evidencias, el informe antropológico, el informe genético, el informe de las víctimas y otros informes (balísticos, etc.).

En síntesis, siguiendo recomendaciones internacionales, durante la exhumación se hace necesario contemplar los principios universales de la criminalística (International Forensic Strategic Alliance, 2014; UNODC, 2009); esto es, la protección del lugar, observación, fijación, recolección de evidencias, envío al laboratorio y control de la cadena de custodia. 

Un ejemplo concreto y sorprendente: los cerebros conservados de la fosa de La Pedraja

A continuación, presentamos alguno de los resultados de la investigación llevada a cabo sobre los cerebros conservados de los individuos 11, 25 y 104 (Figuras 3a, 3b y 3c) de los 46 que fueron hallados en la exhumación de La Pedraja (Burgos).

Esta fosa (Figura 4) se excavó en agosto de 2010 a petición de la Agrupación de Familiares de las Personas Asesinadas en los Montes de La Pedraja. Los trabajos fueron efectuados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en colaboración con varias instituciones (el Ministerio de Presidencia, la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, la Universidad del País Vasco, la Universidad Autónoma de Madrid y el CSIC).

Se caracterizaba por ser una zanja homogénea de 24 metros de largo con una anchura media ajustada a la estatura de las víctimas, que fueron enterradas en paralelo unas con otras. La zanja (figuras 5 y 6) fue diferenciada durante la exhumación en dos tramos, la fosa 1 y la fosa 2, claramente separados por un segmento de tierra sin inhumaciones. La excavación permitió también diferenciar otros tramos (A, B, C, D, E y F) que fueron utilizados como fosas independientes sucesivamente a medida que se fueron enterrando los cuerpos. Es probable que para la confección de la fosa se empleara una cárcava natural del terreno, ya que en este punto de la ladera la fosa mantiene la línea de máxima pendiente. 

Según los datos históricos, el lugar fue utilizado de julio a noviembre de 1936 para enterrar las personas asesinadas de los pueblos próximos de Burgos y La Rioja.

Figura 4. Aspecto general de la fosa de La Pedraja durante la exhumación, que se inició en agosto de 2010. Según los datos históricos, el lugar fue utilizado de julio a noviembre de 1936 para enterrar las víctimas de los asesinatos en pueblos próximos de Burgos y La Rioja. / Francisco Etxeberria i Fernando Serrulla

Técnicas de conservación y mantenimiento de los cerebros y propuestas

Desde el lugar de enterramiento hasta el análisis de las muestras, los tres cerebros permanecieron en bolsas y botes de plástico bajo refrigeración sin sufrir modificaciones apreciables. Se confirma, por tanto, que el método de conservación de los cerebros es adecuado para el tiempo considerado y valorando exclusivamente su aspecto externo. El método elegido parece adecuado porque permite mantener la humedad en unos niveles similares a los de su emplazamiento original, lo que reduce la proliferación de microorganismos gracias a la conservación a temperaturas medias de refrigeración (en torno a los 4 C). Por otra parte, los 46 cerebros de La Pedraja son la colección de cerebros mejor conservados del mundo (Serrulla et al., 2016). Hasta hace apenas un año era también la más numerosa, pero los 104 cerebros hallados en las fosas del cementerio del Carmen en Valladolid la ha superado (Serrulla, García-Rubio, Martínez, Del Olmo y Del Olmo, 2018). 

Aspectos macroscópicos

Sorprende extraordinariamente la conservación de estos cerebros, reducidos de tamaño entre una séptima y onceava parte de su volumen, que conservan muy aceptablemente la morfología externa. Llama la atención especialmente el cerebro 25 (Figura 3b), que conserva un aspecto céreo en sus circunvoluciones cerebrales y el cerebro 11 (Figura 3a), que conserva en buen estado muchas circunvoluciones cerebelosas.

Técnicas de rehidratación de los cerebros

Antes de proceder al estudio de los cerebros, consideramos la posibilidad de emplear diferentes técnicas de rehidratación de los mismos ensayando la solución Ruffer 1 (alcohol de 96º, agua destilada y carbonato sódico al 5 %), así como otras con glicerol y tampón fosfato. En todos los casos, los resultados han sido similares si tenemos en cuenta tanto el hecho de que las muestras no se degradaron en ningún caso con los tiempos de rehidratación dados, como que en todos los casos ha sido posible efectuar tinciones diversas, incluidas técnicas inmunohistoquímicas. En nuestra opinión, no obstante, la solución Ruffer 1 es la más útil dado que precisa de mucho menor tiempo de rehidratación con resultados globales muy similares (Serrulla et al., 2016).

Figura 5. La fosa de La Pedraja, con sus diferentes tramos. Según la interpretación de los enterramientos, estos tuvieron lugar desde el tramo 2F hacia el tramo 1A. Los cerebros objeto del estudio expuesto en este artículo fueron hallados en las siguientes localizaciones: fosa 1B (cerebro 11), fosa 1C (cerebro 25) y fosa 2F (cerebro 104).

Figura 6. Distribución de la munición hallada en la fosa de La Pedraja: los puntos rojos indican proyectiles y los verdes, casquillos.

Estudio radiológico

El estudio radiológico (Figura 7) practicado ha resultado ser también interesante, ya que ha permitido comprobar la diferente densidad radiológica de cada uno de los cerebros. No se ha observado en ninguno de ellos áreas de calcificación intraparenquimatosa; sin embargo, los tres cerebros tienen una consistencia radiológica muy diferente que correlaciona con su peso. Aunque en el cerebro 11 se detectó un incremento de la densidad en ambos polos frontales, la tomografía axial computerizada (TAC) puso de manifiesto que este aumento de densidad es un artefacto posiblemente relacionado con la presencia en la superficie del cerebro de restos minerales de tierra. El estudio mediante TAC ha servido además para la adquisición de imágenes DICOM (siglas en inglés de “imágenes digitales y comunicaciones en medicina”) con fines de modelización. Por otro lado, el análisis de las imágenes tomográficas de los tres cerebros permite descartar la presencia de masas o diferencias marcadas de densidad en el interior del parénquima, así como de elementos metálicos u óseos. Nos llama la atención que la rehidratación cerebral haya permitido realizar con éxito la resonancia nuclear magnética (RNM). En nuestra experiencia, ninguna de las RNM practicadas con los cerebros sin rehidratar fue útil (Serrulla et al., 2016).

Modelización cerebral

La adquisición de imágenes en formato DICOM de los tres cerebros ha permitido realizar la modelización de uno de ellos en polirresina mediante estereolitografía (Figura 8). El resultado de la modelización creemos que es de alto valor, pues permite conservar la morfología del cerebro con fines didácticos y museográficos, ya que los estudios histopatológicos y toxicológicos destruyen la estructura cerebral por completo. En la actualidad las modernas impresiones 3D con polvo cerámico permiten generar modelos de diferentes texturas y colores a menor costo que las generadas en polirresina (Serrulla, Etxeberria, Herrasti, Cascallana y Del Olmo, 2017; Serrulla, Herrasti y Etxeberria, 2015; Serrulla et al., 2016). 

Estudio químico y químico-toxicológico

El estudio quimicotoxicológico ha excluido la presencia de los tóxicos buscados (drogas de abuso) y ha permitido encontrar estearamida y ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico), poliinsaturados (linoleico y ricinoleico) y saturados (el resto). El perfil de ácidos grasos obtenido es el característico del proceso de saponificación, como muchos autores han puesto de manifiesto (Algarra, Rodríguez-Borges y Esteves da Silva, 2010). Los triglicéridos que componen muchos tejidos grasos humanos se convierten durante los procesos de descomposición corporal en ácidos grasos por hidrólisis. La hidrogenación de estos ácidos grasos los convierte en ácidos grasos saturados, los cuales, bajo determinadas condiciones, forman adipocira. Uno de estos ácidos grasos (el lignocérico) es un componente principal de los cerebrósidos. Los cerebrósidos son glucoesfingolípidos que forman parte de muchas membranas celulares, así como del sistema nervioso central y periférico porque forman parte de la vaina de mielina (Tower, 1994).

Casi la mitad del peso seco del encéfalo en los vertebrados está formado por lípidos y contiene, aproximadamente, el 25 % del colesterol total del cuerpo (Tower, 1994). No debe llamar la atención el hecho de no haber detectado esteroles o estanonas, componentes habituales de la degradación del colesterol, ya que este es degradado microbiológicamente de forma muy importante.

cerebros de la PedrajaFigura 7 (izquierda). Reproducción radiológica 3D del cerebro 25 obtenida a partir de una tomografía axial computerizada (TAC). El estudio radiológico de estos cerebros ha permitido comprobar la diferente densidad de cada uno de ellos, y descartar así la presencia de masas o diferencias marcadas en el interior del parénquima, así como elementos metálicos u óseos. / Francisco Etxeberria i Fernando SerrullaFigura 8 (derecha). El estudio radiológico mediante TAC (Figura 7) ha servido para la adquisición de imágenes digitales de los cerebros con fines de modelización. Así, en la imagen puede observarse un modelo del cerebro 25 elaborado con polirresina mediante estereolitografía. Esta técnica permite conservar la morfología del cerebro con fines didácticos y museográficos, ya que los estudios histopatológicos y toxicológicos destruyen la estructura cerebral por completo./ Francisco Etxeberria i Fernando Serrulla

El estudio químico de la tierra es especialmente interesante y posiblemente sea una de las claves por las que se haya producido la preservación de estos cerebros. Todas las muestras tomadas de la tierra presentan caracteres especiales y diferentes de otros enterramientos que hemos estudiado en diferentes fosas de la Guerra Civil Española. Principalmente muestran un pH ácido o muy ácido con escasa cantidad de materia orgánica y relativamente bajos niveles de calcio. Este perfil químico de la tierra por experiencia se corresponde habitualmente con esqueletos altamente degradados como es el caso que nos ocupa. No obstante, con frecuencia hallamos también un pH bajo que se correlaciona con un alto contenido en materia orgánica (tierra característica de los cementerios de inhumación en tierra). Este no es el caso: hay pH bajo y bajos niveles de materia orgánica. Si el pH bajo se conserva bajo en los diferentes puntos de muestreo a pesar de no contener materia orgánica, hemos de deducir que la acidez se debe esencialmente a caracteres inherentes a la propia tierra en los que poco ha podido afectar la putrefacción de 104 cuerpos (Serrulla et al., 2016).

Estudios histopatológicos

En términos generales consideramos un éxito el estudio histopatológico. Aunque los expertos convocados a colaborar en este trabajo muestran discrepancias (Serrulla et al., 2016), hay evidencias de estructuras neurológicas demostrables histológicamente y destacan diversas cuestiones.

En primer lugar, ultraestructuralmente hay evidencia de estructuras mielínicas procedentes de axones como otros autores han demostrado en casos similares.

En segundo lugar, que hay muchas evidencias histopatológicas de la conservación de vasos sanguíneos, aunque algunas estructuras redondeadas y tabicadas pueden corresponderse mejor con estructuras vegetales.

En tercer lugar, existe un acúmulo de estructuras redondeadas con morfología de núcleos de corteza cerebelosa en ambas capas corticales. Es cierto que puede tratarse de una contaminación vegetal, pero el hallazgo es lo suficientemente llamativo (dada su morfología y localización) como para ser tenido en consideración y plantear fundadamente la hipótesis de que se trata de núcleos de células corticales cerebelosas.

«Todas las muestras tomadas de la tierra de La Pedraja indican caracteres especiales y diferentes de otras fosas de la Guerra Civil Española»

En quart lloc, igualment considerem que hi ha dades que ens permeten sustentar la hipòtesi que el cervell 11 mostra signes macro i microscòpics compatibles amb l’existència d’una hemorràgia subaracnoidal. Potser també es pot sostenir la hipòtesi de l’existència d’una hemorràgia intraparenquimatosa. Tots dos fets no serien estranys, tenint en compte el context de mort violenta homicida en què han aparegut aquestes restes humanes. 

En cuarto lugar, igualmente consideramos que existen datos que nos permiten sustentar la hipótesis de que el cerebro 11 muestra signos macro y microscópicos compatibles con la existencia de una hemorragia subaracnoidea. Quizás también pueda sostenerse la hipótesis de la existencia de una hemorragia intraparenquimatosa. Ambos hechos no serían extraños, habida cuenta el contexto de muerte violenta homicida en el que han aparecido estos restos humanos. 

Por último, la existencia de una hemorragia subaracnoidea ha sido puesta de manifiesto a través del azul de Prusia (Figura 9), lo que sugiere la presencia de hemosiderina y por tanto hemorragia subaracnoidea de una data superior a 48 horas. Este hallazgo evidencia que la conservación cerebral puede ser una puerta a la investigación del maltrato y la tortura incluso ochenta años después de ocurridos los hechos (Serrulla, 2018; Serrulla et al., 2016).

Hipótesis sobre el mecanismo de conservación de los cerebros

Teniendo en cuenta esto, se aceptan una serie de hechos relativos a la conservación (Serrulla et al., 2017). En primer lugar, la composición química de los cerebros estudiados responde al patrón habitual de muchos procesos de saponificación o formación de adipocira. Aunque no disponemos de las proporciones de los diferentes ácidos grasos hallados, el contenido cualitativo es claramente coincidente con los resultados de otros trabajos similares.

En segundo lugar, los cerebros se han conservado a lo largo de toda la fosa, es decir, se han conservado los cerebros de las personas inhumadas desde julio hasta noviembre de 1936. No hay constancia precisa de fechas de inhumación, pero la de la fosa 1D, que contiene el mayor porcentaje de cerebros conservados, pudiera haberse producido en el otoño de 1936.

En tercer lugar, geológicamente la fosa está compuesta por un terreno sedimentario constituido por arcillas, arenas y cantos rodados muy compactado y por tanto muy poco permeable al agua, situada a unos 1.100 metros de altitud sobre el nivel del mar, en una ladera del monte discretamente inclinada hacia el suroeste y situada en una cárcava del terreno, lo que permitió que, a medida que se excavaban las fosas, estas se convirtiesen en cubetas con el agua de lluvia y de escorrentía.

cerebros de la Pedraja

Figura 9. En la imagen, tinción de Perls (azul de Prusia) sobre el cerebro 11. Esta prueba ha puesto de manifiesto la existencia de una hemorragia subaracnoidea (por el color azul del borde) e intraparenquimatosa (por el color azul del interior) de data superior a 48 horas. Este hallazgo evidencia que la conservación cerebral puede ser una puerta a la investigación del maltrato y la tortura incluso ochenta años después de ocurridos los hechos.
/ Francisco Etxeberria i Fernando Serrulla

Por último, no tenemos datos meteorológicos del lugar de la fosa. En su defecto hemos hallado datos meteorológicos del observatorio de Burgos (854 m de altitud), que dista unos 30 km de la fosa y también algunos datos de un punto de observación meteorológica que existió en Atapuerca (Burgos) (altitud 966 m) y que se sitúa a unos 10 km de la fosa, por lo que se confirma que en el mes de junio de 1936 en Atapuerca existió una pluviosidad más elevada de lo habitual (el doble), así como que en el mes de octubre en Atapuerca existió un 50 % más de pluviosidad que lo habitual. Por otro lado, las temperaturas medias de verano fueron las habituales, aunque las temperaturas medias de otoño fueron más bajas de lo habitual. 

En síntesis, parece demostrarse que el inicio del verano de 1936 pudo ser muy lluvioso, así como que el otoño de 1936, además de más lluvioso de lo habitual, fue más frío de lo normal. Consideramos probable que el lugar de la fosa –un lugar de drenaje natural del monte de La Pedraja– se vio afectado por una cantidad elevada de agua de lluvia en el periodo de junio a octubre de 1936, así como por temperaturas más bajas de lo habitual en octubre de 1936.

Conclusiones

La experiencia acumulada con más de 500 fosas comunes exhumadas desde el año 2000 y el protocolo puesto en marcha a partir del año 2011 posibilita la obtención de pruebas con base en los recursos habituales de las ciencias forenses que se han desarrollado de forma específica en ámbitos como la arqueología forense y la antropología forense. En el caso expuesto aquí, vemos cómo estas disciplinas han ayudado a esclarecer los hechos acaecidos en la fosa de La Pedraja entre julio y noviembre de 1936: el estudio de los tejidos blandos recuperados ha permitido identificar las lesiones sufridas por las víctimas previas a su muerte y además establecer hipótesis sobre las circunstancias que han favorecido su conservación.

En la actualidad sería aconsejable mejorar los sistemas de coordinación y gestión y crear unos equipos estables de investigación que garanticen la buena consecución de los resultados bajo la tutela de la Administración, que puede y debe validar dichos resultados. 

REFERENCIAS

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© Mètode 2019 - 101. La memoria de los huesos - Volumen 2 (2019)
Profesor de Medicina Legal y Forense de la Faculdad de Medicina de la Universidad del País Vasco (España). Sus líneas de investigación actuales se centran en la tafonomía, la antropología forense de la Guerra Civil Española, los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.
Médico y antropólogo forense, actualmente trabaja en la Unidad de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (España). Su tesis doctoral se ventró en la antropología forense de la Guerra Civil Española. Las líneas de investigación que sigue actualmente se centran en la tafonomía y en técnicas de esquelitzación aplicadas a la antropología forense.