Las palabras del cielo en la lengua

Versión en color del famoso «grabado Flammarion», conocido así por aparecer por primera vez en L’atmosphère: météorologie populaire (1888) de Camille Flammarion, a pesar de ser de origen desconocido./ Wikimedia

En el Museo de la Almoina en Valencia veo los restos de la Vía Augusta y me imagino soldados y mercaderes romanos que van y vienen. Las losas que pisaron son las mismas que yo podría pisar. Así como perdura la memoria de las piedras, también permanecen las ideas. Las historias mitológicas están grabadas en las constelaciones del cielo. Las mismas que guiaron a Ulises por el Mediterráneo, y con los mismos nombres, han continuado guiando los barcos por los océanos durante siglos hasta que su uso fue desterrado por las moderneces del GPS.

La observación del cielo nos conecta con las civilizaciones más antiguas, con su saber y sus descubrimientos que se han transmitido con palabras a lo largo de los siglos, traspasando culturas. En nuestra lengua también podemos encontrar las huellas que han dejado algunas palabras de origen astronómico, a pesar de que a menudo, por la adaptación al pasar de una lengua a otra y por la evolución natural, las palabras muchas veces han modificado su forma y significado hasta llegar al lenguaje común, en el cual su origen astronómico ha sido totalmente olvidado. Lo descubro leyendo el magnífico libro Las palabras del cielo del astrofísico francés Daniel Kunth, amante de las palabras con trasfondo astronómico.

En las sociedades antiguas el sistema geocéntrico era el paradigma para la descripción del cosmos. Se imaginaba una bóveda celeste con siete esferas cristalinas que correspondían a la Luna, el Sol, los cinco planetas visibles y otra esfera para las estrellas fijas donde, según la Divina comedia de Dante, solo llegaban las almas triunfantes, antes del cielo cristiano, donde estaba Dios. Así, estar en el séptimo cielo es el máximo grado de elevación que puede lograr una persona y, por lo tanto, el nivel de máxima felicidad.

Es curioso que, mientras en inglés el cielo físico y el aposento divino tienen nombres diferentes (sky y heaven), en las lenguas románicas se usa la misma palabra. Esto lleva a confusiones interesadas como la que destaca agudamente Joan Fuster en El descrèdit de la realitat:

Copérnico descubrió que nuestro mundo es una estrella más en el cielo: «Pues ya estamos en el cielo» –concluiría Giordano Bruno– y no necesitamos, por lo tanto, el cielo de la Iglesia. Notemos, sin embargo, que este corolario, de una contundencia casi jovial, lo sacaba Bruno más tarde, en pleno siglo XVI, y tiene la importancia de un resumen, de una síntesis final, respecto de la mentalidad renacentista.

La base circular donde se unen el cielo y la Tierra es el horizonte, el que limita la vista. Por el horizonte este u oriente sale el Sol, mientras que hacia el oeste u occidente se pone al pasar el día. Oriente proviene del verbo latino oriri, «levantarse», y su participio presente oriens, orientes («que se levanta, naciente») y se refería a la salida del Sol. De aquí ha derivado orientar, como conocer tu camino respecto al Sol. Del mismo modo tenemos occidente, zona del horizonte por donde se pone el Sol, que deriva de ob y cadere, con la idea de «caer», siendo occidens el participio presente de occidere.

Los sabios buscaban respuestas en los movimientos de los astros para predecir los actos humanos, mientras otros trataban de ordenarlos en fantásticas esferas concéntricas sincronizadas. Nacían así dos formas diferentes de ver el cielo: la astrología y la astronomía.

Los astrólogos determinaban la influencia, la acción de los astros sobre el devenir de los humanos. Influencia, que viene del latín influere, «fluir», y da idea de una corriente cósmica que une el cielo y las personas. Un término astrológico que pasó al lenguaje común como una metáfora para referirse a la influencia de una persona sobre otra. Como a causa de una posición astral inadecuada se puede enfermar, quedó el nombre de la gripe en algunas lenguas como el italiano, influenza, o el inglés, reducido solo a flu.

Un puñado de palabras del cielo que quedan empapando la lengua como fósiles vivientes, y que nos remiten a los orígenes de las sociedades humanas.

© Mètode 2022 - 113. Vida social - Volumen 2
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Departamento de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València.