Monolingüismo y creatividad

Discurso científico y diversidad lingüística en las ciencias humanas y sociales

http://dx.doi.org/10.7203/metode.6.4552

Actualmente se pone en duda si el monolingüismo –en la práctica se trata del inglés académico– es favorable a la producción de conocimientos en ciencias humanas y sociales. Para afi anzar su carrera, los investigadores aspiran a dar a conocer sus trabajos publicándolos en revistas internacionales muy conocidas, las más prestigiosas. Pero no podemos ignorar los límites que impone el funcionamiento de estas revistas a la producción de conocimientos innovadores, susceptibles de cuestionar las rutinas intelectuales. Podemos respaldar la idea de que en ciencias sociales y humanas la preservación de una pluralidad de espacios de producción científi ca basados en una pluralidad de lenguas favorece más la creatividad que un espacio único y homogéneo, que tiende a caer en el conformismo.

Palabras clave: revistas científi cas, monolingüismo, ciencias humanas y sociales, inglés académico.
Hablar de «retórica científica» es hacer hincapié en los recursos activados por el investigador para que el destinatario comparta su punto de vista. Entre esos recursos hay uno que solemos olvidar, aunque sea evidente: la lengua natural que utiliza. El problema se plantea sin embargo de forma diferente en las ciencias exactas y en las humanas y sociales. En las primeras existe un cierto consenso sobre los objetivos y los procedimientos de la actividad de investigación, y, por tanto, la competencia se establece entre los individuos, sometidos a las mismas reglas. En cuanto a las ciencias humanas y sociales, la actividad la llevan a cabo grupos que discrepan bastante sobre los objetivos y procedimientos legítimos, y que, por tanto, no juegan con las mismas reglas exactamente. Es este último caso el que consideraremos.
Cuando reflexionamos sobre las lenguas en las cuales publican los investigadores, tendemos de forma natural a preguntarnos si el monolingüismo favorece o no la producción de conocimientos. No se trata aquí de razonar sobre la defensa de la diversidad de las lenguas, que serían como especies animales que hay que preservar. La idea de que los investigadores deberían escribir en su lengua materna porque es la lengua de su país delata un desconocimiento de la realidad sociolingüística. En el siglo II dC no hubiera sido posible que un filósofo nativo de Lyon escribiese en galo explicándole que el latín o el griego eran para él idiomas extranjeros; en el siglo XXI un economista no publicará todos sus textos en eslovaco porque esta sea su lengua materna.

«La idea de que los invetstigadores deberían escribir en su lengua materna delata un desconocimiento de la realidad sociolingüística»

El hecho de que sean varias las lenguas de las que hace uso la ciencia representa en principio un obstáculo. Por tanto, ¿el remedio más inmediato no sería que utilizasen, todos, el mismo idioma? Aparentemente, en el mundo contemporáneo el candidato natural a esta función es el inglés académico, siempre, claro está, que la comunidad científica controle cuidadosamente cómo se usa y que vele por la claridad de la expresión, la precisión de las definiciones, el rigor de los razonamientos y los métodos y el respeto a normas bibliográficas.

Producción y difusión de discursos científicos

En realidad, no podemos evitar razonar en términos de «lengua»; hay que considerar las condiciones efectivas de producción y de circulación de los «discursos» de conocimiento. Los investigadores no existen sino inscritos en comunidades que los legitiman y en las cuales se da validez a sus enunciados; estas comunidades están asociadas a diversos tipos de discurso: orales (seminarios, jornadas de estudios, coloquios, congresos…) o escritos (tesis, proyectos de investigación, manuales, trabajos colectivos, revistas, carteles…). Dentro de este vasto repertorio, el género discursivo más importante es indudablemente la revista. Estrictamente jerarquizadas, las revistas científicas son los proveedores esenciales de la autoridad académica. La máxima «publish or perish» (“publicar o morir”) deja claro que por perish se entiende publicar artículos en revistas, allí donde se construye la carrera de un investigador: los contratos, la categoría profesional, el prestigio. Es este el modelo que reina totalmente en las ciencias «duras» y que está en proceso de conquistar las ciencias humanas y sociales. Es, pues, en ellas donde centraremos nuestra atención.
Las revistas internacionales que no están asociadas a una escuela o un país particular son las más prestigiosas; es gracias a estas publicaciones que, más allá de su diversidad, un campo de conocimiento puede mostrar su identidad, pero también es donde evidentemente hay mayor competencia. Imaginemos que las revistas más prestigiosas son todas transnacionales y anglófonas. Su público se compone de individuos de muy diferentes filiaciones religiosas y étnicas y de tradiciones intelectuales muy diversas. Lógicamente son lectores que no suelen compartir más fondo cultural que los conocimientos que están globalizados. Puesto que se trata de las revistas que proporcionan un mayor beneficio simbólico, es sobre ellas sobre las que recae el control más fuerte. Quienes presentan un artículo están en posición de debilidad si tratan de desviarse de las normas o los supuestos dominantes en la comunidad. Tienen que escribir en función de las expectativas de los revisores que van a evaluar su texto. Pero como estos últimos pueden proceder de cualquier país y de cualquier corriente de investigación, los autores tratan de anticiparse a la evaluación de los miembros del comité de revisión adaptándose por adelantado a los usos dominantes de la revista, los criterios que predominan en los números ya publicados. Por su parte, para hacer su trabajo los evaluadores tienen que adaptarse a la imagen que se forman de un revisor globalizado; es así como esperan legitimar su estatus de experto.

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El escritor francés Georges Perec (1936-1982) publicó en 1974 una parodia de artículo científi co, redactado en inglés, «Experimental demonstration of the tomatopic organization in the soprano (Cantatrix sopranica L.)». El tema del artículo es delirante (el estudio de las reacciones de una cantante cuando le tiran tomates), pero respeta escrupulosamente todas las normas de presentación de artículos de las ciencias experimentales.

Como resultado de estos condicionantes, los autores de artículos adoptan algunas estrategias de defensa anticipada. En particular: a) Introducir todas las referencias que pueden a los autores de la disciplina más citados en las revistas internacionales. Recurriendo a estas referencias de autoridad reconocida, el autor legitima su pertenecía al campo de conocimiento en cuestión. b) Eliminar todas las referencias a un patrimonio cultural que no pueda compartir un lector globalizado. La filosofía, por ejemplo, no queda excluida de una revista internacional de ciencias humanas y sociales, pero es preferible citar pensadores recientes y que escriban en inglés: Austin, Grice, Searle, Wittgenstein… mejor que Hegel, Husserl o Bergson. c) No alejarse de las normas de estilo comúnmente practicadas en la disciplina: desde aspectos léxicos hasta la composición de textos. Los textos científicos utilizan un repertorio particularmente restringido en cuanto a vocabulario y construcciones sintácticas, lo cual facilita el trabajo de los autores que no son anglófonos nativos.
El desequilibrio de fuerzas entre el aspirante a publicar y la revista se ve incrementado por el hecho de que la mayoría de los escritores no tienen como lengua materna el inglés, así que hacen de la necesidad virtud: cuando no se es un hablante nativo, conviene no arriesgarse si lo que se quiere es ser aceptado.
Lógicamente, una dinámica como esta tiende más al empobrecimiento de la creación científica que a la originalidad, antes al consenso que a la discrepancia, dado que los artículos que menos conocimientos originales producen son los que tienen las mayores oportunidades de ser aceptados sin dificultad.
El escritor francés Georges Perec (1936-1982) publicó en 1974 una parodia de artículo científico, redactado en inglés: «Experimental demonstration of the tomatopic organization in the soprano (Cantatrix sopranica L.)». El tema del artículo es delirante (el estudio de las reacciones de una cantante cuando le lanzan tomates), pero respeta meticulosamente todas las normas de presentación de artículos de las ciencias experimentales. He aquí el principio:

Tal como, a fi nales de siglo, observaron Marks y Spencer (1899), que dieron nombre a la «reacción de gritos», los
impresionantes efectos del tomate lanzado a las cantantes soprano ya habían sido descritos extensamente. Aunque numerosos estudios conductistas (Zeeg y Puss, 1931; Roux y Combaluzier, 1932; Sinon et al., 1948), patológicos (Hun y Deu, 1960), comparativos (Karybb y Skylla, 1973), y de seguimiento (Else y Vire, 1974) han permitido hacer una descripción cuidada de estas respuestas típicas, tanto los datos neuroanatómicos como los neurofísiológicos, son, aunque numerosos, sorprendentemente confusos. Posteriormente, a fi nales de los años veinte, demostraciones clásicas de Chou y Lai (1927a,b,c, 1928 a,b, 1929a, 1930) descartaron la hipótesis refl eja nociceptiva faciofacial que habían sostenido durante muchos años ciertos autores (Mace y Doyne, 1912; Payre y Tairnelle, 1916; Sornette y Billevayzé, 1925).

(Perec, 1991, p. 13)

La lectura de este texto nos permite darnos cuenta de que solo el respeto minucioso a las reglas de
este género de discurso, asociado al dominio del inglés científico, ya le confiere de antemano una fuerte autoridad e impone un efecto de veracidad. Por suerte, el autor, como se suele hacer en las parodias, aliña el texto con referencias bibliográficas cómicas («Chou et Lai» nombre de un dirigente chino, «Payre et Tairnelle», homónimo de “Padre eterno” en francés…) que recuerdan al lector que lo que está leyendo no es más que una patraña.

«Estrictamente jerarquizadas, las revistas científicas son proveedores esenciales de autoridad académica»

Esta parodia inevitablemente nos hace pensar en el famoso «caso Sokal»: el físico Alan Sokal había logrado que una prestigiosa revista americana prestigiosa, Social Text, le publicara un artículo de mentira titulado “Transgresing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity” (“Traspasar las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”) (Sokal, 1996). Ciertamente, el contenido del artículo era un puro disparate, pero adaptado para que respetara los criterios de estilo de la revista. Sokal había montado esta patraña para ridiculizar a los pensadores posmodernos. Pero podríamos también extraer la lección de que basta con amoldarse a las normas habituales en una comunidad discursiva para ser convincente, independientemente de la calidad del contenido.

Peligros de un espacio globalizado

En un espacio globalizado monolingüe de producción y circulación de textos, los principales especialistas en una disciplina escriben en las mismas revistas, son miembros de los mismos patronatos honoríficos o de las mismas juntas asesoras, participan en los mismos congresos, en los mismos seminarios internacionales, etc.Actitudes como un sentimiento natural de fraternidad les llevan tratar de no acentuar los conflictos teóricos, a no prestarles demasiada atención. Los valores de integración en la comunidad son los que predominan y los debates tratan cuestiones menores.

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Cell, Synthese, Science y Isis

Sin embargo la calidad de la investigación está constantemente amenazada por dos peligros contrapuestos. El primero, el más visible, es el sectarismo; el segundo, que no se suele poner tan de relieve pero que también es real, es el consenso, que progresivamente impone rutinas a la investigación: los investigadores son cada vez más unos profesionales que hacen su trabajo y evitan cuestionar los presupuestos dominantes.
La capacidad de trascender los particularismos no es necesariamente un factor de creación intelectual. Si así fuese, Holanda o Bélgica –en contacto con las tradiciones alemanas, inglesas y francesas– o los países de América Latina –en contacto a la vez con los Estados Unidos y con Europa– tendrían que ser los países más creativos. En realidad, convendría más aceptar que en ciencias humanas y sociales no hay contradicción entre el carácter local de la producción de conocimiento y su vocación de universalidad. Si se quiere borrar toda adscripción a una experiencia prerreflexiva, geográficamente e históricamente localizada, la producción de conocimientos se arriesga a convertirse en cosa de instituciones que se autovalidan a base de seguir unas rutinas.
Podemos pensar que, desde este punto de vista, la existencia de una pluralidad de lenguas de comunicación científica, asociadas a espacios de circulación lo bastante amplios, puede representar un papel positivo. Los lectores de las revistas globalizadas y los de las revistas que podríamos denominar «idiomáticas» (es decir, que están asociadas a una lengua o un grupo de lenguas próximas, como las escandinavas o las románicas) son por naturaleza diferentes. En el caso de los lectores «idiomáticos» gana importancia el trasfondo cultural común. El escritor sabe que él escribe para un público que, más allá de la mera pertenencia a la misma disciplina, comparte con él numerosas referencias culturales y un cierto número de supuestos epistemológicos. Como el espacio de circulación de la revista está más restringido, un autor puede imponer su singularidad más fácilmente. En este mercado relativamente protegido no es necesario dar constantemente pruebas del derecho propio a publicar un artículo adaptándose al mínimo común denominador de un público planetario. Esta diversidad favorece también una relación más íntima con la lengua, siempre importante en el trabajo conceptual de las ciencias humanas y sociales o de la filosofía. Favorece también la apertura hacia corrientes de la disciplina diferentes a las dominantes a escala internacional.

«La dinámica de las revistas científicas tiende más al empobrecimiento de la creación científica que a la originalidad, antes al consenso que a la discrepancia»

Si no conservamos cierta variedad de espacios lingüísticos de circulación y evaluación del conocimiento, corremos el riesgo de meternos en una situación que podríamos catalogar de diglosia académica, desfavorable para la creación de saber; habrá, por un lado, publicaciones internacionales en inglés, únicas fuentes de prestigio pero poco originales; y por otro, publicados en multitud de lenguas vernáculas, textos «locales», de prestigio débil, de calidad muy desigual. Paradójicamente, el conformismo triunfará en las revistas globalizadas, aquellas que se leen y son fuente de autoridad, no tanto por la voluntad de los administradores de las publicaciones –que buscan el resultado contrario– sino por la lógica interna de la entidad.

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The American Journal of Bioethics, Journal of Evolutionary Biology, Brain & Language y Nature Outlook

Lengua de producción y de transmisión de conocimientos

Conviene, por lo tanto, no confundir lengua de producción y lengua de transmisión. No se trata de rechazar el inglés como idioma dominante de circulación del saber a escala mundial, sino de combatir la idea de que el monolingüismo generalizado favorecería, por definición, la creación de conocimientos. Lo importante es preservar las tradiciones que escapan a la alternativa entre lo global y lo local. Lo «global» hace referencia aquí a investigaciones adaptadas a los supuestos dominantes a escala planetaria y que favorecen la carrera de los investigadores, ansiosos por integrarse en una comunidad globalizada. Lo «local» hace referencia a corrientes, escuelas o territorios (espacios nacionales, regionales, y también una sola universidad o un solo departamento de esta universidad) marginados, sin difusión ni prestigio, que tienen lugar en el acogedor espacio de un grupo replegado en sus conceptos y valores.

En cuanto a internet, estas tradiciones no se pueden circunscribir a un espacio nacional o plurinacional compacto y son más sólidas cuando pueden unirse a una lengua o a un grupo de lenguas relacionadas. Además, lejos de recluirlo en un espacio, permite que un investigador pueda participar en varios espacios, con todas las formas de hibridación imaginables: el investigador británico comparte el inglés con los Estados Unidos pero es al mismo tiempo europeo; el investigador argentino comparte el español con los españoles pero es también sudamericano. Los investigadores franceses son al mismo tiempo parte de un espacio francófono internacional, y también parte de un espacio de lenguas románicas, de un espacio europeo y evidentemente de un espacio francés. La diversidad lingüística no hace justicia a esta diversidad, pero contribuye a preservarla.

Cabe, no obstante, preguntarnos si el término tradición está bien adaptado. Da la impresión de un conjunto homogéneo ligado a unas raíces nacionales y a una lengua; favorece además la relación con un pasado, en perjuicio de las interacciones sincrónicas. Mejor que de «tradiciones» convendría hablar de «espacios de confrontación», noción que implica, ciertamente, una frontera con un exterior, pero también fronteras internas, la existencia de posturas diferentes en el seno de un mismo espacio. Por su diversidad, estos espacios de confrontación hacen más fácilmente visibles los supuestos teóricos sobre los que cada uno se basa. Si adoptamos esta perspectiva, nos vemos incitados a disociar prestigio y monolingüismo. Esto significa en particular que interesa favorecer la aparición de revistas de prestigio en diversas lenguas, en lugar de asociar directamente inglés y prestigio. Así pues, no debemos confundir lengua de producción y lengua de difusión de conocimientos. Es normal que la lengua dominante en los intercambios internacionales, el inglés, sirva para difundir los contenidos de ciencias humanas y sociales, pero no está tan claro, ni es evidente, que su uso sea necesariamente garantía de calidad en la producción de conocimientos.

«El trabajo de los investigadores no solo produce conocimiento, sino también preserva las condiciones que permiten producir conocimientos adaptados a la ética científica»

Verdaderamente, hay algo de perturbador en privilegiar el conflicto, pero es una condición necesaria para la innovación intelectual, que es en última estancia la finalidad de la investigación. El trabajo de los investigadores no es solamente producir conocimientos, sinotambién preservar las condiciones que permiten producir conocimientos adaptados a la ética científica.

Referencias

Perec, G. (1991).Cantatix sopranica L. et autres écrits scientifiques. París: Seuil.
Sokal, A. (1996). Transgressing the boundaries: Towards a transformative hermeneutics of quantum gravity. Social Text, 46/47, 217–252. doi: 10.2307/466856

© Mètode 2015 - 86. Palabra de ciencia - Verano 2015

Catedrático de Ciencias del Lenguaje en la Universidad París-Sorbona. Desde hace décadas, su investigación está centrada en la lingüística francesa y en el análisis del discurso. Alguno de sus libros más recientes son Discours et analyse du discours (Armand Colin, 2014) y, con J. Angermuller y R. Wodak, The discourse studies reader. Main trends in theory and analysis (John Benajamins, 2014).