Noosfera

Il·lustració: Anna Sanchis

Las ratas y los ratones lo devoran todo, es bien sabido. Últimamente han desarrollado una especial apetencia por los recubrimientos del cable eléctrico y de la fibra óptica. En la ciudad son una tabarra; en el campo, una pesadilla. Tienen una bien ganada mala prensa. Sin embargo, no podrían perpetrar todas sus fechorías sin un gran ingenio. Sin una considerable inteligencia, de hecho.

Fui educado en la idea de que solo los humanos éramos inteligentes. Un abismo intelectual nos separaba de los animales. Gracias al alma, claro. Hechos a imagen y semejanza del creador (¡qué arrogancia!), éramos otra cosa. Yo me preguntaba por qué razón, ya puestos, no se nos dotó de un cuerpo igualmente distinto e incomparable. Resultaba que el alma y el intelecto, que no se veían, eran diferentes, pero el cuerpo, que se tocaba, era similar. Sospechoso…

Hoy sabemos que las capacidades cognitivas, bien que indiscutiblemente exaltadas en los humanos, están presentes en muchos otros vertebrados y hasta en algunos invertebrados. Dependen del cerebro, que forma parte del cuerpo. Algunos experimentos con ratones llegan a resultados sorprendentes: estos animales relacionan hechos, aprenden cosas y sacan conclusiones para actuar. Estos estudios demuestran que los malditos roedores de queso y fibra óptica no son temibles porque sí. También se han constatado sorprendentes capacidades de aprendizaje en los pulpos. El pulpo común puede abrir recipientes sólidamente cerrados o escaparse a través de conductos laberínticos tras considerar la situación y ensayar soluciones, mientras que el pulpo de los cocoteros recurre a conchas o a cocos vacíos como herramientas apropiadas para cazar o desplazarse. Los pulpos también exploran, relacionan y concluyen.

Todas estas actividades son conocidamente comunes en varios animales domésticos. Quien haya tenido perros o caballos, por ejemplo, lo sabe perfectamente. Los niveles de comprensión del perro son proverbiales. Los perros expresan sentimientos de cariño, de miedo, de contrariedad o de deseo resultado de previas experiencias vividas. Basta mirarlos a los ojos para establecer complicidades. El caballo, por supuesto. Por no hablar de los primates, especialmente de los póngidos (chimpancés, gorilas y orangutanes). Las conductas espontáneas observadas y las evidencias experimentales son concluyentes. El caso quizá más famoso es el de Washoe, un chimpancé hembra capturado en 1965 en el África occidental a quien la pareja austro-norteamericana de psicólogos Allen y Beatrix Gardner enseñaron el lenguaje de signos. Hasta que murió, en 2007, Washoe no paró de aprender (¡más de 350 palabras!) y de comunicarse, y hasta enseñó a su hijo Loulis un centenar largo de palabras. ¿Alguien puede dudar de la inteligencia de un ser no humano que aprende y que se comunica mediante sonidos y signos con individuos de su especie y de la especie humana? Además, ahora sabemos que el genoma de los chimpancés y de los humanos coincide en más de un 98 %…

«La noosfera abarcaría a todos los seres vivos con grados más o menos elevados de inteligencia»

De aquí el concepto de noosfera (del griego νόος, ‘noos’, y σφαῖρα, ‘esfera’) introducido por el geoquímico ruso-ucraniano Vladímir Vernadski. Para Vernadski, la noosfera abarcaría todos los seres vivos con grados más o menos elevados de inteligencia y sería un estadio evolutivo superior de la biosfera (concepto, por cierto, que también introdujo él). El paleontólogo y filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin dio un sentido teleológico al término, mientras que James Lovelock y Lynn Margulis, con su teoría de Gaia, creyeron encontrar indicios de una cierta inteligencia planetaria sistémica. Habrá que reunir más evidencias, pero ya nunca más podremos dudar de que los humanos no estamos solos en la noosfera. Además, ahora hemos puesto en marcha la inteligencia artificial, con algunos HAL 9000 como los de 2001 a Space Odyssey en el horizonte… Es una lección de humildad, un alegato contra el antropocentrismo y un apasionante campo de investigación.

© Mètode 2018 - 99. Interconectados - Otoño 2018
Doctor en Biología, socioecólogo y presidente de ERF (Barcelona). Miembro emérito del Institut d’Estudis Catalans.