Paisaje y piedra seca en Mallorca

Dry stone and scenery in Majorca. In Majorca, the need to expand agricultural lands has led to the presence of structures built in dry stone throughout the arable landscape. The terracing of mountain slopes, which was carried out in the past for crop cultivation and to control water run off, began to undergo a process of renewed repair some decades ago and has now been revived. Nevertheless, the present state of the terraces is still a cause of concern, given the enormous area they cover and the huge expense involved in maintaining them. 

La permanente necesidad de ampliar las tierras agrícolas, siempre presente en los reducidos espacios isleños, ha provocado en Mallorca la presencia de estructuras edificadas de piedra seca, en gran parte construidas durante la edad moderna y contemporánea y que han marcado el carácter de los paisajes agrarios, dominados visualmente por la piedra, aunque con diferencias muy notables según la parte de la isla.

En las anchas llanuras calcáreas que predominan en el sur y levante de la isla las estructuras más significativas son los muros de separación de las propiedades y de las diferentes subparcelas en las explotaciones. Estas paredes, altas, complejas y a menudo hechas cuidadamente, comparten y caracterizan los paisajes con sustrato calcarenítico, como las marinas de Llucmajor, de Santanyí de Llevant y de Petra, así como otras áreas menores, cerrando el mosaico de usos que les caracteriza y en el que alternan la comunidad vegetal con los terrenos cultivables y los pastos.

«Las actuaciones institucionales se han centrado en dos vías, por una parte la recuperación del oficio de pareador y por otra en el estudio y valoración del patrimonio de piedra en seco»

El proceso de roturación de nuevas tierras para su dedicación a la agricultura funcionó durante varios siglos mediante el sistema de rotes, contrato de arrendamiento de tierras a largo plazo a cambio de su cultivo; la repetición de este sistema queda marcada sobre el territorio por una intensa presencia de casas (barracas) edificadas igualmente con la técnica de piedra en seco. Las barracas, a parte de su utilización para la actividad de los aparceros, se ligan también a aprovechamientos ganaderos (barracas para el ganado) o para otras actividades extractivas (carbón, extracción de agua, pesca…).

El incremento de las tierras aprovechables necesitó igualmente elementos de control de los excesos hidráulicos; en este sentido, las tierras del Pla de Mallorca están sistemáticamente drenadas mediante albañales y acequias, conducciones tanto superficiales como subterráneas, mientras que la mayor parte de recursos torrenciales aparecen canalizados y reconducidos entre muros de piedra seca, y en determinados casos anulados por muros transversales (parats).

Finalmente hay que tener en cuenta el elemento de piedra seca más destacable de la isla, que son los acondicionamientos de la mayor parte de laderas de la sierra de Tramuntana y otros lugares montañosos con terrazas de cultivo soportados por muros de piedra seca (marjades o paredes). Los campos de bancales son omnipresentes en la montaña mallorquina, tanto en zonas de pequeña propiedad como en las grandes posesiones, y, con independencia de las litologías, constituyen entidades complejas, en que además de terrazas aparecen numerosos elementos asociados, desde caminos a intrincados sistemas de drenaje y reconducción de aguas, además de mecanismos de conexión, pequeños habitáculos y elementos de soporte.

Pared en reconstrucción en Son Bunyola (Banyalbufar). En este caso, la rehabilitación de este espacio singular fue una iniciativa privada. / Foto: R. Rodríguez

La expansión de tierras agrícolas de montaña, cuyo inicio no permiten datar con seguridad los conocimientos actuales, duró –en líneas generales– hasta principios del siglo XX, aunque desde finales de las primeras décadas de esta centuria empezó un progresivo proceso de abandono de los territorios con rendimientos marginales, que afectaran primeramente a los municipios de la parte más abrupta de la sierra y con un régimen de propiedad latifundista. En cambio, en determinados lugares con una propiedad minifundista, como el valle de Sóller, la expansión del olivar, y consiguientemente de las paredes, duró hasta la década de 1940.

El abandono de las actividades agrarias se fue acelerando a partir de la década de 1960 y afectó a todo el territorio insular, con un traspaso de la población activa hacia el sector terciario, primero hacia los núcleos turísticos costeros, y posteriormente con un proceso de urbanización creciente de las áreas rurales y con el turismo residencial.

Los complejos paisajes de piedra mallorquines han sido en buena parte el resultado de la acción de un colectivo de artesanos especializados en el trabajo de la piedra seca, los margers (paredadores), que, sin llegar a configurar un gremio independiente dentro del complejo mundo laboral de la sociedad tradicional, han constituido un grupo de trabajadores con un utillaje, unas técnicas y un proceso de aprendizaje bien establecidos y diferenciado de los otros oficios relacionados con la construcción, como los picapedreros o los otros oficios relativos al trabajo de la piedra.

El mundo de la piedra en seco forma parte de la imagen arquetípica de la isla que se vende a los visitantes, que por otra parte constituyen la base de la economía insular. La trascendencia territorial de los procesos del escalonamiento de terrenos queda así bien demostrada. El proceso de catalogación aún no finalizado permite aventurar que una extensión de la montaña mallorquina de unos 200 km2 está sostenida por bancales, mayoritariamente realizados con técnicas bastante cuidadas y con unas características constructivas de notoria complejidad. Algunos elementos que ejemplifican el grado de perfección del ribazo en la isla son las notables alturas medias de los muros de contención (son frecuentes los que tienen de 2 a 4 metros de alto), el predominio de la piedra bastante trabajada y –sobre todo– su integración en unos conjuntos complejos y planificados. Así, los campos formados por bancales están dotados de elementos complementarios, tanto para solucionar el acceso (escalones voladizos, escaleras, rampas), como con una finalidad hidráulica (albañales, acequias de drenaje, pozos, cisternas, aljibes…) y para servir de cobijo a las personas o al ganado. Quizá la atribución de este patrimonio a un colectivo de constructores altamente especializado hace que, a pesar de las décadas de abandono que han sufrido, se encuentre en un estado de conservación relativamente bueno.

Sa Dumanega, Fornalutx. / Foto: M. Grimalt

Los valores ambientales de los conjuntos de bancales corren paralelos a su interés constructivo y patrimonial. Los más de 10.000 kilómetros de muros de contención de la montaña mallorquina constituyen un particular microhábitat de características únicas y que con el paso de los siglos son el único lugar donde arraigan taxones endémicos como los interesantes helechos baleáricos (Asplenium majoricum, Asplenium sollerense, Asplenium orelli). También fuentes y aljibes en estos ámbitos son un buen refugio para el ferreret o sapillo balear (Alytes muletensis), interesantísimo anfibio endémico mallorquín que, descrito científicamente en la década de 1970, constituye un verdadero tesoro biológico. Pero sin lugar a dudas, el principal valor ambiental de la obra de piedra es la función de regulación de la escorrentía ejercida por las terrazas de cultivo y elementos hidráulicos asociados, que se muestra fundamental en la regulación de las avenidas y de la pérdida de suelo en un lugar como la sierra de Tramuntana con una pluviosidad total anual muy elevada (hay zonas donde la media anual de precipitaciones llega a los 1.500 mm), y donde son posibles aguaceros de mucha intensidad horaria, con valores en 24 horas que a menudo superan los 200 mm y que excepcionalmente han alcanzado los 800 mm en un solo episodio.

Los retos del futuro

Los paisajes de bancales de la sierra de Tramuntana se vieron condenados a la decadencia a causa de la importante pérdida de valor de su producción agrícola. La economía de la montaña mallorquina se basaba en el olivar, con arbolado envejecido y con técnicas de recolección y transformación atrasadas que proporcionaban un producto final poco competitivo. La decadencia del mercado local, el encarecimiento de la mano de obra y la casi absoluta imposibilidad de mecanización de las tareas agrícolas por las propias características del terreno fueron condenando a los olivos a un progresivo abandono. Tan sólo quedaron en producción algunas zonas de pequeña propiedad, dedicadas al autoconsumo, unos pocos lugares de elevada productividad y también determinadas fincas extensas, casi siempre mantenidas por el sentido del prestigio que ofrecía salvaguardar la propiedad y la tierra en una población que mantenía las estructuras sociales agrarias.

Actualmente se vive un momento de recuperación de los bancales que tiene su raíz en los cambios socioeconómicos y en actuaciones administrativas llevadas a cabo a partir de la segunda mitad de la década de 1980.

Las actuaciones institucionales han sido en buena parte encabezadas por el Consell de Mallorca (gobierno insular), y se han centrado en dos vías, por una parte la recuperación del oficio de paredador y por la otra el estudio y valoración del patrimonio de la piedra seca.

La recuperación del oficio se ha centrado en la tarea de la Escola de Margers, que, desde una primera iniciativa en el municipio de Sóller en 1986 que al poco tiempo pasó a depender del Consell de Mallorca, se ha mantenido hasta la actualidad. El aprendizaje de las destrezas de marger se ha articulado mediante el mecanismo de la escuela taller y ha formado nuevos profesionales a partir de la maestría de algunos de los últimos paredadores que quedaban en activo.

La otra tarea de la administración insular se ha encaminado hacia el conocimiento del patrimonio, su catalogación y análisis, su promoción y medidas de salvaguarda. En este sentido destaca el ambicioso Programa de Catalogación de Espacios de bancales de Mallorca, en ejecución desde 1994 y que a escala muy detallada está cartografiando, municipio a municipio, la extensión ocupada por los bancales, los usos asociados, el estado de conservación y los valores naturalistas. Las figuras de planeamiento urbanístico de estos municipios a menudo han incluido los espacios abancalados como elementos que proteger, e igualmente lo hacen las normas de carácter insular. Determinados lugares con valores singulares muy característicos han alcanzado la categoría de Bien de Interés Cultural (barranco de Biniarraix, neveras del macizo de Massanella). Igualmente, se ha llevado a cabo una tarea de intercambio de información y de establecimiento de una metodología común de catalogación utilizada para otros espacios europeos con un patrimonio de esta especie (Liguria, Alpes Marítimos).

Dentro de la promoción se han llevado a cabo tareas de restauración, básicamente sobre antiguos caminos de montaña, cuya rehabilitación implicaba reconstruir amplios tramos de muros de contención. También se han rehecho un número considerable de paredes dentro de fincas de propiedad pública.

Conjunto complejo de ribazos de los alrededores de Tuent; abandonados para el cultivo en la década de 1950. Un incendio forestal en 1994 los dejó de nuevo al descubierto. Si la construcción está bien hecha, un abancalamiento puede resistir con plena funcionalidad elementos adversos y mantenerse. / Foto: R. Rodríguez

Finalmente, destaca la promoción que el Consell de Mallorca ha hecho de una ruta senderista de largo recorrido, que, con el nombre de Ruta de la Pedra Seca, transcurre por algunos de los paisajes con bancales más representativos de la sierra, siguiendo los antiguos caminos de montaña, con un conjunto de etapas que conectan con una red de refugios públicos.

El impacto social de estas medidas se ha traducido en la adquisición de un progresivo prestigio de la piedra seca, y –aunque sea con finalidad no agraria– son crecientes los espacios propiedad de particulares donde se han recuperado los campos de bancales, con la limpieza de olivares y la roza de la maleza, pinares y monte bajo de sucesión secundaria que los habían ido invadiendo.

Algunos hechos sociales que han influido en este cambio de actitud son la entrada masiva de capital extranjero con la adquisición de amplias extensiones de la sierra por parte de propietarios de diferentes países europeos, sobre todo alemanes, que invierten importantes cantidades en la limpieza de los olivares, ahora jardines de sus residencias secundarias; un proceso similar se asocia en la población local hacia las pequeñas parcelas de olivos, reconvertidas en lugares de ocio, y como tales, de nuevo puestas en funcionamiento.

Sin embargo el estado actual del patrimonio de abancalamientos y paredes no deja de ser preocupante, sobre todo a causa de la enorme extensión que ocupan y la gran inversión que supone mantenerlos, entendiendo que los muros necesitan un proceso continuado de reparaciones periódicas para restaurar los daños que indefectiblemente acaban produciendo los aguaceros, los procesos de escorrentía y el paso del ganado y personas.

Salvaguardar los bancales mallorquines es un reto para el futuro y una necesidad aplicada tanto para conservar un patrimonio cultural excepcional como para seguir gozando de los beneficios ambientales, paisajísticos y de regulación hídrica. Las acciones de salvaguarda del oficio, de investigación en profundidad, de su catalogación y conocimiento técnico, así como de promoción, han dado un primer resultado con una –aunque breve– inversión del proceso de degradación generalizada del patrimonio.

© Mètode 2002 - 36. Paisajes del olvido - Disponible solo en versión digital. Invierno 2002/03

Consell de Mallorca-FODESMA, “Programa de catalogació i anàlisi dels espais de marjades de Mallorca”.

Consell de Mallorca-FODESMA, “Programa de catalogació i anàlisi dels espais de marjades de Mallorca”.

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