La señora Parkinson

Los de la asociación de Parkinson de Gandía acogieron con entusiasmo mi propuesta de hacer una representación teatral. ¿Sobre qué tema? Naturalmente que sobre el Parkinson, mejor dicho, sobre sus consecuencias, una de las cuales es que yo también sea miembro de esa asociación. ¿De qué autor? Será una obra que yo escribiré, ¿no? ¿Y quién actuará? Sin duda, nosotros, los asociados. ¿Y de qué género hablamos? Comedia con la correspondiente buena ración de risas, tanto de la enfermedad como de nosotros mismos. Todos los asociados que me atendían estaban de acuerdo, el humor es nuestra mejor medicina.

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Traductora de somnis, 2011. Tinta, acrílic i collage sobre paper, 33,5 x 45,5 cm. / Artur Heras

Al fin y al cabo nos conocimos, los asociados y yo, gracias  a mi Viure amb la senyora Parkinson, ochenta y cuatro páginas de un pequeño libro, donde si una cosa no falta es el humor. Tanta sintonía se produjo que en estos momentos se está preparando la versión castellana, ya que los asociados gandienses han conseguido despertar el interés por la obra de una multinacional farmacéutica. O sea, que ahora he añadido mi condición de «tembloroso» o cojo a otras marginaciones, como la de escribir en una lengua que maltratan como si fuera el idiota de la familia o como la de vivir en el suburbio degenerado del mundo rural.

Pero que no se equivoquen los asociados: no siempre he mostrado a la señora Parkinson a mi lado, yendo arriba y abajo, incluso con una cierta provocación, como si ella fuera mi última amante. Cuando me la designaron como compañera para el resto de mis días, vislumbré el precipicio que, en lo que llaman la edad adulta, se nos presenta de repente, a unos primero que a otros, en forma de enfermedad crónica o terminal. Y los plomos que aún me apuntalaban, se fueron abajo. Recuerdo aquel tiempo de desolación en que nos quedamos la Muerte y yo solos, cara a cara.

La sombra del silencio me cayó encima. ¡Qué obsesión por esconderlo todo! Con la señora Parkinson establecí una relación estrictamente clandestina. Aun así los secretos son secretos hasta que dejan de serlo, porque siempre hay una fuga que nunca te la habrías imaginado. El aire fresco y renovado de la plaza pública es la antítesis de la sombra del silencio que va adquiriendo los colores más tenebrosos. Además, la compañía de la señora Parkinson cada día era más difícil de disimular. E incluso me tenía que cambiar de acera cuando veía delante de mi un grupo de jóvenes no se sabe nunca si bien o mal educados.

«Por la señora Parkinson no tengo ningún tipo de consideración»

Ahora bien, no quiero hacer trampa: yo tengo una ventaja sobre el resto de los asociados, la literatura que escribo es como una esponja que me absorbe cualquier desazón. Cuando me cansé de autodestruirme con aquella compañía, escribí Viure amb la senyora Parkinson. No sé cómo les funciona a los otros escritores la descarga de un conflicto personal en un texto. Para mí, la escritura sobre mi relación con la señora Parkinson significó liberarme de ella de tal manera que su presencia es como si no fuera conmigo y, por otra parte, le saco un rendimiento, porque se ha convertido en un tema literario.

Sin embargo, tampoco querría que se prestara a confusión mi estrategia vital y literaria. Por la señora Parkinson no tengo ningún tipo de consideración. Nada de cuchichearle medias palabras y en voz baja, nada de concederle ninguna negociación, nada de darla a conocer como quien merece nuestros respetos. La señora Parkinson nos arrastrará si puede, donde pueda, pero a la fuerza, aunque no nos dejemos acobardar, ni convencer de nada por ella. Y si nos amenaza con perjudicarnos aún más, burlémosnos, pregonemos a gritos lo que nos dice, incluso obliguémosla a acompañarnos a los infiernos.

© Mètode 2011 - 71. La cara del dolor - Número 71. Otoño 2011
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Escritor valenciano (Gandía, 1952). Su último libro es Viure amb la senyora Parkinson (Moll, 2011). En 2007 ganó el Premi Mallorca de Narrativa con su novela Ulisses II (Moll, 2008).