Estructuras en la montaña. Caminos y vías verdes

Mountain ways. Tracks and footpaths. The retrieval of old mountain tracks and footpaths has made it possible to re-enter and rediscover lost countryside. However, in some cases various factors have led to somewhat chaotic situations in the mountainside, like, for instance, the huge number of visitors or the fact that those responsible for sign-posting such paths lack co-ordination, as they belong to different institutions. Within the context of opening up the rural world to visitors, the mountain bike and the cross-country paths unfold new possibilities of exploring these sheltered areas.

Las montañas valencianas poseen un patrimonio cultural y natural único, tan excepcional como desconocido para una gran parte de la población. Nuestras zonas montañosas del interior se caracterizan, al igual que el resto de los enclaves mediterráneos, por una baja capacidad de recuperación frente a las agresiones de que pueden ser objeto. El clima, que pone a la naturaleza en una situación extrema durante el verano, la verticalidad y el fuerte desnivel en muy poco espacio que acelera la erosión cuando se ha perdido la cobertura vegetal, junto con la intensa antropización desde el paleolítico, han hecho que los parajes naturales valencianos estén, en algunos casos, en una situación límite.

Ante esta situación heredada por siglos de presencia humana y presión constante (sobrepastoreo, carboneo, repoblaciones forestales inadecuadas), sobre todo a principios de siglo, la administración se vió obligada a tomar una serie de medidas de protección, tímidas e indecisas en un primer momento, para salvaguardar parajes cuyo peligro de desaparición era inminente (el Montgó, el Penyal de Ifac, Prat de Cabanes), y pasar en los últimos años a las sierras interiores, de mucha mayor extensión y biodiversidad (Espadán, Mariola, Calderona). Paradójicamente, cuando un espacio natural queda protegido legalmente bajo la figura de Parque Natural, la divulgación del lugar y la difusión de sus valores, sin haberse previsto unas mínimas infraestructuras y una ordenación del territorio, provoca una masiva presencia de visitantes concentrados en breves períodos de tiempo que junto a los accesos incontrolados con vehículos a motor, suelen ser perjudiciales para el entorno y la fauna, ocasionando en épocas de cría o anidamiento serios problemas a especies protegidas.

«Quan un espau natural queda protegit legalment, la difusió dels seus valors provoca una massiva presència de visitants concentrats en brus períodes de temps»

Para las entidades excursionistas o culturales vinculadas al mundo rural, siempre ha sido una demanda la creación de infraestructuras que permitan, por un lado, el acceso libre y responsable de cualquier ciudadano a disfrutar del medio ambiente como un derecho fundamental, pero, por otro, la gestión ordenada y adecuada de los recursos para proteger convenientemente el entorno. En este sentido, tenemos clarísimos ejemplos de una utilización masiva y desmedida: deportes agresivos poco respetuosos, apertura indiscriminada de pistas forestales, marcaje excesivo de senderos sin criterios proteccionistas previos, construcciones legales o ilegales, y actuaciones urbanísticas desmedidas en espacios naturales protegidos u otros de gran valor que han sido irreversiblemente dañados. Casos dramáticos como la muela de Cortes de Pallás, la sierra Mariola o la cercana y entrañable Calderona, han pasado períodos de su historia en los que parecía que todo estaba perdido.

Por otro lado, comienzan a detectarse también este tipo de actuaciones mucho más al interior, en lugares que hasta el momento se habían mantenido más o menos intactos debido a su endémica inaccesibilidad, o incluso con evidentes signos de mejora y recuperación forestal desde el abandono del mundo rural. En el Peñagolosa, Fredes, la comarca de la Serranía y las montañas de la Marina aparece una nueva ocupación del entorno rural, abandonado desde los años cincuenta, pero siguiendo el mismo modelo litoral que destruyó totalmente el paisaje original y que a tantos turistas atrajo antes de su erradicación. Los proyectos de urbanización masiva del valle de Guadalest, las urbanizaciones del interior alicantino, y las transformaciones agrarias a gran escala en la Vall de Gallinera con capitales excedentes de la industria, la proliferación de granjas porcinas en la comarca de Els Ports, o la pérdida de la arquitectura tradicional en pueblos y aldeas de la Serranía, son ejemplos de que la nueva ocupación del mundo rural no está siguiendo un desarrollo sostenible.

J. M. Almerich

En las continuas excursiones, bien en bicicleta de montaña como un excelente medio de investigación geográfica, bien a pie, hemos tenido la ocasión de observar detenidamente in situ estas agresiones. En demasiadas ocasiones hemos comprobado cómo se han arrasado literalmente pequeños rincones rebosantes de vegetación autóctona, o talado totalmente bosquetes relítcticos de gran valor. Las fuentes y sus entornos han sido también víctimas de esta transformación, bien para adaptarlas como infraestructuras –áreas de recreo o acampada– o, como en el caso de Els Ports, a un ganado vacuno que sólo se explica por las subvenciones.

Paralelamente a este proceso hay un interés por parte de cada comarca, mancomunidad o municipio de dar a conocer su patrimonio al visitante fomentando el turismo rural, que no siempre es la panacea pues no todos resultan atractivos, sobre todo en aquellos lugares donde faraónicas infraestructuras, incendios o falta de interés por cuidar el entorno han acotado sus posibilidades turísticas (Cortes de Pallás, Valle de Cofrentes). Así, muchas localidades han promovido el marcaje de senderos para facilitar el acceso a sus lugares de interés natural. Lo realmente curioso del caso es precisamente esa contradicción entre promover el senderismo, el ciclismo de montaña, ciertos deportes respetuosos con la naturaleza o simplemente el descanso, y sin embargo permitir actuaciones que van precisamente en contra de la conservación del entorno. No obstante, “los urbanitas son los que realmente recuperarán el valor del paisaje”, afirmaba Gerard Vilar.

La contemplación estética de la naturaleza y del patrimonio rural es una necesidad urbana, una experiencia sólo de quien está lejos de la necesidad y de la subsistencia. Quien ha tenido que hacer carbón, recolectar, cultivar o sobrevivir diariamente en el campo no estaba para demasiadas contemplaciones estéticas. Las montañas, para aquél que vive en ellas, son bosques por talar, minas por explotar, parcelas por urbanizar u obstáculos que dificultan el paso de hombres y mercancías. En definitiva, el paisaje es más valorado por el hombre emancipado del mundo rural que puede permitirse volver a las comarcas interiores para contemplar libremente el espacio geográfico sin temores, e incluso sentir nostalgia por el mundo abandonado de sus antepasados.

Es en este entorno urbano, occidental, fruto de la cultura moderna, cuando comienzan a aparecer en Francia allá por el año 1947 los primeros senderos balizados de gran recorrido que permiten al hombre de las ciudades recorrer a pie, con la seguridad necesaria, los antiguos caminos de montaña y retomar de nuevo el contacto con la naturaleza, los pueblos y sus gentes. En 1987 se celebran en el mismo país los 40.000 km de senderos marcados y balizados. Desde entonces Alemania ha marcado 21.000 km, Suiza 50.000 km, Holanda 5.000 km, Bélgica 4.500 km, Suecia 6.000 km y España contaba en junio de 1992 con 8.100 km marcados única y exclusivamente para caminar. Cataluña publicaba la primera topoguía en 1973, y en la actualidad el panorama ha cambiado radicalmente, llegándose incluso a un uso y abuso excesivo de las marcas que, en muchas ocasiones, crean confusión. Se marcaron, como en el caso del macizo de Peñagolosa, senderos por parajes de difícil acceso o que atravesaban lugares de alto valor ecológico, cuyo tránsito masivo no era recomendable ni deseable, por lo que las marcas fueron borradas. Lo mismo ocurre en la sierra de Espadán, cuyos senderos son utilizados por motos de trial, o los ahora terribles quads, que destrozan y erosionan la red de antiguos caminos haciendo saltar por los aires el empedrado histórico que los consolidó durante siglos.

Tenemos clarísimos ejemplos de utilización masiva y exagerada, deportes agresivos poco respetuosos, apertura indiscriminada de pistas forestales, marcaje excesivo de sendas sin criterios previos, construcciones legales o ilegales y actuaciones urbanísticas desmedidas en espacios naturales protegidos o de gran valor, que han resultado irreversiblemente dañados. En la fotografía, urbanización en la Virgen de la Vega (Teruel)./ Miguel Lorenzo

Sólo la Comunidad Valenciana cuenta con 3.500 km balizados entre PR (senderos de pequeño recorrido, aptos para realizar en un día y cuyas marcas son blancas y amarillas) y GR (senderos de gran recorrido, con marcas rojas y blancas para realizar en varios días o incluso meses). En el Estado Español había, a fecha de 31 de diciembre de 2001, un total de 38.772 km de senderos marcados, entre PR (16.521 km) y GR (11.598 km), contando también los proyectados o pendientes de homologación, que sumaban 6.375 km y 957 km respectivamente. Un mare mágnum que ha provocado en muchas ocasiones confusión. Todos los pueblos, mancomunidades y comarcas quieren tener sus propios PR y todos quieren apuntarse al tren del senderismo. Los nuevos usos de la montaña tienen hoy un cariz muy distinto al de principios de siglo y permiten adentrarse en las sierras y valles más recónditos a personas y colectivos ajenos al mundo rural. Las consecuencias a largo plazo serán una naturaleza a medida urbana y un mayor conocimiento; también, una mayor sensibilización de la sociedad ante el valor del paisaje rural.

Bicicleta de montaña

Lejos de la frivolidad, la bicicleta de montaña ha permitido también una nueva utilización lúdico-deportiva del mundo rural, aunque en mucha menor escala, quizás por las exigencias físicas que este deporte conlleva. El pedalear al aire libre ha movido a un buen número de aficionados, en muchas ocasiones ajenos al mundo de la montaña, que han descubierto así una nueva forma de viajar donde importa más el espacio recorrido que el propio destino. La infraestructura para el ciclismo de montaña no ha sido, ni de lejos, la misma. A pesar de haberse editado numerosas guías para el ciclista a nivel nacional, y la colección de rutas editadas por el Centre Excursionista de València, apenas unos pocos itinerarios han sido marcados, y cuando se ha utilizado señalización vertical, ésta ha sido destruida. A veces los senderos permiten una utilización conjunta si siguen caminos anchos o veredas, especialmente los PR. Aquí la evidencia es mayor puesto que las pistas forestales, algunas de las cuales jamás debieron haberse construido, ofrecen una gran cantidad de posibilidades excursionistas. Como en el caso del senderismo, a esto se une la posibilidad de pernoctar en las cada vez más abundantes casas de turismo rural y hoteles de montaña.

Hay que reconocer la labor realizada en España con respecto a la recuperación de antiguas vías de ferrocarril abandonadas o que jamás llegaron a inaugurarse; nada menos que 6.700 km de líneas ferroviarias están en desuso, de las cuales 1.650 km pertenecen a Renfe. Medio centenar de vías verdes existen en todo el estado, habilitadas y acondicionadas para recorrerlas gracias a un convenio de colaboración entre Renfe, FEVE, el Ministerio de Medio Ambiente y la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. En la Comunidad Valenciana, son seis en la actualidad las vías verdes recuperadas para uso exclusivo de cicloturistas y caminantes: la vía Churra, el Trenet dels Anglesos (río Serpis), la vía verde de la Safor, la vía del Maigmó, el tren Chicharra y la vía de Ojos Negros. Esta última ha sido recientemente inaugurada, perfectamente acondicionada, con túneles que se iluminan automáticamente al paso del ciclista. Su especial trazado sin desniveles, puentes recuperados que salvan valles y barrancos, pasos en trinchera, túneles y la fácil comunicación con los pueblos, hacen que circular por ellas se convierta en una delicia y permita su utilización por todo tipo de personas. Colectivos familiares, niños e incluso minusválidos pueden acercarse así, de forma sosegada y tranquila, a parajes de gran belleza natural.

 

PRINCIPALES SENDEROS DE LA COMUNIDAD VALENCIANA.
DATOS DE DICIEMBRE DE 2011. III PLAN DIRECTOR DE SENDERISMO (2001-2004)
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Senderos de la Comunidad Valenciana
GR (gran recorrido)

GR-7
525 km
GR-10
112 km
GR-33
63 km
GR-36
65 km
GR-37
62 km
GR-92
700 km (en proyecto)
GR-125
70 km (en proyecto)

 

PR (pequeño recorrido)
Alicante
975 km (114 senderos homologados)
Castellón
400 km (65 senderos homologados)
Valencia
775 km (75 senderos homologados)

 

PR (pequeño recorrido)
Castellón
162 km (32 sendas)
Valencia

76 km (23 sendas)

Alicante
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© Mètode 2002 - 36. Paisajes del olvido - Disponible solo en versión digital. Invierno 2002/03

Geógrafo, escritor y guía de montaña. Valencia.