Para muchos de nosotros, el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, es el rostro público de la ciencia durante la crisis de la COVID-19 en Estados Unidos. Es él quien ofrece reposadas explicaciones en una agotadora serie de ruedas de prensa y entrevistas. En términos generales, su actuación como comunicador científico ha sido ejemplar, excepto en una ocasión en que tropezó con una expresión aparentemente inocua.
«El doctor Anthony Fauci es el rostro público de la ciencia durante la crisis de la COVID-19 en Estadus Unidos»
Fauci es un buen comunicador de los riesgos porque recurre a metáforas simples para transmitir la complejidad de las decisiones relacionadas con la salud pública. Por ejemplo, para preparar a la gente para la reapertura de los negocios, la compara con un ejemplo relacionado también con ese mundo, advirtiendo de que «no va a ser un interruptor de la luz que, llegado junio, julio o cuando sea, digamos: “vale, ya está”, clic, y la luz se enciende ». Utiliza una metáfora perteneciente al mundo del comercio para ayudar a la gente a comprender que algunas partes del país deberían volver a la actividad antes que otras y afirma que la solución no será «de talla única». Para ayudar a los aficionados a los deportes a entender la necesidad de implementar políticas que limiten el movimiento, habla de «ejercer presión sobre la mitigación» para controlar el virus. Todas estas analogías son humildes, pero están bien diseñadas con la intención de convencer a los no expertos para que acepten el razonamiento que subyace a las recomendaciones de los científicos.
Las primeras críticas a la retórica de la COVID-19 advierten sobre el uso de metáforas bélicas que pueden acercarnos a un sentimiento autoritario y nacionalista, evocando a la xenofobia y al racismo. Preocupados por lo que esto implica, los académicos han promovido el hashtag #ReframeCovid (“cambiar el enfoque de la COVID”) para fomentar el uso de alternativas, como la metáfora del «viaje», en la que nos imaginamos en camino hacia un destino, en lugar de en una batalla contra un enemigo invisible. Fauci parece haber intuido la prudencia de ese enfoque retórico. Aunque no esquiva las metáforas bélicas por completo, nos suele situar en un viaje, «empezando a girar la esquina […] para llegar a donde queremos estar ». Junto con el omnipresente concepto de «aplanar la curva», la idea de movimiento a lo largo de un camino parece ideal para pensar en decisiones que se toman en un punto pero tienen consecuencias en otro. Nos insta a tener paciencia porque sabemos que la incomodidad del viaje acabará una vez que lleguemos a nuestro destino. Como las metáforas del mundo del comercio y los deportes, es un argumento sutil perteneciente a un dominio familiar que convierte lo desconocido en algo manejable.
Sin embargo, al utilizarlo para caracterizar nuestra respuesta a una pandemia viral, la metáfora del viaje crea una contradicción desconcertante. Después de todo, es nuestro propio movimiento lo que se ha detenido para frenar la expansión del coronavirus. Se han cancelado los viajes. Encerrados en casa, ya no nos transportamos de un sitio a otro. Se nos pide que soportemos la inmovilidad, no el viaje del héroe. La incoherencia de esta metáfora para describir la situación actual resulta todavía más evidente cuando Fauci la utiliza para explicar por qué las normas de distanciamiento social se tuvieron que extender a finales de marzo. «No habría sido buena idea retroceder en un momento en el que había que pedalear más fuerte en lugar de apretar el freno […] nos pareció que, si retrocedíamos antes de tiempo, solo provocaríamos una aceleración o un rebote o algo así, que nos dejaría por detrás de donde estábamos antes». Entiendo lo que quiere decir, pero chirría pensar en la orden de quedarse en casa como la aceleración de un vehículo, en reemprender el viaje como una frenada y en el final de la norma de los tres metros como un retroceso. La metáfora plantea problemas lógicos y psicológicos. Es el único punto en el que Fauci tropieza en su, por lo demás, fenomenal actuación como comunicador público de la ciencia durante la pandemia del coronavirus.