Los huertos familiares del Pirineo

Aproximaciones etnobotánicas y etnoecológicas del pirineo catalán

Los huertos familiares del Pirineo catalán tienen un papel fundamental en la conservación y gestión de la biodiversidad y de los conocimientos tradicionales, pero también en el incremento de la cohesión social y del bienestar, así como en la afirmación de la identidad cultural.

No hay que retroceder mucho en el tiempo para encontrarnos con los huertos como única fuente de verdura fresca para los habitantes de la cordillera pirenaica. Cualquier aldea estaba rodeada de huertos que configuraban un paisaje de bancales distribuidas por todas las vertientes soleadas, huyendo de los llanos fluviales privados de sol por las cimas circundantes. Las fuertes pendientes no impedían a nuestros antepasados recientes, acostumbrados a los esfuerzos físicos que requiere este medio, aprovechar la tierra hasta altitudes actualmente insospechadas. Solo la duración del ciclo vital y la resistencia al frío de las plantas imponían límites de cultivo en el tiempo y en el espacio.

«En la llamada agricultura de subsistencia, todas las casas tenían huerto o huertos. El de casa, con todas aquellas plantas que hay que tener a mano, y otro dedicado a forrajes para el ganado»

Los cambios económicos y sociales ocurridos durante el siglo pasado afectaron de forma drástica a las zonas de montaña debido a la despoblación y a las variaciones en los usos del suelo. Los huertos actuales son los herederos de esta evolución y es en este contexto en el que se enmarcó el diseño de un proyecto de raíz etnobotánica¹ –financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (MICINN)– que tenía como objetivo general el estudio de los huertos familiares en áreas de montaña de la península Ibérica y que se llevó a cabo entre los años 2008 y 2010, con los objetivos concretos de estudiar la conservación de la agrobiodiversidad y la preservación, transmisión e innovación del saber popular sobre plantas. Los resultados que exponemos a continuación corresponden solo al área pirenaica catalana.

© Teresa Garnatje

La evolución de los huertos: de la obligación a la devoción

Los huertos del Pirineo son parcelas generalmente pequeñas, con un área media que ronda los 360 m2, de los que solo unos 280 m2 son cultivados. En el extremo oriental de la cordillera, y a medida que disminuye la altitud del terreno, los huertos van aumentando de superficie y las razas que encontramos son típicas de tierras más bajas, hasta transformarse, ya lindando con la llanura de L’Alt Empordà, en huerta (Parada y Vallès, resultados no publicados).

En la llamada agricultura de subsistencia, todas las casas tenían o tienen huerto, o incluso huertos. El que había junto a la casa, con todas aquellas plantas que hay que tener a mano, era un «poco de todo» con una elevadísima diversidad (una media de treinta especies por huerto) que las mujeres de la casa se ocupan de enriquecer con algunas plantas medicinales y ornamentales que se suman a las hortícolas habituales. El otro o los otros huertos, que suelen estar más lejos, son más grandes y menos biodiversos, no solo los cultivan las mujeres y acostumbran a tener alguna parte dedicada a forrajes para el ganado (Rigat et al., 2009). El manejo de estos huertos es esencialmente manual y los abonos son de procedencia orgánica, a pesar de un uso moderado de productos químicos comerciales especialmente destinados a combatir determinadas plagas.

Huertos en el Alto Valle del Ter (Gerona), cultivados por sus propietarios, en su mayoría jubilados. / © Teresa Garnatje

Las plantas que se cultivan en ellos se pueden incluir en varias categorías según los usos. Ni que decir tiene que las hortícolas son las que ocupan un área más grande. Algunas de estas especies, como el centeno (Secale cereale), han perdido importancia con el tiempo, mientras que otras continúan siendo la base de platos típicos, como las coles de invierno (Brassica oleracea), componente básico del trinxat de la Cerdaña y la canamillana de las cabeceras del Ter y del Freser. Otras especies frecuentes son las patatas (Solanum tuberosum), las calabazas (Cucurbita pepo) o las judías (Phaseolus vulgaris), estas últimas con bastantes razas locales (Calvet-Mir et al., 2011).

«El futuro de los huertos, tal como los hemos conocido hasta ahora en los Pirineos, es bastante incierto. Los cambios en el modo de vida, el impacto del turismo y la migración hacia la ciudad parece que acabarán erradicándolos»

Los árboles frutales son también una parte importante de los huertos. Los más frecuentes son el manzano (Pyrus malus) y el peral (Pyrus communis), junto a varias especies de Prunus. Dentro de estas plantas hay que incluir también aquellas que sirven para cocinar o sazonar, como el perejil (Petroselinum crispum) o la ruda (Ruta chalepensis), usada tradicionalmente para ponerla en el chocolate. La segunda categoría, la de plantas medicinales, incluye las usadas para sanar a niños y adultos de los trastornos más cotidianos: manzanilla para el dolor de vientre, (Achillea ptarmica subsp. pyrenaica en zonas más elevadas, Matricaria recutita o Santolina chamaecyparissus en las más bajas), algún lirio para las quemaduras (Lilium candidum) o la raíz de malvavisco (Althaea officinalis) para los resfriados, por citar algunas. No menos importante es la superficie dedicada a las plantas ornamentales –a veces más abundantes en número de especies que las hortícolas– a menudo distribuidas por las orillas del huerto o por las zonas menos aptas para el cultivo de otras especies. Esta diversidad es cada vez más grande e incluye plantas verdaderamente exóticas para nuestras comarcas. Antiguamente, algunas se plantaban con finalidades religiosas, como las clavellinas (Dianthus sp.) o los crisantemos (Chrysanthemum sp.).

No hay que olvidar unas plantas que quizá no tienen uso para los hortelanos, pero que están presentes en los huertos a pesar de haber sufrido un gran retroceso durante los últimos años a causa del incremento del uso de herbicidas. Se trata de las malas hierbas, plantas que crecen espontáneamente entre los cultivos y en los márgenes de los huertos y que antes eran eliminadas manualmente. Algunas de ellas han sido sustituidas por otras especies que llegan con las semillas o con sustratos comerciales, y que tienen un comportamiento mucho más invasor. Algunas de las malas hierbas más frecuentes son la verdolaga (Portulaca oleracea), que, a pesar de ser comestible –e incluso vendida como tal en algunos mercados, como en Figueres–, actúa invadiendo algunos cultivos, las ortigas (Urtica urens) o el estenactis (Erigeron annuus), introducido desde Europa central.

Coles de invierno en un huerto de La Vall Fosca (Pallars Jussà), cultivo muy habitual en los huertos familiares de los Pirineos. / © Laura Calvet-Mir

No pretendemos hacer una lista exhaustiva de las plantas que crecen actualmente en los huertos, aunque la hemos hecho en nuestros estudios (Rigat et al., 2011), pero tenemos que decir que muchas de las razas que antes se encontraban en los huertos han sido sustituidas por razas comerciales. Ya no son comunes las variedades tradicionales cuya semilla guardaban año tras año los hortelanos para hacerse ellos mismos el plantel. La proximidad de los mercados y la accesibilidad a razas de plantas alóctonas ha permitido que en los huertos actuales haya especies de las que nunca se había oído hablar en nuestras tierras, algunas de ellas con no mucho éxito. Hablamos de plantas como los kiwis (Actinidia chinensis) o las sandías (Citrullus lanatus), que difícilmente llegan a dar frutos de calidad en el corto verano pirenaico. Otras veces razas más resistentes a plagas o con más productividad han sustituido a otras a menudo de más calidad organoléptica y siempre de más valor tradicional en la zona (Parada et al., 2011).

«El modelo de huerto del futuro parece ligado a la filosofía actual, que valora la importancia de una dieta equilibrada, con productos más ecológicos y también al hecho de que hay que eliminar el sedentarismo y favorecer el contacto con la naturaleza»

En los lugares menos transformados del Pirineo, resguardados del impacto del turismo, aún existe este modelo tradicional de huerto, aunque tanto el perfil del hortelano como la función de los huertos han ido cambiando con el tiempo. Así pues, los huertos del Pirineo catalán son trabajados tanto por hombres como por mujeres, de una media de edad que supera la de jubilación, y a menudo solo con educación primaria. Aproximadamente el 67% de las personas que tienen un huerto nos dijo que el principal motivo para hacerlo es el entretenimiento. Solo un 33% dijo que también tenía un huerto por motivos económicos, aunque los beneficios que reportan los huertos pueden ser relevantes en algunos casos (Reyes-García et al., en revisión).

Ristra de ajos, cultivo muy habitual en los huertos familiares de los Pirineos. / © Laura Calvet-Mir

El futuro de los huertos Y los huertos del futuro

Estos resultados preliminares en el estudio de los huertos familiares en zonas templadas nos han llevado a pensar en la necesidad de profundizar en estos conocimientos y a diseñar un segundo proyecto –recientemente concedido por el MICINN– que concierne básicamente a los mismos territorios y que se centra en las plantas alimentarias. Los huertos no solo tienen un papel importante en la mejora de la calidad de vida proporcionando alimentos saludables y ejercicio físico, como muchos de nuestros entrevistados manifiestan, sino que también permiten a los hortelanos mantener una red social de intercambio de semillas, productos y conocimiento que contribuye a la cohesión social y a la afirmación de la identidad cultural.

El futuro de los huertos, tal como los hemos conocido hasta ahora en los Pirineos, es bastante incierto. Los cambios en el modo de vida, el impacto del turismo –especialmente en forma de construcción de segundas residencias– y la migración hacia la ciudad parece que acabarán erradicando este modelo. En cambio, se generan otros modelos, como el de los huertos urbanos, de características muy diferentes a los que hemos conocido siempre. De todas formas, a pesar de una pérdida de biodiversidad constatable y seguramente también de variabilidad genética unidas a la pérdida de los conocimientos tradicionales, la evolución parece llevarnos hacia otro modelo de huerto, con menos razas locales, con más cultivos exóticos y con una función más encarada al bienestar físico y psíquico de los hortelanos que a la subsistencia alimentaria. El modelo de huerto del futuro parece más ligado a la filosofía actual, que valora la importancia de una dieta equilibrada y con productos más ecológicos y también al hecho de que hay que eliminar el sedentarismo y favorecer el contacto con la naturaleza y las relaciones sociales para liberarnos del estrés propio de las sociedades occidentales.

NOTA¹ Este proyecto aglutinó tres equipos formados por investigadores de los campos de las ciencias sociales y naturales: un equipo de laUniversidad de Oviedo que llevaría a cabo su investigación en Asturias, un equipo de la Universidad Autónoma de Madrid, que ya estaba estudiando la Sierra Norte, y un equipo catalán formado por miembros del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA) - Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), de la Universidad de Barcelona (UB) y del Instituto Botánico de Barcelona (IBB-CSIC-ICUB), que llevarían a cabo estudios en todo el Pirineo catalán, y especialmente en las comarcas de L’Alt Empordà, El Ripollès y El Pallars Jussà. El proyecto se estructuró en varias partes que permitieron obtener información sobre agrobiodiversidad, el conocimiento y la gestión tradicionales, los datos socioeconómicos de los informantes, las razas locales cultivadas y las redes sociales, entre otros parámetros, mediante la observación directa y las encuestas a los informantes.  (Volver al texto)

Agradecimientos: Los autores queremos agradecer a todas las personas que trabajan los huertos que nos hayan transmitido sus conocimientos. Esta investigación se ha llevado a cabo gracias al apoyo económico de la Dirección General de Investigación Científica y Técnica del MICINN (SEJ2007-60873/SOCIO), Agencia para la Gestión de las Ayudas Universitarias y de Investigación (Generalitat de Catalunya, 2005ACOM00024) y el Institut Ramon Muntaner (Ayudas a investigación y difusión cultural, AP07/07). Laura Calvet-Mir ha gozado de una beca FPU (MEC-España, AP-2006-01849) y Montse Parada y Joan Vallès, de la beca de investigación «Ciutat de Figueres» 2010 concedida por el Ayuntamiento de esta localidad.

BIBLIOGRAFÍA
CALVET-MIR, L. et al., 2011. «Landraces in Situ Conservation: a Case Study in High-mountain Home Gardens in Vall Fosca, Catalan Pyrenees, Iberian Peninsula». Economic Botany, 65(2): 146-157.
PARADA, M., CARRIÓ, E.y J. VALLÈS, 2011. «Ethnobotany of food plants in the Alt Empordà region (Catalonia, Iberian Peninsula)». Journal of Applied Botany and Food Quality, 84: 11-25.
REYES-GARCÍA, V. et al., 2010. «Gendered Home Gardens. A Study in Three Mountain Areas of the Iberian Peninsula». Economic Botany, 46: 235-247.
REYES-GARCÍA, V. et al., en revisió. «Home Gardens in Three Mountain Regions of the Iberian Peninsula and Their Financial Benefits». Journal of Sustainable Agriculture.
RIGAT, M. et al., 2009. «Estudio etnobotánico del alto valle del río Ter (Pirineo catalán): resultados preliminares sobre la biodiversidad de los huertos familiares». In Llamas, F. y C. Acedo (eds.). Botánica Pirenaico-Cantábrica en el siglo xxi. Universidad de León. Lleó.
RIGAT, M. et al., 2011. «Homegardens in the High River Ter Valley (Catalonia, Iberian Peninsula)». Acta Botanica Gallica, 158: 525-551.

© Mètode 2012 - 72. Botánica estimada - Invierno 2011/12

Catedrático de Botánica. Laboratorio de Botánica. Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona.

Científica titular. Institut Botànic de Barcelona (IBB-CSIC-ICUB).

Investigadora. Institut de Ciència i Tecnologia Ambien­tals (ICTA). Universitat Autònoma de Barcelona.

Grup de recerca en Biodiver­sitat i Biosistemàtica vegetal (GREB). Universitat de Barcelona.

Grup de recerca en Biodiver­sitat i Biosistemàtica vegetal (GREB). Universitat de Barcelona.

Professora de l’ICREA i Institut de Ciència i Tecno­logia Ambientals (ICTA). Universitat Autònoma de Barcelona.