Galena

La galena es un sulfuro de plomo que cristaliza en el sistema cúbico en forma de cubos u octaedros de un color gris característico. Se halla en rocas metamórficas o en depósitos volcánicos. Es uno de los principales tipos de plomo. Bien molida, y a menudo mezclada con sulfuro de antimonio, era utilizada por los antiguos egipcios y por diversas culturas orientales para preparar el kohl, un cosmético con el que se perfilaban los bordes de los párpados, con un considerable efecto antiséptico suplementario (el primer antibiótico avant la lettre). También se usaba en la fabricación de esmaltes cerámicos.

A principios del siglo XX, la radiodifusión naciente descubrió un nuevo y sorprendente uso para la galena. Los inventores norteamericanos Henry Dunwoody y Greenleaf Pickard crearon un diodo detector de ondas de radio constituido por un pequeño fragmento de galena (o silicio) conectado a un hilo metálico rastreador (llamado bigote de gato), precedente de los posteriores diodos de germanio. La señal electromagnética captada por una antena era aumentada por inducción mediante una bobina transformadora y rectificada por el diodo de galena. Bastaba con mover el bigote de gato por encima de la galena hasta encontrar la posición idónea de los cristales que permitía seleccionar una señal, ciertamente débil, pero audible. Un condensador variable y unos auriculares hacían el resto.

«Las cigarras han enmudecido y el olor a fosfano ha desaparecido de la vida moderna» / Ilustración: Anna Sanchis.

La maravilla era que las mismas ondas radiofónicas eran suficientes para suministrar la energía demandada por el sistema, de forma que no había que conectar la radio de galena a ninguna parte. En la masía sin electricidad donde viví una parte de mi infancia, había una radio de galena. Me ponía los auriculares, rastreaba la galena con el bigote de gato y, mágicamente, aparecían la música y las vocecitas de EAJ-1, Radio Barcelona, que era la emisora que mejor se captaba desde Can Sauró. Las radios con válvulas (las llamábamos «làmpares») y con altavoces amplificadores ya eran habituales desde los años veinte, pero en Can Sauró todavía teníamos radios de galena en los años cincuenta de mi infancia. Ahora cuesta creerlo.

Pero lo cierto es que también íbamos a la fuente a por agua y de noche nos alumbrábamos con velas, quinqués y lámparas de carburo. Estas lámparas creaban una llama vivísima al quemar el acetileno generado por un goteo de agua sobre carburo de calcio. Cada mañana había que vaciarlas para eliminar el inservible hidróxido de calcio residual y llenarlas con más carburo de calcio virgen. El acetileno quemado y el hidróxido cálcico cargaban el ambiente de un fino olor singular debido al fosfano generado durante la reacción. Era un olor inconfundible que asocio al insidioso chirriar de las cigarras mientras vaciaba el carburero…

Las cigarras han enmudecido y el olor a fosfano ha desaparecido de la vida moderna. El mundo ha cambiado. El agua mana de los grifos y la luz aparece apretando un botón. Con la aplicación Radio Green, cualquier móvil recibe, y amplifica, cualquier emisora digital del mundo. La leña que recogíamos para el hogar y la cocina se acumula ahora en el bosque hasta que estalla wagnerianamente en grandiosos incendios forestales. Vivimos mucho mejor, pero no somos más felices: mi rudimentaria infancia fue apasionante. Pero me hubiese muerto a los catorce años de una peritonitis aguda felizmente tratada con antibióticos, igual que mi tío, en los años cuarenta, murió a los treinta y dos de una endocarditis que la penicilina le hubiese curado.

Del kohl a los diodos de cristal, la galena nos ha acompañado durante siglos. El acetileno aparece felizmente con la química, para dar luz y también para soldar. Las sulfamidas y los antibióticos han revolucionado la medicina. Con viejos materiales y nuevos productos sintéticos hemos construido y construimos los artefactos de nuestra circunstancia. Hemos progresado mucho, pero quizás lo hemos complicado todo demasiado. Además, consumimos en exceso. Por eso, el cambio climático amenaza con ahogarnos. Los receptores de galena serían una buena metáfora: mucho, con muy poco. Para darle una vuelta.

© Mètode 2024 - 121. Todo es química - Volumen 2
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Doctor en Biología, socioecólogo y presidente de ERF (Barcelona). Miembro emérito del Institut d’Estudis Catalans.